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sábado, 19 de octubre de 2019

UN VIERNES EN EL ‘VIERNES DE LOS CUENTOS’


Anoche estuve en Guadalajara, en el ‘Viernes de los cuentos’. Resulta que en esa ciudad tienen una estupenda relación con el género. Un viernes al mes un cuentacuentos va y obsequia a la ciudadanía (porque es gratis) con un rato de historias, a veces breves, otras -como anoche- largas. Universales, locales, de otro tiempo, inventadas, de la tradición… Incluso en otros idiomas, con traducción simultánea (lo recomiendo: delirante). Por lo general, una maravilla. Algún que otro pinchazo.

Anoche inauguraba temporada con Pep Bruno, un cuentacuentos local sensacional, con gran sentido de la escena, divertidísimo incluso cuando tuvo que improvisar porque las luces empezaron a hacer de las suyas.

Llegué justo de tiempo y me puse en la última fila. Delante de mí ocho adolescentes. Mala cosa, pensé prejuiciosamente. Todos con sus móviles encendidos, claro. Uno de ellos preguntó cuánto duraba. Una hora, dijo otro. Pues vaya, oímos uno y nos piramos, y el lunes le hacemos a la de lengua un resumen de ése.

Pensé en mis estudiantes, impermeables casi todos a este tipo de actos. Siguieron hablando en voz alta y chateando con el móvil. Empezó Pep Bruno y ellos siguieron hablando y chateando. Una de las chicas se puso la capucha, se apoyó en otra y se pusieron a dormir. La otra continuaba chateando. Uno de los chicos hacía fotos y las tuneaba. Sólo el de la esquina, sudadera fucsia y gorra invertida, mantenía atención. Pasaron quince minutos, se levantaron sin respetar el trabajo de Pep Bruno y se marcharon. ¿Para qué vinieron? Menos mal que por fin se largan. El de la sudadera fucsia se quedó una hora.

Y los demás gozamos de más de hora y media (menos mal que se fueron: ¡hora y media!) de un estupendo espectáculo en el que Pep nos habló de los inicios de esta actividad allá por 1994. Por cierto, todo esto culmina en el Maratón de Cuentos, a finales de junio, en el que merece la pena ir a la ciudad, escuchar a todo tipo de narradores en el Palacio del Infantado. Mejor por la noche, cuando baja la temperatura, están los narradores profesionales y a veces corren entre las filas de asientos vasos de queimada.






domingo, 6 de octubre de 2019

NO ME ALEGRO


Dicen algunos de los que me rodean que soy un poco cascarrabias. Yo creía que no, pero si me observo “desde fuera” puede que sí. Sobre todo al volante. No grito, no insulto, pero murmuro para mis adentros o para los adentros de mi auto.

Últimamente veo muchos que abren la puerta derecha sin importarles que yo esté en el carril. No gano para sustos. Ayer, sólo ayer, cuatro veces.  También veo cretinos que me adelantan en ciudad, incluso donde no se puede, a velocidades temerarias. Lo de las rotondas es para infartar a cualquiera. Soy de los que no sobrepasa los límites, pero tampoco voy a veinte.

Ayer fui a hacer un par de recados. No había sitio en la puerta, pero sí cerca, a diez metros de una plaza de minusválido. Allí  (en la plaza reservada a discapacitados) aparcó uno de esos individuos que se creen con derecho a todo, con coche pseudodeportivo. Bajó ágilmente del vehículo, nos sobrepasó a ritmo casi de trote y se metió en el cajero, al que también íbamos, de modo que fuimos a otro recado, cincuenta metros más allá. Al salir, oh casualidad, el mismo individuo intentaba meter su auto en el garaje, con su vado en el lugar preceptivo. Pero otro incivil había aparcado delante, menospreciando la ley y el dispendio de los dueños del vado. Allí le dejamos, intentando meter el coche bajo techo por el minúsculo espacio que había entre el desobediente y él, que, por cierto, maldecía en arameo. Ya se sabe que las faltas de los demás tienen mucha importancia y las propias no tienen ninguna.

Camino de nuestro automóvil pensaba que no me alegro, aunque a veces la justicia no sé si es poética, pero sí automovilística. Y hubiera preferido aún más: una sanción ejemplar para el que aparcó en plaza de minusválido y otra con grúa para el que bloquea un garaje legal. O, como hicieron en Lisboa: una silla de ruedas en cada plaza de aparcamiento con un cartelito: “Vuelvo en 5 minutos”.

No me alegro de vivir en una sociedad en la que no se respetan las normas, qué digo: donde no se respeta a esas personas para las que se hacen esas normas.


Procedencia de las imágenes: 
https://www.discapzine.es/actualidad/tarjetas-de-aparcamiento-adaptado/attachment/plazas-reservadas-cartel-001/
https://blogs.publico.es/strambotic/2017/08/vado-permanente/