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sábado, 30 de junio de 2012

CONTRA LA SINCERIDAD


Me han hablado recientemente de un libro titulado Contra la sinceridad, de Juan Cruz, subtitulado como Un libro para descubrir por qué no se debe ser del todo sincero. Advierto que no hablo sobre el libro -que aún no he leído-, sino sobre la idea que parece contenerse en el título.

Todos conocemos muchas personas que presumen de ser sinceros. Personas que confunden sinceridad con ofensa. Son ésos que te dicen: “¿Quieres que te diga sinceramente lo que pienso de ti?”. Naturalmente hay que contestar que no, hay que dar por  respuesta la frase de aquella película: “Miénteme, dime que me quieres”.

Ser sincero no es ser hiriente. La sinceridad tiene límites. La urbanidad, la educación elemental a la que nos obliga la convivencia es el primero. El segundo lo constituye el respeto y hasta el cariño que nos debemos unos a otros. No siempre hay que decir toda la verdad, y desde luego nunca hay que decirla de cualquier manera.

Es verdad que el respeto incluye el derecho a la verdad. Pero ese derecho no constituye en ningún caso un deber. Además, no es tan fácil delimitar qué cosa es eso a lo que llamamos verdad. Tengo la impresión de que la sinceridad es más una intención del hablante que una correspondencia con hechos. O sea, que el que emite un mensaje cree que las cosas son como él las verbaliza y cree que debe verbalizarlas así. Ambos puntos son discutibles. En primer lugar, los hechos no son puros; era Homero el que decía que “el necio sólo conoce los hechos”. En segundo lugar, tal supuesto conocimiento de hechos aún más supuestos no conduce necesariamente a tenerlos que comunicar a los demás, mucho menos en ese tonillo cortante y autosuficiente del que se instala en la verdad, y desde ese conocimiento absoluto (y solipsista) ilumina a los otros: qué suerte tienen, qué afortunados son al tener a alguien cerca que les diga las cosas como son.

Necesitamos más prudencia. Aristóteles la definía como un saber para hacer. No es únicamente una virtud del conocimiento, ni sólo de la acción: es la deliberación racional para la acción. La prudencia nos indica cuál es el grado de verdad que puede soportarse (creo que esto es de Nietzsche). Por lo tanto, no conviene avasallar al personal con toda clase de elaboraciones mentales, prejuicios, doctrina empaquetada o productos similares, bajo la sobrevalorada etiqueta de sinceridad.

No es lo mismo hablar con la mano en el corazón que con el corazón en la mano. No es lo mismo decir lo que se piensa que pensar lo que se dice. Pero, claro, igual estos individuos creen que tal cosa es hipocresía, diletantismo o cobardía. Prefieren intimidar antes que ser considerados timoratos; no conocen la prudencia.

Peor para ellos. Por si acaso, conmigo no sean tan sinceros. Por favor.

martes, 26 de junio de 2012

CANCIONES DEL NO-VERANO 15: DULCE PONTES Y ANDREA BOCELLI

Iba yo buscando un fado, esa música melancólica que a algunos tanto nos gusta, cuando me he tropezado con esta joya que no conocía. A la portuguesa Dulce Pontes le acompaña Andrea Bocelli. Disfrutad.

Y mañana nos dejamos de fados, de bacalao, de mantelerías y de revolución de los claveles. Y vamos a lo que vamos.

viernes, 22 de junio de 2012

sábado, 16 de junio de 2012

EL QUE CAMINA POR EL FILO




Me dijo este miércoles QQ que Blade Runner es una verdadera mierda. Supongo que era una humorada, fruto del juego alterno de vaciladas mutuas a costa de los truños larsvontrierianos que solemos ver, pero no me extrañaría que no fuera así, creo que sus gustos no son los míos.

Luego comí con él. No soy rencoroso. Pero me gustaría decirle por qué me gusta, por qué vuelvo sobre ella.

Primeros minutos: está lloviendo, siempre. Sólo al final nos deslumbra la luz y podemos aliviar nuestro desasosiego (por cierto, esos planos fueron desechados de El resplandor). La peli es un juego de luces y sombras, del ser y del no-ser. Tiene mucho de caverna platónica: los personajes no saben, creen, toman las apariencias por realidades, viven en el fondo, apenas iluminados por anuncios de Coca-Cola y TDK. Vagabundean por la ciudad (esa urbe dentro de la caverna, ser en el parecer), buscan quién es humano, quién replicante… Pero no es tan sencillo. Un test diseñado tal vez por sofistas impide saber quién es quién: lo que era criterio de verdad empieza a empozoñar la certeza cuando el alienador alienado sofistica su mecanismo. Los objetos del test ya no responden como debieran.

Hay un policía, un blade runner, Harrison Ford fuera de sus registros habituales. Es Deckard. Y Deckard obedece órdenes. Deckard prefiere no pensar. Deckard se enamora. Un autómata es más eficaz que alguien que piensa por sí mismo. El policía se iguala al replicante. Pero éste trasciende su mecanicismo y comienza a desarrollar emociones, o sea, patologías, pues eso es el mundo sentimental: un pathos laberíntico, una petición de auxilio a un pasado tan inexistente como necesario, una esperanza en el futuro: improbable y por eso trágico. El replicante quiere ser inmortal, aunque se sabe mortal; el policía se sabe mortal, pero lo ignora, y falazmente se considera más que Nexus 6 (nunca Rutger Hauer estuvo tan bien, histriónico y contenido a la vez, grandioso, enloquecido). Sin embargo, la lección de humanidad se la da ese replicante con voluntad de persona cuando, al final de la película, le dice eso de “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo”. La inminencia de la muerte lo transmuta: me recuerda a la figura de Jesucristo (en realidad toda la película está cargada de referencias religiosas) en el monte de los olivos, cuando es consciente de la presencia de la muerte y se entrega a ella con dramatismo, con dolor, pero también con generosidad.

