Escribí unos posts atrás que Libertad era el mejor libro leído en 2012. Como el tiempo es más
sabio que nosotros me toca rectificar o matizar. Repaso los libros que leí el
año pasado y me encuentro con otros seguramente mejores. Por ejemplo Algo que brilla como el mar, de la
japonesa Hiromi Kawakami, o El cielo es
azul, la tierra es blanca, de la misma autora. Ambas son delicadísimas
historias del cómo (he olvidado el qué). Debo incluir en la lista El Sunset Limited, de Cormac McCarthy,
obra de teatro cruda, visceral y valiente, prohibida para buenistas,
cocacolistas o disneymanes. También Kafka
en la orilla, de Murakami, que me pareció uno de los mejores de él; no
tanto Sputnik, mi amor, cuyo final me
desconcertó, como muchos otros del autor (incluido El pájaro que da cuerda al mundo, cuyas últimas páginas se me hacen
más cuesta arriba que el Tourmalet). Entre los muy buenos está igualmente Los perros de Riga, de Mankell, que no
había leído, y Pulso, de Julian
Barnes, colección de relatos de un autor desconocido hasta entonces.
Pero la joya del año es La
estepa infinita, de Esther Hautzig. Ya hablé de ella.
Me merezco un tirón de orejas por afirmar que Libertad es el mejor libro que he leído
en 2012. Debo decir también que lo leí junto con mis compañeros del club de
lectura de la Biblioteca de la ciudad en la que vivo. Hemos terminado, hemos
discutido vehementemente. Y creo que casi todos hemos coincidido en sus
virtudes, en sus descosidos y en su catastrófico final. Porque el texto de
Franzen atrapa, está bien escrito, es muy complejo y ambicioso, pero hay muchas
cosas que no se pueden pasar por alto.
En primer lugar, es una novela estadounidense, con muchas
referencias internas que tal vez a nosotros nos son un tanto opacas. Si esto se
combina con unos actos y decisiones de los personajes más que discutibles y muy
a menudo indignantes, a veces resulta difícil seguir la lógica de la acción. No
siempre nos gusta lo que hacen; es más, muy a menudo no lo entendemos. Algunos
de los lectores decían que habían tenido que dejar el libro, “castigarlo” por
las tonterías o las decisiones equivocadas de sus personajes. Esto, para mí, no
es necesariamente un defecto, que no comprendamos no quiere decir que hagan mal. Los personajes son muchos y
muy distintos, incluso demasiados, por lo que algunos simplemente son dibujados
y carecen de desarrollo (pienso en Connie, en los padres de Patty y de Walter,
en su hija, sus vecinos…). Probablemente necesitaría 400 páginas más que añadir
a sus 667. En realidad hay varias novelas, una especie de saga familiar y alrededores a lo largo de la última mitad del siglo
XX.
Uno de los núcleos del libro es la torpe búsqueda de la
felicidad y el sentido de la existencia que hacen sus dos protagonistas, Patty
y Walter. Reconozco que no acabo de asimilar la psicología de Patty y que, tras
unos días de reflexión, sigo sin entender sus reacciones ante lo que le va
pasando en la vida. Mucho menos al final, que no puedo contar sin destrozar el
libro. Pero anticipo -y es una opinión que compartimos creo que todos- que me
parece una cagada (con perdón), impropia de la complejidad de la novela.
Me interesa sobre todo Walter, un puritano en sus convicciones ecologistas, y también una persona
inquebrantablemente recta en su vida -yo diría que es un sectario-, que no tiene más remedio (¿o sí?, ¿o es que
quiere convencerse de que no ha tenido otra opción mejor?) que entrar en las
reglas de ruego si quiere hacer algo de
verdad. No puedo dejar de ver un personaje patético (pathos: pasión, sufrimiento, desamparo, entusiasmo) que, cuando
llega finalmente a la meta, el sentido de todo le es arrebatado por un azar tan
trágico como posible. Es un puritano, decía, en su amor por un pajarillo y su imprescindible protección, lo que no le
impide aceptar minas a cielo abierto o padecer una especie de fobia gatuna poco
razonable.
Libertad no es
un libro que pase de largo. Seguramente, repito lo dicho al principio, no es el
mejor libro de 2012, pero vale la pena. Por cierto, no fuimos capaces de dar
una explicación a su título.
No he leído el libro. Me habló de él una amiga común y escribí un post en mi blog con muy pocos comentarios. Quizá porque la gente lo desconoce o porque lo ha dejado a medias.
