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sábado, 27 de abril de 2013

ORTOGRAFÍA (ELOGIO)

Oí decir a una amiga hace poco que, en cuanto un individuo le escribía un mensaje con faltas de ortografía, se le pasaban las ganas de verlo y aumentaban los deseos de mandarlo a escaparrar.

Digo esto porque a mí me pasa algo parecido. No con los hombres, sino con la ortografía. Suele ésta definirse como la “parte de la gramática, que enseña a escribir correctamente” (Julio Casares: Diccionario ideológico de la lengua española), o como “conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua” e incluso como “forma correcta de escribir respetando las normas” (DRAE). No es, creo, un corsé que impida respirar, sino un conjunto de herramientas (más que normas) que permiten escribir con claridad y comunicar a los demás; esto es, unos mínimos. Pasarlos por alto no transmite más, sino menos y peor.

Se repite el lugar común de que los nuevos medios electrónicos han incrementado la incorrección al escribir, como si fueran ellos y no los que los usan los causantes. Pero lo cierto es que, para muchos, parece que vale todo: los acentos quedan abolidos; las comas no existen o están dejadas caer; los puntos tanto da que sean dos, tres o cuatro; el punto y coma… ¿qué es eso? El sino se transforma en si no, el porque en por qué, o en pq o en xp... Las chicas son xicas. La tristeza no se expresa con palabras: se emoticoniza (L). Los signos de interrogación y exclamación se omiten al comienzo de la frase, los participios pasados son pasaos (por la guillotina, o sea, la giyotina, osea, oshea). I si bamos a blnzia ste find?, dice él desde wada (que antes era Guadalajara) o desde abct (la Nueva York de La Mancha). Y claro, ni flowers ke no me pones xaba, que quien empieza descuidando la ortografía acaba olvidando los kndns en casa, qué más da poner que no poner. Osea.

Ni te digo cuando pasamos a la conversación, ¡qué temas!: el partido del siglo y poco más que rascar. Cine el justo, yanqui y palomitero, comedia romántica todo lo más, subtitulada en lacrimoso. Y si hablamos de libros… los hay que presumen de no haber leído nunca uno; eso sí, tienen en el ordenador un fichero con más de 50.000 y un e-book que no usan nunca never jamais.

Muchos de esos elementos con apariencia humana han pasado por la universidad (otra cosa es que la universidad haya pasado por ellos). Miles de universitarios españoles no leen (excepción hecha de la crónica del partido de su equipo y del horóscopo); y no hablo de los mal llamados “de ciencias”, lo que es grave, sino de los “de letras”, lo que es gravísimo. De letras lo único que tienen muchos es la sopa o los plazos del coche. Conocen más a Belén Esteban que a García Márquez; Saramago no les suena, igual es el nuevo modelo de móvil taiwanés; Sampedro es el segurata del cielo o un lugar donde vive el Papa Paco; Günter Grass… ¿el portero del Bayern de Munich?

El nivel cultural del país es lamentable, pero el deseo de aumentarlo es inexistente y esto es lo peor. La democracia igualitarista en este asunto es tan estúpida como peligrosa: todo sirve, todos tienen derecho a expresarse, todo tiene gran valor porque es lo que uno siente, las simplezas se presentan con solemnidad, la estulticia se exhibe con orgullo…

Coincido, pues con mi amiga: a mí tampoco me ponen tales dislates, peores que una sobredosis de bromuro. Prefiero que me digan las cosas despacio, con sus comas, con sus puntos suspensivos, con sus acentos, con sus subordinadas, con las bes y la uves, con las haches bien puestas (incluso intercaladas). Si es posible en susurros, pero con su sujeto y su predicado.

Y si hay que quitar algo, que sea la ropa y no las palabras…

domingo, 21 de abril de 2013

DANZA



Tengo para mí que la perfecta conjunción entre lo apolíneo y lo dionisíaco (que Nietzsche reclamaba) la encontramos en algunas propuestas de la danza contemporánea.

Cualquier lego que acuda a una actuación de la Compañía Nacional de Danza, del Ballet de Víctor Ullate, del Nederlands Dans Theater, del Ballet de Maurice Bèjart, sabe que no va a ver jovencitas etéreas y lánguidas con tutús al ritmo de Tchaikovsky.

Estas compañías conjugan como nadie el respeto a la tradición, en la que hay que aprender siempre, con la vanguardia más atrevida. El espectador no sabe cómo, pero sí sabe qué: la Belleza no pasa fugazmente, sino que está, es.

No soy un experto ni de lejos. Cualquiera que sí lo sea puede venir y corregir. Pero del mismo modo que los poetas no escriben sólo para poetas, ni los cocineros trabajan para otros cocineros, creo que los que bailan sobre un escenario lo hacen para todo el mundo. Si es precisa una preparación previa, unos estudios y prácticas, mal asunto. Es como esas películas que hay que estudiar antes de ir a verlas. Otra cosa es que el conocimiento enriquezca la percepción.

Estuve hace poco viendo al Ballet de Ullate con su nueva propuesta, "El Arte de la Danza". Se trata de una sucesión de breves apariciones encadenadas de un modo casi cinematográfico. Todo en ellas parece fácil, es ligero, divertido incluso. Ni un error, todo funciona, hay perfección técnica, expresión actoral (no es siempre perceptible), entusiasmo de los bailarines. Se nota que detrás hay un excelente trabajo coreográfico (Eduardo Lao, el propio Ullate) y una química especial entre los bailarines.

