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jueves, 14 de enero de 2010

ÉRIC ROHMER


Era el año 1986, tal vez 1987. En Valencia acababan de abrir unos cines más que raros. Ponían versiones originales con subtítulos en minisalas, mientras cada mes cerraba sus puertas un cine. Los Albatros.

Fui espectador-fundador. Vi todas las primeras películas y coleccioné las hojas que daban para leer (El declive del Imperio Americano, Insignificance, El rayo verde…). He seguido yendo muchos años a sus salas y he visto de todo; casi siempre ha valido la pena. Pero una de las primeras, una de esas películas deslumbrantes fue El rayo verde, de un francés que respondía al pseudónimo de Éric Rohmer (Maurice Henri Joseph Schérer). Un outsider. Murió hace unos días. Desde aquella primera revelación seguí su quehacer y vi casi todas sus películas. Ninguna como El rayo verde, aunque estoy dispuesto a aceptar que fue debido a la novedad. Nada se le parecía, nada.

Rohmer se dedicaba a rodar con placidez problemas corrientes de personas corrientes. Gente que se encuentra, que habla, que acuerda citas, que se enamora, que deja de quererse, que está confusa. Rodaba trozos de vida, azares que nos han podido ocurrir, en planos largos, muy largos.

Después vi El amigo de mi amiga, Los Cuentos de las cuatro estaciones (especialmente Cuento de primavera y Cuento de invierno). Otras más. En el fondo tenía razón una compañera de universidad, que decía que todas sus películas van de lo mismo: gente que queda y habla. Pues sí. Pero Rohmer rodó esos encuentros como nadie, con lentitud y alegría de vivir, haciendo que lo cotidiano fuera extraordinario.

Éric Rohmer hacía cine de género: el género se llama Éric Rohmer. A mí me gusta. Et je sais, Yeux Verts, que tu aimeras bien ces films. J’en suis sûr.


20 comentarios:

  1. Hola! He de admitir que no conocía a este director ni he visto ninguna de sus películas, pero intentaré remediarlo pronto, jejeje. He buscado sus cortos y sólo he encontrado dos: con el que he actualizado mi blog (aunque no tiene subtítulos en español) y este otro anterior, más largo y sin subtítulos: http://www.dailymotion.com/video/x27lny_veronique-et-son-cancre_shortfilms Así que no sé si te habré ayudado mucho... jejeje. Pero bonito homenaje por tu parte!

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  2. Los Albatros en los 80, el Flumen (en otro post), hemos tenido que coincidir en más de una ocasión. Soy Rohmeriana, lo confieso. Me gustan todas sus películas justamente por lo que dice tu amiga: son gente que queda y habla (ahora que nadie salga con eso de que es como sentarse a ver crecer la hierba, que está muy oído). Me pasa lo que a tí, y es que quizá las tengo asociadas a una época en la que aún las historias me impactaban, e incluso me identificaba con algún personaje. El amigo de mi amiga, El rayo verde y todos los Cuentos... Ah! siento decirte que no es incompatible con Lars Von Trier. Me gusta el dogma.

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  3. Bueno, Adela, lo tuyo con Rohmer sólo tiene perdón por tu insultante juventud. Afortunadamente, esa enfermedad se pasa con la edad.

    Es una broma desde luego, ya les gustaría a tus compañeras y amigas tener la mitad de cultura cinematográfica que tú. Te advierto de que tal vez no te guste, que yo he visto pelis suyas en la tele y dobladas y he apagado el cacharro. Rohmer necesita un estado especial. Pero inténtalo, porque es alguien. A mi juicio (personal, subjetivo, pues claro, soy un sujeto) el mejor de toda la "nouvelle vague": Goddard se agotó en "A bout de souffle", Truffatut me interesa, pero menos a medida que iba rodantdo. Y Chabro, el que menos, cada película suya me parece un tratado de sociología. Luego están Tavernier, Resnais, que no sé decir si son o no de la cuerda.

    Para mí, el abuelo, Rohmer.