Deckard está a punto de morir, colgado de una cornisa, dependiente de su supuesta víctima, del ser presuntamente inferior, del que nada espera, nada puede esperar. Pese a ello, el replicante le otorga la vida; quien ya no puede pedirla, la transmite: con tanta inutilidad como gratuidad, el eterno retorno, el pathos alienta de nuevo en un sujeto que ha cobrado consciencia de su insignificancia y también de la grandeza de ese ser que llamamos ser humano, de ese puente tendido entre el animal y el superhombre, como dijera Nietzsche, cuya filosofía impregna todos los fotogramas de esta película.

Sigue lloviendo. Nada ha cambiado cuando Nexus 6 ya es historia. Salvo el silencio necesario del policía: ninguna palabra hará justicia a la situación.

Sólo el sonido de la lluvia basta como banda sonora… hasta que Vangelis arranca el motor de la sangre. Deckard buscará a Rachel y quebrará probablemente su vida con nuevas incertidumbres.

Quién sabe. Quién sabe si somos replicantes o personas, hombres que sueñan ser mariposas o mariposas que sueñan ser hombres, si todo es provisional, ilusorio y virtual. Si es un sueño dentro de otro sueño.

Quién sabe si el fabricante de ojos ha diseñado los nuestros para que sólo veamos lo que Él quiere.

Tal vez, QQ, a mis torpes entendederas sólo llegue este mensaje confuso y hermoso, dionisíaco y poético. Pero yo he visto cosas que no creeríais, he visto rayos C brillar en la oscuridad. He visto hombres que caminan por el filo. Todo eso se perderá como lágrimas en la lluvia. Es hora de vivir.

lunes, 11 de junio de 2012

BOLUDECES XI: DIOS ESTÁ BIEN




Pues debe ser el único. Sin prima de riesgo, sin agencias de calificación que te bajen dos escalones la divinidad hasta el límite de bono-basura, sin Angela Merkel de visita ajustadora, sin rescate de la banca celestial...

El cartel pertenece a un hostal de Peñíscola. Tiene su punto.

viernes, 1 de junio de 2012

LUIS GARCÍA MONTERO


En cuanto dices que te gusta la poesía, el personal te mira con una mezcla de lástima y extrañeza, como si hubiera visto una especie de otro planeta. Yo no puedo justificar por qué me gusta, ni por qué unos u otros poetas o versos. Yo abro un libro y leo. Soy sólo un aficionado, y me da igual que los profesores me digan que con García Lorca se consigue que el castellano alcance las cumbres líricas más altas si a mí me aburre eso de “verde que te quiero verde” (que me aburre).

Un día comencé a leer a Luis García Montero, y algún tiempo después me enteraron de que era uno de los representantes más renombrados de la poesía de la experiencia. Pues qué bien: yo lo leía porque me llegaba, porque se daba aquello tan extraño de abrir las páginas al azar y notar que escribe para ti. Ese criterio puede parece muy débil, lo admito, pero es que yo no leo porque me lo digan los divinos de Babelia o los académicos de todo pelaje. Sólo leo.

Hace tres años fui a la feria del libro de Madrid. Como me gusta ir a mi ritmo, me separé del grupo que con el que me desplacé a Madrid y me dediqué a escrutar las casetas y los escritores: un encantadísimo de conocerse a sí mismo (Dragó), un distante y casi ausente Javier Marías, tras sus gafas de sol y a la sombra, unos desconocidos (para mí) autores de libros de catrástrofes, autoayuda, mensajes varios de salvación, etc. Al final, no sé si en dos casetas contiguas o en la misma, firmaban ejemplares Almudena Grandes y Luis García Montero. Almudena Grandes, novelista, tenía una cola de más de 60 personas. García Montero, que presentaba libro de poemas, nadie. Yo pasé de Almudena, abrí el libro del poeta, leí diez o doce versos al azar y supe que era para mí. El libro es Vista cansada, editado con esmero, tapa dura, buen papel, tipografía clara. Versos maravillosos.

García Montero me escribió unas palabras y me quedé con ganas de decirle que sus versos me habían acompañado en momentos duros. Pero no fui capaz, soy así de corto. Así que balbuceé un agradecimiento y me senté justo enfrente a leer mientras esperaba al grupo. Me estremecí de placer y miré al poeta, al que no había visto nunca, mientras pensaba que él tenía experiencias parecidas a las mías.

No puedo decir si es o no un gran escritor, pero sí que lo sus palabras turban mi corazón y empujan mi sangre.

No tengo más argumentos. Si a alguien no le gusta, lo siento: no escribe para él.


Por cierto, la fotografía está tomada de esta página de internet: http://www.escritores.org/biografias/131-luis-garcia-montero. Allí hay informaciones y enlaces excelentes, de éste y otros escritores.

Os dejo algunos versos de regalo (pertenecen al poema “Primer amor”:

Aquella casa no era la mía.
Yo contraté la luz, el agua y las palabras.
Dispuse que los muebles y los vientos
volvieran a jugar en los balcones.
El paisaje llegaba saludando
igual que los amigos,
y al levantar la mano y las botellas
abril subía por el ascensor
y las colinas de la tarde
cambiaban amapolas por un whisky.