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sábado, 1 de junio de 2013

INTOLERANCIA

“Metidos en la sombra estamos de luto”

Ramón Gómez de la Serna: Nuevas Greguerías


Decía Popper que, en el curso de una discusión, puede ocurrir que uno esté equivocado, que lo esté el otro y también que lo estemos los dos. Pero tal punto de partida jamás lo admitirá un intolerante. De modo que, al estilo de Gracián, mejor perder una discusión que perder el tiempo. Ni un segundo.

Los intolerantes son una especie que tiene dos características por las que son reconocibles. En primer lugar, carecen de sentido del humor: todo lo más son capaces de sorna, burla y repetición de hirientes chascarrillos contra aquellos que no están en su onda (negros, mujeres, inmigrantes, maricones…); creen que mostrarse irónicos o cáusticos es señal de alegría y sociabilidad al tiempo que no se apean de su verdad. Miran desde su altura autoproclamada desde la cual esparcen risueño desdén en lugar de hogueras y balas; qué modernos.

La segunda es la incapacidad (ésta no parece congénita) de distinguir entre opiniones y hechos indiscutibles. Lo que ellos piensan (creen ellos) pertenece a esta última categoría, mientras que ven en toda opinión ajena algo manipulado, adoctrinado, sectario o fruto de una conjura universal. Veamos casos y ejemplos.

En la investigación sobre el 11-M ven una confabulación de la policía y el gobierno de Zapatero para aupar sus partidarios al poder. Da igual que los jueces dictaminasen otra cosa: están manipulados, vendidos, etc. Si les dan la razón, creen en la justicia; si no, el sistema judicial está podrido. Les parece que su opinión es evidente.

Con la asignatura Educación para la Ciudadanía ocurrió algo parecido. Dejemos de momento la discusión de su utilidad o pertinencia, finalmente han conseguido su objetivo: que sea dinamitada y arrastre en su onda expansiva al resto de la Filosofía. Han puesto a los profesores y a los libros bajo sospecha, nos han acusado de toda clase de adoctrinamientos… aquellos que pasan y han pasado la vida adoctrinando. Pero claro, lo suyo es educación en valores; lo de los demás, manipulación sectaria. Una de las sentencias judiciales dijo que había que vigilar de cerca los manuales. Vale: ¿no así los demás?, ¿no hay que vigilar a los profesores de Historia que dicen que Franco fue el mejor gobernante de España?, ¿no a los que niegan hechos que pondrían en cuestión su particularísima visión periférica?, ¿no a los que en clase de Religión (pagados con dinero público) ponen en entredicho leyes en vigor?, ¿no a aquellos profesores de Ciencias que hacen ver a sus alumnos el truculento vídeo antiabortista sin que jamás nadie tome medidas contra ellos, ni siquiera les diga que eso es una visión moral, no un hecho, y que la ley española dice otra cosa?, ¿no a aquellos colegios privado-concertados que con dinero público financian un particular modo-ideario de explicar las asignaturas?

De manera que hay prevenirse contra los que predican la tolerancia universal, porque como es bien conocido, la tolerancia con los intolerantes produce intolerancia. Lo que quieren decir es que se les tiene que dejar en paz, que ellos reclaman como un derecho. No hay que tener ningún temor en decir que toda convivencia en libertad precisa de límites, y que esos límites no se pueden cruzar si no es a costa de poner en riesgo la propia libertad. Por ello, cuidado con estas personas, con lo que contaminan el cerebro, con sus medios de comunicación, con su sistema cerrado e incontrastable de creencias.  Son maestros en hacer pasar un puñado de creencias por un conjunto de verdades universales. Cuidado especialmente con sus sonrisita: tras ella hay un muro, no un camino.