    Gracias por tu investigación. La miro enseguida. Porque hoy toca casa, paz, infusión... Estoy enloquecido, no sé como me soporto.

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  4. Sí, Mercedes, hemos tenido que coincidir. Aunque al Flumen fui menos. Confieso que allí vi "Supervixens" con CricCrac (sólo porque nos lo dijo la Turia) y luego fui yo solo alguna vez, durante un año que ahora recuerdo con especial alegría, pese a que fue un año triste, tras la ruptura con mi novia de juventud y antes de conocer a la chica con la que luego me casé. Es ese intervalo de tiempo salí mucho (gracias a algún que otro individuo, de esos que llaman malas compañías -con cariño, que luego me reñís-).

    Fui mucho en la segunda parte de los 80. Y luego a los Babel, y también a los Aragón. Ya casado a estos últimos (qué paciencia tuviste, querida, que truños te hice ver, pero también que joyas, no me vengas ahora con reproches a destiempo).

    Me gusta Rohmer porque puede hablar de mí. Es como cuando un poeta escribe para ti, esa sensación maravillosa que tienes apenas empezada la peli, apenas leídos los dos primeros poemas. Qué delicia.

    Y no me disculpo: el amigo Von Trier necesita una lección que ya no le dará Rohmer: mientras el danés habla de la nada con fuegos de artificio y retórica freudohegeliana, Rohmer habla lo más hondo de la vida humana, que es también lo más banal, desde la sencillez de una cámara en reposo.

    Discrepo, pues. Desde el cariño, pero discrepo. No te preocupes, Mercedes, que llegarán CrisCrac y Olga en defensa de los valores esquizofílmicos de su Lars von Crazy...

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  5. No sé quién decía que Rohmer hacía "cine radiado". Es verdad. Otros, más osados, decían que eso que hacía Rohmer no era cine ni era nada. A lo mejor también es verdad. Ver películas de Rohmer es como escuchar una conversación en un autobús, oír reír y conversar a los de la mesa de al lado o mirar por el ojo de la cerradura lo que está ocurriendo en una habitación. De Rohmer me llamaba la atención que esas conversaciones siempre se daban en el lugar adecuado. Si cambiabas el escenario, todo perdía su sentido.
    Pero, querido Atticus, nuestra querencia por Rohmer va irremediablemente unida al perfume de los Albatros y de esos años universitarios que ya se fueron. Seguramente, Rohmer caerá en el olvido y solamente cuando las futuras generaciones se harten de efectos digitales y cine en tres dimensiones, volverán a aparecer esos actores aficionados para charlar del rayo verde, del amigo de mi amiga o de la mujer del aviador.

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  6. El primero que diga las palabras "en mis tiempos..." queda expulsado, excomulgado y ostracizado a perpetuidad de este blog.

    Y es que si me descuido lo digo. Y no. Mis tiempos son éstos.

    Estoy con los ojos hùmedos. Signos lo ha dicho mejor que nadie: Rohmer necestia el aroma de los Albatros. Sin ellos, su cine es otro; en casa, en cualquier otro lugar, será otro cine. Es nuestra memoria sentimental. ¿Por qué renunciar?

    Qué gran comentario: "cine radiado"... Las nuevas generaciones prefieren la explosión de la nada antes que sentarse a escuchar, incluso a ver crecer la hierba. Bueno. Caerá en el olvido. Bien. Pero ese tiempo sin prisas en un cine sin palomitas, esa vida por delante, el entusiasmo por esa explosión (esta sí) de algo nuevo y maravilloso...

    Estoy reviviendo esa época y dándome cuenta de que llevo siete años en esta pequeña ciudad de provincias castellana y que lo único que echo de menos de Valencia es su extensa cartelera, y por encima de todo, los cines Albatros. Su perfume, Signos, prendido en la memoria. Y salir de allí y hablar del rayo verde, de las relaciones cruzadas, de los azares y la quebradiza voluntad.