Me gustó especialmente cómo enlazan unos bailes rabiosamente modernos con otros casi de tutú. Me encantó el baile sobre el fondo musical de “Malo”, la desgarradora canción de Bebe. Y también el aire de fado con el que se movía la bailarina mientras sonaba la voz de Teresa Salgueiro, la solista de Madredeus. Y los que homenajearon al claqué, al cine clásico. Hago excepción de la insulsa recreación de Gilda: ni sensualidad, ni melena pelirroja: innecesaria. (¿A qué sí, R.?).

15 euros me costó el regalo. El teatro estaba medio vacío en una única representación. Al salir a la calle pensé que muchos no podían permitirse ese dispendio. Pero otros sí. En cualquier restaurante de medio pelo ése es el precio de cualquier plato mediocre.

15 euros fue el precio de la Belleza. Con esa resaca miro el mundo de otro modo esta mañana de domingo.



martes, 16 de abril de 2013

ANSIEDAD



Escribo con bolígrafos que transmiten a las palabras trazos de metal.

No encuentro en el diccionario más que relojes detenidos (malas películas, insomnio de marzo). Rastreo sin éxito una buena definición de tiempo.

Pesa el aire que respiro: hay provisionalidad hiriente en estrellas que ya no existen si las miro.

El tacto de algodón de las sábanas me inquieta. La radio emite consignas subrayadas. 

El universo se expande salvo en esta habitación.

Miente Bach: hasta la música necesita lluvia lenta.



martes, 9 de abril de 2013

ALAN TURING



He estado en Londres unos días. Entre las muchas maravillas museísticas, monumentales y callejeras vistas allí, destacaría dos: los frisos del Partenón, expoliados a Grecia, y la exposición temporal sobre Alan Turing en el Museo de Historia.

Cualquiera puede consultar la historia de este lógico y matemático, de cuyo nacimiento se cumplieron 100 años en 2012. Fue el encargado de descifrar el Código Enigma, con el que los alemanes encriptaban sus mensajes durante la Segunda Guerra Mundial. Salvó por ello muchas vidas; miles de compatriotas no saben que deben su existencia a la inteligencia de este profesor con aspecto pulcro y algo anodino.

Era homosexual. Fue juzgado por ello al terminar la guerra. Renunció a defenderse y fue condenado a elegir entre ingreso en prisión o castración química; optó por esto último, de modo que le fueron suministrados estrógenos para eliminar su deseo sexual. Se suicidó dos años después, en 1954, con una manzana envenenada con cianuro. No dejó nota de despedida: su madre no aceptó nunca la explicación oficial y atribuyó su muerte a causas accidentales. Otros han hablado de asesinato.

55 años después, el primer ministro británico pidió disculpas en nombre del gobierno.

Esta es la triste historia, el agradecimiento de una sociedad a la que Turing entregó su conocimiento, pero que no toleró otras preferencias sexuales que las que la mayoría da por buenas y normales.

Escribió un libro que los estudiantes de filosofía leíamos con tanta veneración como incomprensión: ¿Puede pensar una máquina? Yo no sé si puede, reconozco mi incompetencia en estos campos. Lo que sí es dudoso es que pueda pensar sin prejuicios un ser humano, un grupo de personas que no merece el nombre de sociedad.

Para ampliar:



martes, 2 de abril de 2013

FOBIAS


En mi caso no son innatas, pero su visceralidad puede confundirnos. Una fobia es una aversión casi insuperable que genera huida para evitar conductas agresivas. Yo tengo unas cuantas, casi todas razonables y -creo que todas- fruto de la reflexión y no de instintos primarios. Ya sé que esto parece contradictorio: no lo es.

No me gusta el color verde salvo en el campo, en el plato y en los ojos. Nunca en la ropa; es que uno ha servido a la patria y ya fue suficiente…

Tampoco soporto el tabaco: en su formato aliento, en formato colilla y en formato ropa.

Ni la leche caliente, asqueroso brebaje impropio de personas.

En la categoría de comestibles, aún menos las vísceras. De los vegetales excluyo de mi dieta repollos, coles, coliflores y similares. Que nadie los cueza en mi presencia.

Me resulta intolerable el daño corporal autoinfligido en forma de tatuajes, piercings o pendientes. Antes un tacto rectal que someterme a las agujas.

El cine pelma me da yuyu. 8,5 € es un peaje demasiado elevado. Si lo acompañan ruidosos vecinos de butaca, sorbedores, palomiteros, besucones o movilópatas, la cosa es de cuartelillo de la Guardia Civil.

Aborrezco especialmente a los tipos que todo lo saben, a los arrogantes, a los fanáticos, a los que no escuchan, a los misericordiosos (especie peligrosa hiperbólicamente hipócrita), a los que no tienen dudas, a los que las tienen todas.

Y entre las conductas que me repelen ahí van algunas: la apatía, la mediocridad, la languidez, la cobardía, el diletantismo, la banalidad, la ignorancia culpable, el victimismo, el silencio cómplice, la negligencia…

Eso sí, me gustan muchas más cosas, no soy tan borde. Será otro día.