Porque gran parte de lo que afirman no es otra cosa que supuestos. Legítimos, desde luego, pero no axiomas matemáticos. Por eso hay que dar la batalla en el lenguaje: si se apoderan de él estamos perdidos. Hay que preguntar cuáles son los hechos que les harían cambiar de opinión, es decir, cuáles son las condiciones de falsación que están dispuestas a aceptar. Otra vez Popper. Si empiezan a divagar y a seguir con su murga, mejor nos ponemos el Sálvame de luxe y a otra cosa. Son los amos en mirar por encima del hombro. Están bien enraizados en una superioridad moral que descansa en el más absoluto de los vacíos. Pero claro, ellos lo denominan Valores, Verdades Absolutas, Hechos Incontrovertibles, Razón. Algunos incluso lo llaman Dios. Las creencias no sometidas a crítica tienen una peligrosa deriva fundamentalista, que sólo ese convencimiento con orejeras, compartido por multitudes (o no), con sus asideros de mayoría, apuntalan lo que no es obvio, sino particular visión del mundo.

Dudas, empatía, escucha activa, respeto al otro… Ninguna de esas expresiones tienen sitio en su particular diccionario.

A otra cosa. Ni un segundo de nuestro tiempo.

9 comentarios:

  1. ¡¡¡Cuanta razón en tus palabras...!!! Otro gran problema de los intolerantes es que no se dan cuenta de que lo son y algunos, encima hasta se enfadan si les tachas como tales. Pero por otro lado, aunque se dieran cuenta, tampoco lo reconocerían nunca. En fin, que como tú dices, a otra cosa, mariposa.
    Besotes

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    1. Te voy a dar el premio a la más madrugadora: las últimas series de comentarios las inauguras tú.

      Eso es lo que quería decir: que los intolerantes ven "natural" su sistema de valores, y fruto de ideologías perniciosas todo lo demás. Ese asiento "natural" hace infalsable su sistema de creencias.

      Recomiendo un ejercicio divertido: poned en Google "Ley natural" y veréis la cantidad de disparates peligrosos que se encuentran. Eso sí, la ley natural es incontrovertibe y está inscrita en el corazón de los hombres...

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    2. Jaja, sí, últimamente ando un poco insomne, pero creo que será algo pasajero. Pero me encanta cotillear en mis blogs preferidos, y el tuyo está entre ellos (¡te cazo las reseñas al vuelo!).
      Respecto al ejercicio, lo haré. Siempre me ha hecho mucha gracia (por no echarme a llorar, claro) eso de "lo natural es" y "eso es antinatural". Porque ¿quién lo estableció y en base a qué?.
      Besos

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    3. Creo que lo de "ley natural" nace con buena intención. Tomás de Aquino la identificaba con el Decálogo de Moisés y la hacía extensiva a toda la especie humana. Con ello los humanos pasaban a tener una consideración y dignidad especial (aunque su base fuera religiosa). No pocos consideran que es uno de los primeros antecedentes de los Derechos Humanos. Apela a dicha ley Fray Bartolomé de las Casas, en la defensa que hace de los nativos americanos frente a la explotación a que eran sometidos. Sin embargo, ya desde entonces no faltaron quienes apelaban precisamente a la ley natural para justificar todo tipo de desmanes.

      "Natural" puede significar "perteneciente a la Naturaleza", "específico de la naturaleza humana", "espontáneo", etc. Lo que quería decir con mi post es que muchos utilizan esta expresión (que queda bien y hasta académica) para dar "fundamento" a lo que de otra manera sólo podría aplicarse por la fuerza o por el argumento testicular: dos versiones de lo mismo.

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    4. Para lo del insomnio, te recomiendo la "Fenomenología del espíritu" o "El Ser y el Tiempo". En alemán.

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  2. Cierto: contra la intolerancia, tolerancia cero.

