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sábado, 31 de diciembre de 2011

BALANCE


Salvo el silencio,
todo es olvido.

jueves, 22 de diciembre de 2011

CUENTO DE NAVIDAD: EL FINAL DE ‘SMOKE’

La historia que se cuenta en Smoke no es precisamente agitada y aventurera. Dos amigos hablan y fuman; aparecen los personajes secundarios que entran en el estanco de uno de ellos y que han poblado sus vidas en el pasado. No hay más: siguen hablando y fumando.

Harvey Keitel, como siempre, está magnífico en su aparente hieratismo; borda lo que sea, se trate de un tendero obsesionado con una fotografía que repite incesantemente o bien le encomienden el enésimo papel de poli malo. William Hurt es un actor que no me gusta demasiado, o serán sus películas, no estoy seguro. Pero aquí sí, me lo creo en su rol de escritor viudo que ya espera poco de la vida.

Cuando la película ha terminado (eso parece), el director de la película nos regala una nueva historia, el cuento de navidad que le narra Keitel a Hurt y que, postre sobre postre, recrea en unos minutos inolvidables, sin voz, como si hubiéramos vuelto al cine mudo, pero con una exquisita música que, como dicen algunos esnobs, subraya las imágenes y hace innecesarios los diálogos.

Estupenda película en la que ocurre tan poco. Excelente final. Gran cine.




domingo, 18 de diciembre de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 11: CESARIA EVORA

Ayer murió Cesaria Evora. No tengo una canción favorita suya, me gusta escucharla largamente, dejándome seducir por su melancolía tropical, por sus fados caboverdianos. Qué mejor para abandonar este frío otoño.

domingo, 11 de diciembre de 2011

DERECHOS HUMANOS

Ayer fue el día internacional de los Derechos Humanos. También se han cumplido 50 años desde la fundación de Amnistía Internacional, probablemente su defensora más tenaz y constante.

Y escribo esto para decir que no existen. Claro que no. ¿Qué quiere decir existir? Hay quien cree que nacemos con ellos, como el que nace con orejas. O bien que son una suerte de leyes que podemos reclamar exitosamente, como el que obtiene un puesto escolar. Pues tampoco. Nos queda, dirían algunos, la posibilidad de que sean una especie de ideas o valores más o menos platónicos, que preexisten en algún lugar, pero cuya realidad es indudable. Ni siquiera esto.

Los Derechos Humanos son una creación de los hombres. Son fruto de un acuerdo muy amplio, pero su universalismo se pretende, se busca, aunque esté muy lejos de ser un hecho. Esto es, se trata de un universalismo de los fines, no de los datos. Espero que se me entienda si digo que esa es su grandeza. Y también su enorme fragilidad: el ser humano ha renunciado a la fácil ley de la selva, ha puesto la piel de la naturaleza del revés para decir que toda persona debería tener derecho a unas mínimas condiciones de vida digna. Esto, tan poco, es una revolución contra la Historia y contra la Naturaleza.

Los Derechos Humanos no se cumplen, por supuesto. Los sueños de justicia siempre han sido contrafácticos, pero deberían cumplirse. Como la democracia, los Derechos Humanos mueren de éxito, y buena parte de sus burladores mastican esas palabras una y otra vez mientras a sus espaldas se perpetran las atrocidades más inimaginables. Pero ellos saben que hacen mal. Ése es su éxito: tal vez no nos hemos dado cuenta de que hasta su aceptación (más o menos universal) no había un código ético fuera de las religiones que tuviera ese alcance, esa amplitud de miras y esa generosidad.

Sus cimientos son muy débiles (no son; es preciso que sean). Por eso no conviene dejar de celebrar ese acontecimiento inverosímil. Y tampoco hay que dejar de vigilar: mientras algunos creen los Derechos Humanos son algo natural, los lobos afilan sus colmillos y se prueban los disfraces.

Nada es más natural que no tener derechos.

http://www.youtube.com/watch?v=oVWgrE1m8Lc&feature=related

domingo, 4 de diciembre de 2011

BOLUDECES VIII: CUESTIÓN DE ACENTOS


Dice la ortografía en vigor que es menester acentuar las mayúsculas, lo que no han hecho en la Colegiata del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, con lo que no estamos seguros de si no debemos trepar al PÚLPITO y, cual verborreicos párrocos, tronar en pos de la virtud y la vida eterna o, por el contrario, está prohibido encaramarse al cefalópodo de turno con el cuchillo, el aceite y el pimentón. Claro que si el pulpo es pequeño, entonces ¿para qué subirse al PULPITO?


jueves, 24 de noviembre de 2011

ESTÉTICA

Tiene el deporte un punto de épica del que conviene gozar sin aplastar al adversario. Porque, junto a ella, está la estética. Los modos. Hay que ser generoso en la victoria y elegante en la derrota. Quiero decir que no hay que humillar al contrincante haciéndole saber que tú estás muy por encima de él. Entiendo que forma parte de la competición, y del respeto al que juega con (y contra) nosotros, intentar ganar, pero no a toda costa ni de cualquier manera.

Me gustan esos partidos de baloncesto en los que quedan 40 segundos (una eternidad) y el marcador está apretado. Los jugadores tienen la obligación de dejarse la piel, de ser competitivos inteligentemente. Sin embargo, me molestan los llamados minutos de la basura, en los que, a falta del último cuarto, un equipo gana a otro de 30 puntos. La cosa es aburrida o abusiva. A esto último me refiero cuando hablo de elegancia.


Recuerdo que Induráin, cuando paseaba su inmensa figura por el Tour, era el mejor, de largo, y lo sabía. Y a menudo dejaba ganar a su compañero de escapada en un gesto de elegancia y agradecimiento. No es que no quisiera vencer: es que lo suyo era una guerra, una exhibición a largo plazo, no esa batalla de gloria inmediata pero fugaz. Del mismo modo, creo que fue él quien empezó a usar el nosotros en lugar del yo. Y eso que su equipo era básicamente él. Pero jamás tuvo un mal gesto ni una palabra airada. Un tipo elegante.

Por eso aborrezco esas figuras engreídas, endiosadas, pringosas de una gloria que al final se reduce a tiempos, goles o puntos.

Más allá de títulos y copas, está por hacer un estudio estético de cómo han celebrado los jugadores sus victorias y cómo han sido derrotados los que no ganaron. Creo que fue Buda el que dijo que para aprender a ganar había que entrenarse en la derrota. Cabeza alta, empeño, respeto, equilibrio, pasión, inteligencia: qué cualidades.

domingo, 13 de noviembre de 2011

ELECCIONES

Confieso que aún no sé a quién voy a votar en las elecciones del próximo domingo. Sí sé, por el contrario, a quién no.

No voy a votar al PP. No voy a votar al PSOE. Todo lo demás aún he de pensarlo (aclaro innecesariamente que entre mis alternativas no figuran los partidos que apoyan más o menos veladamente a dictaduras ni a grupos terroristas).

