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domingo, 29 de octubre de 2017

PROFESORES (DE MI HIJO)

No voy a ser objetivo. Como ya he dicho en alguna ocasión sólo puedo ser subjetivo porque soy un sujeto. Lo que espero es no ser arbitrario.

No puedo serlo porque voy a hablar de profesores y soy uno de ellos. Ser juez y parte no es buena cosa si se quiere abordar algo con imparcialidad.

Pero es que no quiero hablar de los profesores en general, sino de algunos en particular. Mi hijo ha comenzado su segundo año en la Universidad (pública, desde luego). Echo la vista atrás y me doy cuenta de que alguien le enseñó a leer y a escribir, que es un regalo impagable nunca lo suficientemente agradecido. Estoy muy contento del cole al que fue, con maestros de la vieja escuela, de los que aman su trabajo y no se dejan seducir por experimentos pseudopedagógicos. Su formación elemental fue buena y pasó al instituto sin problemas. Allí le he podido seguir más de cerca porque es mi terreno y porque a algunos de sus profesores los cuento entre mis amigos.

Ahora repaso y no encuentro ni uno del que pudiera decir que es un inepto. Es cierto que hemos tenido suerte, porque los hay, claro que sí, y desde luego en el instituto en el que estudió. Algunos profesores deberían reexaminar su tarea: o no están capacitados o no ponen de su parte lo suficiente. Y cuando se trata de trabajar con material humano hay que esmerarse. Mucho.

Hemos tenido una especial suerte con los profesores de ciencias, especialmente física y matemáticas, asignaturas que al padre no supieron enseñarle bien (y lo digo con cierto rencor), pero que al hijo le han entusiasmado hasta el punto de querer dedicarse a ello los próximos años.

Me duele un poco el desdén hacia la Filosofía y hacia la Lengua/Literatura. La primera porque es lo que nos da de comer y mi formación universitaria. La segunda porque es lo que más me pone. No obstante, ninguna queja hacia los profesores, a los que tengo en estima personal y profesional, simplemente no era lo suyo y ni los talentos ni las querencias parece que se hereden. Insisto, he seguido su trayectoria y me parecían cursos bien planificados y profesores competentes y dedicados, de ésos que no tiran la toalla cuando las administraciones nos ponen minas en el quehacer diario.

Cuando fui tribunal de oposiciones pensaba siempre en lo mismo: ¿me gustaría que este aspirante fuera profesor de mi hijo? Algunos eran excelentes y muchos merecían estar en las aulas más que yo, sin duda.

Creo que debería hablar con muchos de ellos y decirles esto tan hermoso: gracias. Y al de filosofía, que nos perdone porque la teoría ondulatoria de la luz le provoca más entusiasmo que las ideas platónicas. El hijo es así de raro. O será el padre, que no ha sabido inocularle el virus pertinente.

O que la educación (¡menos mal!) no es una ciencia exacta y los hijos nunca son clones de los padres, de sus expectativas o de sus frustraciones.

Ahora que se habla tanto del adoctrinamiento en la escuela, debo decir que me alegro mucho de que hayan adoctrinado a mi hijo en esos mínimos que todo centro público debe inculcar: estudio, disciplina, conocimiento, análisis crítico, verdad… Lo otro ya lo iremos viendo nosotros si queremos. Quiero decir que ya lo irá viendo él. Es su hora.


Procedencia de las imágenes:
https://www.las2orillas.co/gracias-maestros-la-caricatura-de-la-semana/
http://www.entrelibros.co/blog/etiqueta/fisica/

domingo, 22 de octubre de 2017

FIN DE SEMANA EN CASA

El pasado fin de semana casi no salí de casa. Sosiego y reflexión.

Trabajé poco. Se acabó lo de agobiarse en fin de semana. El muy excesivo volumen de tareas que soportamos no puede extenderse y ocupar el tiempo libre. Apenas una hora el domingo para repasar las clases del lunes. Basta.

A cambio escribí mucho. Escribí para el blog, un blog para casi nadie. Muchos de mis amigos lo ignoran. Pongo el enlace en Facebook, pero es casi lo mismo. Un “me gusta”, poco más. Debo replantearme qué pasa, si seguir. No quiero escribir para gustar a no sé quién, pero tampoco escribir para un viento que ni siquiera sopla.