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    1. Buscando una expresión de Gustafsson, me he encontrado con un texto de Savater que lo explica muy bien y que transcribo a continuación:

      La tolerancia es la disposición cívica a convivir armoniosamente con personas de creencias diferentes y aun opuestas a las nuestras, así como con hábitos sociales o costumbres que no compartimos. La tolerancia no es mera indiferencia sino que implica en muchas ocasiones soportar lo que nos disgusta: por supuesto, ser tolerante no impide formular críticas razonadas ni obliga a silenciar nuestra forma de pensar para no "herir" a quienes piensa de otro modo. La tolerancia es de doble dirección, es decir, que el precio de no prohibir o impedir la conducta del prójimo tiene como contrapartida que este se resigne a objeciones o bromas de quienes tienen preferencias distintas. Por supuesto, la cortesía recomienda en muchos casos moderación, pero es una opción voluntaria, no una obligación legal. Ser tolerante no exige ser universalmente aquiescente... Además lo que siempre debe ser respetado son las personas, no sus opiniones o sus comportamientos.

      Por supuesto, la tolerancia exige un marco compartido de instituciones que deben ser acatadas por todos: quien las niega o las hostiliza está negando su propio derecho a ser tolerado. Uno de los pilares de la tolerancia es delimitar lo que la compromete -es decir, denunciar tanto la intolerancia como lo intolerable- y combatirlo democráticamente. El escritor sueco Lars Gustafsson lo ha resumido bien "La tolerancia de la intolerancia produce intolerancia. La intolerancia de la intolerancia produce tolerancia". Por otra parte, disfrutar de las ventajas de la tolerancia pública impone también a cada cual renunciar a ejercer formas de intolerancia privada. El exceso de susceptibilidad de ciertos grupos organizados como auténticos lobbies es una nueva forma de intolerancia en nombre de una "tolerancia" que no admite críticas adversas. Así, por ejemplo, convertir en "fobias" (islamofobia, cristianofobia, homofobia, catalanofobia y por ahí seguido), o sea, en una especie de enfermedad, cualquier comentario desaprobador que se les dirige. Decretar que el discrepante es una especie de enfermo social es una de las más antiguas practicas totalitarias...

      Ser tolerante no es ser débil, sino ser lo suficientemente fuerte y estar lo suficientemente seguro de las propias elecciones como para convivir sin escandalo no sobresalto con lo diverso, siempre que se atenga a las leyes. Lo que realmente se opone a la tolerancia es el fanatismo, propio muchas veces no de los más convencidos sino de quienes pretenden acallar sus propias dudas cerrando la boca y maniantando a los demás. Como bien dijo Nietzsche: "El fanatismo es la única fuerza de voluntad de la que son capaces los débiles". Las sociedades más intolerantes son aquellas que por lo general se desmoronan con mayor facilidad en cuanto se autoriza en su seno expresar la disidencia que rompe con la uniformidad establecida.

      Fernando Savater: "Diccionario del ciudadano sin miedo a saber"

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  3. El intolerante es sieso de suyo y el humor un potentísimo disolvente, ssshhiufffglassss..., y el intolerante necesita tierra firme bajo sus pies.

    Ayer acudí a una concentración de la que se decía era contra la violencia machista. Lamentable por muchas cosas y bichas. La mona que inicio el discurso dijo “bienvenidas”. A conciencia.

    La intolerancia que más me jode es la de los autoproclamados progresistas, porque la de los otros, la de los acémilas de la derechona y afluentes no espero otra cosa. Lo suyo es la coz y el regüeldo.

    Su mejor virtud es que no engañan a nadie (y quien se deje es un gilipollas), qué bendición, pero las pedorras moraítas de la insolvente siniestra van de guays. Y apestan.

    Parecerá intolerante mi tono, pues sí, lo es, a veces ser intolerante me pone. A veces la intolerancia te salva de muchas estupideces.

    No tomarás el nombre de la intolerancia en vano…, amén (ay, señor, llévame pronto).

    ¿Popper? ¿El calvo del limpia-azulejos?


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    1. El dueño de este blog no se hace responsable de las opiniones de sus contertulios.

      Digo esto antes de que la internacional lila arremeta contra ti, contra mí, y contra el soporte.

      ¿Qué esperabas?

      No, el de la limpieza es Popeye. Está así de cachas por las espinacas.

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