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lunes, 20 de febrero de 2017

MI RELACIÓN CON LOS CACHARROS

Pensaba en esto hace un par de meses, cuando mi teléfono móvil dio inequívocas muestras de estar al borde de la caducidad.

Me compré otro. Cabreado: uno cada dos años. He decidido abandonar al fabricante coreano para irme a una marca semiespañola. A los 15 días de convivencia patriótica se apagó y tardó ocho horas en volver a arrancar. Lo cambié, menos mal que sin problemas. De momento. Me quedan 22 meses de móvil. Cuando empiece a comprender su funcionamiento, cascará. Y otro, otro más. Qué asco de obsolescencia programada.

La lavadora, por el contrario, lleva conmigo desde que llegué a este piso, hace casi siete años, más otros cinco con el antiguo inquilino. Sin embargo, una grieta con amenaza de inundación inminente hace aconsejable una nueva. Me he inclinado por una alemana de alto standing, veremos. Al menos tiene la triple A+ y posibilidad de lavar media carga o un calcetín. La otra era de una tosquedad propia de Atapuerca: sólo permitía ponerla entera y su eficiencia energética estaba a la cola de toda clasificación. Era barata, por eso la compró el primer propietario. Y lavaba, salvo los manteles, a los que se la tenía jurada.

Me molesta todo esto. Tengo mala relación con la cacharrería electrónica y necesito pedir ayuda continuamente. El ordenador desde el que escribo tiene en huelga permanente dos puertos USB, con lo que necesito estar cambiando los cables continuamente. También se me corta la conexión de internet a veces, sin que mis maldiciones en arameo surtan efecto alguno. Y si se queda colgado (poco frecuente, menos mal), me da el terror: seguro que no he archivado a tiempo y pierdo el documento.

Y entonces está mi hijo (aunque no siempre localizable), o esos amigos maravillosos que saben dónde va cada cable, a los que besaría en los morros con frenesí de clavija.

Me dicen que tengo que cambiar la lámpara de la cocina. Tarda tanto en encenderse que me da tiempo a hacer una tortilla de patata a oscuras. Pero no sé si vale con tubos fluorescentes nuevos o es el cebador (vaya palabra). Tampoco sé si debo sustituirlo por algo tipo LED, que tiene tela eso, con la luz fría y caliente, los ángulos lumínicos y las potencias que no sé qué c… significan. Así que ruego al dios de los watios que me ayude, porfavorplease, que vivo en un sinvivir.

Dos semanas tardé en encontrar un elemento para detrás de la tele que me permitiera conectar unos auriculares para no molestar a los vecinos por la noche o para poder ver una peli desde la terraza sin que esos vecinos llamen a la policía. Dos semanas y varias horas de consultas a San Google y a esos amigos que al final prefieren una visita al urólogo antes que una consulta tan torpe por mi parte.

Sólo me comprende Federico, que es mi portátil de gama peleona, sin grandes pretensiones, que hace lo que le digo siempre. Nos comprendemos. A lo mejor es porque el día que llegó a casa comencé a llamarlo por su nombre. Y eso ayuda. “Venga, Federico, hoy tengo que poner unos exámenes”. “Bueno, Federico, no archives la dirección de estas páginas, que quede entre tú y yo”. “A ver, Federico, ese tipo de letra, arráncame el DVD, déjame que te mire por dentro, que tienes que tener a salvo lo que necesito”…

Así que, en cuanto llegue la lavadora, le pasaré la mano por el lomo a Gertrudis (porque se llamará Gertrudis, que suena a recio, obediente, eficaz, teutón y duradero) y a ver cuánto dura la relación.

Y para el móvil… Renato. Que piensa y existe.

11 comentarios:

  1. ¡Qué bien cuando no tenemos que pensar como funciona algo! Y, ahora, más oportunidades, pero ¡Cada vez todo más complicado! Saludos.