No votaré a ninguno de esos dos partidos por higiene democrática. Ambos han gobernado España y muchas comunidades autónomas. Ninguno de ellos puede decir “yo haría”: ellos han hecho. Los conocemos, sabemos de qué van y cómo reaccionan ante situaciones diversas, de bonanza y de crisis. ¿A qué viene ahora sorprenderse o esperanzarse con ellos?

Lo que veo en ellos es una gigantesca operación de marketing y ninguna voluntad de tratar a los ciudadanos como tales, sino como a menores de edad o como a clientes (encima el producto que venden va sin garantía, vaya por Dios).

En el ámbito educativo, el que mejor conozco, el único, el PSOE lleva varias décadas de buenismo estéril, de huir hacia adelante, de inventar flexibilidades, puentes y atajos para conseguir la titulación universal, nada que ver con aquello que se llamó en otro tiempo instrucción pública. Se han hecho especialistas en maquillaje pedagógico y han convertido a los profesores en un híbrido de psicólogos, padres putativos, administrativos y vigilantes. De profesores, ni rastro. Es el reino del parecer, no del ser.

El PP, recién llegado a muchas administraciones, lo tenía fácil, dado el reguero de errores de sus antecesores. Pero no, en lugar de ser valientes y demostrar a sus detractores que se equivocan cuando dicen que pretenden desmantelar los servicios públicos en general y la enseñanza pública en particular, se han lanzado sin recato ni decoro a su adelgazamiento sistemático. Primero con la culpabilización social del profesorado; después, consecuentemente, con las medidas que van a poner a los profesores en su sitio, panda de vagos, insolidarios, etc. De modo que un buen recorte de profes y un exceso de trabajo están convirtiendo a este tipo de enseñanza en la gatera de la educación. Y mira que con el PSOE ya había mucho de esto (no vaya a ser que crean que damos por buena su nefasta gestión). Es decir, casi lo mismo, pero con menos gente y dinero. Las matemáticas más elementales dicen que tal pretensión no pertenece a las posibilidades de este mundo.

El PP ha tomado la actitud de dueño de la finca. Ha confundido lo que es ganar con lo que es gobernar bien, pretendiendo que lo segundo se sigue necesariamente de lo primero. Obviamente, el mundo docente (público) está crispado, por no decir encabronado. El privado, por lo que conozco, también, aunque por otros motivos.

De modo que el argumento que dice que hay que votar a unos porque los otros lo harían (o lo han hecho peor) me parece tan falaz como elegir guillotina en vez de horca porque duele menos. Esto es impropio de un estado de ciudadanos pensantes, aunque cada vez estoy más convencido de que caminamos a pasos agigantados en pos del estatus de cabestros pienseantes. O clientes, no sé qué es peor.

Los que piden el voto útil harían bien en pensar que, por un lado, lo que han demostrado ellos es que votarles es absolutamente inútil; por otro, que los votos no pertenecen a los partidos (por eso no pueden “perderlos”), sino a los ciudadanos, que deberían decidir con más racionalidad (porque son solidariamente responsables) a quién se los dan.

Debo añadir aquí una modesta petición al bloguerío: no votéis al senado (con minúscula), cámara (¿alta?) irrelevante, insustancial, retiro dorado de errática función, cara, ralentizadora y ¡para colmo! de representación territorial. Es que yo soy un pureta de los que creen que los que deben tener representación son los individuos y no los kilómetros cuadrados.

No suelo meterme mucho en asuntos políticos. Pero, pensándolo bien, casi todo lo que nos concierne lo es. ¿O es que no vivimos en polis?

lunes, 7 de noviembre de 2011

HABITACIÓN DE HOTEL

"Conviene retirarse tenuemente
del espectáculo al que nunca se ha accedido”

José Ángel Valente: Al dios del lugar


En 1931 Edward Hopper pintó este cuadro desasosegador. Decir esto de su pintura no es atreverse demasiado: hay un clima en todas sus obras en el que habita la tristeza, la desolación, la soledad y una inquietante sensación de espera. Siempre que lo miro recuerdo un artículo de Antonio Muñoz Molina en el que decía que nunca se había sentido tan solo como en una ocasión en la que tuvo que guardar cama en un hotel durante un par de días a causa de una enfermedad común. Puede que la fiebre no fuera gran cosa, pero la soledad de una habitación de un hotel es a menudo comparable con la de un paisaje tan abierto e infinito que produce dolor al abrir los ojos.

No deja de ser curioso que estos sean dos temas tan recurrentes en la pintura de Hopper: los espacios abiertos y los espacios cerrados, la civilización frente a la naturaleza, opuestas, pero algo más: los edificios, las calles, las ciudades parecen ocupar un lugar que no es el suyo, ubicadas sin un propósito racional en medio de paisajes en los que se refleja la desolación de las personas que habitan allí. Y el hombre (o mejor, más frecuentemente, la mujer) perdido, desorientado, estupefacto ante el sinsentido y el absurdo.

Porque, me vais a perdonar, a mí Hopper me parece un pintor existencialista. Desde el atrevimiento que solo da la ignorancia, diría que hay más de ese sentimiento que comúnmente se llama nihilismo en un cuadro de Hopper que en toda la obra de Sartre, o de Camus. Como en ellos, los personajes de Hopper pugnan por salir de ese vacío. Pero no siempre lo consiguen, es más, parecen incapaces de dar la batalla. Creemos que están en la vida, pero no siempre es así; los encontramos en una marginalidad central (si es que esto es posible), es decir, ocupan el centro de unas pinturas pero los sabemos absolutamente solos, al margen de cualquier pasión vital, desvalidos.

En este cuadro hay algunos detalles a los que vale la pena prestar atención. Como ya he dicho, se trata de una mujer (mucho más común que la figura masculina). A diferencia de los cuadros abiertos, aquí la mujer vierte la mirada hacia un libro y no hacia el infinito de un paisaje. Pero el libro está vacío. Puede tratarse de un recurso pictórico, es posible, pero el libro tiene muchas páginas y ninguna letra, qué mejor metáfora de ese tiempo interminable. La mujer mira y no es relevante si lee o si solo lee sus pensamientos, si deja pasar el tiempo porque nada de lo que la ha llevado hasta allí es importante o si es un acontecimiento esperado e inmediato lo que la retiene en esta habitación. ¿Espera a un hombre? No es la actitud de una amante. Tal vez un asunto familiar, un problema por resolver. En todo caso, está. No sabemos qué es, pero sí que está allí, varada en la mitad izquierda del lienzo mientras que en el resto le esperan sus pertenencias de las que se ha desprendido.

Qué poco hay, un cuarto tan angosto que parece como si las paredes fueran a aplastar al escaso atrezzo que lo habita; una cama que se encaja entre dos paredes, junto a un sillón que no permite movimientos. Y esas paredes, sucias, frías, sin una simple imagen barata comprada en cualquier mercado… No le queda más que abrir la maleta, quitarse la ropa y los zapatos y comenzar a leer su libro. O sus pensamientos.

