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lunes, 10 de octubre de 2011

ESCUCHAR

Tengo la suerte de contar entre mis amigos (amiga en este caso) a la persona que mejor sabe escuchar del mundo mundial y alrededores. Curiosamente, me recomendó ella la lectura del libro El arte de saber escuchar, de Francesc Torralba. Ella, que tiene ese don natural, cree que hay que aprender más sobre eso. Sabia actitud, pues sólo el necio cree que sabe: el sabio sabe que no sabe lo bastante.

Quería decir con este post que últimamente me doy cuenta de que no me apetece entrar en ciertas discusiones. Y no porque no sea combativo o porque la causa no lo merezca, sino porque me encuentro a menudo con personas que no quieren escuchar o (seamos generosos) no tienen esa capacidad. De modo que, o bien te limitas a escucharlos a ellos (que suelen repetir lo que antes han dicho sus radios, periódicos o religiones de cabecera), o te encuentras con una pared en la que rebotan tus palabras. En ambos casos, se tiene la sensación de que no hemos tenido una genuina conversación, sólo nos hemos arrojado palabras. A alguno de ellos le he oído presumir de su sus cualidades para la escucha…

Porque qué difícil es eso, y qué agradecidos estamos cuando sucede, una
de esas veces en que hemos transitado por la senda que transcurre entre la banalidad y la pedantería. Qué hermoso es dejar que alguien hable contigo sin que nadie se moleste por no estar de acuerdo, qué cómodo dejarse corregir, ampliar, reconducir.

Hay personas que saben de todo, tanto da que la conversación sea del Sturm und drang o de los regates de Messi, de mecánica cuántica o de las hipotecas subprime. Ellos saben y tú no. Y tienen unos gestos, una estructura lingüística y un poder de comunicación que te hacen sentir como un zoquete ágrafo. No te escuchan, no se apean, no consideran otras palabras que las que reflexivamente (onanistamente) vuelven a rumiar sus relucientes neuronas.

No escuchan. Por lo que sólo queda dejarlos hablar, enfangarse o perorar sobre la influencia de la dieta maorí en la descongelación de los casquetes polares. Qué aburrimiento. Y no dejarse seducir por ellos.

De modo, niña, que te seguiré llamando, por si tenemos algo de lo que hablar, por escucharnos.

17 comentarios:

  1. Que bonito el post. Creo que sé a quién van dirigidas estas palabras, y también creo que se lo merece. Sí, muy pocas personas saben o quieren escuchar, que es uno de los problemas de la sociedad: el no querer escuchar.
    Ya me explicarás qué quieres decir aqui cono onanistamente, yo tengo una idea, epro me has descolocado. Ya me lo explicarás.
    Pues eso, que me alegro de que tengas a una persona que te sepa escuchar y no te juzgue, que es fundamental.
    Lo mejor para escuchar y que te escuchen es escuchar sin intervenir, sin juzgar, pregunando sin parecer cotilla, intentando ponerse en la piel del otro. En fin muy complicado.

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  2. recuerdo a mi padre quejándose de los amigos o conocidos que le daban la paliza hablando de trabajo: a mí me pasa lo mismo: no lo(s) soporto, y no es reproducible la opinión que me merecen

    por lo general, quien habla mucho no deja hablar al otro

    por lo general, quien habla mucho tiene un tema principal, él/ella mismo/a

    por lo general, un subtema: lo maravilloso/a que es en distintos ámbitos, desde la sexación digital de pollos/as (nivel avanzado) a la mecánica de mantenimiento de instalaciones oleopneumáticas (en lengua vernácula)

    pero hay también quienes saben escuchar

    a alguien que suele comentar aquí, le dije que atticus es una de las personas que, aun hablando de sí en ocasiones, menos interés tienen en abrumar con ello

    y que es alguien que no sólo sabe sino que quiere escuchar

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  3. ¿Que lo sabes? No creo. Mira que tengo una vida social intensísima. Mi agenda tiene postizos y desplegables.

    Bueno, qué importa. No es la única, pero sí la que más. Y perdonad el resto de estupendos amigos: cada cual tiene sus cualidades. Eso sí, la última vez le fallé (así que pido disculpas desde aquí: un virus me asaltó y tuve que retirarme a casa, pero con los buenos amigos, eso no se debe tener en cuenta).

    Lo de onanistamente quiere decir "para-sí". Como aquel chiste de Woody Allen en el que decía que la prefería hacer el amor a la masturbación porque al menos conoces gente. Pues eso, que los onanistas de la conversación son aquellos que únicamente se escuchan a sí mismos, que se encantan, que no consideran otro logos que no sea el suyo, que consideran que con su yo (físico, intelectual) es suficiente. ¿Aclarado?

    No sé si estoy de acuerdo en lo que dices. Creo que escuchar es mucho más que poner la oreja. No es juzgar, si con eso se quiere decir que uno no se apea de su cosmovisión, pero tampoco es indiferencia. En ese difícil y artístico equilibrio está la clave. Complicado, un arte.

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  4. Mira, CrisC, amigo, menos mal que estoy solo en casa. Por lo del sonrojo, digo.

    Escuchar me parece infinitamente más difícil que contar algo. No sé si no será ese fondo cotilla, o, como dices, que escuchar es querer escuchar, porque la escucha no se impone, no sólo es un estar-ahí, sino un querer-estar-ahí. Se descubre, a veces, que el otro, de repente, empieza a hablar e hilvana unas frases con otras; está cómodo, tiene ganas de abrir las compuertas de las palabras. Y, a no ser que sea de los anteriormente descritos sexadores oleopneumáticos, es un placer y la mejor prueba de amistad. Nada de "¿me aceptas como amigo?", no: vamos a hablar. Cuando nos demos cuenta será el inicio de una gran amistad...

