La
megalomanía del personal es infinita. Y mi paciencia cada día menor, aunque
hago ejercicios espirituales para mejorarla.
Viene esto a
cuento de algunas personas que, como reza el título del post, derrochan el yo, el mí, el me, el para mí, el conmigo e incluso el sin mí. Son imprescindibles para el mundo.
Hablo de
esos tipos y tipas que tienen una vida tan insignificante como la mía, como la
de casi todos. Ésos que creen que su
oficina sería incapaz de gestionar nada sin su
imprescindible trabajo. Ésos que tienen una familia (mi familia) mejor que ninguna en el mundo planetario galáctico
interestelar. Ésos que se han metido en política para mejorar la vida de los
demás (porque en mi ayuntamiento/comunidad/país
hacen falta personas con criterio y sin ataduras, o sea, como yo). Ésos que tienen amigos, qué digo,
esos que hablan siempre de mis
amigos, con un sentido patrimonial que indica que son suyos y no pueden serlo de nadie más, no en el mismo sentido, no
con la misma intensidad. Esos que hacen un curso (mi curso, mi universidad)
que tiene la mayor enjundia desde que el ser humano se ha puesto a pensar.
Qué fatiga,
Dios mío, qué cargantes.
Son ésos a
los que te encuentras en la playa, en la piscina, en el bar a la hora del
vermut... Tú estás inmerso en las páginas de un libro -un suponer- y te preguntan (como si no lo
vieran) qué lees. “La última novela de Muñoz Molina”, respondes.
“Pues yo”, comienzan, “creo que es un autor venido a menos porque el
reconocimiento oficial ha estropeado su compromiso y se ha convertido en
previsible, se repite; yo ahora prefiero los autores menos conocidos de
editoriales independientes, porque a este país le hace falta cambiar,
regenerarse, en literatura y en todo lo demás, ya está bien de lo de siempre, he
visto en internet un foro literario -porque participo en foros, ya lo sabes- y
allí discutimos de literatura y de historia; tengo un amigo catedrático de
filosofía que me dice que lo que escribo tiene rigor intelectual y que es
punzante, vamos, que voy al núcleo de la cuestión; pues eso, que mi amigo el catedrático publicó el otro día en el foro que gente como yo hace falta para cambiar el
país, y había un cenutrio por allí, un fachorro de ésos que se metía sin saber
dónde, porque esto está abierto a todos, pero ya sabes que algunos como no
saben nada de nada, dicen tonterías mientras yo y mis amigos intentamos dar nivel
a la discusión. Anoche estuve hasta las dos discutiendo sobre la hucha de las
pensiones y lo que está dilapidando este
gobierno que no tenemos, ya sabes que yo he sido siempre muy crítico con el
poder porque en el foro intentamos ir al fondo de las cosas, sin dejar que
otros piensen por nosotros…”.
A estas
alturas hace tiempo que he desconectado. Creí que me preguntaba por el libro de
Muñoz Molina, pero veo que no.
“Bueno, me
voy a preparar la comida. ¿Tú cocinas?”, me pregunta al despedirse. “Lo justo,
pasta, arroz y un par de cosas más”. Mal hecho, he vuelto a entrar al trapo:
“Pues yo me voy antes de la playa porque tengo que preparar la comida, hoy
vienen mis amigos a comer, mis hijos no porque están de vacaciones en el extranjero, pero a
veces cocino para quince. Les voy a hacer una recreación de gazpacho, pero con
sandía y cítricos y un aceite de trufa que me trae mi hijo Borja del
Maestrazgo, porque tú conocerás el Maestrazgo, ¿verdad?, y después un arroz
crujiente al estilo tunecino con pasas y aromatizado con especias que mi amiga Patricia
me trajo este verano, porque Patricia me quiere mucho y siempre se acuerda de
mí cuando viaja, no sabes qué viajes, sí, Patricia, la que se casó con el
Delegado de Hacienda; después voy a rellenar con castañas y zanahoria una aleta
de ternera gallega acompañada de crujiente de calabacín. Lo que no tengo claro
es el postre, pero mi amigo Juan Antonio, el director del banco, seguro que
trae algo porque ahí donde lo ves lo suyo es la repostería, pero claro, qué
haría el banco sin él; un hombre muy sencillo, vale mucho, pero a él nunca lo oirás
presumir. No sé, tendré preparado un poco de helado de melón con piñones
caramelizados por si no se le ocurre. Y el vino, ay, el vino, no se me ocurre.
