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sábado, 5 de octubre de 2013

PARA QUÉ LEER

Hay preguntas a las que no vale la pena contestar. Cuando alguien te dice eso de “¿para qué sirve leer?” lo mejor es contestar: para nada. Y a otra cosa.

Los que no leen no van a ser convencidos. Los adictos, por el contrario, no conciben la vida sin esa actividad. Naturalmente, hay una delgada capa de personas que leen erráticamente, a veces, poco, a ráfagas. Son raros.

No obstante, hay un planteamiento más serio y sincero de la cuestión: nuestros hijos y alumnos nos preguntan a menudo. Y hemos de dar razones y no sólo porque yo, que soy tu padre o profesor, lo digo.

Hace poco, leyendo el blog de Lady Aliena, he pensado en ello. Se discutía allí sobre el Ulises, de Joyce. O mejor, se discutía poco, porque salvo un par de personas nadie lo había leído. Y los comentarios giraban en torno al derecho o no de leer lo que no nos apetece o no nos gusta.

Yo, como es lógico, acepto el derecho a no leer, a dejar de leer, a releer… Recomiendo que la gente lea el último capítulo del libro de Daniel Pennac, Como una novela; en él habla de esto. Pero conviene hacer una distinción importante: no es lo mismo leer libros por obligación que leerlos por placer, como no es lo mismo diseñar un programa informático que jugar con el PC. Existe una necia convicción muy extendida: la lectura debe gustarnos siempre. Y no es así. Esto es tan idiota como si un alumno se lamentase ante el profesor de Física y Química porque el estudio del sistema periódico de los elementos no le gusta, o que se queje al de Matemáticas porque las ecuaciones no son divertidas.

Hay libros cuyo conocimiento es imprescindible si uno quiere ser una persona mínimamente culta. Por eso se explican en secundaria, y se leen, enteros o en fragmentos. Después hay otros, de mayor entidad, que hay que leer en la facultad si uno escoge una especialidad concreta. Un licenciado en filosofía no puede no haber leído a Platón, a Kant, a Descartes… (bueno, algunos lo consiguen, son esos analfabetos que cuelgan en su casa un título universitario, para vergüenza de Bolonia y del ministerio, la consejería y la universidad). Su estudio es imprescindible, no necesariamente placentero. Puede que después lo sea, pero no de entrada. Muchos de ellos leerán en su tiempo libre otras cosas, incluso deleznables textos de entretenimiento. Nada que objetar, cada cual invierte o pierde el tiempo como mejor le parece. Lo que no entiendo es que alguien me pregunte por qué ha de leer a Kant o a Joyce o a Molière. Mira: si eres un profesional de esa materia, has de leerlo. Si eres un simple lector, haz lo que te parezca, a mí qué me cuentas, la pregunta inicial es improcedente, lo mismo que si alguien se interroga sobre si está bien mirar pasar las nubes o contemplar cine caboverdiano con fruición.

Yo no tengo poderosas razones para convencer a nadie: sólo motivos. Es decir, mis argumentos son subjetivos (soy un sujeto): me gusta pensar con los filósofos clásicos, darme cuenta de que lo que yo elaboro mal y erráticamente, ellos lo han sistematizado antes mucho mejor. Y también me gusta retroceder en el tiempo o en el espacio con las estupendas novelas de Némirovski, Márai, Levi… Quiero saber si Wallander o Brunetti pillarán al malo y saber por qué hizo lo que hizo. Pero entiendo a todo aquél cuyo horizonte de ocio no es ése. Nada que objetar, ya lo he dicho. Entiendo aún mejor que alguien se aburra con Madame Bovary (yo mismo), La Regenta o La Odisea. Estamos ante un juicio emotivo, de aficionado de base. Otra cosa es el análisis de experto, que sabe qué significó y qué sigue significando ese texto en la historia de la literatura, de la filosofía o de cualquier otro ámbito.

Lo que entiendo menos es que alguien se vanaglorie de su ignorancia. Porque esa jactancia significa que se ha dado el paso de la ignorancia a la imbecilidad. Espero no llegar nunca al segundo grupo, pero desde luego que estoy incómodamente en el primero. Me acompañan desde hace años esos versos de Borges que dicen: “…del alto de libros que una trunca / sombra dilata por la vaga mesa, / alguno habrá que no leeremos nunca”. Llevo 35 años persiguiendo un imposible.

