Vistas de página en total

martes, 17 de agosto de 2010

DE COMPRAS EN IKEA

Llego a Ikea a la hora de comer y tengo hambre. Albóndigas suecas, que no se parecen en nada a las de la abuela. Estoy solo en una mesa demasiado grande. Qué triste. A Ikea vienen familias, muchas parejas jóvenes, bastantes gays. No pertenezco a ninguna de esas categorías y por eso estoy comiendo solo en una mesa demasiado grande. En la caja me ha atendido un muchacho, muy joven. Parece que aquí es un mérito tener menos de 25 años. Los empleados trabajan deprisa. Al poco tiempo los he clasificado en dos grupos: los de mirada ausente y lo que no. Supongo que los primeros acumulan cansancio, infinitas horas de trabajo, sueldos poco acordes con el esfuerzo y mucha presión de sus jefes inmediatos (que a su vez serán presionados por los suyos). Pero está el otro grupo, con sus mismos problemas y necesidades, pese a lo cual llevan la sonrisa puesta. Hablo de una sonrisa natural, no aprendida en un cursillo rápido y prendida falsamente al rostro.


“Que tenga un buen día”, me ha dicho Manuel, el cajero, cuando me ha devuelto el dinero del cambio por la comida. “Tú también”, he contestado, y de inmediato me he sentido estúpido. Yo tendré un buen día, él probablemente no, intercambiando dinero con personas que, en la mayor parte de los casos, no miran, no contestan, no agradecen. Pero ahora, sentado mientras engullo la tercera albóndiga, pienso que sí tendrá un buen día, porque la alegría la pone él, porque ha decidido hacer de ese trabajo rutinario algo que merezca la pena. Y esas palabras le sacan de la alienación de la caja, el ticket y las vueltas. “Que tenga un buen día”: no es mucho, pero es más de lo que los antropoides saben decir. Me miraba a los ojos, yo no era únicamente alguien que se dejó 6,05 € en el restaurante. No, por un instante fuimos dos personas que se desearon un buen día.


Le miro desde mi cuarta albóndiga. Su ridícula gorra es demasiado
pequeña y la lleva ladeada. Qué importa. Seguro que algún jefe tarugo le llama al orden, un estreñido que no entiende más que de balances y objetivos. Este muchacho es educado, sincero, se gana el sueldo y no está de más en la vida.


Estoy con la quinta albóndiga cuando me dicen: “Disculpe, señor”. Una latinoamericana me solicita espacio para pasar con un montón de bandejas utilizando un castellano cantarín. Me aparto, claro. La sigo con la mirada. Una familia le pregunta algo unos pasos más allá. Veo su sonrisa y los brazos que señalan. “Gracias”, dice el padre. “No hay por qué darlas”, responde ella. ¿Cuánto cobrará, cuántas horas aquí haciendo un trabajo aún más rutinario que el cajero, quién la espera después?


Hace tiempo trabajé en un hipermercado. Alguna vez, mientras colocaba conservas de atún o botes de tomate en las baldas, un cliente pedía algo que no encontraba. Me echar
on una bronca por responder pormenorizadamente, incluso por acompañar o alcanzar una mercancía demasiado alta. “Los productos se venden solos”, me dijo el amargado que tuve como jefe. Creo que las grandes superficies han corregido ya esos errores. Necesitamos ojos y palabras. Una sonrisa del personal de limpieza y una inflexión amistosa en el tono de voz de un cajero son la imagen permanente de una marca, de un comercio. Y venden, claro que sí.


Sólo compré una vela aromática, un escurrecubiertos, dos sillas, un blíster de pilas alcalinas y un par de bombillas de bajo consumo. Pero con la sexta albóndiga ya estaba escribiendo este post.

22 comentarios:

  1. A mi tambien me gusta dar las gracias y los buenos días,.... al menos mientras sea gratis.

    ResponderEliminar
  2. Te conozco poquísimo pero ya una vez te dije que me estabas sorprendiendo, las apariencias engañan y en tu caso la sorpresa sigue siendo grata. Me gusta tu humanidad, me gusta esa mezcla de frivolidad y profundidad, de responsabilidad y locura, de cultura sin pedantería, de muchas cosas que voy descubriendo.

    Y sí, estoy de acuerdo contigo en la clasificación que has hecho de las gentes que van al Ikea. Y, por supuesto, en todo lo que has dicho del chico y la chica que más allá de la rutina de su trabajo tenían una actitud que les otorgaba sentido a ellos y a los que les rodeaban.

    Ah!!, la próxima vez que vayas al Ikea, llámeme y te acompaño. Así no comerás solo y haremos un análisis en común de las Cosas de Ikea y de las Cosas de la Vida.