Seguramente no es bella ni demasiado joven. Seguramente sus vestidos (que no vemos) serán oscuros y de escaso valor. No se sentirá elegante con ese sombrero que reposa sobre el mueble. Ni siquiera parece destilar deseo o erotismo, pese a la escasa prenda que la cubre. Hopper nos oculta la expresión de su rostro con una sombra que podría ser innecesaria, pero que no es irrelevante. De este modo no interpretamos su mirada ni su discreto peinado, ni su convencional y nada estimulante postura sobre la cama. Todo en ella es soledad, abatimiento.

Lo miro una y otra vez. Puedo palpar la espera; quisiera que hubiese un ápice de esperanza.

martes, 1 de noviembre de 2011

LEONARD COHEN

Decía Carlos Boyero en El País del día 23 de octubre que Leonard Cohen “es simplemente Cohen, un género, un estado de ánimo”, alguien que sólo es parecido a sí mismo. Del mismo modo que ciertas marcas sustituyen al producto al hacerse con la propiedad de la cosa, algunos cantantes no son parte del folk, del pop o del rock, sino un sello inconfundible, autorreferenciales. Da igual que tengan 20 años que 70, que su voz haya adelgazado o que siga tronando.

No es casualidad que empezase este verano la serie “Canciones del no-verano” con este autor. Por alguna razón que desconozco, me llega al alma. Me entristece su música, me atrapan sus letras íntimas y cosmopolitas, desnudas y generosas.

Hace un par de años escribí un pequeño relato a partir de una canción suya, “Suzanne”, que me parece -junto a “Ne me quitte pas”, de Jacques Brel- el tema de amor más devastador y más bello que he oído. Me sigue apeteciendo ponerla en el coche mientras conduzco solo.

Le han dado un Príncipe de Asturias de las Letras que no sé si merece (¿cómo se merece ese galardón?), me da lo mismo. En una conversación me decía CrisC que le gustan esos premios porque tienen un aire de autenticidad que no ve en otros. Este año, además, los bomberos japoneses, Gebresselasie, Riccardo Mutti. ¿Qué más se puede pedir? Y qué discurso, nada de palabras huecas: el agradecimiento al español suicida que le enseñó los primeros acordes con la guitarra.

Me ha quedado un post errático, a trompicones. En realidad sólo quería decir que me gusta Leonard Cohen y que me alegro de verlo tan feliz, porque es alguien que lleva surcos de dolor sobre la piel y acordes de memoria en esa voz que va pareciéndose cada año más a sí misma.

http://www.youtube.com/watch?v=L1fpjmQo_Nk

http://www.elpais.com/articulo/Pantallas/Cohen/elpepirtv/20111023elpepirtv_1/Tes

miércoles, 26 de octubre de 2011

PANCARTEROS EN LA CASTELLANA

Los profesores estamos en pie de guerra, diría si no fuera porque me suena todo demasiado violento. Pero revueltos, revoltosos y rebeldes desde luego. No todos, claro, los apesebrados, los de “los otros lo han hecho peor”, los acomodaticios, los miedosos, los que se juegan una cierta carrera en la administración, y muchos más, esos no. Los madrileños, después los castellanomanchegos, navarros, gallegos… En todos los casos hay algo común: por un lado la gota que ha colmado el vaso, por otro la arrogancia mendaz y de cortijo con que han tomado posesión de la enseñanza las huestes peperas. Que una cosa es que seamos unos mandados y otra que se nos trate como a siervos de la gleba.

La gota ha sido el decreto (con variantes) que las diversas comunidades autónomas han hecho: recortes, lo llamamos nosotros; ajustes, dicen ellos, que son capaces de hacer más con menos. En realidad hacen menos con menos, como indican las matemáticas elementales: hoy nos hemos enterado de que no se van a cubrir las bajas de menos de 20 días lectivos, esto es, un mes natural. Calidad de enseñanza, derecho a la educación, ay qué risa me da.

El sábado nos manifestamos en Madrid, la Castellana, la calle de Alcalá hasta donde se pierde la vista. Apenas unos segundos en los telediarios, un par de columnas en los periódicos, ninguneo y desprecio habituales: no quieren trabajar, esto es una utilización política, los de la ceja, los perroflautas, los del 15-M...

Hoy no tengo ganas de ponerme a debatir, pero sí a mostrar a mis colegas y amigos lo que allí vi en ese día luminoso y triste. Porque este no es nuestro lugar, nosotros somos los de la tiza, no los de la pancarta y la camiseta verde; a nosotros nos van los argumentos, no los eslóganes ni los megáfonos.

Pero no hay otra, lo siento.

martes, 18 de octubre de 2011

PERSPECTIVA DE GÉNERO

Hace poco estuve en una cena maravillosa. Nos reunimos algunos buenos amigos que no nos vemos con la frecuencia debida: el esponjoso trabajo, la asquerosa necesidad de los compromisos, la mendaz seguridad de que hay que estar en otro sitio y de que no tenemos tiempo (como si eso se pudiera poseer o contar)… Pero por fin coincidimos. En la conversación, ésa que con amigos auténticos (no aquellos con los que tomas copas, sino con los que compartes palabras) puede discurrir de la palidez de Iniesta a la teología de la liberación, una amiga, hablando de un hombre estupendo, dijo que él entendía la perspectiva de género. Hice alguna chanza, lo confieso, con la expresión. Supongo que quiere decir que se porta bien, que entiende la igualdad y que trata a su chica de un modo cariñoso, justo y simétrico. Estupendo.

Tal vez no debí reírme porque tiende a confundirse el análisis de unas palabras (que a mí, sinceramente, me parecen innecesarias) con la complicidad machista o con el menosprecio de las afectadas y de sus gravísimos problemas.

Y eso sí que no.

Quien ha conocido a alguna de esas mujeres que ha sufrido cualquier tipo de maltrato, quien sabe de cerca lo que es la violencia, más aún, ese ninguneo brutal que te reduce a menos que cero, que te lleva a culpabilizarte por los insultos y los golpes de ese energúmeno que tiene por cerebro un cúmulo de salivazos, ése no trivializa el asunto.

Obviamente, eso no nos convierte en culpables a (todos) los hombres, como no somos culpables los miopes de las tropelías de un miope ni los vegetarianos del genocidio hitleriano (pues Hitler era vegetariano, para conocimiento de esos reduccionistas simples de espíritu). Como hombre, no me disculpo en nombre de mis compañeros (?) de sexo. Precisamente porque creo que la igualdad es necesaria; porque se trata de jugar todos con las mismas reglas, lo que no es fácil cuando se ha vivido bajo leyes tan asimétricas. Dicho con otras palabras, no entiendo esa extendida convicción (afortunadamente no universal) que, de entrada, supone que toda mujer es veraz, buena y bienintencionada, mientras que en la misma situación a los hombres se nos supone justo lo contrario. Creo que lo mío es la perspectiva de especie: a los hombres no se nos puede suponer una capacidad o tendencia al maltrato o una incapacidad congénita para educar a los hijos, mientras que a las mujeres se les supone las virtudes opuestas. Habrá que ver cada caso y no prejuzgar. Quiero decir que hay que tener mucho cuidado con estos temas, en los que las vísceras y el lenguaje emotivo sustituyen tan frecuentemente a la razón. Acepto que una sociedad que históricamente no ha vivido en igualdad es en gran parte causa de la violencia sostenida contra las mujeres, pero no se debe utilizar un maniqueísmo estéril en este tema: ni es justo ni eficaz.