La primera ilustración está tomada de este blog: 
http://diariodeunhadachiflada.wordpress.com

13 comentarios:

  1. Hola!
    Se ha nombrado mi blog y, primero te agradezco la publicidad; y segundo, te doy mi opinión.
    Como ya debatimos el otro día, cada uno puede leer lo que le plazca; pero si se cursan estudios superiores (sobre todo de letras), o se está relacionado con el mundo de la cultura, por supuesto que hay lecturas obligadas. De otra manera nadie las leería y se perdería algo importante. Si no he entendido mal tus palabras, has dicho que La Odisea y Madamme Bovary son un rollo. Siento no estar de acuerdo: Madamme Bovary depende más de gustos literarios y afinidades; pero La Odisea, creo que es imprescindible para todo estudiante de bachillerato ( estudie letras o no).
    La verdad es que cuando escribí el post la idea no era discutir sobre el " Ulises" de Joyce; si no, discutir sobre lo que se considera buena literatura o no; si un libro es imprescindible o no. Utilicé la portada de esa novela porque dos compañeros de trabajo habían hablado de ella como infumable e imposible de leer. La verdad es que me quedé sorprendida al ver que dos de mis comentaristas sí la habían leído.
    Besos.

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    1. Creo que tenemos algunas diferencias. Yo no creo que haya que leer de todo; por una razón: el tiempo no es infinito. Por eso ciño mis lecturas a dos grandes grupos: las obligaciones profesionales y los placeres personales. A veces coinciden. En ambos casos hago muchas "catas", es decir, comienzo muchos libros, pero sólo termino una tercera parte, tengo mejores cosas en las que perder el tiempo.

      Has entendido mal mis palabras: no he dicho que esos libros "sean" aburridos, sino que pueden llegar a aburrir. A mí me aburrió "Madame Bovary" (con una sola "m"), pero eso no quita un ápice de su importancia histórica. Sin embargo, disfruté con la lectura de "La Odisea", que hice de muy adulto y en una estupenda traducción (imprescindible). No digo que no me costara, pero el esfuerzo merecía la pena; además, es uno de esos libros que están a medio camino entre lo profesional y el placer del tiempo libre. No me arrepiento del esfuerzo: todo lo que aprendí y disfruté (y el recuerdo de todo elloI valió la pena. "La Regenta" me resultó más accesible; lo malo es que para mí está siempre asociada al estupendo rostro y el inmejorable cuerpo de Aitana Sánchez-Gijón, en la versión que hizo Gonzalo Suárez para televisión. ¿He dicho "lo malo"? ¡Lo bueno!

      Desconozco el significado del "Ulises" en la historia de la literatura. Me tiene sin cuidado: no es mi "bisnes". Pero recomiendo el pequeño esfuerzo de "Retrato del artista adolescente" y, por supuesto, de "Los muertos", ese relato magistral que después llevó a la pantalla con igual maestría John Huston.

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  2. Se atribuye a Isaac Newton una frase que no es suya.

    El queo me lo ha dado Google, que la atribuye a Bernardo de Chartres, filósofo neoplatónico del siglo XII.

    La frase: “somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por alguna distinción física nuestra, sino porque somos levantados por su gran altura”.

    Leer procura ese alzarse a hombros de gigantes.

    Recién he recibido una imagen que no sé reproducir aquí, pero sí en mi facebook: dos tipos están ante un muro de unos cuatro metros.

    Uno de ellos mira a dos metros de altura y sus ojos sólo ven muro; el otro está mirando por encima del muro…, porque se alza sobre una pila de libros y lleva otro en la mano. Luminosa viñeta.

    Digo esto suspendiendo mi escepticismo cervantino hacia los libros.

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  3. Conocía la frase. Estoy escuchando RNE-1 y parece que hay un programa de divulgación científica que se llama así.

    La imagen de la que hablas no se puede reproducir, pero sí poner el enlace, que tomo (con tu permiso) de tu cuenta de facebook.