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    1. Lo mejor es cuando automatizamos y ya es coser y cantar. Cuando una lavadora tiene 40 programas o un móvil 100 iconos, me pongo a temblar. Horror.

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  2. Jajaja, eres la caña de España, Atticus. Muy originales los nombres de tus "aparatos"... ¿Sabes? a mí con los teléfonos me pasa lo contrario que a ti, me duran mucho (el último más de 5 años), de forma que al final lo cambio porque me aburro de él o me regalan alguno mejor (fíjate que no recuerdo haberme cambiado nunca de móvil porque se me haya estropeado)

    Lo de los electrodomésticos es otra historia. Me ocurre que a temporadas, parece que todo se estropea, como si todos se pusieran de acuerdo para petar, como a rachas. En general me llevo bien con la electrónica, aunque soy negada con el tema de "cables", pero como a ti, siempre hay alguien dispuesto a ayudarme, ¡menos mal!!
    Besos (también para Federico, Gertrudis y Renato, no se te vayan a enfadar...)

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    1. Muchas gracias, Marian. Gertrudis vino ayer, ya ha rendido sus servicios. Sale la ropa más escurrida y parece que limpita. Echo de menos el ronroneo cansino de la anterior, ésta es de un silencio que me da hasta un poco de miedo. Espero ajustar la convivencia pronto y que los dos estemos mutuamente satisfechos.

      Con los móviles debo estar gafado. Desde mi ladrillazo inicial (un Philips, me costó 19000 pesetas a finales del 99) hasta ahora todo han sido problemas. Me resisto al de la manzanita, me sale del alma el dineral, total para hablar.

      Federico descansa hoy. Me voy a Madrid al teatro. A ver "El cartógrafo", de Juan Mayorga.

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  3. No he acabado de leer la entrada, al ritmo del 3º de Rachmaninov (el tempo lento) cunado me has levantado la persiana del día. ¡Menos mal!
    Sonrisa que estalla en carcajada de jabalí
    La oscuridad me acorrala, hermano...
    Soy negro

    Atticus dijo:
    a los que besaría en los morros con frenesí de clavija...

    Uno vintage, my friend, my sweety, siete días de batería!!!












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  4. Renato y Gertrudis. Vamos, que no les puedes llamar José y María.
    ¡Vaya tela!

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  5. Vamos a ver, por partes. tu primer comentario es estupefaciente, no sé si lo entiendo. Y estupendo, cosa que agradezco. Me voy a dedicar a escribir monólogos, igual tengo más éxito que en la docencia.

    Y sí: Gertrudis, Federico y Renato. Pepe y Mari como que no. Que no.

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  6. El mío ya amaga. Maldito enano.

    En cuanto a… “¿una alemana de alto standing?”… Bien, Atticus, bien. Deja el pabellón hispano bien alto.

    Lo de los puertos USB, uff, asunto jodido, los estibas van a la huelga. Tú maldice en arameo, eso siempre da resultado, y si no, prueba en tagalo (yo clavo los tacos).

    Siempre el urogoogle, Atticus, siempre (mira René, que prefirió a la sueca)...


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    1. Ve preparando la pasta, chaval, que estás condenado. La obsolencencia es lo que tiene, cada dos años uno nuevo, a eso se le llama tecnología de punta: fabricar para que no dure, vaya negocio (para ellos, claro).

      Con lo del arameo no hay manera, me han dicho que hay un cacharrillo que divide un puerto en dos o tres, mañana voy a por él. Cuando Gertrudis termine, claro.

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  7. Cómo te comprendo. El otro día mi móvil decidió bloquearse y pedirme un pin imaginario. Se le pasó solo, pero estuve dos horas sin móvil. Ahora vivo con miedo.

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    1. Tienen vida propia, no lo dudes. Y muy mala leche. Aunque un amigo me dice que eso me pasa por roñoso, puede ser.


      No tengas miedo: hay vida. Al menos un rato.

      Y bienvenida a esta humilde bitácora.

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