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  7. “Éric Rohmer hacía cine de género: el género se llama Éric Rohmer”. Atticus.

    El cine de Rohmer siempre fue para mí un enigma.

    Ví cada una de las pelis que estrenó en los años 80. Todas me gustaron. Eran superficiales, sencillas, minimalistas y cotidianas. Incluso moñas.

    No ocurría en ellas nada extraordinario, excepto que las personas hablaban de sus cosas. Sin más.

    Me gustaba su afán por filmar exteriores, no necesariamente la Naturaleza, el Sol, la gente charlando en una plaza, en la playa o en un jardín. Quizás la culminación de ese gusto se halla en “El rayo verde”, un instante, no más, y que, sin embargo, intitula el film.

    Fue un cineasta de mujeres, o de lo femenino, o como se lo quiera llamar siempre que no sea “género”. Como García Lorca, le puso y dio voz a las mujeres.

    Años después vi un ciclo en televisión, un film cada semana. Y llegó a cansarme, porque una cosa es ver una película al año y otra muy distinta ver una cada semana.

    Acabé de la rodilla de Clara, del amigo de mi amiga, de la mujer del aviador y de Pauline (vaya impresionante aleatoriedad de la materia la de la actriz Arielle Dombasle: www.youtube.com/watch?v=v-1oDAIP0lU) y de ver crecer la hierba (jua, jua, jua…, lo siento, Mercedes) hasta la puntica de la neurona.

    Me gustó su cine.

    (... sólo porque nos lo dijo La Turia y Reme).

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  8. Agradezco tu elogio, pero es siempre más importante (y más difícil) escribir un post que un comentario, de la misma manera que es más difícil escribir una novela (por mala que sea) que una crítica. Si alguien no pone encima de la mesa a Éric Rohmer, nadie habla de Éric Rohmer. Y, sinceramente, prefiero hablar de Éric Rohmer, ahora que ya sabemos que no podrá hacer más películas.
    Imaginaos que esta misma tarde ponen una película de Éric Rohmer en los Albatros. ¿Quién se resistiría a ir a verla?: cine, café, whiskito, pitillo, una chica que oye la conversación e interviene, una música de fondo, carteles de películas de Godard colgados de las paredes, un libro de Paul Auster que alguien acaba de comprar, otro whiskito (por favor)...

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  9. No, no tanto. Hay novelas malísimas y críticas maravillosas. Y los comentarios apostillan, completan y enriquecen el post. Son como el Avecrem, con perdón. Siempre hay alguien que dice lo que a ti no se te había ocurrido, un detalle en el que no habías reparado antes, un nuevo punto de vista.

    Agradezco esto de verdad, de corazón. Veo blogs en los que la gente dice cosas como: "Me ha gustado mucho", "Sabes que te quiero", "Me das una alegría". Parece que les cobran por las palabras: ¿dicen tan poco en directo?, ¿o es que a la gente le acobarda escribir?

    Si ponen una inédita de Rohmer en los Albatros, cojo el coche y me hago los 350 kilómetros. Perdono el pitillo, incluso el libro de Auster (me flagelo, todos me riñen por ello), pero venga esa conversación, esa chica que interviene, ese whiskito, con hielo y vaso panzón, si no es mucho pedir...

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  10. Admito, CrisCrac, que el cine de Rohmer sea un enigma. Que alguien pague por ver trozos de vida, que pueden verse gratis, tiene algo de inexplicable. No admito que sean superficiales: hablan de lo cotidiano, pero el alma humana es así, no siempre está pendiente de las condiciones trascendentales del conocimiento; pero no por eso es banal, o mejor, su banalidad es justamente su ser: Rohmer ahonda en ello. Son pelis minimalistas, eso por supuesto.

    No había pensado lo de las mujeres. Es cierto. Como también lo es que su exquisitez radica precisamente en su excepcionalidad: vistas seguidas saturan rápidamente.