    Te agradezco la respuesta "imaginativa". No es Platón precisamente quien te la dicta desde el fondo de la caverna. Tú sabes.

    https://fbcdn-sphotos-b-a.akamaihd.net/hphotos-ak-prn1/407757_10151091088092133_639071988_n.jpg

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  4. De acuerdo contigo en todo Atticus. Mis amigos, los que no leen, me suelen llamar "friki de los libros", algo que por cierto me encanta. Es verdad que hay libros de obligada lectura, sobre todo en algunas fases de la vida. Pero yo ahora estoy en la fase de leer únicamente por placer. Por eso, hago como tú: si empiezo alguno que no me convence, lo dejo y ¡a otra cosa, mariposa!. Por eso en mi blog, casi todos los libros que reseño son de puntuación dos o tres Deweys (de un sólo Dewey hay pocos, son para mí un gran mérito, porque al menos conseguí acabarlos). Hay tan poco tiempo y tanto, tanto que leer, que si una novela no me produce ese gusanillo en el cuerpo de querer arañar minutos al día para hacerlo, pues ahí se queda, en el camino de "mis abandonados", aún siendo consciente de que probablemente me pueda estar perdiendo algo importante.
    Un beso

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    1. Supongo que sabes que "friki" viene de "freak", raro. Pues vale, eso, qué le vamos a hacer, mejor es ser friki que del montón, eso sin despreciar a nadie. Se dice que Borges dio una conferencia el día en el que se inauguró el mundial de fútbol de Argentina, a la misma hora. Eso sí es ser friki. Y Valdano con el corazón partío...

      Reconozco que soy poco paciente con los libros. Pero también con las películas e incluso con las personas. No aguanto algo que no me dice nada, que ya tenga la sensación de haber leído, banal hasta la náusea, pedante hasta el ridículo... Debe ser que el tiempo se me va agotando y prefiero emplearlo en actividades y personas que me merezcan la pena.

      Hace poco estuve con una mujer tomando una copa. Empezamos a las once, terminamos pasadas las tres y media. A esto me refiero: cuando alguien te regala su tiempo y algo de ella te llega, te ha hecho el mejor de los regalos. Con los libros, que es de lo que iba esto, lo mismo. Habiendo centenares por leer, ¿por qué perder el tiempo?

      Es posible, como dices, que nos perdamos algo importante, pero también lo es que estemos dedicando unas energías a algo que (al menos en ese momento) no es para nosotros. Cervantes no ha escrito para todos, pero es posible que Dan Brown sí; a lo mejor son los libros los que nos eligen.

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  5. Hablando de lecturas, personalmente, quisiera ampliar el debate que aquí acontece poniendo la mirada en el lenguaje plástico y visual, en el lenguaje musical, en el lenguaje matemático. Quisiera reivindicar diferentes maneras de leer y de escribir estrechamente ligadas entre sí y de esta manera contestar al "para qué leer". Si a mí alguien me lo preguntara, le diría que para reflexionar, tratar de entender, crear, para ser génesis de ideas y formas de expresión donde lo real se hace abstracto y, por tanto, susceptible de cambio, de experimentación. Es alimento necesario para la creatividad. Un abrazo para tod@s.

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    1. Bueno, qué level. Me temo que a mí se me escapa cualquier lenguaje que no sea el castellano corriente (y aun éste con dificultades). Pero supongo que tienes razón, y que la adquisición de un lenguaje es el primer paso para conocer el mundo. Me estoy acordando de una frase de Heidegger que cité cuando aprobé la oposición. Dice más o menos ésto: sólo cuando hemos encontrado una palabra para designar algo, esto deja de ser inconcreto para convertirse en conocido. Los números, los símbolos de todo tipo, deben estar en la misma categoría.

      Me gusta lo que dices de los libros: "alimento de la creatividad", Pero no todos. Ni para todos. "Mein Kampf" también es un libro.

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  6. Leer para ser más felices, para ser mejores, para aprender de los que nos precedieron, para cambiar nuestro horizonte, ampliándolo. Por supuesto, no vale todo, pero eso lo aprendemos cuando nos hacemos más selectivos, al principio quizás sí.

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    1. No creo que leer nos haga más felices, sólo a ratos. A veces, muy a menudo, al contrario. Lo de ser mejores lo creo aún menos. Pero sí que me parece que es cierto que cambia y amplia nuestros horizontes, nos hace capaces de ver más allá de nuestros propios y miopes problemas.

