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sábado, 7 de noviembre de 2015

SENTIMIENTOS/SUBVENCIONES

A raíz de alguno de los infinitos roces que se producen en un partido de fútbol, oí a un comentarista decir que no hay que mezclar fútbol y política. Supongo que quería decir que eso significaría llevar al fútbol a un lugar que no le corresponde, peligroso, ideologizado y sectario.

Pero no sé yo. Porque por mucho que lo pienso, pocas cosas están más imbricadas con la política que el fútbol.

Multitud de equipos lucen en sus equipaciones las banderas de sus comunidades autónomas; algunos incluso hacen de la bandera su camiseta. Otros lucen inequívocamente la enseña nacional.

Hace poco vi un partido en el que jugaba el Barcelona, ese equipo estupendo en el que lucen la senyera catalanes de pedigrí como Messi (argentino), Suárez (uruguayo), Neymar (brasileño), Iniesta (manchego), etc. Nada que objetar, desde luego, al cosmopolitismo balompédico, que me resulta más natural que ese amor a la tierra propio de épocas muy pasadas, del romanticismo de hace un par de siglos, pero cada cual hace en su equipo (con su dinero) lo que mejor le parece.

El dinero, eso es. El dinero. Los equipos de la tierra, de la estricta pertenencia al mapa, tienen un serio problema a la hora de competir con los de la chequera. Pese a todo, ambos hacen gala de ser los equipos de allí, los que representan a la ciudad, a la región, al país… Y eso no es tan sencillo de justificar. Veamos.

¿Representa a Barcelona el Barça o también el Español? Lo más inmediato sería decir que el Barcelona… que fue fundado por un suizo y era el equipo de los extranjeros de Barcelona, al contrario que el Español. Pero, claro, una cosa son los orígenes y otra los sentimientos actuales. Si no coinciden, una conveniente y orwelliana revisión del pasado es suficiente.

En este sentido, me llena de estupor la cancha que se da a dos ciudadanos respetables llamados Guardiola y Piqué, que se han manifestado reiteradamente en favor de la causa independista catalana o del derecho a decidir (no son equivalentes). Salen una y otra vez en los medios, como si sus argumentos fueran superiores en fuerza y verdad a los del panadero de Solsona, el maestro de Vic o el camarero de Salou. Sólo su relevancia deportiva justifica que se les escuche e incluso que les conceda un plus de atención (no digo de razón, que esto es otra cosa).

Estos deportistas, y otros muchos, terminan sus discursos cuando el Barcelona gana algún título con exclamaciones tipo “¡Viva el Barça y viva Cataluña!” (en catalán, naturalmente). Desde Hume sabemos que el hecho de que dos acontecimientos aparezcan seguidos hace a la mente humana percibirlos como si uno fuera la causa del otro. Esto es, si el Barcelona gana, eso engrandece a Cataluña. No insistiré en la falacia argumentativa, porque los emisores del mensaje tienen intención expresiva pero no informativa.

Cuando alguno de estos equipos tiene dificultades económicas, tira de instituciones y pide al Ayuntamiento, Diputación o Comunidad Autónoma subvenciones a fondo perdido. Al fin y al cabo, llevan el nombre de la ciudad por el mundo… Lo que conduce a una conclusión difícilmente discutible: esa ciudad gasta un dinero público en asuntos privados. Por ejemplo, si no estoy mal informado,  el Ayuntamiento de Valencia pagó el viaje a los aficionados para ver los últimos minutos de una final de Copa en Madrid suspendida por la lluvia; el Ayuntamiento de Mallorca sufragó la indumentaria con el color ad hoc a los aficionados del equipo para que la luciesen en otra final. Esas mismas instituciones que luego recortan o niegan un dinero necesario (eso sí, sin escudos ni banderas bien visibles), pero que pagan facturas millonarias a empresas privadas que juegan con los pies.