Últimamente he leído tres libros sobre el tema que debo recomendar: los dos primeros son de la sueca Liza Marklund: Studio Sex y Paraíso. El tercero, Contra el viento, lo ha escrito Ángeles Caso, y es una hermosa historia de mujeres, de fuerza y de desgracias. Recuerdo que la narradora decía de la protagonista, Sao, que tomaba las decisiones acertadas, pese a lo cual todo le salía mal. Sin embargo, no pierde la confianza, esa que los mastuerzos poseedores (pues querer no es poseer) se empeñan en domeñar y destruir. Es una bonita y dura historia que hay que leer, sin prejuicios (es un premio Planeta, ella era una presentadora de televisión). Por lo que se refiere a Studio Sex y a Paraíso su autora pertenece a esa corriente de autores suecos de novela negra que escriben sobre la realidad más sucia de las sociedades que suponemos más limpias. Aquellos que creen en el buenismo de escaparate, en la frágil utopía escandinava o en bobadas como que la prostitución es una elección libre y una profesión como otra cualquiera, no harían mal en echarles un vistazo. La realidad es muy distinta a tanta palabra hueca.

Así que, A., discúlpame si no comparto el mismo código lingüístico. Sí lo hago con casi todo lo demás, desde luego. Tú lo sabes. Y a veces tengo la sensación de que no vale la pena discutir por palabras, mientras la realidad va dando dentelladas coléricas.

No compartir un lenguaje no convierte a nadie en enemigo. Cuando alguien quiere discutir contigo, esto es, cuanto te reconoce capacidad dialógica, interlocución, no te menosprecia. Se convierte en alguien que disiente o que busca acuerdos. Pero eso no es un adversario, sino un igual. El adversario no te escucha, no te deja argumentar, no está dispuesto a estar en desacuerdo contigo porque no te reconoce como a un igual: simplemente te machaca. El que razona debe estar dispuesto a cambiar de opinión, eso es el logos; pero el que únicamente quiere manifestar su poder o superioridad, ése no discute, no disiente, no razona: sólo te destierra de lo humano para ubicarte dentro de las propiedades que hay que controlar y vigilar.

Por eso mismo, déjame que sigamos en desacuerdo. No en todo, seguramente en lo menos importante. Porque decir amén no es lo mío, pero buscar marrulleramente la victoria, menos aún. No se tienen amigos porque estemos de acuerdo en todo, sino porque compartimos lo esencial, lo básico.

lunes, 10 de octubre de 2011

ESCUCHAR

Tengo la suerte de contar entre mis amigos (amiga en este caso) a la persona que mejor sabe escuchar del mundo mundial y alrededores. Curiosamente, me recomendó ella la lectura del libro El arte de saber escuchar, de Francesc Torralba. Ella, que tiene ese don natural, cree que hay que aprender más sobre eso. Sabia actitud, pues sólo el necio cree que sabe: el sabio sabe que no sabe lo bastante.

Quería decir con este post que últimamente me doy cuenta de que no me apetece entrar en ciertas discusiones. Y no porque no sea combativo o porque la causa no lo merezca, sino porque me encuentro a menudo con personas que no quieren escuchar o (seamos generosos) no tienen esa capacidad. De modo que, o bien te limitas a escucharlos a ellos (que suelen repetir lo que antes han dicho sus radios, periódicos o religiones de cabecera), o te encuentras con una pared en la que rebotan tus palabras. En ambos casos, se tiene la sensación de que no hemos tenido una genuina conversación, sólo nos hemos arrojado palabras. A alguno de ellos le he oído presumir de su sus cualidades para la escucha…

Porque qué difícil es eso, y qué agradecidos estamos cuando sucede, una
de esas veces en que hemos transitado por la senda que transcurre entre la banalidad y la pedantería. Qué hermoso es dejar que alguien hable contigo sin que nadie se moleste por no estar de acuerdo, qué cómodo dejarse corregir, ampliar, reconducir.

Hay personas que saben de todo, tanto da que la conversación sea del Sturm und drang o de los regates de Messi, de mecánica cuántica o de las hipotecas subprime. Ellos saben y tú no. Y tienen unos gestos, una estructura lingüística y un poder de comunicación que te hacen sentir como un zoquete ágrafo. No te escuchan, no se apean, no consideran otras palabras que las que reflexivamente (onanistamente) vuelven a rumiar sus relucientes neuronas.

No escuchan. Por lo que sólo queda dejarlos hablar, enfangarse o perorar sobre la influencia de la dieta maorí en la descongelación de los casquetes polares. Qué aburrimiento. Y no dejarse seducir por ellos.

De modo, niña, que te seguiré llamando, por si tenemos algo de lo que hablar, por escucharnos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

CASA


No fue mi casa cuando puse las primeras sábanas
ni cuando llegaron los muebles nuevos.
Comenzó a serlo cuando invité a buenos amigos
y hablamos desordenadamente hasta muy tarde
mientras bebíamos vino tinto y minutos de la noche.
Y llegó de verdad cuando puse los libros en orden alfabético,
y se instaló para siempre el aroma del café
y la voz de Youn Sun Nah.
No pido mucho.

jueves, 15 de septiembre de 2011

NOSOTROS, LOS PLATÓNICOS

Aristóteles escribió en su Metafísica esta frase asombrosa: “Nosotros, los platónicos”. Cualquiera diría que se trata de un error: Aristóteles puso patas arriba el pensamiento platónico; desarrolló una filosofía de corte “empirista” que hoy podría llamarse sin rubor ciencia. Y todo esto frente a la teoría de las ideas de su maestro. Frente a él, pero desde él. Pues ser un discípulo no es ser un seguidor ciego sino ir más allá de aquél que te enseñó.

He pensado mucho en esta frase. Y en mis maestros. Ahora que los profesores de media España estamos revueltos por las finanzas cochambrosas de los que no han entendido lo que significa enseñar, más aún. He estado en alguna que otra manifestación. Conozco a unos cuantos de los profesores que allí estaban: nada que ver con el radicalismo antipepero, son estupendos profesionales. Otro día hablaré de los que no lo son, porque hoy toca loa y agradecimiento.

