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martes, 23 de abril de 2024

MI DÍA DEL LIBRO

Tengo muchos años. Soy lector desde que tengo uso de razón. Me gusta muy especialmente la narrativa, aunque creo que la literatura con mayúsculas habita en la poesía. Por mi trabajo, frecuento el ensayo. También leo teatro, eso tan raro, escrito para ser representado… Hoy participaré activamente en un acto literario con una colaboración.

Cada 23 de abril, sin embargo, veo mucho postureo. Personas que se acercan poco a los libros hoy hacen ostentación de lo importantes que son. Se lee el Quijote en voz alta, porque leerlo cada cual en su casa es menos frecuente. Las instituciones del ramo se exhiben cual pavos reales. Las bibliotecas (que hacen una tarea maravillosa todos los días) organizan actos especiales. Las librerías (que mañana seguirán abiertas) salen a la calle, como diciendo que son esenciales en la ciudad. Y así todo.

Supongo que está bien dedicar un día al libro. Aunque yo sospecho que tras todos esos días-de se esconde el quebranto y el peligro de lo que se celebra. Es un síntoma.

A mí me gusta leer y lo hago varias veces al día, en papel y en digital. No considero inferiores ni más feos o peores personas a los que prefieren otras actividades que no son para mí. Obviamente, creo que se pierden mucho, pero también los que no hacemos espeleología o taichi nos privamos de su conocimiento y goce.

Este día es especial para mí porque ayer salió por fin un libro en el que llevo trabajando unos cuantos años. Es una modesta autoedición, lo sé. He intentado sin éxito buscar una editorial: al sexto intento (rechazo amable o silencio significativo) me cansé. Tal vez no tiene gran interés, supongo. Hace unos años publiqué un libro de relatos que no fue del todo mal. Algunos de por aquí lo leísteis o, al menos, os lo envié.

En todo caso, escribir es la otra cara de leer. Yo, si tuviera que elegir, me inclinaría por la lectura, sin duda. Creo que, salvo Borges y unos pocos más, el resto son escritores buenos sin más, incluso puede que muy buenos. Pero imprescindibles hay muy pocos. ¿Cervantes, Shakespeare? Sin duda. Los que emborronamos páginas no podemos ni aproximarnos a ellos. Sin embargo, su lectura, la lectura en general, es imprescindible como aprendizaje. Me encuentro con muchos escritorcillos que leen muy poco y eso se nota; creen que todo vale, que lo importante es la espontaneidad. Y no es así, no solo. Están orgullosos de lo que han escrito sin muchos motivos para estarlo. Yo -perdón por el consejo- les diría que empleasen más tiempo en leer y algo menos en escribir. Y, ya puestos, que lean a los buenos, a los muy buenos y a Borges, porque nos influirán, qué duda cabe, por lo que siempre es mejor que lo hagan los gigantes de la cosa literaria a esos insignificantes juntaletras con ínfulas.

Yo soy un juntaletras, desde luego. Pero sin ínfulas.

Y hasta aquí mis reflexiones en el Día del libro de 2024. Leed también mañana. Si os place.



Procedencia de la imagen:

https://www.planetadelibros.com/seleccion-editorial/libros-dia-del-libro/121

lunes, 15 de abril de 2024

‘ANA’

Ni conocía al autor ni el libro, que me prestó una persona a la que su madre se lo regaló, seguramente porque la hija luce el mismo nombre que el título de la novela.

Y eso es una de las cosas que menos me han gustado. Personalizar de esa manera un texto tan largo distrae de la trama, del tema, que es lo más importante: Ana Tramel es una abogada que emprende una acción legal contra un casino de Madrid que ha cometido severas irregularidades. A mí esto es lo que más me ha interesado: el asunto del juego en España y sus víctimas, en absoluto colaterales. Es un problema grave, gravísimo, del que se lucran muchos y desde luego el Estado.

Sin embargo, el autor incide en la vida y milagros de Ana Tramel, adicta a las pastillas y también al alcohol, con pasado tumultuoso, sentido de la justicia emocional e impetuosa como ella sola. Me recuerda a la protagonista de Instinto básico, Catherine Tramell, no me parece que la elección del nombre sea casual.

Hay demasiados personajes. Algunos notablemente extendidos, como el exmarido de Ana, cuya aparición años más tarde no tiene una relevancia especial. Tampoco muchos de los empleados del casino e incluso sus propios empleados, que desaparecen de repente. Incluso el restaurante oriental, para qué.

Veo un aire a lo Joël Dicker en la novela, como si en cada uno de los 91 capítulos tuviera que pasar algo importante y más impactante que en el anterior. Casi como si estuviéramos ante el guion de una serie. Lo que, por cierto, sería estupendo.

Parece, por lo que he escrito, que no me ha gustado. Y no es así: el tema, como he dicho, y todo lo que tiene que ver con los juicios y las maquinaciones de los abogados, es estupendo y muy digno de interés. Solo le hace falta una buena poda de páginas y de elementos distractores.

No es que lo recomiende con frenesí, estuve a punto de abandonarlo las primeras doscientas páginas. Pero, ahora que he terminado, me alegro de haberlo leído entero, pese a que las últimas páginas no me gustan demasiado.



Procedencia de la imagen:

https://www.planetadelibros.com/libro-ana/242826

lunes, 8 de abril de 2024

EL OTRO

De vez en cuando hay que poner orden en los papeles. Lo hice hace poco y encontré viejos poemas y escritos casi indescifrables (mi letra ‘de médico’). Entre ellos, este de 2014, que transcribo con pocas correcciones:

¿Cuál es el punto justo del respeto? Si nos pasamos, llega la indiferencia, tan perjudicial que acaba encontrándose con la arrogancia, que era lo que había si nos quedásemos cortos.

El otro, el no-yo, es radicalmente ajeno. Pese a ello, es necesariamente un-como-yo. Esa dialéctica sustenta el conflicto y también debería disolverlo. Debería. Si hay convivencia es porque estamos cerca y ello supone igualmente cierta dosis de conflictvidad. Leí que si reconducimos el conflicto a la categoría de problema es más fácil su solución. Lo malo es que somos seres emotivos y eso es uno de los combustibles de todo conflicto.

Hablamos idiomas similares, pero no el mismo, ni siquiera cuando se llama igual. Nuestros linajes son imprecisos y en ellos nada tenemos que ver, salvo nuestro orgullo de herederos inmerecidos. El pasado es común y no: siempre podemos reelaborarlo y mentirnos.

Casi por milagro, a veces conseguimos entendernos. La voluntad es esencial. No siempre exitosa.

Diseñamos palabras que quisieran ser caminos. A menudo hay quien pone piedras, socavones y minas. No por eso hay que dejar de trazar esas vías de tránsito.

Las palabras también tienen categoría de sílex, de lanza y de barro. Su núcleo es una creencia mal digerida y contiene productos que ya nacieron en la podredumbre. Solo los que las profieren carecen de olfato.

Los dioses no ayudan. Pocos ecuménicos y demasiados iluminados que únicamente se unen entre ellos contra el descreído, el que ve similitudes donde ellos ven diferencias. No las hay, solo cosmética teológica. Y no es eso. El disidente siempre pierde, el hereje.

El otro, por supuesto, camina, viste y ama. No lo hace como yo, claro. Desconozco si mi mirada le afecta, mis palabras cuidadosas. Quién sabe.



Procedencia de la imagen:

https://gato-osses.com/el-otro-que-tan-extrano-es-el-extrano/