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martes, 31 de mayo de 2022

ESCRIBIR Y SER

Soy porque escribo que soy.

Escribo a borbotones y también pongo de guardia a la razón. Hay diccionarios siempre a mano.

Y no sé qué buscar. A veces sí.

Entonces soy algo, algo más. Algo escrito, definitivo, no pensado ni fugitivo. Escribir es manifestar el ser y, por lo tanto, ser.





jueves, 19 de mayo de 2022

ARAMBURU 7: ‘LOS VENCEJOS’

Es el nuevo libro de Fernando Aramburu. Lo compré esta Navidades (en tapa dura, es muy gordo) y le ha tocado este mes de mayo. Por fin lo he terminado.

No sé qué decir. Me gusta… y no muchísimo. Tenía varios elementos a su favor, muy especialmente que se trata de un profesor de filosofía, como yo. Y hace muchas digresiones sobre la materia que me da de comer y sobre la vida en el instituto. Reconozco que en eso lo he pasado francamente bien; su amargura a veces es la mía, aunque su desapego por las clases no lo comparto. Pero las relaciones con algunos compañeros, con los equipos directivos, con la administración, con las leyes…, eso lo firmo. Hay también una indagación muy piadosa, más que amistosa, con su compañera que fallece, casi su única amistad. Aquí no hay cinismo ni cabreo ninguno. Él piensa que cuando falte no habrá nadie que sienta su pérdida.

Porque va a morir, lo anuncia en las primeras páginas, ninguna sorpresa. Ese año que transcurre y que narra la novela como un diario es su despedida de la vida y también un ajuste de cuentas con ella. Se desprende de sus propiedades, casi no queda más que un Diógenes que apenas tiene que preocuparse de su perra y de su hijo, tan distinto a él. No sé si tan distante, esos vaivenes del afecto paternofilial descolocan y devuelven la fe en la relación.

Porque de relaciones va el libro. Sobre todo, está Patachula, del que nunca sabemos su verdadero nombre. También Amalia, su exmujer, bisexual o lesbiana, parece que ni ella lo sabe. Están sus suegros, gente de bien y orden. Su cuñada, a la que saca poco provecho, desordenada y que viven en los márgenes. Está su hermano al que nunca quiso y su familia perfecta, golpeada donde más podía doler. Está su madre maltratada a la que la vida acaba maltratando con la pérdida de la memoria; su madre que solo se permite una felicidad madura que sus hijos se empeñan en boicotear. Y su padre, con el que tiene una relación de amor-odio; es un hombre resentido con su país y con su existencia, que vuelca su rabia en una familia que, cree él, no está a la altura. Está una antigua novia, Águeda, con la que nunca pudo tener una relación sexual normal. Está el tiempo actual y el tiempo de la movida madrileña.

Está la perra y está la muñeca hinchable. Está el esperpento de la vida cotidiana, el dolor del fracaso, de la incomprensión, de la incomunicación. Es una novela crepuscular con sabor conocido. Toni recoge los restos del naufragio que ha sido su vida y no reconoce las tablas que se le van poniendo a tiro. No quiere o no sabe. Tal vez ni siquiera desea verlas.

Y están los vencejos, que visitan periódicamente Madrid y cada ciudad, que retornan eternamente a un río en el que nadie se puede bañar dos veces. Es el mismo y no.

 

Ahora que escribo estas líneas me doy cuenta de que me ha gustado más de lo que creía. Y por eso es preciso escribir, porque la reflexión amortigua las impresiones emocionales y nos obliga a razonar.



Procedencia de la imagen:

https://www.casadellibro.com/libro-los-vencejos-edicion-tapa-dura/9788411070126/12383968?gclid=Cj0KCQjw1ZeUBhDyARIsAOzAqQJba8bYq_eDZTqJA5U0lxzDcREHzcWmt9UDC0-JzWGvhbT8IqonOmQaAjW3EALw_wcB

sábado, 7 de mayo de 2022

EDUCACIÓN (CORTESÍA)

Me dedico a la educación. Profesor, sí. Pero no es eso de lo que hablo hoy. No de la educación como instrucción pública (que es lo que se llamaba antes a este negociado), sino de las normas de urbanidad, de la cortesía que nos debemos unos a otros porque, de lo contrario, la convivencia es imposible.


1.

Esta semana estuve 20 minutos esperando que alguien viniera a por su coche, que, dejado -no aparcado- en doble fila, bloqueaba al mío. Llegó la dueña al mismo tiempo que la grúa. No apareció antes pese a mis pitidos, hasta que llamé a la policía. No obstante, según ella, era yo el que tenía que haber pitado más. Había nueve plazas de aparcamiento libres en los alrededores. Nueve. Llegué tarde a mi cita, claro, seguramente por no estar muchos minutos molestando a los vecinos con el claxon.

 

2.

Dentro de mis atribuciones como profesor debo hacer una guardia de patio. Soy el que se ocupa de la cola de cafetería, amén de desfacer algún que otro entuerto. No entiendo a esos alumnos que se cuelan, a los que dan dinero a otro, que sí guarda cola, mientras ellos no lo hacen. Se lo afeo, se lo reprocho y lo impido. Pero así totos los días. Una estudiante me dijo que colarse era “lo normal”. Les digo que eso es el equivalente a la corrupción: me aprovecho lo que puedo y tonto el último. Se ríen.

 

3.

Todos los días veo coches que se paran donde les apetece, que giran sin intermitente, que salen de la rotonda por el interior, que no paran en el paso de cebra. Lo de la velocidad urbana reducida es una utopía. Sin embargo, conducimos todos en la misma ciudad, los asilvestrados y los demás. Las cosas funcionan mínimamente porque la mayoría es cortés y cumple las normas; los otros se aprovechan de ello y de ellos. Obviamente, excluyo a los que descargan en doble fila los productos que comemos los demás: eso es trabajo y muy difícil.

 

4.

No soy pequeño precisamente, pero son muchas las veces en las que debo apartarme porque va un grupo ocupando toda la acera sin intención de apartarse. Jóvenes y no tan jóvenes. Casi siempre en grupo porque de uno en uno somos menos arrogantes. En alguna ocasión, ya algo irritado, me he parado en medio de la acera y a ver. Que la calle no era de Fraga ni de la masa gregaria.

 

5.

Y dentro de un rato me iré a ver un partido de balonmano. Me gusta el deporte y la conducta de los deportistas. No tanto la de algunos aficionados. La última vez me cambié de sitio por las lindezas que dos mujeres dirigían a los árbitros y a los jugadores del otro equipo. Una de ellas con un indudable aroma a Eau du Vodka. No lo entiendo, tal vez sus vidas sean tan tristes que necesitan de esos desahogos inciviles. Igual es que me estoy haciendo mayor.



Procedencia de la ilustración:

https://en-clase.ideal.es/2021/06/06/jose-vaquero-sanchez-los-gestos-de-cortesia-en-la-educacion/