¿Tú sabes de vinos?”.
“No mucho,
pero hace calor, yo pondría un rosado fresco que va con todo”, me atrevo a
sugerir, sintiéndome un bobo.
“Eso había
pensado yo. Un rioja, o un ribera, he leído que son
mejores. Me dijo mi amigo Arturo, el que tienen una agencia de publicidad, que
antes los rosados que se podían encontrar eran casi todos de Navarra, pero ya
no. Dice Arturo, que viaja mucho y estuvo en un curso en las bodegas del
Marqués… ahora no me viene a la cabeza qué marqués, que el mejor vino blanco es
cualquier tinto, pero es que tienes razón: un rosado va con todo, es como los
básicos del armario, seguro que mi amigo Arturo me riñe por poner un
rosado, pero claro, es que es verano, y enfriar un tinto ni hablar, eso sí que
está prohibido, me lo dijo Arturo, sólo vale para que bebas hielo, para disimular
un mal vino. Yo se lo dije a mi hija Lourdes, que no hija, que el tinto a
temperatura ambiente, que parece mentira que seas mi hija; si no quieres,
entonces agua, que es un regalo del cielo, pero no me pongas el vino tinto en
la nevera, que además estás aplastando el suflé de patata con curry”.
“Un rosado, lo
mejor. Y si Arturo trae tinto os lo tomáis, pero un rosado siempre está bien.
Eso sí, que no sea espumoso”.
“¿No te
gustan las burbujas? Pues yo creo que dan chispa a las comidas, alegría. Aunque
tienes razón porque donde esté un vino con cuerpo… Pero, claro, el champán es
otra cosa, no sé si has comido con champán alguna vez, no digo al final, con
los pasteles, sino durante la comida. Pues en casa de mis amigos Manoli y
Alejandro todas las cenas son con champán, no sabes qué elegancia. Manoli ha
vivido mucho en París y dice que allí es una religión. Cuando voy yo descorchan
el Moët. En su casa no beben otra cosa. Ellos saben que yo no entiendo de
vinos, así que cuando me invitan llevo siempre algo de primero, que ya sabes
que a mí me gusta cocinar porque mis amigos dicen que he nacido para esto, que
están encantados con que vaya a menudo a su casa porque mi conversación y lo
que les cuento de los foros en los que participo…, eso sí que es cultura de
verdad, yo siempre participando en literatura y en política. Ellos son más de
la vieja escuela, leer y viajar, dicen que Internet es para los jóvenes, pero
claro, como les digo, lo que soy yo. ¿Te he dicho que estoy en un foro de
discusión sobre macroeconomía? Bueno, te voy a dejar, que no llego a preparar
la comida, otro día te cuento lo de la economía; un catedrático de la
universidad de Deusto me preguntó si me
dedicaba a las finanzas por un párrafo que escribí contra las políticas
fiscales de Montoro y la necesidad de invertir en el futuro de los ciudadanos de este país. Otro día te cuento, que he dejado el horno encendido a
baja temperatura”.
Pues eso. Y
yo me quedo en mi triste silla de playa, abismado sobre la última novela de
Muñoz Molina -es un suponer-, ese insignificante juntaletras, sin que amigos de
tanta relevancia me inviten a comer con champán francés y crujientes de foie
sobre lecho de frutos rojos pochados en Oporto, con mi lamentable microeconomía a cuestas y pensando
si el queso que echaré por encima a los macarrones será emmental o parmesano en
polvo, qué digo, triste imitación del súper de la esquina. Qué triste es mi
vida. Mi vida.
Hay gente que es cargante hasta el infinito y más allá. Hay personas que con sólo verlas dan ganas de salir corriendo. Se creen que su vida nos importa. No tienen nada mejor que hacer. Pero es que además, no les escuchas y siguen con la matraca. Dan ganas de decirles:"¿pero no te das cuenta de que te estoy ignorando?". Por desgracia, hay bastantes así.
ResponderEliminarEstoy releyendo lo que he escrito y, pese a que siempre repaso mucho (esto lleva escrito más de un mes) me doy cuenta de que me ha salido más agrio el post de lo que pretendía.