    Hace un tiempo tuve un quiebro afectivo. Creo que lo que más me dolió fue esa traición a las palabras: yo creí que ella me había escuchado, pero no: le regalé palabras que solo flotaron ante sus ojos. Y ella no me permitió escucharla. Pese a eso, me invitó a ser su amigo en el feisbuc. ¿O estoy siendo injusto con ella y no supe escucharla?

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  5. Quizás deba leer el libro porque reconozco que cuando algo me apasiona me cuesta bajarme del burro.
    Ese arte de equilibrista que dices es difícil, y según con quien, hasta imposible.

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  6. Pues mira, Elena, a mí me gusta mucho una frase que leí en el blog de Muñoz Molina a propósito de una polémica histérica. Alguien citó a Gracián, que decía que prefiere perder una discusión que perder el tiempo. Pues eso, que con algunos para qué. Lo mejor es bajarse del burro y marcharse caminando. Y así los tenemos a los dos frente a frente: los iguales. Algunos no merecen la escucha, no es que sea imposible. De modo que (otra vez "Casablanca"), como decía Bogart a Peter Lorre: "si por un segundo pensase en ti, probablemente te despreciaría".

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  7. Contar con amigos que sepan escuchar es para sentirse tremendamente afortunado.

    No conocía este libro, ¡pero toma nota!

    ¡Un saludo a tod@s!

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  8. Quería decir que tomO (yo) nota, jajaja, sorry!

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  9. Efectivamente. Hay amigos que te llaman a veces y en vez de una cerveza están pidiendo un hombro, o una mezcla de mirar y escuchar con atención e intensidad. Gran fortuna contar con gente así.

    El libro no es de esos de autoayuda, estúpidamente obvios, sucedáneos de receta médica para no pensar demasiado. Toma nota.

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  10. Últimamente están sucediendo muchas cosas en mi vida, y también, o quizás por eso, últimamente me noto cierta tendencia a pensar cosas que nunca había pensado, o las había creído diferentes.

    Entre esas cosas está, porque tú lo has procurado, Atticus, lo del “amigo que saber escuchar”. Ahora, hoy, su figura se me queda corta. No digo que ese amigo silente y paciente no sea necesario, pero se me queda corto.

    Necesito como mucha gente, amigos, conocidos, parientes… que sepan escuchar, o que oigan al menos, y sobre todo algún amigo que, incluso escuchando los silencios, me sacuda la herrumbre, me rebaje los miedos, me empuje y me remueva, que me grite, que me ponga en marcha.

    Recuerdo buenos escuchadores, amigos-esponja que embeben lo que haga falta. Me viene a la cabeza la imagen del barman que se acoda en la barra y escucha, escucha y escucha…

    También tomo nota del libro.

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  11. Yo creo que el secreto del psicoanálisis es saber escuchar, dejar que el paciente se sienta cómodo y, al sentirse escuchado, se escuche a sí mismo. Digo esto porque me parece que, por lo que dices, estás manifestando deseos de que alguien te escuche, esto es, de introducir claridad donde no la hay. Porque las palabras, al hacerse audibles, cobran un significado nuevo, nos sorprenden en su sonido y en su verdad. Son otras.

    Pero... ¿que te grite?

    El libro merece la pena. Aunque milagros no hace.

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  12. Sí, que me grite.

    Gritar no es sinónimo de insultar, ni agredir, ni maltratar.

    Basta con un ¡VAAAAAAAAAAMOS!

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  13. Vale, vale, cómo te pones.

    Que ya lo entiendo. Llevas largo tiempo sin pasarte por esta plaza y llegas gritando...

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  14. Tienes razón en lo del psicoanálisis. Creo que a todos nos vendía bien uno alguna vez. Ayuda mucho. Yo también estoy de acuedo en que gritar no es la solución. Se puede gritar al viento, a la naturaleza, al repirar aire con más fuerza, pero nunca a alguien que siente, porque los gritos no llevan a ningún lado.
    Lo dice una profe, que a veces no tiene más remedio que gritar para que la escuchen.

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  15. Lo del psicoanálisis no creas que lo tengo tan claro. Me interesa mucho más en sus aspectos filosóficos (como teoría del lenguaje, como interpretación de la cultura) que como terapia. Por otra parte, no lo conozco lo suficiente como para hacer un juicio, así que practicaré lo del prudente silencio. Aunque insisto en que, en su dimensión psicoterapéutica, la escucha activa es fundamental. Un día, hablando con un cura de que en la confesión hay algún elemento en común, me dijo que, efectivamente, hay fieles que solo necesitan que alguien les escuche para escucharse, descubrirse, sacar fuera esa culpa que tanto daño les está haciendo.

    Lo de los gritos... creo que te ha pasado lo mismo que a mí. Aliénor hablaba de otra cosa.

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  16. Presioso el post, tu también sabes escuchar atticus y tienes una lucidez que me encanta. Gritar ¿para qué?, se puede dar un grito de desahogo pero al ambiente, al vacío, no contra una persona.

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  17. Te echaba de menos. Desde luego en este post. Me alegro de tu vuelta.

    Lucidez, dices... Temo que también en esto soy miope.

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