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miércoles, 28 de junio de 2017

CONFIGURACIÓN

La invención del lenguaje es la invención de la realidad.

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, decía Wittgenstein, que es lo mismo que antes, pero en negativo. Hacemos real lo que aún no es, lo ordenamos, clasificamos, categorizamos… con palabras.

Puedo pensar que quiero a alguien. Intento saber qué significa eso y necesito hacerlo con un lenguaje irregular y burbujeante. Si digo las palabras en voz alta, entonces lo que he pensado es más real. Amo a esa persona de verdad, con más verdad.

La ciencia inventa palabras. No es ficción, sino conocimiento. El conocimiento es invención. No magia.

Con la poesía hacemos real lo que seguramente es imposible que sea. Tarea de Sísifo, lo más grande que puede hacer un ser humano.

domingo, 18 de junio de 2017

TREN NOCTURNO A LISBOA

Un clásico: ¿es la novela siempre mejor que la película? A menudo, pero ya he hablado sobre el tema y abundan los contraejemplos.

Viene esto a cuento de que acabo de terminar libro y película. Curiosamente, el libro se titula Tren nocturno a Lisboa, mientras que la película es Tren de noche a Lisboa.

Por partes. La novela es un texto denso y no siempre bien traducido de Pascal Mercier, un autor suizo que se gana la vida como profesor de filosofía del lenguaje. No sé si tiene relación, pero veo en él amor por las palabras en sí mismas, por su detalle, por las similitudes entre los idiomas. El texto puede ser muy placentero si se comparten los presupuestos del autor… y muy difícil si no. Quiero decir que en absoluto en una novela fácil ni para todos. A mí, que no suelen asustarme los tochos, me resultaba en algunos momentos un poco morosa e incluso con algunas digresiones cuyo sentido no acababa de entender. Sin embargo, en pocas páginas volvía a reconciliarme con la narración. Estupendo balance final.

Hay muchos personajes y las relaciones entre ellos son la base argumental del libro. Arranca con fuerza: Raimund Gregorius, un rutinario profesor de lenguas clásicas en Berna, salva a una joven portuguesa del suicidio. Pero antes de que pueda saber mucho acerca de ella, la muchacha huye olvidando un impermeable rojo y un libro cuyo autor es Amadeu Prado. El profesor decide impulsivamente tomar un tren hacia la ciudad en la que se editó el libro, Lisboa, pensando que allí podrá encontrar a la mujer.

Pero la novela olvida pronto a la muchacha y Amadeu Prado se convierte en el protagonista en ausencia. Los que construyen la historia son todos aquellos que lo conocieron, una intrincada red de personajes en la Lisboa de Salazar, vinculados por la personalidad humanista y atormentada de Amadeu. En este sentido, hablamos de una narración de perspectivas y de una obsesión por dar sentido a un pasado del que sólo quedan fragmentos y recuerdos.

En mi opinión, Pascal Mercier juega a demasiadas cosas a la vez. El cúmulo de personajes es excesivo y no todos están bien desarrollados. La hermana pequeña, por ejemplo, juega un papel anecdótico, insignificante. Y la chica suicida, que tenía potencial, desaparece por completo, inexplicablemente en mi opinión. Sin embargo, en la película sí regresa. Cuando casi nos habíamos olvidado de ella, se presenta en el hotel del profesor, dice su nombre y eso basta para que él comprenda la razón de su intento de suicidio (no explicó más porque casi reviento el final).

Me gusta mucho el personaje de Estefania. La escena del encuentro, al final, con Gregorius, es excelente, aunque en la película le añadan un absurdo: Eça esperando en el coche. Eça es secundaria (mucho) en el texto, pero innecesariamente esencial en la película. Es probablemente el mayor de los cambios (tampoco explico más de lo debido aquí, no me acaba de gustar el desarrollo que se hace del persona en la película).

Bille August, el director, hace un film esteticista, demasiado. Voluntariamente preciosista. A veces un tanto cargante. Es una película para ver y escuchar despacio, para contemplar las calles de Lisboa, que enamorará aún más a los que ya estamos enamorados de la ciudad, pero que probablemente irrite a unos cuantos. A los más jóvenes les mostrará que nuestros vecinos tuvieron un dictador, como nosotros, y que ellos también tuvieron una resistencia. En ella entra Amadeu por una combinación de culpa y responsabilidad social: ha tenido que salvar como médico al “Carnicero de Lisboa”; pero como ciudadano, como ser moral, es su obligación combatir la dictadura en la medida de sus posibilidades.

Resumo. Me ha gustado leer esa novela difícil, pero cuya finalización me alegra (soy de los que deja libros a medias) y también me he alegrado de volver a ver la película, con un Jeremy Irons magnífico, como siempre, y con excelentes actores en todos los papeles (Charlotte Rampling, enigmática; Christopher Lee, sorprendente en su papel de cura…). No es fácil creer que un profesor suizo que llega a Lisboa con lo puesto y comienza a visitar a quienes conocieron a Amadeu Prado, es recibido por éstos, que le cuentan sus fragmentos del pasado, que lo reviven y lo reconstruyen. No es fácil creer que la historia pueda funcionar. Pero lo hace, al menos para mí. Y, sin ser una novela ni una película perfectas, el tiempo empleado en ellas no ha sido en vano. Un sentimiento, sí, pero es que la historia va de eso.




sábado, 10 de junio de 2017

CAMUS VII: 70 AÑOS DE ‘LA PESTE’

Hoy hace 70 años que se publicó La peste, de Albert Camus.

No sólo creo que es un gran libro, sino uno de los textos de referencia del siglo XX. Camus es probablemente más conocido por El extranjero. Yo, tras unos instantes de duda, me quedo con La peste.

Me niego a hacer reseñas, género redundante que otros desarrollan mejor que yo (los profesionales, los blogs de reseñas tienen poco interés, a no ser que pongan algo de ellos, en cuyo caso ya no son propiamente de reseñas).

Sin embargo, diré que -como en la mayor parte de la obra narrativa de Camus- no se trata de desplegar una trama de acontecimientos entretenidos, sino de entrar a fondo en la condición humana. En este caso, la metáfora es una epidemia de peste en Orán, a la que debe hacer frente un desolado y a la vez kantiano doctor Rieux, que se enfrenta a la condición humana, maravillosa y terrible, de sus conciudadanos. Siempre he sostenido que Camus no es Meursault, sino Rieux.

Tantas veces se ha dicho que la peste simboliza el totalitarismo en general (y el nazismo en particular) que es una simpleza. En eso hemos cambiado poco: sólo las variedades de la peste, sus agentes patógenos.

De manera que recomiendo su lectura a todo el mundo y en este aniversario regalo a mis amigos algunas de las frases del libro que aún me golpean:

“Para todos ellos la verdadera patria se encontraba más allá de los muros de esta ciudad ahogada. Estaba en las malezas olorosas de las colinas, en el mar, en los países libres y en el peso vital del amor. Y hacia aquella patria, hacia la felicidad, era hacia donde querían volver, apartándose con asco de todo lo demás”.
“Un calor de vida y una imagen de muerte: esto era el conocimiento”.
“…pensó que no es lo más importante que esas cosas tengan o no tengan un sentido, sino saber qué es lo que se ha respondido a la esperanza de los hombres”.
“…el doctor Rieux decidió redactar la narración que aquí termina, por no ser de los que se callan, para testimoniar en favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y de la violencia que les había sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”.