ResponderEliminarYo leo cualquier cosa, pero meterme ese tocho con "las malas críticas" que tiene, pues me hace pensármelo.
Si me decido a leerlo, te lo digo.
Un saludo
A ver cómo lo digo sin molestar. Recomiendas en tu blog un libro que no te has leído. Si me permites la sugerencia, sólo hay que hablar de aquello que uno conoce, y esto con grandes precauciones.
EliminarNo sé cuál es el número de libros que uno ha de leer. Depende. Si uno es sólo un aficionado, basta con unos pocos best-sellers (en el peor sentido de la expresión). Pero si uno quiere adquirir una cierta formación, una amplia visión del mundo, ha de leerlos "a paletadas". De todo, pero preferentemente los buenos. Los clásicos no han de faltar: Borges, Camus, Zweig... (por sólo hablar de los clásicos del siglo XX). Cinco minutos con ellos son más provechosos que dos horas de estulticia social, cinematográfica o literaria.
¿De qué críticas hablas? ¿De las de los críticos profesionales? En general son mejores que lo que yo he escrito. Pero si te fías de los que no lo han terminado... tú verás. Cada uno elige su criterio. Pues eso es hacer crítica: tener criterio, argumentar lo que se dice, estar dispuesto a entrar en el juego de logos (lo sabemos desde Platón y antes).
Yo intento en este blog pensar detenidamente lo que digo, rumiar mis palabras. Esto no me libra de errores frecuentes y alguna que otra colleja, pero no creo que se trate de recomendar nada a nadie, cada cual verá lo que hace y lee.
vaya bronca me has echado. A ver, que no haya leído un libro, no significa que no me hayan hablado de él. Cuando lo recomendé en mi blog, lo hice porque me hablaron bien de él; pero con el tiempo las versiones han cambiado.
EliminarEn cuanto a las críticas, me quedo con un poco de todo porque aunque los críticos sean especialistas, no tenemos por qué estar de acuerdo con lo que dicen.
Jolín, yo sólo pretendía comentar tu post, nada más.
Nada, nada, me voy con el rabo entre las patas.
Pues no. Nada de bronca. Explicito una convicción, pero que cada cual haga lo que le parezca. Yo tengo una idea de lo que es blog seguramente distinta a la tuya. No me gusta hablar a partir de impresiones o referencias de segunda mano. Pero no es más que mi opción, nunca un dogma.
EliminarY lo del rabo... Ejem.
Anoto tu recomendación, parece interesante. Pero el número de páginas me hace relegarlo épocas mejores, tal vez el verano. Gracias por tu post.
ResponderEliminar¿Ahora vamos a asustarnos? Eso se lee en un momento. Por cierto, en algunos momentos la teaducción me pareció muy "castiza". No mala, pero sí rara.
EliminarSi tuviera que redactar un post con la narrativa que leí last year, no me iba a dar ni para un pareado.
ResponderEliminarCelebro que voracees en asuntos novelarios tan variados.
Hace unos días fui a la Fnac, y de tanto libro junto me dio un vahído indisponiente de 9º en la escala Borges que tuve que salirme a pegarle fuego a un par de cigarrillos.
Qué angustia, por Tutatis.
¿Borges el de las ciruelas o Borges el de las viñetas de "El País"?
EliminarDi la verdad, confiesa, que aquí el personal va a pensar que sacándote del mayor best seller jamás escrito (el catálogo de Ikea), no hay nada que rascar. Y yo sé que no duermes sin un par de capítulos de "Ser y tiempo", que tras el desayuno caen unos cuantos aforismos del "Tractatus" y que culminas la actividad amatoria horizontal con unas citas de Hegel en alemán. Como si no te conociésemos.
¿Tutatis es un escritor lituano?
¡Ay Atticus: es que a tu lado, me entra complejo! ¡Viendo la cantidad de libros que has leído, prefiero no comentar mi número! ¿Será por el jardín?
ResponderEliminarNo obstante, me encanta leer comentarios sobre libros (tuyos y de tus seguidores). A veces me animan a leerlos yo también, otras lo contrario. A veces cambia mi propia percepción inicial sobre lo que he leído, otras me ayuda a reafirmar lo que pensaba. De cualquier manera, interesantes siempre.
¿Complejo? Ya he dicho que a mí me parece que con la vida de uno cada cual hace lo que le viene en gana. Hay una relación inversamente proporcional (al menos en mi caso) entre el número de libros que leo y la vida social. De modo que según y cómo, ya ves.