    Hay una de la que guardo un recuerdo especial, "Cuento de primavera", en la que dos mujeres se apasionan en una discusión sobre los juicios sintéticos a priori en Kant. Miré a ver cuanta gente se iba del cine, porque la cosa se demoró 10 o 12 minutos, pero no se fue nadie. Claro, eran los Albatros, en los que no se movían las cabezas hasta que aparecía el nombre del segundo ayudante caboverdiano de la maquilladora kurdoiraní de la coproducción andorranocamboyana.

    Una de las mejores cosas de cumplir años es que ves cualquier peli (de Rohmer, de Von Trier o de Kusturica, por ejemplo) y al salir del cine dices tranquilamente: "Vaya mierda de película". En otro tiempo, alguien te informaba de que habías visto una obra maestra y, claro, una vez informado del evento, te ibas a dormir pensando que habías visto una obra maestra. O te callabas y pensabas que eras un imbécil sin remedio con menos cultura que una chincheta.

    Menos mal que pasan los años.

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  11. ¿Recuerdas aquella tarde en un pub cercano al Palau de la Generalitat en que Reme, tú y yo debatíamos acalorada y apasionadamente, a voces incluso, sobre la naturaleza de esos mismos juicios kantianos? Ein?

    ¡Y lo hacíamos sin intermediación necesaria de substancias psicotrópicas, destilados espirituosos (a lo más, alguna birrita) ni cosa que se le pareciese! ¡Esto es, por puro placer more filosófico! ¡Qué locos de atar!

    Recuerdo a un conseller sociatilla haciendo el gili con una cosa que entonces era fashion: tomar un tequila golpeando contra la mesa el vasito y no sé si se le añadía algo de agua tónica o no sé qué. Me pareció un pardillo cum laude, pero la jamba que lo acompañaba era un pibonazo de alta gama: no sólo era guapa y de estrechar anacondamente, sino una de las tías más finas, sofisticadas y elegantes que me eché a las mientes en aquellos ochentinos años.

    No vayas a creer ahora, mi querido y respetado Atticus, que por estar a la mencionada venus, no estaba yo a lo de los sintéticos..., que sí, que también estaba..., para que luego digan que los tíos no sabemos andar y mascar chicle a un tiempo (y es que la neurona da mucho de sí en algunos menesteres propios de nuestro sexo y condición).

    Y a los ojos de Reme, también estaba. ¿Qué será de ella? ¿Y de Clara? ¿Y de Manoli?

    ¿Y de nosotros, qué será de nosotros?

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  12. Me acuerdo de aquella tarde o noche, pero te confundes de garito: fue el el Pub La Habana, en Juan Lloréns, y recuerdo perfectamente el careto del camarero, que aún debe estar refiriendo a sus allegados en Navidad la noche en la que tres colgados hablaban en aquel lugar oscuro y ruidoso de los juicios sintéticos a priori, y sin esnifar ni ingerir otras sustancias. No sabía el elemento aquél que la filosofía es en sí droga dura.

    Y lo que dices de los hombres... habla por ti, que a mí me cuesta no sólo hacer dos cosas a la vez, sino hacer una bien.

    Nada sé de quienes me hablas. Hace tiempo. De Manoli mucho más tiempo. De nosotros sé aún menos. Y me importa poco qué será.

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  13. Ese afán por rodar exteriores (muy bien traído CrisC.) me recuerda que con sus películas descubrí la arquitectura de R. Bofill, por ejemplo, en los alrededores de París, en Cergy-Pontoise.

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  14. Recuerdo muy bien los cines Albatros... los miercoles era el dia del espectador. Me engañabas y me convencías para que fuera contigo. Algunos de los rollos que me hiciste digerir en aquellos años eran verdaderos ladrillos!( cine subtitulado de países extrañisimos) Otros no, y recuerdo también El rayo verde, pero ceo que no me gustó tanto como a ti.
    Supongo que Albatros sigue en actividad, tienes alguna noticia?
    Bueno por fin he descubierto el secreto de la inserción de un comentario, gracias a la colaboracion especial de mi socio. Un abrazo de ambos.
    Brixia

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  15. Como afináis. Me siento ridículo ante vuestra perspicacia. Yo sólo quería rendir un homenaje personal a Rohmer, y sobre todo recordar lo bien que lo he pasado en sus películas. E incitar a algun"a"s personas más jóvenes ("jóvenas") a ver alguna.

