Pero creo que hay dos cuestiones en las que conviene
delimitar mucho los ámbitos: la ciencia con la que conocemos y la política con
la que nos gobernamos.
Me parece muy saludable que el personal disfrute con
románticas declaraciones de amor, que se encienda horizontal o verticalmente.
Me conmueven muchas películas, muchísimos libros, poemas. Es el reino de la
expresión, del sentimiento, de la emoción sin muros ni amarres. Si no se hace
daño a nadie, de perlas.
Otra cosa es la ciencia. Comencemos por ahí. Últimamente he
tenido alguna que otra discusión con amigos y conocidos al respecto. En una
ocasión, de modo simpático, me
tildaron de “racionalista”. Vaya, yo creo que algunos de los que discutían
conmigo mostraban al respecto una irracionalidad rayana en la superstición, lo
cual conduce fácilmente a la manipulación. La cosa vino porque me confesé
contrario a las pseudoterapias. Ya se sabe la réplica: a mí me funcionó, yo
conozco a alguien al que le fue bien, no pueden hacer daño, la ciencia no tiene
respuesta para todo… Temo que ignoran cómo funciona
la ciencia, qué es un ensayo clínico, una evidencia científica, un proceso de
contrastación (corroboración y falsación), una estadística, un método de
trabajo… Mira que yo sé poco, pero es que hay quien no sabe nada. Y lo peor no
es la ignorancia, sino hacer de ella conocimiento.
Muy alarmante.
Internet está llena de páginas de timadores peligrosos. Uno
de ellos recomendaba usar MMS con ácido clorhídrico, mejor que con ácido
cítrico. Es calvo, pero sostiene que comiendo una planta crece el pelo. Todo
eso lo vende él, claro, pero la culpa de todo lo tiene la malvada industria
farmacéutica y la medicina tradicional, aún más malvada, creadora y
cronificadora de enfermedades para engrosar la caja de caudales. Él no, lo que
gana es por hacer el bien a la humanidad... Mando unos enlaces al respecto.
Con lo del gobierno sucede lo mismo. Parece que hemos
renunciado a un sistema más o menos previsible, incluso algo aburrido, en el
que nos preocupásemos de los mínimos de justicia para dejar a cada cual los
máximos de felicidad. Pero la hidra vuelve. En muchos países europeos, el
descontento social se canaliza a través de lo más bestia de la tribu y la
ciudadanía deja de serlo y retorna a la caverna, se agrupa “con los suyos” muy al fondo,
prefiere mirar sombras y ecos y que alguien les señale por detrás qué es lo que
deben ver, de quién es la culpa y cuáles son las soluciones. Lo identitario se
potencia emotivamente, sin que acabemos de razonar o explicar las causas. La emoción es más interesante que la razón: lenta, minuciosa, rigurosa. Las
posturas se extreman (diría que se radicalizan, pero eso sería ir a las raíces,
lo que no es el caso), se señala a los enemigos, se pone la máquina de fabricar banderas
a pleno rendimiento… No sé adónde nos conducirá. Algunos no acabamos de
entender cómo fue posible la Guerra Civil Española y las dos guerras mundiales.
Pero ahora, viendo lo que veo, comienzo a comprender. Y entonces había un nivel
de miseria e ignorancia que hoy no existe, aunque la amenaza de la primera es
posible que potencie voluntariamente la segunda. No es un mal que viene de fuera: somos nosotros, son como
nosotros. Me da miedo.
Yo creo que la racionalidad no tiene más alternativa que la
barbarie. Por lo tanto, si alguno me quiere llamar racionalista en estos casos
(y escéptico respecto a sus opuestos), adelante. Es un honor. Me avergonzaría
de lo contrario: he ido a la universidad y no estoy orgulloso de lo que creo, pero sí de lo que conozco.
Hay quién no entiende que, pese a esto que digo, disfrute de
la poesía, de una buena noche de amor si se tercia (se tercia poco, siempre se
tercia poco) o que se me escapen lagrimitas en una peli. “¿Tú? ¿Con lo
racionalista que eres?”.
Pues eso. Racionalista parcial, según y para qué.
PD: Dejo para otro día las disquisiciones más técnicas: tipo de racionalidad, límites, usos, etc. Para los impacientes, el libro de Mosterín (recién fallecido): un tipo que sabía de qué hablaba, que conocía la filosofía y la ciencia. En profundidad, sin mitologías hermenéuticas.
Racionalista está muy cerca de razonable y sensato.
ResponderEliminarY, además, no está reñido, muy al contrario, con todos los sentimientos, emociones y hasta las pasiones que se quiera. Eso sí, la razón siempre se reserva un cubito de hielo y un par de metros verdaderamente necesarios.
La ciencia tiene mucho de todo eso, ni es tan extraña ni tan perversa.
Por no entenderlo y por algunas políticas y políticos que manipulan tripas, estupidez, ausencia de Dios, delirios distópicos y sentimientos, fueron y serán posibles las guerras.
Racionalista, claro, y lo que se tercie.
En filosofía se suele hacer la distinción entre racional y razonable. En el primer caso, aplicamos un rigor más o menos científico. En el segundo, la razón se adelgaza sin incurrir en la sinrazón; lo aplicamos en ciencias humanas, en nuestra vida corriente, en las decisiones morales... En cualquier caso, el uso de la razón no tiene alternativa, aunque me gusta eso del cubo de hielo...
EliminarEl uso de la razón puede que produzca monstruos, pero ni te cuento si no se usa. Eso: tu penúltimo párrafo.
Al leerte pienso que estaría bien vivir en Razonlandia. Un lugar con pocos dogmas, donde el conocimiento viniera de la mano de la ciencia, cuyas verdades son provisionales y demostrables. Habría libertad para que cada uno creyera en lo que quisiera, pero sin perder de vista que sólo son creencias subjetivas. La ciencia podría explicar algo del mundo, sin pretensiones, dejando claro el límite que separa lo que se sabe y lo que se ignora.
ResponderEliminarLas decisiones se tomarían después de un razonamiento, habría un debate, se expondrían todas las ideas, y se actuaría en consecuencia. Durante la toma de decisiones no habría banderas, himnos, ni elementos innecesarios.
Habría espacio para el arte, el amor, para los sentimientos, para el calor.
Soy humano porque siento como tal, pero también porque razono.
¿Vienes a Razonlandia Atticus?
Intento vivir en ese lugar, al manos ser mediopensionista. Tú, como científico que eres, asistirás horrorizado al progreso de la pseudociencia, las magufadas varias y la creencia en cualquier cosa. Toda opinión parece respetable, cualquier majadería es escuchada... Vamos directos a la época de la credulidad. Y entonces se acabó.
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