EliminarPorque nadie está libre de ser un cargante. Todo depende de para quién y cuánto tiempo. Es más, seguro que quien esto escribe es insoportable para mucha gente porque a veces lo es para sí mismo. Si estamos atentos, todos tenemos algún momento de esos en que, si mirásemos el rostro de los que están cerca, leeríamos con claridad que estamos siendo pedantes o que lo que contamos no tiene el más mínimo interés.
Me agrandan, sin embargo, esas personas que hacen cosas interesantes, a pequeña escala casi siempre, con modestia, de puntillas, sin alardear. Ésas que pintan bien pero casi esconden sus cuadros. Ésas que escriben como los ángeles pero que no dan importancia a lo que hacen. Ésas que cocinan como si Dios les dictara la receta y no se creen cuatro estrellas michelín.
Pero insisto, como en la Biblia: el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Me incluyo. Sólo pido a los que lo piensen así que me lo digan sin insultar, sin acritud. Ya sé que sólo soy capaz de pintar paredes, pergeñar algún escrito en este blog y cocinar para la supervivencia.
Pero entenderé que alguien se cisque en mis muertos.
Tienes razón. Todos tenemos algo de cargantes. Pero cuando uno lo es siempre, ya es otra cosa. Todos deberíamos escucharnos de vez en cuando y fijarnos un poco en nuestro interlocutor. Mejor nos iría. (Generalizo. No nombro a nadie).
EliminarDe pedantes está lleno el mundo y de esos que te miran por encima del hombro porque ellos son lo más..., también. Como tú dices, todos podemos ser cargantes en un momento determinado, pero espero que pedante, yo al menos no lo sea.
ResponderEliminarYo huyo de ellos como de la peste, porque no soporto la prepotencia. No les doy cancha y les corto rápido, a veces incluso raye en la mala educación, pero es que me superan, no puedo con ellos.
Como esas personas que te dan la chapa, suponiendo el típico vecino que no te conoce de nada y que te cuenta su vida (más o menos del estilo de tu supuesto) o cosas que no te interesan en absoluto, cuando más prisa tienes. Pero bueno, como ya te he contado, soy experta en cortar a tiempo ese tipo de conversaciones
Besos
A mí me gustaría, pero no suelo hacerlo. De modo que a veces entro al trapo. Como el del supuesto. E incluso les digo con educación que discrepo en algo o que en una pequeña cosa no tienen razón... Gravísimo error. Ahora sí que estás perdido si haces eso, o sea, como yo.
EliminarDe todos modos, más que de prepotencia yo hablaría de vanidad, de ego hiperinflado. No suelen imponerse por la fuerza o elevando la voz, sino con el raca-raca de su interesantísima vida, una y otra vez.
Alguna vez he intentado cortar, como tu dices. ¡Y se lo toman fatal! No entienden como alguien tiene algo más importante que hacer que escucharlos.
Ególatras-egocéntricos... ego ego ego... puajjj Para esos seres especiales tengo una mirada glaciar que suele cortarles el rollo con estilete. Pero si no se percatan tengo también una descarga de ironía cruel que no suele fallar.
ResponderEliminarPor cierto, lo de la cocina y los vinos me pone directamente de los nervios en los "ego" y los medios de comunicación que parece que ya no pueden vivir sin ponernos a un cocinero (normalmente hombre) en nuestra vida con unas recetas endiabladas.
Muy buena tu reflexión, me ha hecho sonreír en varios momentos.
Un abrazo!!
Estoy aprendiendo. Yo que creía que lo que debía aprender es tolerancia y resulta que lo que hay que aprender es a rechazarlos. Bueno, la tolerancia ni es un bien absoluto ni puede ser infinita.
EliminarInsisto en que la vanidad parcial es un pecadillo perdonable que todos cometemos. Lo malo es el que tiene un único tema de conversación; "Yo y mi circunstancia" (como diría Ortega), es decir, la vanidad a tiempo completo. Eso si que no.
Lo de los cocineros va por oleadas, supongo. A mí me gustan los programas de cocina, pero no a todas horas, y menos aún los concursos en los que esos divos despellejan sin educación a aspirantes. Me interesa lo otro. Es cierto que casi siempre son hombres (¿micromachismo?). Pero cuando asoma la cabeza la brillante, inteligente y pizpireta Carme Rusalleda, yo me levanto y le hago la ola a la tele.
