Hacer
algo en vano, eso es la frustración. Lo podríamos ilustrar con un muro que deseamos
saltar, aunque es demasiado alto. Pese a ello, queremos franquearlo, creemos
que tenemos derecho a contemplar lo
que hay más allá. Pero no hay manera.
El muro
es la imagen de la dificultad insuperable. Veamos varios ejemplos: esa persona
que queremos y no nos quiere; ese examen que no aprobamos, pese a que lo hemos
hecho (creemos) muy bien; ese trabajo de nuestros sueños que se acaba llevando
el que (creemos) es más incapaz que nosotros.
Hay
quien piensa que la insistencia da sus frutos, que un whatsapp tras otro rendirán la fortaleza de la persona amada,
olvidando que los seres humanos no somos castillos, sino complejos sistemas de afectos.
Pero qué frustrante es, qué doloroso.
Buena
parte de los estudiantes, desde el colegio, el instituto, la facultad, las
oposiciones, lo que sea, (pre)juzgan que sus exámenes son siempre buenos, y que
no aprobar sólo indica que el profesor les tiene manía, que les pregunta cada
vez lo único que no se saben o que la conjunción astral entre Júpiter y Venus se
conjuraba contra ellos.
El ascenso
laboral parece complacerse en recaer sobre los menos capacitados, los pelotas,
los amigos o familiares del jefe, los que preparan su promoción con actividad
horizontal. Por eso, dicen algunos, yo no consigo ese trabajo, ese puesto
superior. Siempre hay una razón -si no la hay se inventa- que no me obligue
pensar qué es lo que estoy haciendo mal.
Echar
balones fuera o culpar a los demás es tranquilizador para la conciencia. Pero
tiene poca verdad y menos utilidad. Sólo
un análisis detenido de nosotros mismos nos instalará en la realidad. Es cierto
que la mala suerte existe, también que hay trepas y circunstancias difíciles.
Pero ¿siempre?
Suele
decirse que la frustración es educativa. Niños sobreprotegidos derivan en
jóvenes tiranos que no saben hacer frente a las dificultades. Cada vez que algo
no sale como querían o se trauman o
se rebotan. Más académicamente: o bien depresión y ansiedad o bien salidas más
o menos violentas. Pero ninguna solución.
Al
llegar a la edad adulta, los primeros veinte, la treintena, esos jóvenes no son
capaces de hacer frente a los problemas de la vida. Todo les es debido, tienen
derechos, nunca deberes. A ellos les parece exigible traspasar el muro,
derribarlo si es preciso, aunque no hayan hecho el más elemental curso de
alpinismo o albañilería; no están dispuestos ni siquiera a dar un pequeño rodeo:
el caso es que se lo den hecho, pues es lo que se les debe.
¿Pero quién
se lo debe? ¿Y por qué? Harían bien en
examinar sus capacidades, la legitimidad de sus deseos y el tiempo que les va a
tomar conseguir traspasar el muro.
Serán más felices, realmente felices. O sea, razonablemente felices: ellos y los que los viven alrededor.
Serán más felices, realmente felices. O sea, razonablemente felices: ellos y los que los viven alrededor.
https://www.youtube.com/watch?v=KuzqwEyylio
En líneas generales y me gusta y estoy de acuerdo con tu post. El otro día un compañero decía que en la vida la mayoría de las cosas son suerte. Creo que tiene razón. Hay personas con suerte; otras con mucha cara y demasiado amor propio. Los jóvenes, en la veintena, son cada vez más tiranos y prepotentes. Conozco algunos casos en los que tiene que ser lo que ellos dicen y porque ellos lo dicen. No hace tanto que dejé la veintena, y me asusta haber sido así. Les preguntaré a mis padres.