    Un abrazo, Montse

    ResponderEliminar
  3. Haces bien, Rafael, aunque sólo sea porque es gratis. No obstante, no es la mejor razón. Por último, la urbanidad ayuda, y mucho, a convivir. No es afectación ni cursilería.

    Eso sí, cuidado si lo haces en Ryanair, creo que cobran: 5 € por los buenos días, 10 por las gracias. Mirar a la azafata más de dos segundos... mejor no te lo digo.

    Hacía mucho que no te dejabas caer por aquí. Que no sea la última.

    ResponderEliminar
  4. Es mutuo, ya sabes.

    No quiero ni pensar lo que opinabas de mí al principio. ¿Pedantería o frivolidad? Soy todo eso, y más. Somos todo eso.

    Hace unos días descubrí la página del novelista Antonio Muñoz Molina, y en una de sus entradas se hablaba de esos azares cotidianos en los que hay inserta una historia, de esa gente, como aquéllos de los que hablo, de los que quisiera saber más. Esta página, además,tiene ese tono del que hablas y que ojalá me gustaría tener a mí, pero no es el caso. Os la copio, porque es de gran interés, sobre todo el "Diario":

    http://antoniomuñozmolina.es/

    Ya puestos, queridos blogueros, la bitácora de Montse es la siguiente:

    http://montsepedroche.wordpress.com/

    Allí la encontraréis y os haréis idea. Cuando hablan los amiguetes no es posible ser neutral. Juzgad vosotros.

    Y niña, dame otra cita que no sea ir a Ikea...

    ResponderEliminar
  5. Me tomo una semana de vacaciones. No sé si donde voy podré acceder a Internet. Tampoco sé si me va a apetecer. Pero prometo volver. Au revoir les enfants.

    ResponderEliminar
  6. Nos faltaron más tardes de piscina para que te pudiera contar qué impresión me diste al principio o más cenas o menos compañía, jajaja. Pero vamos que yo no creo en eso de que la primera impresión es lo que cuenta, para nada. Creo que todos nos hacemos primeras impresiones, no me creo a aquéllos que dicen que no; ahora bien, lo importante es tener la suficiente apertura de miras como para poder deshacerlas con la misma facilidad que las hicimos. En cualquier caso, lo importante no es lo que me pareciste sino lo que me pareces y lo que me parecerás porque lo importante es el presente, un presente abierto al futuro.

    Gracias por el enlace de la página de Muñoz Molina, la visitaré con calma, aunque ya no me da tiempo a tanto!!! Y con respecto a lo de hacerme publicidad me sonroja y me gusta al mismo tiempo (ya sabes que en esto de los blogs hay siempre un cierto exhibicionismo, aunque lo políticamente correcto sea decir otra cosa). De todas formas, quien tiene interés lo descubre pinchando sobre mi nick que en mi caso es mi nombre, ya hablamos de esto, en la blogosfera (que para mí también es vida) y en la vida yo soy Montse.

    En cuanto a la cita, ¿que te dé qué?, alguien me dijo una vez que las cosas tienen que se de ida y vuelta y me lo aprendí a pies juntillas, así que...

    Disfruta de esa semana de vacaciones todo lo que puedas y más: de tu parte emocional, racional, carnal...

    Un abrazo, Montse

    ResponderEliminar
  7. El otro día fui al cine... "Mis tardes con Margueritte"... Me acordé de ti... Comenzaron leyendo a Camus... :-)

    Disfruta de esta semana de vacaciones!!

    Te echaré de menos...

    Un abrazooOOO!! MMMMMUUUUUAAAAA!!!!!

    ResponderEliminar
  8. Por alguna razón (que enraíza en las edades tempranas, seguro), tengo un respeto casi sagrado por alguien que trabaja (también por alguien que duerme o se alimenta; y si es un bebé, ya es que me postro de hinojos…, pero éste es otro negociado).

    A ese chico le dijiste lo debido. Sin más. Eso no se justifica, y nunca es estúpido. Hiciste lo que debe un hombre decente.

    Ojalá ese chico tuviera un buen día, y tenga una vida buena. Ojalá también, la latina. Hiciste lo debido. Recuérdame, cuando nos veamos, que te pegue un lametón en la morreta.

    No hay sexta mala.

    ResponderEliminar
  9. Montse, una de las cosas más curiosas de la vida es ese conjunto de encuentros y desencuentros. Valen más los primeros. No diré que valen la pena, porque no son una pena en ninguno de los dos sentidos. Me alegro de que leas lo que escribo. Y que discutamos.

    Gracias por los buenos deseos. Todo ha sido bueno. De la carnalidad... otro día hablamos.