¿Quiénes fueron mis maestros, ésos de los que tanto aprendí y a los que debo respeto pero no obediencia? No hablo de todos aquellos cuyos libros he leído, sino los que estuvieron ante mí, en un aula, presencialmente (pues nada puede sustituir la presencia de un buen maestro). Dejo aparte a doña Paula, que me enseñó a leer: nadie puede estar en desacuerdo con semejante regalo. El resto… de algunos me acuerdo. Otros fueron tan anodinos que he olvidado incluso su nombre.

De Joaquín Cruz (Ximo) aprendí el amor por las palabras. A disfrutar leyendo. En sus clases oí por primera vez estos nombres mayúsculos: Valle-Inclán, Cortázar, Poe. Nunca le dimos las gracias. Fue el más grande en mis cuatro años de Instituto.

En la Universidad tuve suerte. Haré como Nietzsche, y olvidaré a los que no fueron profesores, sino funcionarios, tipos que pasaban por clase. Mencionaré a los otros por orden de aparición, como en las películas.

De Román de la Calle aprendí el método y la seriedad: la filosofía no es charlatanería; en sus clases escuché el nombre de Umberto Eco y una frase que repito a menudo a mis alumnos: “Lean, lean ustedes hasta quemarse los ojos”. Poco después necesité llevar gafas. El primer examen que hice en la Facultad fue con él, el día 25 de febrero de 1981, dos días después de aquello. No encontró un motivo de peso para aplazarlo…

Casi todo lo que sé de ética se lo debo a Adela Cortina. Dos cursos, infernal el primero, mi único suspenso en un parcial (muy merecido, sin duda). Tuvimos que leer a Aristóteles y a Kant, pero también a la Escuela de Frankfurt, a Rawls, a Nocick… O sea, todo lo importante. El examen más largo de la carrera -y el último- lo hice con ella. Seis horas con pausa para comer.

De Mercedes Torrevejano aprendí la pasión, incluso la teatralidad, la entrega a algo tan complejo como la metafísica. Nos enseñó a leer críticamente, a analizar e investigar, a esforzarnos por escribir filosóficamente. Lo que pudimos estudiar con ella… Lo que aprendimos.

Don José Montoya era un torrente de sabiduría. Sabía hacer interesante todo lo que decía. Nos hubiéramos quedado en su clase hora tras hora, sabía tanto, lo explicaba tan bien… Nos hizo escribir mini-tesis y fue la primera vez que me sentí satisfecho con lo que había escrito. Me dio la única Matrícula de Honor que tengo en mi expediente. Y era la prueba de que las clases magistrales no son malas: sólo hay que tener un maestro delante.

Don Fernando Montero era pálido de piel y enrojecía cuando se apasionaba en clase, que era siempre. Una vez echó a dos elementos, en cuarto curso. Cuánta vergüenza ajena, a Don Fernando no se le hace esto. Murió poco después de jubilarse. A veces decíamos que chocheaba, qué imbéciles éramos algunos. No he tenido otro profesor con tanta frescura, que pensase ante nosotros, que discutiese con los clásicos de tú a tú. Y en directo, para nosotros. Mereció una ovación cerrada que no le dimos y hasta que le hiciésemos la ola el último día de clase.

Don José Sanmartín, Jeckyll y Hyde: era feliz en el aula y parecía permanentemente enfadado con el mundo fuera de ella. De él aprendí que no podemos vivir de espaldas a la ciencia, que la filosofía vive y palpita en contacto con otros saberes, que la filosofía no es un fósil sino un saber en el mundo presente.

Hubo más (Llinares, Valdés, Nico…). También lo merecen, pero será otro día. Éstos son los que siempre recuerdo. Es innecesario añadir que toda selección es subjetiva.

Como Aristóteles, debo gratitud a mis maestros. Pero no obediencia.

Gracias pues.

viernes, 9 de septiembre de 2011

PROFES

"Pensándolo bien, aquellos tres profesores solo tenían un punto en común: jamás soltaban la presa. No les tomábamos el pelo con el reconocimiento de nuestra ignorancia. (…) En su presencia -en su materia- nacía yo para mí mismo: pero un yo matemático, si puedo decirlo así, un yo historiador, un yo filosófico, un yo que, durante una hora, me olvidaba un poco, me ponía entre paréntesis, me libraba del yo que, hasta el encuentro con aquellos maestros, me había impedido sentirme realmente allí.
Y otra cosa, me parece que tenían cierto estilo. Eran artistas en la transmisión de su materia. Sus clases eran actos de comunicación, claro está, pero de un saber dominado hasta el punto de pasar casi por creación espontánea. Su facilidad convertía cada hora en un acontecimiento que podíamos recordar como tal. Podía pensarse que la señorita Gi resucitaba la historia, que el señor Bal redescubría las matemáticas, que Sócrates hablaba por boca del señor S. Nos daban clases tan memorables como el teorema, el tratado de paz o la idea fundamental, que aquel día eran el tema. Enseñándolo, creaban el acontecimiento."

"De hecho, siempre he alentado a mis amigos y a mis alumnos más despiertos a convertirse en profesores. Siempre he pensado que la escuela la hacen, en primer lugar, los profesores. ¿Quién me salvó a mí de la escuela, sino tres o cuatro profesores?"

Daniel Pennac:
Mal de escuela, ed. Mondadori, Barcelona, 2008; cit. págs. 222 y 49.



http://www.elviralindo.com/blog/articulos-opinion/profesores/#comments

lunes, 5 de septiembre de 2011

MIDNIGHT IN PARIS

A quien no haya visto nada de Woody Allen, sin duda le gustará esta película. A los que lo hemos seguido, no tanto. No porque sea mala, sino porque todo lo que nos cuenta lo hemos visto ya.

Se parece mucho a la maravillosa La rosa púrpura de El Cairo
. Como en ella, aquí el protagonista se adentra en una realidad inexistente, en una entelequia poética que le enfrenta a su realidad (aunque la pregunta es precisamente ésta: ¿qué es lo realmente real?). Pero lo que una vez nos hace gracia por lo novedoso, después tiene ese aire rancio del déjà vu.

También se asemeja a otras, a las últimas suyas, ligerísimas y entretenidas, como Si la cosa funciona; se parece en que todas destilan ese mensaje banal de carpe diem, toma las cosas como vienen, no le des vueltas a lo que no puedes cambiar, éste es el mejor de los mundos posibles, etc.

Y, en el fondo, no es más que una versión de La Cenicienta, pero con escritor en lugar de princesa, y con un Peugeot de época en lugar de una carroza que deviene calabaza. A medianoche todo se transforma y la realidad se convierte en su negativo. Me suena, me suena esto.

Respecto a los personajes, son más bien planos y previsibles: el guionista de Hollywood que quiere quedarse en París a escribir novelas, su novia estupenda y de buena familia que sólo desea una vida acomodada en los Estados Unidos, los padres de ella, de un republicanismo conservador con genoma de barras y estrellas (sólo falta
alguna alusión al Tea Party), el pedantísimo amigo de la novia… Y de los artistas varios que aparecen, mejor ni hablar: Hemingway, Picasso, Scott Fitzgerald, Gauguin, Matisse…, todos en la peor tradición de los topicazos que pueden hacer gracia a un lector de tapas y reseñas, pero que no van más allá del barniz de lo más conocido de ellos.