ResponderEliminarYo no diría suerte, sino más bien azar, que no es exactamente lo mismo. Lo que dice tu compañero me parece un poco simplificador: si todo es cuestión de suerte (la mayoría de las cosas) entonces uno casi no es responsable ni actor de su vida. Yo creo que hay que matizar un poco. Tomamos una serie de decisiones, las que en un determinado momento creemos mejores con los conocimientos y circunstancias que entonces tenemos. Esas decisiones nos abren un campo de vida y en él actúa el azar. Por decirlo con palabras de Savater, no somos libres para elegir lo que nos pasa pero sí de lo que hacemos ante lo que nos pasa.
EliminarYa sabes que a mí esto del destino, lo ineluctable, los horóscopos y todas esas zarandajas me dan absolutamente igual. Actúo "como-si" fuera libre. Ya sé que nunca del todo: el condicionamiento existe, pero lejos de impedir la libertad, la posibilita. Únicamente las leyes físicas (y poco más) nos determinan; me parece que lo que hacemos constantemente es buscar excusas para eludir nuestra responsabilidad, esto es, presentarnos al mundo diciendo: he sido yo, nadie me obligó, soy el responsable.
Como es lógico, la decisión tomada no siempre es la correcta (si es que puede hablarse de decisión correcta), pero es la que hemos tomado. Por consiguiente, si no alcanzamos los objetivos previstos, hay que pensar si realmente es por algo externo o por un problema que sólo está en nosotros. La frustración es educativa, nos obligar a repensarnos, a volver sobre el concepto que tenemos de nosotros mismos y de nuestras posibilidades.
Vaya rollo dominical. Mejor no preguntes a tus padres. Yo, que ya no puedo hacerlo, estoy casi seguro de que me dirían que fui un joven bastante idiota, algo agilipollado y pedigüeño de esa ropa que no podían pagarme. De manera que eso que dice la Biblia: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Lo peor es que ese bajísimo umbral de resistencia a la frustración no cesa al traspasar la veintena. Desde luego que no. Y no lo digo por ti, lo corroboro cada vez que salgo a la calle.
Pues sí, la sociedad actual no nos prepara para enfrentarnos a esos muros infranqueables que tiene toda existencia. Al revés , nos vende una idea de vida feliz, placeres inmediatos y autosatisfacción que sólo nos lleva a frustrarnos más.
ResponderEliminarHoy mucha gente necesita de terapias para superar desde la muerte de un ser querido a la pérdida de un trabajo pasando por un desengaño amoroso. Sin embargo, nuestros padres y abuelos, con vidas mucho más difíciles que las nuestras, sufrian menos depresiones y sabían salir más airosos de los envites de la vida. Supongo que estaban acostumbrados desde pequeños a toparse con muros y a no esperar que todo les viniera dado "porque yo lo valgo".
Hay que ser consciente de que la vida es un camino de obstáculos y de que las cosas pocas veces salen como nos gustaría pero no por ello hay que desanimarse, sino lo contrario, aprovechar las cosas buenas que toda existencia nos ofrece y aceptar los reveses con el mejor ánimo posible y si podemos aprender de ellos, pues mejor que mejor. Al fin y al cabo tenemos sólo una vida y vivirla frustrados pegándonos cabezazos contra el muro es malgastarla inútilmente.
Creo que uno de los mayores errores que cometemos es de esperar siempre la recompensa inmediata, efectivamente. Pensar que la recompensa llegará en meses, incluso años, parece antiguo. Pero no lo es. Hay placeres inmediatos (zamparse un buen cocido), otros a medio plazo (saber hacerlo) y otros a largo plazo (ser capaz de desempeñarse con eficacia en otro idioma, por ejemplo).
EliminarNuestros antepasados también tuvieron depresiones y otras enfermedades psiquíátricas, aunque no sabían que lo fueran ni que tuvieran ese nombre. Lo que no padecían es la medicalización de cualquier inconveniente. Pongo un ejemplo: es normal estar triste por la muerte de un ser querido, no hay que ir al médico por ello; otra cosa es que la tristeza se ahonde y aparezca apatía vital, deseos suicidas, descuido corporal o menosprecio por uno mismo a tiempo completo. Entonces sí que podrìamos hablar de depresión.
