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domingo, 27 de diciembre de 2020

BALANCE

Pues no, un buen año no ha sido. No para mí, desde luego, sino para todos. En todos lados.

Este 2020 hemos tomado consciencia de la fragilidad de la existencia y de la importancia de lo colectivo, de que no es fácil ni posible vivir solo, de que nuestras decisiones afectan y mucho a los demás. Lo sabíamos, desde luego, pero saber no es siempre ser consciente de algo. Ha sido duro. Recuerdo las horas mirando por la ventana, contando los coches aparcados en mi calle: 73; por la tarde los volvía a contar: 73. Recuerdo las primeras salidas a la calle tras el confinamiento como el preso que coge un permiso. Recuerdo la ansiedad de las primeras compras en el supermercado. Recuerdo las cifras de fallecidos en el telediario: dejé de verlo.

Pese a lo que puede pensarse, no he leído mucho (ver post anterior). Para leer hace falta un estado de estabilidad emocional y de sosiego que me ha costado tener.

He trabajado muchísimo. Y mal. Lo de la enseñanza online es un timo, aunque sé que a algunos les ha permitido rascarse la entrepierna a dos manos. Algunos. También me pregunto si esos padres y teóricos de la educación (hablan de oídas) que sostienen que la escuela mata la creatividad se han encontrado a unos hijos creativos (estoy esperando sus obras) o un trabajo de educación ingente con unos hijos que ofrecen enorme resistencia porque lo atractivo son las pantallas. Algunos agradecen nuestra labor y me han hecho soltar alguna lagrimilla; otros, al contrario, viven del resentimiento cani/choni. Me siento lejos de ellos y no sé si podré hacer mucho por sus hijos; o sí: remar contra esos padres que les están llevando al precipicio del bienestar vacío e ignorante. Porque son los hijos los que tienen derecho a la educación, a una buena formación: esto no es negociable.

El blog ha estado descuidado, no tengo tantas ganas de escribir. 27 entradas. También es cierto que estoy en otros proyectos y que por fin he terminado un libro de relatos con el que he bregado muchos años. Pero lo bueno de un blog es que tú marcas tiempos y temas.

No voy al cine desde febrero y lo siento. Ayer fui al centro comercial y sentí que no quería acercarme a las salas. A cambio, he visto muchas películas en televisión, algunas excelentes: hay plataformas cuyo precio justifica lo que dan.

Y, como leí en un artículo al comienzo del confinamiento, “Éramos felices y no lo sabíamos” (al final el enlace). Ese es el propósito del año próximo: ser feliz y ser consciente de esa felicidad tan provisional, casi anecdótica e irrelevante para el universo. Naturalmente, lo mismo deseo a los que os pasáis por aquí, a menudo o de vez en cuando. Gracias y feliz año 2021. Ojalá lo sea.


https://elpais.com/sociedad/2020-03-18/eramos-felices-y-no-lo-sabiamos.html


Música de Luisa Sobral y Salvador Sobral:

https://www.youtube.com/watch?v=ralkNHVuyH4



Procedencia de las imágenes:

https://www.facebook.com/milindriskis/photos/a.121574491342774/1677037825796425/?type=3

https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/cines-cierre-futuro_0_1398461212.html



martes, 15 de diciembre de 2020

LIBROS DE 2020

Annus horribilis donde los haya. Muchos pensarían que vaya suerte, en casa y a leer. Pues va a ser que no. Nunca he trabajado tanto como en el confinamiento. Y tan mal, tan a disgusto. Mejor ni hablo de la bola de cemento entre el pecho y el estómago y de la opresión que sentía, que sentimos todos.

No obstante, algo sí he leído. No mucho. 22 libros hasta hoy, espero que en Navidad se incremente algo.

He disfrutado con la trilogía de Juan Gómez-Jurado, que recomiendo a todo el mundo. Bastante más que un thriller. Y espero que no cese aquí la serie.

También gocé mucho con Alegría, de Manuel Vilas, autor al que no conocía. Comprendo que no guste a todo el mundo. Cuenta cosas, pero hay algo de vivencia íntima, de poesía, de análisis de una realidad cotidiana con la que conecto enormemente.

Sándor Márai colaboró al bienestar con Confesiones de un burgués. Qué pena que haya gente que no lo conozca. Es literatura con mayúsculas. En este caso, autobiográfico.

A Siri Hustvedt la descubrí también este año con Elegía para un americano. Continuaré con ella, su prosa me interesa y siento que escribe para mí.

Tres autores que me gustan siguieron dándome buenos momentos: Lorenzo Silva con Tantos lobos, Eduardo Mendoza con Tres vidas de santos y Javier Cercas con Terra alta.

Tenía ganas de leer Yo no, de Joachim Fest, maravilloso homenaje a un padre que se negó a colaborar con el nazismo. No me defraudó, es uno de estos libros que no se olvidan.

Dejo de lado algunos libros que no me han atrapado o que directamente me han decepcionado. Por ejemplo, uno de Donna Leon y otro de Petros Márkaris.

Destaco un texto del que sabía poco pero que este año, por razones obvias, encontró su momento: Diario del año de la peste, de Daniel Defoe. No os lo perdáis, es la condición humana es estado puro, qué poco hemos cambiado en estos siglos. Necesario.

El mejor, sin duda alguna, ha sido El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Aún me quedan unas páginas, pero qué maravilla. Regaladlo, compradlo, leedlo.

viernes, 4 de diciembre de 2020

CANCIONES DEL NO-VERANO 26: NEGRA SOMBRA

Hace poco tuve ocasión de escuchar un recital de jazz de Sheila Blanco. No conocía una versión de ella de Negra sombra, que he buscado en internet. Me han salido muchas más: ahí van cuatro, todas me encantan.