El ciudadano ilustre es
una coproducción hispano-argentina. Parte de la narración se sitúa en España (en
Barcelona) y otra, el grueso de la película, en Argentina.
Un
premio Nobel de literatura, natural de un pueblo argentino, está en una crisis
creativa más o menos voluntaria. Es un tipo áspero, misantrópico, que rechaza
con vehemencia su participación en cualquier tipo de acto público, para
desesperación/resignación de su secretaria. Pero un día, inexplicablemente,
decide aceptar la invitación a su pueblo natal, Salas, que quiere nombrarlo
ciudadano ilustre.
Va
solo, se deja llevar de un sitio a otro, en un tono que al principio es
divertido, después desconcertante y más adelante esperpéntico.
Hay
escenas delirantes, como la exhibición en coche de bomberos por el pueblo,
flanqueado por la reina local de belleza y por el alcalde. También lo es la
entrevista en la cutrísima televisión local, interrumpida ocasionalmente por el
anuncio de zumo que hace el propio entrevistador en directo. Lo del concurso de
pintura es una traca que solo se comprende viéndola.
Pero
no es exactamente una comedia, sino una mirada nada amable hacia ciertas formas
de conducta humana ancladas en tradiciones inexplicables, en atavismos y en
costumbres que determinan roles sociales de los que es casi imposible
desprenderse.
Tenemos
al cacique, primario y más apegado a la tierra que una piedra. También al
antiguo amigo que envidia/desprecia la suerte de quien se fue a tiempo. A la
novia de juventud (casada con el amigo) que envidia/recuerda pero no se atreve
a dar un paso más, que justifica su triste existencia sin que nadie se lo pida.
A la hija de ambos, que sí se atreve, que envidia ese otro mundo más allá de los
límites del pueblo, que transgrede. Tenemos a personajes que rozan el cociente
intelectual mínimo y lo suplen con un servilismo bovino (el novio, el empleado
municipal que lo recoge en el aeropuerto, los matones…).
Y la
película, que termina dramáticamente, tiene una especie de epílogo en el que ya
no sabemos qué ha ocurrido, si ha ocurrido o si todo es una ficción -parafraseando
a Borges, presente siempre en la película- de las palabras con las que el
ciudadano ilustre recuerda y cuenta, inventa y cuenta.
A estas horas de la mañana hablando de esta peli!!!
ResponderEliminar¿Aún no te has sumergido en tus labores?
Me desconciertas, Atticus.
Tuve ocasión de verla y me pareció muy imaginativa a la vez que descarnadamente realista. Narra esa realidad escondida que es lo oscuro que todo ser humano lleva dentro y la reparte magistralmente entre varios personajes, cada uno con su perfil particular.
No recuerdo como acaba, creo que se libra por los pelos. ¡Ah, si! el discursito final es como un mal postre después de una buena comida. Lo mejor, ese humor corrosivo, sobreactuado pero eficaz.
Feliz día, compi
Ya lo ves, la cabra tira al monte.
ResponderEliminarVi la peli hace poco, me gustó, y al día siguiente me gustó más aún. Le venía dando vueltas al tema, así que he hecho esta pobre reflexión (¡nunca reseña, qué manía tiene el personal con las reseñas!).
No comparto contigo tu valoración sobre la parte final, ni que estén sobreactuados, pero supongo que forma parte del gusto, personal e irreductible.
Feliz día a ti también, primaveral y soleado. Una maravilla. Y gratis.
Por lo que cuentas, parece un film lleno de o con más de un tópico. Ya se ha hecho demasiado cine con las crisis creativas de un escritor.
ResponderEliminarIntento imaginar ese esperpento que relatas del coche de bomberos.
Caciques, amigos y novias de juventud, chica que sueña con irse de allí, de acá, de cualquier lugar a cualquier otro. Y al final, quizás, todo resulta ser una ficción.
Berlanga… Eso indica un protagonista coral.
Diría que es una peli amable.
Yo diría que es una película sobre el esperpento... argentino. Y supongo que por aquí se nos escapan muchas cosas, desde luego. Divertida y amarga a la vez. No sé cómo habrá caído en el mundo rural argentino; no es exactamente una burla.
EliminarHazte con ella si puedes.