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lunes, 13 de octubre de 2025

SIN ELLOS DOS

Hace un par de semanas me dijeron que un antiguo compañero de trabajo había fallecido. No éramos amigos, pero habíamos sido compañeros en dos institutos. Nos deteníamos a hablar cuando el azar nos hacía encontrarnos, lo que sucedía tres o cuatro veces cada año. Vivía cerca. Se sintió mal en clase, llamaron a la ambulancia y ya no hubo solución, el corazón falló para siempre. 

Con el otro también coincidí en el trabajo tres cursos y un par de veces en un bar que frecuento los domingos. Tenía una voz similar a la de Sabina y cantaba bien sus canciones, lo que nos demostró en alguna que otra cena. Un tipo alegre que vivió a su aire. Era especial y como profesor, heterodoxo (esto lo digo como un halago) y muy conocedor de su materia, lo que no hacía es plegarse a las chorradas pseudopedagógicas. Se había jubilado hacía pocos años.

Este último nos enviaba cada año, al comenzar diciembre, una felicitación navideña especial y algo destroyer, como era él. La echaré de menos. Tampoco éramos amigos, pero tenía buena relación con él, con ambos.

Cada vez que algún conocido fallece pienso en que ese día siguiente a su desaparición el mundo seguirá indiferente y ellos ya no podrán verlo. Me ocurrirá también a mí.

Nunca sé qué decir en estos casos: adiós, hasta pronto, que la tierra os sea leve. Compañeros.

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