París, como antes Oviedo o Barcelona en Vicky Cristina Barcelona (esa ¿película?), se nos muestra como una postalita que cualquier turista con una cámara del Carrefour podría haber filmado. Cinco minutos largos de Torre Eiffel, Arco de Triunfo, Montmartre, Jardines de Luxemburgo, etc., hacen que, por una vez, la peli supere los 90 minutos. Innecesariamente. O mejor, necesario para que el Ayuntamiento de París ponga unos euros encima de la mesa por el documental. Para gastos del director y su familia, que tienen que vivir. Menos mal, yo creía que los únicos que habían pagado un publirreportaje con ínfulas eran las institucio
nes catalanas y asturianas. No sé si en el precio entra el cameo de la primera dama francesa, tan expresiva como el Obelisco durante una tarde de lluvia en febrero.

Eso sí, me reí lo que quise y más porque la copia que vi en mi en la tele estaba subtitulada… por los primates de El planeta de los simios. Aparte de no entenderse a menudo por la mala sintaxis, las afirmaciones se convertían en condiciones (“si…” en lugar de “sí”) y los personajes en irreconocibles. Como alguien seguro que no me cree, ahí va una lista que acompaño con fotografías: Man Ray se convierte en monarca (Man Rey), la amante de Picasso nació en Bordeaos (Bordeaux o Burdeos), Hemingway se transforma en Hemingüey (a veces sin los puntos, muy mexicano sin duda), Miró en Mirauld, Braque en Berat y Matisse en Metisse; Miguel Ángel (o Michelangelo) en un mestizo, tal vez domiciliado en Little Italy: Michael Angelo…
Delirante. (Aprovecho para decir que no me consta que el subtitulado sea el “oficial”; tanta impericia me extraña, he visto otras de Woody Allen subtituladas y esto no pasaba).

Por decir algo bueno: Marion Cotillard está magnífica, luminosa y creíble (no es poco en este producto). Hay también una muy divertida escena del detective, contratado por el suegro, buscando al supuesto escritor por la Historia de Francia. No es mucho. Como cuando decimos que la fotografía es buena…













miércoles, 31 de agosto de 2011

IDEA DE VACACIONES

Ese reloj que habita las entrañas, hecho de costumbre, lo despertó a las 7.

La tibieza de ella, dormida aún, contrastaba con la brisa que entraba por la ventana. Sintió un vago deseo, la besó en el cuello, muy lentamente, lo que provocó un repliegue de su cuerpo y un amago de sonrisa.

Tras media hora de lectura, llegó otra vez el sueño.

Cuando despegó de nuevo los párpados, desayunó sonrisa plena y ojos brillantes. Humeaba el café y los croissants parecían recién hechos.

Ninguna otra cosa que hacer.

domingo, 28 de agosto de 2011

BOLUDECES VII: INTERCULTURALISMO

Si a alguien le toca emigrar, y por lo tanto vivir en una cultura muy distinta a aquélla de la que proviene, tiene muchas posibilidades de relación con la cultura y sociedad de llegada: asimilarse como uno más, vivir en un gueto o cualquiera de las soluciones intermedias entre estos extremos.

Hace aún pocos días que estuve en el norte (de España). Además de un par de kilos y un tinte verde en la mirada, me he traído unas cuantas estampas curiosas.

Por ejemplo, esta primera en la que el grosero y zafio de turno, universal figura ésta, grafitea sus bajos deseos en una señal de tráfico, eso sí, en perfecto euskañol y en la mejor (¿peor?) tradición salidorra.


En la segunda fotografía, unos turcos han encontrado al fin el mestizaje perfecto: ¡el kebab de marmitako! O será que alguien les dijo que los vascos eran muy suyos con eso de las comidas, y cualquiera viene de fuera a decir cómete lo mío…

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿QUIÉN SABE?


Cuando se viaja, no sólo se encuentran encuadres postaleros para conservar el recuerdo de catedrales y plazas gloriosas. A veces se topa uno con vida corriente, con avisos y carteles que llaman la atención si se va despacio. Éste lo fotografié en Puente la Reina, y lo cuelgo ahora para que alguien con más mundo que yo me informe sobre lo que anuncia. No vaya a ser que lo necesite.

Desde que me compré el último ordenador no encontraba algo tan incomprensible. ¿Quién sabe qué es lo que se vende?

sábado, 20 de agosto de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 10

Esta es otra deliciosa rareza que dejó de serlo cuando Almódovar la incluyó, para mi sorpresa, en la banda sonora de su película Todo sobre mi madre. Sin embargo, hace un par de días yo la iba escuchando mientras conducía y caía el txirimiri sobre los Pirineos navarros. Y sentía que este música le iba bien, que punteaba mi estado de ánimo y el ritmo de esa tarde que se terminaba.



sábado, 13 de agosto de 2011

ALAIN DE BOTTON Y NIETZSCHE

Hace unos años vi en la televisión catalana un programa cultural cuyo título era, según creo recordar, Milenium. Durante unas cuantas semanas se dedicaron a pasar una serie de capítulos, basados en el libro de Alain de Botton Las consolaciones de la filosofía, y presentados por el mismo autor. Los vi subtitulados en catalán, con ciertas dificultades (tampoco se recibía bien la señal, pese a lo cual merecía la pena).

Unos meses atrás leí Del amor, de este filósofo, que parece una novela y es una disección narrativa del amor y sus dificultades. Lo recomiendo. Hoy he tenido entre mis manos el último libro de este filósofo, Miserias y esplendores del trabajo, y he comprado para regalar Las consolaciones de la filosofía, así que esta tarde he pensado que esos capítulos que vi en TV3 debían estar en Internet. Efectivamente, los he encontrado fácilmente. Incluyo tres enlaces, que se corresponden al capítulo dedicado a Nietzsche. Supongo que a los puristas les parecerá trivial y populachero, pero yo creo que tiene interés, a no ser que uno crea que la filosofía es una actividad especulativa de tipos casposos con voz hueca que peroran incansablemente mensajes herméticos en lenguas crípticas.

La última dirección corresponde a su página web.







http://www.alaindebotton.com/

martes, 9 de agosto de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 9

Mi afición por Wim Mertens proviene de 1989; alguien me prestó un disco suyo, Maximinig the audience, que no he dejado de escuchar desde entonces (aunque recomiendo saltarse su insoportable primer corte).

Por entonces atravesé una crisis con mi pareja, que asoció esa música con unos sentimientos esquivos e indeterminados. Sólo pude disfrutarla en el coche durante algunos años (hablo de la música, claro). Hoy se oye en el salón de mi casa: seguramente por mi mala cabeza.