Leí. A Zweig, un fragmento muy interesante de Momentos estelares de la humanidad, en el que Tolstoi reflexiona sobre medios y fines, la legitimidad de la violencia y el ejemplo vital. Los jóvenes indignados que le interrogan al comienzo del relato me recuerdan a demasiados. Terminé un libro  de poesía de Elvira Sastre, La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida. Me lo dedicó en mayo, decía esto: “espero que encuentres aquí la calma de todas tus heridas”. No la he encontrado, pero sí la belleza, que no es poco.

Vi varios capítulos de una serie que me interesa: Bron/Broen, producción danesa y sueca. Policiaco, claro. Me gusta mucho el género, no tanto las series, pero esta sí. La protagonista, mucho. En cada capítulo más, no sé si me estoy enamorando o que cada vez es mejor actriz. O ambas cosas.

La casa necesitaba un repaso. No fue completo, pero sí alguna habitación en la que empezaba a sentir miedo y vergüenza. Me gusta que la casa esté limpia. La terraza está ahora impecable a excepción de la barandilla en la que las lluvias de esta semana han dejado su huella. Aún escribo desde allí en las horas centrales del día. Mientras lo hacía vi al otro lado del parque una ambulancia que recogía a alguien y no pude evitar pensar que soy afortunado pero que algún día me recogerá a mí.

Escuché a Wim Mertens y a John Coltrane. Y a Bach, el músico de Dios.

Pese a todo lo anterior, la bola de cemento (le tomo prestada la expresión a Elvira Sastre) quiere abrirse paso y no se lo permito. La ansiedad me acecha y me defiendo; casi siempre sé hacerlo. No dejo que los espejos me devuelvan una imagen que no quiero ni que el silencio se enraíce donde no debe. Aunque a veces lo deseo.






viernes, 13 de octubre de 2017

NO TOMARÁS EL NOMBRE DEL UNIVERSALIZADOR EN VANO

En Lógica se llama universalizador al signo que engloba a la totalidad de los individuos. Dicen que a Churchill le preguntaron qué opinaba de los franceses y contestó algo así: “No lo sé, no conozco a todos”.

En las ciencias empíricas hay que buscar leyes. Por lo tanto, leyes universales, pleonasmo innecesario. En ciencias humanas también se buscan. A veces hay que conformarse con estadísticas, aproximaciones a la verdad (lo que, por cierto, también hacen algunas ciencias de ésas que se tienen por absolutamente verdaderas).

En la vida corriente utilizamos a menudo el universalizador: las mujeres/varones, los inmigrantes, los catalanes, los futboleros, los profesores… Implícitamente se halla el “todos”. Grave error: no tomarás el nombre del universalizador en vano.

Nos enseñan muy pronto que pasar del 1, 2, 3… n al todos es un grave error, un pecado mortal contra la lógica. Obviamente, la inducción completa (pues se llama inducción) es posible en ocasiones, en pocas ocasiones. Lo malo es cuando tomamos la parte por el todo o la muestra por la globalidad. Entonces no sólo hay error lógico sino mala leche o algo peor.

Algunas variaciones de esto: “el pueblo”, “nosotros”. Me da miedo quien habla en nombre del pueblo. Primero porque en todo caso representa a una parte del pueblo (lo que, indudablemente, no es el pueblo, del mismo modo que un trozo de tarta no es la tarta). En segundo lugar, porque comete petición de principio, esa falacia que consiste en dar por cierto (suponer) lo que primero hay que demostrar.

Yo no soy pueblo. No me universalicen, déjenme con mi pobre y particular existencia de hombre de carne y hueso, individualmente individual. Que ya decidiré yo -si quiero y si me dejan- a qué colectivos deseo pertenecer y por cuánto tiempo.

Mi grupo sanguíneo es 0+. Lo que significa lo mismo que mi talla de camisa, número de pestañas o dioptrías que llevan mis gafas. ¿O es que pertenezco al pueblo de los ceropositivos? ¿Acaso puedo reclamar los derechos históricos/histéricos de los miopes? ¿Los de la talla L tenemos hecho diferencial?

Pues eso, que no tomen el nombre del universalizador en vano. Que no sé si existe Dios, pero la lógica desde luego que sí.


Imágenes:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Aristoteles_Logica_1570_Biblioteca_Huelva.jpg
http://lecturaenbergondo.blogspot.com.es/2012/12/el-otro-hombre-de-miguel-delibes-ii.html



jueves, 5 de octubre de 2017

ELOGIO PARCIAL DE LA RACIONALIDAD

Cada día que pasa me hago más racionalista. No para todo, claro.

