Del vecino guarro que tira las colillas por la ventana y deja la acera hecha un asco.
De los que malaparcan en segunda fila, teniendo un hermoso sitio a diez metros. Muy especialmente a esos superpadres que bloquean un carril porque al nene hay que bajarlo en la mismísima puerta del lugar en el que lo depositan.
De los que ocupan dos plazas de aparcamiento en lugar de ajustarse a una porque yo lo valgo. Más aún si esas plazas son para minusválidos y ellos ignoran tal indicación.
De los que tienen tan escaso nivel de inglés que ignoran el significado de la palabra STOP. Igual la DGT debería rotular en castellano, como hacen en Latinoamérica.
De los que creen que en las rotondas hay que conducir testicularmente y salir por donde les apetezca en cada momento. Sin gastar intermitentes, desde luego.
De los que hacen oídos sordos a eso que se dice en el supermercado: “Pasen por la caja 2 en orden de fila”. ¿Ellos? ¿En orden pudiéndose colar?
De los que subrayan y anotan libros de la Biblioteca. Sin duda desconocen la diferencia entre lo público y lo privado.
De los protestones de pasillo. Sí, esos que, cuando alguien plantea protestas de otro tipo responden que no sirven para nada y que para eso están los sindicatos.
De los que tienen razón siempre y en cualquier tema. Creen ellos, animalicos.
De los abusadores en cualquier ámbito, incluido el gobierno.
De los que anulan a su pareja, la ningunean, la desprecian; todo lo más, la lucen en público, pero dejando claro quien manda, quien sabe, quien decide, quien es superior.
De los que ocupan la acera cuando van en grupo y no se apartan para permitir el paso de una persona. Tienen sentimiento de manada.
De los que van a un recinto deportivo a insultar gravemente y dar salida a su resentimiento digno de mejor causa. Faltan especialmente al respeto a los árbitros, a menudo delante de sus hijos, que de esa manera reciben una lección que no olvidan.
De los que no saben para qué sirve cada contenedor. Añado a aquellos que consideran contenedor de sus desperdicios cualquier espacio público.
De los que “ayudan” en casa.
De los que hacen de su ignorancia soberbia.
De los que añoran tiempos pasados que no han vivido ni tampoco saben de ellos porque no leen. Durarían dos telediarios en una dictadura.
De los que ponen los pies en los asientos de enfrente cuando van en tren.
De los que se descalzan en el transporte público.
De los sucios y malolientes que han de compartir espacio con la gente razonablemente aseada.
De los sistemáticamente impuntuales.
De los cotillas, de los cizañeros, de los que malmeten.
De los roñosos, esos que nunca llevan dinero o no lo encuentran, pero siempre añaden que “La siguiente vez invito yo”.
De los que gritan y de los que consideran que su música debe ser compartida a un volumen indecente.
De los puritanos.
De los mentirosos.
De los que consideran que todo les es debido.
De los victimistas.
De los que son amigos para siempre y un buen día se deciden a ser los campeones del ghosting.
De los cuñaos.
De los que no tienen tiempo... para ti.
De los ortodoxos, los fanáticos, los fundamentalistas, los intolerantes. De los impermeables al razonamiento.
De los creadores de discursos ad hoc para justificar lo injustificable.
De los que no escuchan.
De los lectores de un solo libro, de un solo periódico, de un solo gurú.
Me he despachado a gusto. Los usuarios habituales de este blog sabrán perdonarme, espero. Otro día escribiré en positivo. Lo de hoy era un ejercicio espiritual recomendado por mi psi.
Procedencia de la imagen:
https://www.otromundoesposible.net/estoy-harto/
Bravo!
ResponderEliminarGracias!
ResponderEliminarAtticus, tienes razón en todo. Yo añadriría: los que van en monopatín o bicicleta por la acera; de los que hacen intrusismo laboral, aunque no tengan ni idea; de los que critican absolutamente todo...
ResponderEliminarUn beso.
Los que van en monopatín o bici por la acera son un peligro objetivo. Deberían ser severamente multados, no entiendo la escasa regulación de esos vehículos. Lo de la crítica ya lo había dicho (cotillas, cizañeros...). No sé a lo que te refieres con lo de intrusismo laboral, lo cierto es que las leyes deberían regularlo. Otro beso.
EliminarPues mira, Atticus, genial tu desahogo, que los blogs de uno están para escribir lo que a cada cual le apetezca y el que no quiera leer, que no lea.
ResponderEliminarSuscribo tus quejas, yo también me quejo de todo lo que dices, añadiría "De los que hablan por teléfono en cualquier sitio gritando (no me refiero solo a las bibliotecas), convencidos que a los demás nos interesa su conversación", "De los que se pasan las normas de las bibliotecas por el forro, porque no son para ellos" "De los que sueltan a los niños en la sala infantil de una biblioteca sin ocuparse de ellos, aunque los niños den mucho por saco" (es imposible que no salga mi vena de bibliotecaria, jeje) "De los que caminan y ocupan todo el carril-bici sin dejar pasar a los ciclistas" y bueno..., eso es lo que a bote pronto me viene a la mente tras leerte.
Oye, que bien sienta un desahogo de vez en cuando...
Besos