    ResponderEliminar
  10. "Mis tardes con Margueritte". No lo he oído en mi vida. ¿Qué tal? Dime algo.

    Acabo de volver de París. Hace tres horas apenas. Y tengo mono de blog. Amenacé con volver. He husmeado en la ciudad, la he olido, he cerrado y he abierto los ojos. Tengo en la cabeza unos cuantos posts y en la cámara unas cuantas historias.

    Cenamos bien en Montmartre, ¿verdad Fer, Signos? El mundo es un mouchoir.

    Estaba alojado cerca de la Place de la Republique, que a su vez está cerca de la Rue Camus. Pero no fui. Se va postergando y cuando te quieres dar cuenta estás en el avión de vuelta.

    He disfrutado. Yo también he echado de menos tus comentarios. Un día fui a un cibercafé, pero no había modo de añadir nada. La ciberfrancesería, eso será.

    ResponderEliminar
  11. A la entrada del avión una mujer de Air France nos pedía amablemente la carta de embarque. No sé si será por la dificultad idiomática, pero ella decía siempre "Merci" al devolverla, y nadie contestaba. Cuando me ha tocado a mi le he respondido: "Je vous en prie". Ella ha levantado la vista y ha contestado a su vez: "Au revoir, monsieur, bon voyage". Qué agradable. Aunque no se sepa el idioma siempre hay que aprender a decir: Por favor, Gracias, Buenos días.

    Tienes razón, CrisC, alguien que trabaja con amabilidad, merece un respeto. Si supiéramos su sueldo, doble respeto.

    Y no creas lo de la sexta, a partir de la quinta, como que no. Me acordé de las que hacía mi abuela, de carne picada de cordero, hace muchos años. Estos días hace un año que la enterramos, nos dijo adiós recién cumplidos los 102 años. Y yo ahora me estoy acordando de sus albóndigas.

    ResponderEliminar
  12. Lo de saludar, besar a tu padre y a tu madre, dar las gracias, pedir por favor, disculparse... me parece tan obvio que poco más puedo añadir pero ayer, haciendo la compra, presencié algo que me hizo recapacitar sobre este post.

    La cajera le estaba pidiendo al chico que pagaba en ese momento el DNI, y él no se lo daba, la chica se lo pidió por segunda y tercera vez, y él se impacientaba porque no le daba el ticket. La mujer que estaba delante de mí, y que veía y "oía" lo que estaba pasando gritó al chaval, tendría ventipocos, “pero te quieres quitar esos chismes del oído que te están hablando...” y pensé, esto es de locos, cada día más comunicados y cada día más solos.

    No seré yo la que reniegue de las cuchipandas blogueras, sería necio, pero... empiezo a pensar que algo se nos está escapando.

    Quizás no nos debamos extrañar de que la gente no hable si no es a través de un aparato (como estoy haciendo yo ahora, vamos). ¿Es de locos?

    ResponderEliminar
  13. Ayer vi una película francesa, "Mi mejor amigo", que va al hilo con este post. En resumen, que no por ser más amable y simpático tienes más ni mejores amigos, pero sí que la vida resulta mucho más alegre y llevadera.
    Feliz retorno parisino.

    ResponderEliminar
  14. "Mis tardes con Margueritte"... Es una adaptación de la novela con el mismo nombre de Marie-Sabine Roger. No he leído el libro, así que te hablo sobre la película.

    El protagonista es Germain, un hombre de unos cincuenta años, casi analfabeto, con una madre bastante peculiar que le trata fatal y una novia mucho más joven que él que quiere tener un hijo.

    La película comienza narrando cómo es su vida. A su vez, inicia varias historias paralelas, que, bajo mi punto de vista, creo que contribuyen a la descripción psicológica de Germain.

    Poco después, comienza la historia principal. LA AMISTAD. En su vida aparece Margueritte, una anciana apasionada de los libros. Comienzan a hablar y a darse mutuamente. Se inicia una relación generosa,llena de cariño.

    Surge así una película muy sencilla y emotiva, de la que emanan pensamientos del tipo:
    "Es curioso como en ocasiones, un amigo puede llegar a darte más que un vínculo familiar".

    A mí me encantó cómo Margueritte habla a Germain. El hecho de que una persona no haya podido acceder a determinadas cosas no la degrada ni hace que sus palabras carezcan de valor (tristemente hay muchas personas en el mundo con delirios de superioridad que jamás se pararían a hablar con alguien así).
    Me gustaron muchas observaciones de Germain... Como las que hizo sobre los diccionarios... (El otro día buscaba la palabra "gominola", y no estaba...)
    Me gustó Germain porque se atreve a pensar, a opinar, a valorar, con más valentía que muchas otras personas que poseen más conocimientos. Trata de entender lo que lee, y a veces lo hace con una sensibilidad... No se trata de ver mil mundos, se trata de intentar comprenderlos... Activar el pensamiento...