    Y claro, me encuentro con este torrente de conocimientos. Que agradezco. Y que en algún lugar de mi retina han quedado prendidas, porque sé de lo que hablas, Mercedes. No es casual lo que el maravilloso abuelete filmó, dónde lo hizo.

    Una pregunta a los que la hayáis visto: ¿qué tal la última? Aquí, en la España profunda, no llegan y me la he perdido.

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  16. Oye, Brixia, dile al socio que gracias. No era tan difícil. ¿No será él el responsable del comentario posesivo del post anterior? Me suena su estilo.

    Muy bueno el nick.

    Sí, los Albatros siguen ahí, al pie del cañón. Pero te equivocas: el día del espectador era el lunes.

    ¿Ladrillos? ¿Ladrillos, dices? Bramo de indignación. Lo que tienen esos cines es que hay que arriesgar: son como la vida, puedes equicocarte, pero sólo quien bucea hasta el extremo encuentra las perlas. ¿Y no es peor un reality de la tele, un libro de Dan Brown, un meeting de Berlusconi o una clase sobre Kant, por ejemplo. ¿Dónde más se pueden ver esas películas?

    Por cierto, que en Brescia hay (o había) unos cines de ésos, porque en los Albatros sacaban una lista de cines "hermanos" y había unos de Brescia.

    Saluti, sorella. Y al socio, anche. Y a gambe longe. (Dios mío, la de patadas que he debido dar al diccionario de la Republicana Academia de la Lengua Italiana).

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  17. Bueno, yo no dije que "todos" eran ladrillos, algunos no; y tienes razón, para descubrir hay que arriesgar, y no gracias, ni el reality, ni la clase de Kant, ni el meeting di Berlusconi... respecto al libro de Dan Brown aca bo de terminar "El Símbolo perdido". En su linea, me sigo quedando con "Angeles y Demonios"... dirás que porque está ambientado en Roma, también. Tienes que venir y hacer una escapada a Roma. Después me cuentas.
    Y claro el comentario era de quien tu piensas. Mete en google el nick y descubirás el porqué, aunque es muy fácil de adivinar.
    A presto fatellone, sei sempre forte. un abbraccio al tuo piccolo socio.
    Brixia

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  18. Olvidas que entre mis vicios inconfensables está el estudio, y que he pasado por la Facultad de Historia de la UNED, y que sé algo de la historia de Roma, y del norte de Italia, y de todos los tipos que por allí han pasado y siguen mezclándose. Me sé lo de Brixia, ¿qué te creías, que algunos solo controlamos Wad-Al-Ajara (o algo así)?

    Hazte ver lo de Dan Brown. Me vale como literatura playera. Nada más. Iré a Roma. De momento me voy a Estambul.

    El socio... Abraccio e capone.

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  19. Yo me referia al nik del socio, obvio que sabes lo de Brixia. Y me das envidia con lo de Estambul...
    Brixia

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  20. Ya me lo explicaréis, sí, eso de ARCA695 me tiene very intrigate.

    Fíjate que es curioso: aquí hablando de Roma y Estambul, o sea, Constantinopla. Al final, los dos polos del Imperio, el Occidental y el Oriental, los ortodoxos y los más ortodoxos todavía, el Papa (que es un tedesco) y el Patriarca (que ni idea de quién es). Como fuera de casa en ningún sitio. Me voy a poner de kebab hasta las trancas, de pasiones turcas, de camas turcas, de Orhan Pamuk y de "El expreso de medianoche". Ya está bien del tipo este de las pelis en las que no hacen más que hablar... Es decir, de discusiones bizantinas. O constantinapolitanas, o estamulianas/enses.

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