Yo creo que hay que subvencionar poco porque produce dependencia y clientelismo, cuando no pereza emprendedora. En asuntos deportivos, depende. A lo profesionalizado, nada; es decir, fútbol, baloncesto, balonmano… Otra cosa es el deporte de base, las canteras y aquellas especialidades que, o bien te dan facilidades, o cerramos el chiringuito. Estoy pensado en la gimnasia, la natación, etc. Pasa como en otros espectáculos. Que se subvencione el cine está bien en parte, porque si eso es para que puedan hacerse películas cuyos beneficios deberían devolverse a modo de inversión, estupendo. Si es para pagar una millonada al actor de turno a costa del dinero público que proviene de los impuestos de los que no ganarán en una vida de trabajo lo que ese actor en un mes…, pues no.

De modo que según y cómo. Por supuesto, nada de ceder al chantajista presidente del club (que representa a la ciudad) cuando lo ha conducido a la ruina. Apechugue con su gestión y no lloriquee, del mismo modo que no repartió con la ciudad el dinero de la venta de jugadores o de los escandalosos beneficios que producen las camisetas del equipo. Y, por favor, aficionados, el lugar del pensamiento está bien arriba.

4 comentarios:

  1. ¡Que razón tienes en lo que dices, Atticus!!! Yo no soy nada futbolera y nunca he entendido esos sueldazos descabellados que ganan algunos jugadores por correr detrás de una pelota. Bueno, vale es un deporte como otro cualquiera, pero no comprendo porqué tienen que ganar tanto cuando hay tanta gente que no llega ni a mileuristas. Me parece una horrenda desproporción. Pero como el futbol mueve a las masas...
    Un beso

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    1. A mí no me molesta que ganen mucho dinero, siempre y cuando no juguemos en esa indefinición: es una empresa privada, paga lo que quiera, sí, pero a la hora de los problemas, echan mano de las instituciones para que se tapen económicamente los socavones de su gestión. Y peor aún es es que las masas actúan siempre "pensando" de cuello para abajo, es decir, visceralmente. Así no hay manera. Son esos que ven conjuras y conspiraciones contra su equipo, su ciudad, su tierra, su país; es decir, contra los suyos. Así, insisto, no hay manera.

      Los problemas son otros, efectivamente. En este país en el que ser mileurista ha pasado de ser una desgracia a ser una suerte, hay que indignarse por otras cosas.

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  2. No sabía lo de las raíces suizas del Barcelona y su extranjería de origen (quizás eso explique algunas cosas) y que el Español era, por el contrario, el de los españoles hoy espanyoles.

    Qué cosas. En cuanto a las presencias públicas, bueno, el victimismo, desde el triunfo arrolador del cristianismo sobre el paganismo, es un arma política de primer orden.

    Soy del Atleti hasta las cejas, pero simpatizo también con el Real Madrid, el Rayo y el Geta…, pero no veo que representen la esencia de la madrileñidad.

    Estoy a favor de un referendum en Cataluña y en cualquier lugar donde un movimiento suficiente de ciudadanos lo reclame. Estoy en favor de que cualquier comunidad que quiera la independencia la obtenga si consigue, más o menos, dos tercios de los votos.

    Y estando a favor de eso, me importa una caraja con puntillas si se quieren ir o quedar..., los catalanes, los vascos, los bilbilitanos o los de Algete Sur.

    Y lo que dices de las subvenciones, niquelao.

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    1. El Barça lo fundó un tal Hans Gamper, que por aquí fue conocido como... Joan Gamper. Lo mismo mateix! Pero que más da el pasado: si nos conviene lo utilizamos como fundamento de derecho. Si no, lo interpretamos a nuestra conveniencia.

      Eso, en mi opinión, nada dice del derecho a decidir, que me parece elemental. Es como en lo divorcios. ¿Por qué hay que tomar la decisión entre los dos? Sería lo ideal, pero me temo que con uno que quiera irse debería ser suficiente. En el caso de territorios, sería deseable, como dices, una mayoría que lo reclamase (parece que la hay) y más que una mayoría simple que lo desease. Por arte de birlibirloque (ley D'Hont, lo llaman), una minoría de un tercio de los eventuales votantes deriva en mayoría absoluta de diputados. Esto, como mucho, es legalidad, pero su legitimidad es muy baja. Se precisa algo más, no sé si dos tercios, como dices.

      ¿Y si el Valle de Arán lo solicita? ¿Y si Cartagena? ¿Y si el barrio de Torrefiel?

      Sabia afición la que sostienes: de algún equipo, contra ninguno.

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