Tiene fuerza, no se parece a nada. Es valiente, desasosegadora. Tal vez por las muchas horas que he pasado al volante con ella, recomiendo escucharla cuando se conduce bajo la tormenta, en los atardeceres, en la soledad de la infinita madrugada.

Wim Mertens.



jueves, 4 de agosto de 2011

PARECIDOS


Doy largos paseos al atardecer. En uno de ellos, cansado ya, he decidido sentarme en un banco de la Calle Mayor a leer El placer de vivir (libro del que hablaré otro día). En un instante en que he levantado los ojos no para mirar sino para pensar lo leído, me ha alcanzado el ruido vitalísimo de cuatro adolescentes. Una de ellas era T., veinte años antes, con sus mismos ojos iluminados por la sonrisa. Era ella, pero antes. Antes de que llegara la perra vida y la mala gente, antes de los desprecios y de los apuñaladores de la ilusión.

Estoy a punto de acercarme al grupo, solicitar unos segundos de su tarde de verano y banalidad para pedirle que no se deje vencer. Le contaría que conozco a T., veinte años después, que sigue regalando al mundo sus brillantes ojos oscuros y sus palabras sin contaminar.

Acabo de leer en el libro lo que dice André Comte-Sponville: “conocer la propia debilidad es una fuerza”.

Niña, no te rindas.

lunes, 1 de agosto de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 8

Rodrigo Leao procede del grupo Madredeus. Sólo que ha tomado una dirección más moderna en su música. Su primer disco, Ave mundi luminar, fue una revelación. De él tomo lo primero que oí.

Por cierto, se lo presté a alguien, no recuerdo a quién, no recuerdo cuándo. Pero no era un regalo. Así que aprovecho y, con delicadeza amistosa, lo reclamo. Otros títulos me dan igual.

lunes, 25 de julio de 2011

CINCO PÁRRAFOS CANTÁBRICOS


He visto mujeres cuya sonrisa disuelve el orbayu.

He cerrado los ojos para que nada perturbase la cadencia del pretérito indefinido, ese tiempo melancólico que niega las haches y apuntala dulcemente lo que ocurrió. Ese tiempo peculiar que esconde y revela, que no dice o que dice lo que ya no es, con recato, como un secreto mal guardado.

Me he detenido a medir el silencio con palabras. Qué inútil pasatiempo, qué delicia. Cómo impedir esa invasión, tanto exceso, esa despaciosa sucesión de praos y de montañas que desafían lo concebible.

Hace frío, el maíz se seca en los hórreos. En un limonero, sus frutos buscan el color que mejor armonice. Más allá de las bahías, alguien vive estos días lentos.

Quién soy, qué hago aquí, cómo entender.

viernes, 22 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 7

Lucio Dalla es bastante desconocido por aquí. Esta canción y poco más. Pero sólo por ella merece un hueco en esta personalísima selección. Y, por supuesto, la cósmica voz de Pavarotti que la interpreta junto a Dalla.

Los duetos siempre me han parecido recreación folclórica a mayor gloria de sus actores y en menoscabo de la música. Aquí no.


martes, 19 de julio de 2011

BOLUDECES VI: PERROFLAUTA VERDEOTAN


Berlín es fascinante. No especialmente bonita. Está llena de gente que pedalea con placidez. Sin embargo, el dueño de esta bici (la foto no es mía, sino de un amigo que me acompañó) plantea un enigma: ¿es un okupa ecopacifista, un antiguo stasi reconvertido al capitalismo hippie, un daltónico de los que cree que sólo hay un color verde, un nostálgico de los tiempos en que los militares patrullaban Berlín bajo diferentes banderas…?

sábado, 16 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 6

Como casi todos, he tenido una época sabinista (que nadie lea de Sabino Arana, por favor). Ahora menos; repaso viejas canciones y encuentro demasiados ripios. A mi abandono colabora todo ese tiempo de moralina pseudoprogre de aquí el cantautor.

Pero a cada uno lo suyo: algunas de sus creaciones siguen siendo magníficas. Hoy incluyo mi preferida. Como sabrán los asiduos, la melancolía es un sentimiento bienvenido en esta bitácora.


lunes, 11 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 5

Tuve una novia que canturreaba “No mires a los ojos de la gente”. Después me quedé sin novia, pero descubrí la maravilla que adjunto, lo que tampoco está mal.

He sido seguidor de lo poco que componía este grupo. Se disolvieron, aunque se reunieron al menos una vez: el concierto lo televisó Canal + en un ejercicio de arqueología innecesaria. Germán Coppini concluyó con un eructo: qué contracultural… Mientras, Teo Cardalda fundó Cómplices y siguió haciendo bellas canciones.

Por cierto, ¿qué tiempos han sido buenos para la lírica?

jueves, 7 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 4

Antes de que se hiciera un pelín fundamentalista, Cat Stevens escribió canciones como ésta. No juzgo su conversión (del caballo se han caído unos cuántos), pero convendría meditar lo ciegas que pueden ser algunas personas en cuanto se cruzan con doña Verdad Absoluta.

Bien, no estamos aquí para esto, sino para escuchar, cerrar los ojos, dejarnos llevar.

A Cat Stevens, como a tantas cosas, llegué tarde. Sin embargo, ahora que lo pienso bien, también llegué tarde a Mozart, a Mahler y a Vivaldi. O sea, que no.


martes, 5 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 3

No recuerdo bien cuándo conocí a Lito Vitale. Creo que me habló de él CrisC, pero no estoy seguro. En todo caso, aunque he oído casi todos sus discos posteriores, nada iguala el poder evocador y la belleza de “Ese amigo del alma". Tuve oportunidad de escucharlo en directo en Valencia, cuando en el Palau traían a tipos así en una especie de sección llamada “Otras músicas”, de la que desparecieron posteriormente para dejar sitio a Isabel Pantoja o Juan Pardo.

Adjunto un segundo enlace con una mini-entrevista del inefable y ostracizado Ramón Trecet: pura historia. Lástima que la canción esté incompleta. El vídeo es una hermosa sucesión de fotografías con su música. Es larga sí, ¿quién dijo que lo bueno, si breve, dos veces bueno?



http://www.youtube.com/watch?v=TD2ynNYsjjI

domingo, 3 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 2

Otro clásico. Debería ser un himno de este blog.

Algunos tenemos educación francófona. Asistimos a clase, dejando que las profesoras
(yo sólo tuve profesoras) de francés nos hiciesen escuchar músicas tan bonitas como ésta que viene ahora.

Hace pocos años vino Georges Moustaki a la ciudad en la que vivo: apenas un tercio del aforo. Sin embargo, el concierto-recital fue muy cercano, a la que vez que nostálgico. Tal vez porque nos sabíamos las letras, tal vez porque Moustaki tiene ya muchos años y no es fácil verlo en España.