EliminarLo del jardín, desde luego. Y la ventaja de vivir acompañada, que eso ocupa unas cuantas horas.
De todos modos, gracias. El libro probablemente te guste (con reparos). Dice una compa del club que el original inglés merece la pena más aún.
Esto es un poco raro. Es la primera vez que respondo a un comentario que he tenido que borrar. Pero hay cosas que no deben quedar sin respuesta.
ResponderEliminarVerás, Anónimo, esta es MI CASA, MI BLOG, aquí escribo yo y lo hacen mis amigos. Los que llegan sin invitación tienen unas elementales normas que cumplir: tener algo que decir y mantener el respeto a todo el que aquí escribe (y en ese caso son siempre bienvenidos). Tú no has cumplido esas condiciones. Por eso, te agradecería que no volvieras a aparecer por aquí, que tomes tu rencor, o tu desprecio, o lo que sea, y los destines a mejor causa.
Creo que también debo decirte que a tu escrito le falta algún acento y que el uso de los tres puntos suspensivos no es muy riguroso. Por cierto, son tres, no cuatro.
O sea, que te esfumes, que nos ignores, que te largues. No me obligues a recurrir a esos maestros del argumento: Fernán Gómez y Labordeta...
No sé, "Anónimo", cuáles son los contenidos de tu comentario. Seré prudente.
ResponderEliminarCuanto hayas escrito lo sabe Atticus, que es amigo mío, y eso me basta. Sólo diré que éste es un blog en el que se cultiva el pensamiento, la cordialidad y, sobre todo, el humor inteligente y cordial.
Estas alturas humanas no están al alcance de cualquiera.
Así que no estaría de más una disculpa. Ello obraría, sobre todo, en beneficio de tu persona. Todos nos equivocamos. Yo mismo puedo estar ahora errando donde no debo. Ojalá no sea así.
Naturalmente puedes obviar mi sugerencia e incluso despreciarla, te asiste tu derecho al silencio, que no parece hayas ejercido en su momento.
Tienes una ocasión preciosa para emular a los sabios, que reconocen sus errores. Mira que Fernán Gómez y Labordeta -Ares los tenga en su gloria- no se andaban con chiquitas.
Saludos, Anónimo. Un abrazo, Atticus.
Haz caso a CrisC, Anónimo. Todos nos equivocamos.
ResponderEliminarPorque ese Anónimo, cuyo comentario he tenido que borrar, sigue erre que erre, con lo que me ha obligado a poner esa "moderación" que tan amablemente pone a mi disposición blogger. Dice Anónimo que seguirá escribiendo lo que le dé la gana, y apela a la libertad de expresión. Primero, la libertad de expresión no es absoluta: tiene como límites la integridad moral de las personas y las leyes vigentes. Además, me parece elemental que a uno le respeten en su casa. Naturalmente, Anónimo, puedes escribir en tus cuadernos, en las paredes de tu casa y el el ciberespacio que te preste un hueco. Pero no aquí, donde no eres bienvenido. De modo que escribe lo que quieras, que nada verá la luz; a lo mejor te sobra tiempo o sentimientos que seguramente deberías conducir a otros lugares
Adiós en todo caso.
Y perdonen los asiduos la necesidad de la moderación. O de censura, que a menudo es más que necesaria. Este sitio sigue siendo el vuestro.
Resulta tan extraño verse en la obligación de moderar los comentarios que parece que el blog dejara de ser lo que era para convertirse en algo distinto...
ResponderEliminarDesgraciadamente, este tipo de personajes (con los que yo también hube de enfrentarme cuando el concurso de relatos del año pasado) nos obligan a ello.
Cada uno queda reflejado en sus acciones.
Sabes, Atticus, que los demás siempre estaremos aquí, leyéndote y comentándote.
Un abrazote
Pues sí, de vez en cuando pasan estas cosas. Aquí, en el trabajo, en la vida. Nada extraño, por desgracia. A mí estos comportamientos me producen extrañeza, no sé si es que yo soy muy raro, pero donde no me quieren no voy, los blogs que no me gustan no los leo, las personas que no me agrandan las evito...
EliminarAsí que vamos a dejar de hablar de quien no merece más que silencio y vamos a dedicarnos a lo de siempre, que es discutir como amigos los temas propuestos. Y olvidémonos de lo demás. Tomemos lo de la moderación como un pequeño peaje algo molesto, pero que tampoco impide el transcurrir de vuestras palabras.