    Se abren muchas reflexiones pero el tema pricipal, para mí, es LA AMISTAD.

    HABLA DE LA AMISTAD.

    Un abrazooOOO!! MMUUUAAAAA!!

    PD: Atticus... GRACIAS. Nunca nos hemos visto, pero aquí tienes una amiga :-)

    Ah!! Quiero ver esas historias parisinas pronto!!

    ResponderEliminar
  15. Tienes razon, Alienor, en lo de las obviedades. Lo obvio es decir a alguna gente que a las 12 de la mañana es de dia. Conductas como las que narras no son otra cosa que mala educacion, o sea, algo muy importante.

    No acabo de estar de acuerdo contigo en lo otro que dices: lo del bloguerio e internet. No veo que nos hagan perdernos nada. Al contrario. Otra cosas es ese perfil autista que solo se relaciona a traves del teclado. No, eso si que no.

    Y perdonad, pero no se la razon por la cual no puedo acentuar. Pero se hacerlo.

    ResponderEliminar
  16. Gracias, paraqueloleas, anoto la sugerencia, que no conozco. Lo cierto es que, cuando visitas un pais distinto al tuyo te dan muchas ganas de saber mas, ver sus pelis, oir su musica. La vere.

    ResponderEliminar
  17. Y tambien vere la que me dices, Clotho, sin duda. Hace unos meses vi "Juntos, es todo2, basada en una novela de Anna Gavalda, que me gusto. Es, en el mejor sentido, una peli francesa. Y habla de la amistad, como la que tu dices. La vere.

    Que molesto es escribir sin acentos. Me tropiezo, me canso. A ver si lo arregla el antivirus o algun amigo de esos que se sonrien cuando les pides ayudan como diciendo eso de "Tu que harias sin mi". Y es verdad.

    ResponderEliminar
  18. No es que haya historias parisinas. Lo que hay es una ciudad que se me ha hecho nueva (aunque ya la conocia). Hay sensaciones. Pero algo escribire.

    ResponderEliminar
  19. A ver, Atticus, aquí tanta metáfora, tanto adorno, tanta poesía empieza a perderme. Yo, que soy más bruta, me gustan las preguntas directas (soy un poco tábano socrático, qué le vamos a hacer!, si te molesta me lo dices y trataré de corregirme) del tipo:
    1) ¿Ese nuevo descubrimiento de París a qué es debido?
    2) ¿Has ligado?
    3) ¿Ya ibas ligado?
    4) ¿De la carnalidad hablamos otro día?, ¿por qué otro día? Háblanos ya de la carnalidad.
    5) Aceptos e-mails en los que me cuentes todo lo que quieras, ya sabes que me encanta escuchar y leer un mail que alguien te escribe es una forma de escuchar.

    Me alegro de que todo haya sido bueno, te deseo que lo siga siendo. Un abrazo, Montse

    PD: no son acentos, lo que te faltan son tildes. Soy una tiquismiquis, ¡qué le vamos a hacer!

    ResponderEliminar
  20. Acepto pulpo (digo tilde). Y pido perdón a tan culto bolguerío. Signos, tú no hurgues en la herida, por favor.

    Más directo: ni ligué ni iba ligado ni nada.

    La carnalidad... También se peca de pensamiento. O, lo que es lo mismo, se va al infierno sin haberte comido una rosca y envima todo el santerío riéndose de ti por gilipollas. O sea, que poco que contar.

    Es que París no está asociado en mi vida a experiencias agradables, pero es muy largo, también íntimo, y no me apetece ir escribiendo al respecto. Pero como yo soy de terapia por inundación, allá que me fui.

    Estoy penssando que, mejor, escribo un nuevo post. Me pongo. A ver si mañana ya está.

    ResponderEliminar
  21. yo estuve en Paris hace 20 años, que no es nada, me encantó, habría disfrutado más con otra compañía pero no siempre se puede elegir...

    Lo de la terapia por inundación es valíente, no hay nada como "coger el toro por los cuernos" aunque no me gusta la tauromaquia...pero yo también lo practico(la terapia de inundación)

    Vamos al nuevo post

    ResponderEliminar
  22. 20 años... Curioso. Yo no había vuelto desde 1991. Y la ciudad es otra, no sólo porque ha cambiado, sino porque, como decía Neruda, "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".

    ResponderEliminar

Puedes escribir tu comentario. Agradezco la inteligencia, la educación y el sentido del humor. Por favor, no enlacéis páginas con contenido comercial, religioso o político. Tampoco las que claramente constituyen una estafa.