Tras el vídeo os pongo un enlace con una versión del propio Moustaki, con un ritmo de sirtaki que me gusta mucho. Muy griego, menos francés. Va por ellos ahora que van a por ellos.



http://www.youtube.com/watch?v=hAxeqFDejhU&feature=list_related&playnext=1&list=AVGxdCwVVULXcBuf2Vo9KiYgXjeX3Wfaya

viernes, 1 de julio de 2011

CANCIONES DEL NO-VERANO 1

Que nadie tema. Que por aquí no se va a deslizar yoryidán, ese cantautor francés, ni manué-no-tarrimealaparé-que-te-vayená-decá-decá-decá, ni la bomba, ni paquito el chocolatero...

Esto son canciones del no-verano. Esas que uno ha escuchado siempre. O que ha conocido en un momento de su vida y por alguna razón se han quedado prendidas a la piel. Las que me gustan.

No tengo pretensiones de universalidad y seguramente son tristonas, como yo. Pero son mías.

La primera, de ese tipo al que un familiar llama el enterrador, ése al que su agente dejó en la ruina y al que han dado este año el Príncipe de Asturias de las Letras. Me gusta casi todo lo que hace, pero hoy empiezo con The Partisan. La letra es hermosa. Para los que no conozcan francés e inglés, incluyo una versión con subtítulos.


sábado, 25 de junio de 2011

DIFFICILE DA RAGGIUNGERE

Además de algunas palabras prestadas
por una marca cualquiera de vino;
además de carreteras, bares y futuro improbable,
sólo hubo un cúmulo de estrofas de humo
escritas con inconsciencia infantil.

Un quiebro a la sensatez, lo sé.

Una presencia que la mirada creaba y sostenía,
un poco de luz. Sólo eso.

lunes, 20 de junio de 2011

SOLSTICIO

La palabra solsticio es hermosa. Equinoccio también lo es. Pero a mí me producen una inquietud especial los solsticios. El de invierno porque coincide con el final del primer trimestre, el inicio de las vacaciones navideñas y las noches larguísimas y frías. El de verano porque me desconcierta; también porque llegamos a fin de curso y se apodera de mí una sensación de tristeza postcoital, si se me permite el símil. De fracaso, de no haber hecho las cosas bien. Y ahí está el verano: ese derroche de tiempo infinito que me da miedo porque me devuelve a la conciencia de mi soledad y mi desconcierto.

Hoy he salido de trabajar y eran más de las nueve cuando he llegado a casa. Hacía calor y al día le quedaba aún cuerda. Un libro, un buen paseo, música directamente a los oídos para hacerme invisible por la calle. Mucha gente, cerveza y risas en las mesas de las plazas de la ciudad. No quiero hablar con nadie. Comienzo a leer, y me gusta, La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa.

Vuelvo a casa pasadas las diez, aún es de día, no sé si cenar o no. No sé si tengo hambre. Pienso en esto porque no estoy tomando una cerveza y compartiendo risas. Me como un aguacate con piñones y pasas y queso curado mientras dejo que el cielo se oscurezca. Mañana será el día más largo. Tengo que preparar más libros para el verano. Se está bien aquí, escribiendo para nadie, aunque esos 41.755 visitantes me desconciertan, porque apenas conozco a diez o doce. No tengo ganas de encender la tele, ni de irme aún a dormir. Pienso en la gente que he conocido estos últimos años. A alguno me gustaría llamarle (y, sobre todo, llamarla) y decirle lo del libro, lo del eclipse, lo de la inquietud que me producen estos días. No lo haré. Sé que no pocos están compartiendo palabras en zonas de la ciudad a las que mis pasos nunca quieren conducirme.

Voy a seguir con el libro.

miércoles, 15 de junio de 2011

EL PUEBLO

No sé qué significa esta palabra. La escucho últimamente en las manis del 15-M, un cántico que ya creíamos olvidado: “El pueblo unido jamás será vencido”. Creo que se equivocan. Ni el pueblo está unido ni, en el supuesto caso de que lo estuviera, eso le garantizaría ser invencible. A las pruebas de la Historia me remito.

Aunque parezca una frivolité, me he acordado de esto hace unos días. Ponía a mis alumnos de 2º de la ESO la estupenda película Antz, subversión pura en dibujos animados. Al final, cuando la colonia de hormigas está a punto de morir ahogada, consiguen escapar. Sin embargo, el general pide a sus subordinados que los maten “por el bien de la colonia”. “La colonia somos nosotros”, dice Z, el líder. Que es como decir: el pueblo somos nosotros y no un concepto grandilocuente y vacío. El pueblo, o es algo más concreto y material, esto es, gente corriente, comida y vivienda, afectos, aficiones, o es una peligrosísima idea en nombre de la cual pueden ejercerse todo tipo de atropellos.

Hace pocas semanas estuve en Berlín. Nos contó el guía que, unos días antes de la caída del muro, se manifestaba cada vez más gente en la zona oriental. Mientras su gobierno se autoproclamaba popular, el pueblo, ignorante de tales desvelos, iba por otros derroteros. De modo que, cuando fueron creciendo en número, empezaron a corear: “Nosotros somos el pueblo”, es decir, no una idea, no un destino, sino personas comunes.

Antes de irme de Alemania pasé por delante de su parlamento. No pone “Congreso de los Diputados” o “Asamblea Nacional”, sino “El pueblo alemán”.

Mit zwei Eiern.

jueves, 9 de junio de 2011

LES QUEDA UN MES

Sábado, a esa hora en la que la tarde se va confundiendo con la noche. Córdoba es una ciudad hermosa y paseable, un pelín ruidosa -como todas- cuando le da por decir que es fiesta, y que hay que celebrarla en la calle, con un par de buenos altavoces y mucha gente hablando a voces. Callejeamos, mirando con parsimonia esos patios llenos de geranios y del rumor del agua. Decidimos que tenemos hambre y buscamos despaciosamente un lugar para calmar los apetitos. En una de las terrazas se agrupan personas que se quieren: sólo una mano basta para sujetar el tenedor, mientras la otra acaricia la mano de ella o de él, alguien da a probar un calamar a otra boca, a la que no importaría la entidad del alimento. Me llama la atención una pareja: no hay aún nada en su mesa; ella mira hacia su derecha; él, erráticamente hacia el cielo o hacia la nada. Sin mucho fundamento, una vez los hemos dejado atrás, le digo a mis acompañantes: “les queda un mes”. Medio se enfadan, medio se ríen. Que por qué, que qué sé yo. Y no lo sé, en efecto: sólo sé que no se miraban, más aún, que sus ojos se rehuían, que no deseaban acortar ese espacio ni darse a probar puerilmente los alimentos. Sé que imaginé que se darán besos funcionariales y que tal vez hagan el amor sin deseo y con costumbre, que fugazmente se cruzarán entonces sus ojos y sabrán dolorosamente lo que ya saben. Sé en ese instante que puede ser esta noche o en un año: “les queda un mes”, insisto. No tengo derecho, no es un juicio. Sólo constato la tristeza en la distancia, todo el aire que cabe en unos centímetros. O será que conozco bien ese modo de no mirar.