Pero creo que hay dos cuestiones en las que conviene delimitar mucho los ámbitos: la ciencia con la que conocemos y la política con la que nos gobernamos.

Me parece muy saludable que el personal disfrute con románticas declaraciones de amor, que se encienda horizontal o verticalmente. Me conmueven muchas películas, muchísimos libros, poemas. Es el reino de la expresión, del sentimiento, de la emoción sin muros ni amarres. Si no se hace daño a nadie, de perlas.

Otra cosa es la ciencia. Comencemos por ahí. Últimamente he tenido alguna que otra discusión con amigos y conocidos al respecto. En una ocasión, de modo simpático, me tildaron de “racionalista”. Vaya, yo creo que algunos de los que discutían conmigo mostraban al respecto una irracionalidad rayana en la superstición, lo cual conduce fácilmente a la manipulación. La cosa vino porque me confesé contrario a las pseudoterapias. Ya se sabe la réplica: a mí me funcionó, yo conozco a alguien al que le fue bien, no pueden hacer daño, la ciencia no tiene respuesta para todo… Temo que ignoran cómo funciona la ciencia, qué es un ensayo clínico, una evidencia científica, un proceso de contrastación (corroboración y falsación), una estadística, un método de trabajo… Mira que yo sé poco, pero es que hay quien no sabe nada. Y lo peor no es la ignorancia, sino hacer de ella conocimiento. Muy alarmante.

Internet está llena de páginas de timadores peligrosos. Uno de ellos recomendaba usar MMS con ácido clorhídrico, mejor que con ácido cítrico. Es calvo, pero sostiene que comiendo una planta crece el pelo. Todo eso lo vende él, claro, pero la culpa de todo lo tiene la malvada industria farmacéutica y la medicina tradicional, aún más malvada, creadora y cronificadora de enfermedades para engrosar la caja de caudales. Él no, lo que gana es por hacer el bien a la humanidad...  Mando unos enlaces al respecto.

Con lo del gobierno sucede lo mismo. Parece que hemos renunciado a un sistema más o menos previsible, incluso algo aburrido, en el que nos preocupásemos de los mínimos de justicia para dejar a cada cual los máximos de felicidad. Pero la hidra vuelve. En muchos países europeos, el descontento social se canaliza a través de lo más bestia de la tribu y la ciudadanía deja de serlo y retorna a la caverna, se agrupa “con los suyos” muy al fondo, prefiere mirar sombras y ecos y que alguien les señale por detrás qué es lo que deben ver, de quién es la culpa y cuáles son las soluciones. Lo identitario se potencia emotivamente, sin que acabemos de razonar o explicar las causas. La emoción es más interesante que la razón: lenta, minuciosa, rigurosa.  Las posturas se extreman (diría que se radicalizan, pero eso sería ir a las raíces, lo que no es el caso), se señala a los enemigos, se pone la máquina de fabricar banderas a pleno rendimiento… No sé adónde nos conducirá. Algunos no acabamos de entender cómo fue posible la Guerra Civil Española y las dos guerras mundiales. Pero ahora, viendo lo que veo, comienzo a comprender. Y entonces había un nivel de miseria e ignorancia que hoy no existe, aunque la amenaza de la primera es posible que potencie voluntariamente la segunda. No es un mal que viene de fuera: somos nosotros, son como nosotros. Me da miedo.

Yo creo que la racionalidad no tiene más alternativa que la barbarie. Por lo tanto, si alguno me quiere llamar racionalista en estos casos (y escéptico respecto a sus opuestos), adelante. Es un honor. Me avergonzaría de lo contrario: he ido a la universidad y no estoy orgulloso de lo que creo, pero sí de lo que conozco.

Hay quién no entiende que, pese a esto que digo, disfrute de la poesía, de una buena noche de amor si se tercia (se tercia poco, siempre se tercia poco) o que se me escapen lagrimitas en una peli. “¿Tú? ¿Con lo racionalista que eres?”.

Pues eso. Racionalista parcial, según y para qué.






PD: Dejo para otro día las disquisiciones más técnicas: tipo de racionalidad, límites, usos, etc. Para los impacientes, el libro de Mosterín (recién fallecido): un tipo que sabía de qué hablaba, que conocía la filosofía y la ciencia. En profundidad, sin mitologías hermenéuticas.