Te agradezco el halago. Presentaré el texto al Club de la Comedia. A ver qué.
Yo suelo desconectar ante conversaciones así porque me ponen de mal humor, aunque no siempre es fácil...
ResponderEliminarGracias por esta indignada pero divertida entrada.
Abrazo!
Es casi siempre mi salida. Pero, ingenuo como soy, cuando me preguntan algo, me parece que tienen interés, y caigo en la trampa: pues no, era una excusa para hablar de sí mismos (y mismas).
EliminarDe nada. Me ha reñido CrisC por la extensión; había prometido en el anterior algo más breve y mira lo que ha salido. Al menos parece que os ha hecho sonreír a alguna.
Los hay palizas y dan ganas de meterles unas idem, y los hay que dan pena.
ResponderEliminarConozco algunos (ojalá no me parezca a ellos ni una milésima). Tienen uno o dos temas, tres a lo más (siempre incluyen su trabajo); y te "balasean" con ellos hasta el nanodetalle.
Pero se resumen en uno principal, "Yo", y uno subsidiario, " soy genial(a)”.
Su problema es que no hay Patricia, Juan Antonio o Arturo que los tenga en cuenta, ni Manoli o Alejandro que los invite a casa. Es una patología en ambos casos -conmueve y cabrea sin contradicción.
Uno y otro necesitan hacerse valer ante los otros y ante sí mismo. En fin. Pero a horas de vermut no toleres: ataca, Atticus.
Mételes en el pescuezo con el tomazo del Molina.
Mira que eres cruel con mi amigo AMM. A lo mejor el superplasta soy yo con ese escritor que recomiendo a todo el mundo.
EliminarEsto sí, el vermut es el vermut. Me haré intolerante a tiempo parcial, no vaya a ser que.
Algunos merecen misericordia, por la triste vida que se oculta tras palabras huecas. Pero no puedo evitar que me salten los plomos. En una ocasión cené entre dos tipos que se pasaron el tiempo hablando de los planes de ordenación urbana de sus respectivos pueblos. Tenía que haber fingido un dolor de pierna, como aquél, o un ataque de caspa, o alistarme en los marines por el procedimiento de urgencia.
Favor, Atticus, unos tíos como ésos son un diamante embrutecido.
EliminarUnos julais así, capaces de hablar de "planes de ordenación urbana" en una cena, son el epítome del palizofrikismo, la quintaesencia del plasta patrio, la piedra filosofal del aburrecadáveres...
¡Ah! Qué singulares especímenes, que ejemplares de alimaña verborrágica en peligro de extinción. ¡Haz todo lo posible por conservar su hábitat natural, su territorio de palizocaza, su nicho ecoplastológico!
Sacrifícate, si es menester (lo es), Atticus, en la pira de la diversidad biológica y dales ocasión, favor, a otros temas de tanta enjundia, e interés humano, como ése de..., ¿cómo era? Ah, sí, los planes de ordenación urbana.
Por Dios, qué ejemplares de la condición humana. Plis.
Qué bien lo he pasado releyendo el post. En esta ocasión, también las intervenciones. Y que sepas que no te ha salido "agrio" como decías. El verano os sienta bien:capacidad intelectual,ingenio y sentido del humor, mola. Algún comentarista fluye de tal manera que introducen palabras nuevas -al menos, desconocidas para mi- que confieso. me han cautivado (palizofrikismo, ecoplastológico..). Oye, reivindico ese arte.
EliminarNada de lo que digo falta a la verdad, CrisC, esa cena existió y yo estaba entre esos dos elementos, y sin poner meter baza. Debí fingir un dolor de pierna.
ResponderEliminarMe alegro, Ali, de que te haya gustado y de que no te haya parecido agrio. El verano sienta bien a todo el mundo excepto a esos calvinistas del trabajo.
Bienvenida, aquí a veces se aprende. No por el dueño de la bitácora, desde luego, sino por los invitados.
Ah, perdonad la tardanza: he estado por tierras normandas y no tenía acceso fácil a internet.
No sabes lo que me he reído, nada de agrio. La novela de Muñoz Molina será sobre lecho de selva vírgen con flores de cielo de Birmania, por lo menos ¿no?
ResponderEliminarMe alegra lo que me dices. Pero la novela hay que leerla a pelo, sin aditivos, sin emplatar, sin aromas coadyudantes.
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