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lunes, 31 de octubre de 2016

LAS RAZONES DEL VIGILANTE

Son dos:
la soberbia (que es un modo perverso de creer)
y el sarcasmo (variante cruel del clasismo moral).

Las razones del vigilante merecen el desprecio
y un buen servicio de policía al servicio del bien. 








viernes, 21 de octubre de 2016

SIETE


Seven, siete, 7. 

Se me ha pasado el día, pero hace no mucho se cumplieron siete años desde que abrí el blog, cuando a una compañera de trabajo le hablé de mi voluntad de hacer esto y la ignorancia del cómo. Me enseñó amablemente. 

No soy muy dado a conmemorarme. Tampoco hay motivo ni esto es Borges II, ni los diarios inéditos de James Joyce. 

Pero hace unos días leí que la pasión amorosa se extingue (o se transforma, no lo sé) a partir del séptimo año. Vaya por Dios. En estos siete le he dedicado más tiempo al blog que a la cosa eroticofestiva. No me siento nada orgulloso. 

Estoy meditando si me pasará algo similar. Me cuesta escribir. De los últimos posts, muy pocos son escritura pura, mía, original. 

Espero que, como en el tema pasional, sepa reconducir. Creo que me cuesta escribir porque desenchufo muy mal del trabajo, que es cada vez más intenso y absurdo, más administrativo y menos creativo. Y arrastro al fin de semana lo que no he podido/querido hacer entre semana. 

Y así no hay manera de sentarse a escribir. 


Franco Battiato: "Un'altra vita":

martes, 11 de octubre de 2016

EL SUR

Estoy leyendo en El País un artículo en torno a la reciente polémica sobre la figura de Adelaida García Morales. Al parecer, una escritora ha utilizado su nombre y un hecho anecdótico para construir una novela y a su ex marido, Víctor Erice, no le ha hecho ninguna gracia ese uso más o menos bastardo.

No quiero entrar en la discusión sobre los límites de la ficción ni leer ese libro. Pero es el momento de escribir sobre El Sur, novela y película, esas dos maravillas.

Abro mi ejemplar y veo que lo compré en la Cuesta de Moyano de Madrid a finales de 1986. Unos días después la estaba terminado, junto con Bene, la otra narración que acompaña al volumen. Muy pocos años antes había visto la película, que aún me sorprende todavía por la inmediatez de unos sentimientos tan profundos. He vuelto sobre ella en muchas ocasiones, diez, doce… El libro lo he leído menos veces, tres o cuatro; la última con el fin de escribir un artículo que me encargaron para una publicación digital sobre libros imprescindibles y un tanto olvidados, que nunca se publicó.

Sé que la novelista y el director fueron pareja. Sé que él es esquivo y ella lo era aún más. No me importa lo más mínimo. Para el lector que soy sólo importa el texto. No entiendo la mitología en arte; es más, me parece que el autor tiene perfecto derecho a desaparecer tras su obra. Lo de la promoción, entrevistas y demás circos son cosa de las editoriales, eso ya no es propiamente literatura, sino business.

Hojeo el libro. El relato El Sur tiene apenas 47 páginas. Nunca he leído tanto en tan poco espacio. Y lo maravilloso es que su prosa es fácil, directa, sin barroquismos, muy poco adjetivada, de frases cortas. Pero de un lirismo y una capacidad de evocación que aún hoy me dejan estupefacto.

También, como he dicho, he visto la película. El padre Omero Antonutti, la niña Sonsoles Aranguren y la adolescente Icíar Bollaín tendrán para siempre los rostros que puse al leer el texto. No me importa, por cierto, que la película no aborde más que una parte de la narración; creo que está perfecta así, con el Sur como entelequia, esperando el sentido final y custodiando las piezas del puzle que la protagonista necesita.

No quiero escribir más. Recomiendo el texto para los que tiendan a la sobreadjetivación, a las frases interminables y a la nada más absoluta en 500 páginas. El gran escritor sabe que con pocas palabras debe decir mucho. Adelaida García Morales lo hizo. También lo consiguió Víctor Erice con esos planos morosos y poéticos, con esa filmación de la soledad y el desamparo. Dejo muestras, las primeras líneas de la narración y dos escenas de la película. Me gustaría incluir aquélla en la que el padre come por última vez con su hija y tras ellos se celebra una boda, lloro cada vez que la veo, pero no  la encuentro en el ciberespacio, lo siento, es mi favorita.



“Mañana, en cuanto amanezca, iré a visitar tu tumba, papá. Me han dicho que la hierba crece salvaje entre sus grietas y que jamás lucen flores frescas sobre ella. Nadie te visita. Mamá se marchó a su tierra y tú no tenías amigos. Decían que eras tan raro…”.


https://www.youtube.com/watch?v=mNnWeYD6SWA

miércoles, 5 de octubre de 2016

CASA DEMOLIDA

Como todas las mañanas, iba andando al trabajo, pensando en mis cosas, escuchando Radio Clásica con los auriculares, ajeno a los ruidos de la ciudad. De repente, reparé en un policía municipal que me hacía señas de que cruzara de calle. Al hacerlo, me he visto frente a una casa de ésas de toda la vida, cochambrosa, no antigua sino definitivamente vieja. Le pregunté al policía si la iban a derribar. “Claro, está en ruinas”, me contestó. Y me quedé parado unos instantes mientras desde la parte interior una pesada máquina arrancaba pedazos de pared. La casa fue amarilla un tiempo atrás, mucho tiempo. Su puerta siempre la vi cerrada, seguramente lo estaba antes de que yo apareciera por esta ciudad, hace unos quince años. La máquina seguía desmembrando la casa, que se deshacía hacia adentro. Había dos balcones de forja en la fachada, negros, con un estado de conservación bastante mejor que el resto. Cuando las garras mecánicas iban a abrazar uno de los balcones decidí marcharme y no mirar. Sentí que esa intimidad no debía contemplarla.

A lo largo de la mañana he pensado varias veces en la casa, en sus eventuales habitantes, en cuántas generaciones, familias, habían pasado por allí antes de su abandono. He tenido que salir del trabajo y he visto muchos ancianos tomando el sol, cuidados casi siempre por mujeres latinoamericanas. Y he conjeturado que alguno pudo vivir allí, amar, procrear, sumirse en la dura cotidianidad de los años más complejos y difíciles. Cuántos hijos, cuántas navidades, cumpleaños, enfermedades, muerte…

A las tres he vuelto a pasar por delante de la nueva cicatriz de la ciudad. Se conservaba la fachada sólo a medias, con el balcón izquierdo. A través del extraño vacío un jirón de papel pintado ofendía la vista. Era como dejar a un ser indefenso en la calle, desnudo. Y al llegar a casa, mientras comía, he pensado que debía escribir estas líneas ya que no soy capaz de imaginar más.