La frustración aparece cuando creemos tener derecho a algo a lo que no tenemos derecho, por incapacidad, o porque es imposible. Como bien dices, la vida nos quita mucho, pero también nos da: las estrellas siguen ahí, la lluvia cae y esta mañana alguien te sonríe, te saluda, tiene una hermosa mirada. La cerveza sabe especialmente bien esta tarde frente a esos ojos y la música de Bach siempre es bella.
No sé si hay más motivos para el optimismo que para la frustración, pero sí es cierto que se vive mejor con él.
… algunas frustraciones, quizás las mías, tienen algo que ver con las expectativas, sobre todo, pero también con la ingenuidad y, seguro, ay, con una autovaloración algo indulgente
ResponderEliminaraunque vale para superarla el adagio de Delfos, porque quien se conoce a sí mismo sabe medir sus fuerzas, y las de los dioses, a fin de no cometer hybris, oyehsss, y si se comete pues a lo hecho, pecho
pechos, si de amores se tratare, y al respecto tacto, delicadeza, levedad, tiento, besos, dulzura, caricia y en el instante inopinado, lleno de luz, una dentellada sola, lesiva y voraz, you know, Atticus, you know
La ingenuidad no es mala, pero combinada con arrogancia o con soberbia... Supongo que no es el caso. En el mío particular (por eso es mío, por eso es particular) cada vez me frustro menos, debe ser el zen; no como antes, que más bien era un zen...utrio.
Eliminar¿Y dices que a lo hecho tetas? ¿O era pecho? En qué estaré yo pensando... Aquí no hay frustración y sí fruición, frufrú y otras palabras que empiezan por "fru", como frutas, muchas de ellas, desde luego que sí.
Cómo eres.
La frustración es una habitación de espejos. Y no siempre el objetivo de la vida es ganar, a veces aprender. El sordo aprende a oirse a sí mismo y el ciego Borges, el anglosajón antiguo.
ResponderEliminarFrente a la problemática que plasmas, tienes razón, debemos examinarnos; sin embargo ¿no es saludable evaluar el mundo que vivimos?
Vamos, que no es por ser rojo pero nada les gusta más a las élites que las historias de autosuperación. Sobretodo en una sociedad en la que el 70% del dinero habita paraísos fiscales y la diferencia entre las clases altas y las medias se ha vuelto mórbida.
La generación que viene como bien lo has dicho se compone de dictadores. Y basta ver a Hitler para comprender la enfermedad que hemos causado. Lo rechazaron en Viena, lo trataron como un ser de segunda categoría y su madre murió. No era culpa de nadie pero se lo cobró al mundo entero.
Quizás Darwin ha comenzado a quedar obsoleto.
No sé si comprendo bien todo lo que dices. Tu prosa es tan poética que mi entendimiento no alcanza para todo lo que sugieres. O soy muy zote, puede ser.
ResponderEliminarNo me gusta explicar la Historia por la Psicología. Es posible que ésas sean las circunstancias, pero no las causas. Que Hitler fuera un incomprendido no explica todo lo que ocurrió. Tampoco lo justifica, mucho menos lo justifica.
De modo que Darwin vale para explicar algunas cosas, pero no otras. El mundo simbólico y el de las necesidades adquiridas, culturales, queda un tanto fuera de su teoría, pero yo no lo descartatía para todo.
Hoy he leído que el dinero que hay en los paraísos fiscales es el PIB de Francia y Alemania juntas. Y luego ésos nos dan lecciones de patriotismo a los que no nos emocionamos con la bandera. Eso si me produce frustración, porque no tenemos derecho a coches de lujo ni a mansiones imponentes, pero sí a lo mínimo, a que no nos roben, a que nos mientan con esa desfachatez. A que no nos tomen por niños o por gilipollas (no sé si en Colombia utilizáis esa palabra).
Siempre es un placer leerte por aquí.