      Ser selectivo es tener criterio. Eso que hacíamos al principio, leer de todo y todo, siempre, acabar el libro, dejarnos el sueño y la voluntad... eso ya no. No hemos vivido en vano, espero.

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  7. Me escribe un amigo para llamarme la atención (o llamar mi atención) sobre dos tildes ausentes. Tiene razón. Las corrijo y ubico en sus lugares. Una de ellas debería estar en un pronombre demostrativo, que ya no hay que poner desde 2010, según la RAE. Yo, por costumbre tal vez, la sigo poniendo, y mi amigo la echa de menos. Se lo agradezco. Más aún porque en un comentario anterior yo corregía a Lady Aliena por una "m" de más. Es que conviene guardar silencio más a menudo y fijarse más en lo que uno escribe, y en el cómo, con su tilde.

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    1. Son cosas diferentes, Auctoritas versus Potestas. Pero no creo que la RAE tenga ni la una ni la otra. Al menos, según el BOE. No deja de ser una Institución repleta de viejos dinosaurios y de “premiados” por su capacidad literaria –no necesariamente conocimientos lingüísticos- por no hablar de la ignominia de las concesiones políticas, cuyos máximos representantes son el señor de las Cebras y Luis María e hijo.
      El propio Manuel Alvar –y éste sí es de los que saben- ha sido en ocasiones crítico sobre el diccionario "muchas veces se equivocan y no recogen todas las palabras que existen", y sobre el alcance de la propia Academia "la RAE no tiene potestad sobre el léxico de la lengua”.
      Parece razonable que si una tilde ayuda a interpretar una frase diferenciando la funcionalidad de una palabra –cual ocurre con “aquel/aquél”- sea suficiente para que se pueda utilizar. Así era hasta hace poco y no sería de extrañar que así vuelva a ser. ¿Quién se equivoca? No lo sé. Supongo que ninguno, o todos.
      Por no hablar de la “ye”, de Catar, de Beijing… ¿Qué pretendían? ¿También debemos decir perro beijinés?
      Por no hablar de que el DRAE ni siquiera reconoce familial (familiar), tutelal (tutelar), utilizados en países hispanoamericanos y que, dejando aparte cuestiones cacofónicas, etimológicamente se encuentran afines a filial, fraternal, parental…
      Por no hablar del secular –sí, secular- retraso en terminología técnica y científica. Pero claro, no hay científicos en la RAE. Y son muy reacios a los neologismos, pero es que hay muchas neo-cosas cada año.
      Por no hablar de que el DRAE recoge almóndiga, asín, setiembre y, hasta hace dos días, cocreta. Y que conste que entiendo que los gañanismos también deben tener su propio espacio.
      Por contenidos, por dignidad, por la entrañable concepción del proyecto, si tuviera que elegir –que tal no es el caso- me quedaría con “el María Moliner”.

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    2. Infinitas gracias por comentario tan interesante. A mí me llama también la atención la escasez de científicos en la RAE. Cuando nombraron a Sánchez Ron fue noticia justamente porque era un científico, en lugar de un novelista. Desconozco los méritos de algunos de ellos y la pertinencia de sus dictámenes, pero alguno sí me llama especialmente la atención. En primer lugar, eso que discutíamos de los pronombres demostrativos: creo que es necesaria la tilde para distinguir. Lo de Beijin... no sé si alguien dice eso.

      Al final, resulta que mi abuela iba a tener razón cuando nos mandaba al almario a por las toballas y los moqueros. Y de sus cocletas ni hablo. Aunque lo mejor eran sus almóndigas, de carne picada de cordero. Exquisitas.

      Yo compré el Casares con unos ahorros juveniles. Me gusta esa primera parte de sinónimos, antónimos, campos semánticos. Muy útil para alguien que quería escribir bien sin conseguirlo. Dicen del María Moliner que describía el orgasmo como "placer venéreo en el varón", pero cuando he consultado algún ejemplar ya no existía esa definición: no sé si es una leyenda urbana o si alguna mujer le informó mejor. Gran diccionario, perdón por la chanza que no invalidaría el tocho en cuestión.

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