A la
felicidad se invita, pero la justicia se exige. Las éticas de la justicia son
éticas de mínimos, mientras que las de la felicidad lo son de máximos. Éstas
pueden ser subjetivas, culturales o de grupos aglutinados en torno a determinadas
aficiones o creencias.
Lo difícil
es saber qué son los mínimos. Esto es tarea de titanes… encomendada a personas.
Lo intentó
la ONU de los tiempos en que parecía posible el sueño de la razón práctica,
cuando llevó a cabo ese imposible que fue la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Recalco lo de Universal.
Creo que no acabamos de reparar en lo que significó aquello: los asideros
culturales, las religiones, las particulares cosmovisiones cedieron (algunos de muy mala gana, por cierto) en favor de una
universalidad de la voluntad de justicia, de una dignidad mínima para todos.
No se
cumplen, es verdad. Pero siguen siendo un referente, una idea regulativa (no me
libro de Kant ni queriendo), un código vigente, algo más que un ideal de la
razón.
Ahora hay
que procurar que no mueran de éxito, que ya lo hacen. Hay que promover que se
cumplan universalmente frente a los paladines del relativismo democrático
(oxímoron a poco que se reflexione).
Es lo mínimo.
Ilustración: http://ridna.ua/2013/11/na-samiti-u-vilnyusi-predstavlyat-vystavku-pro-nedotrymannya-prav-lyudyny-v-ukrajini/
Música: https://www.youtube.com/watch?v=IgAT0jwnVzA
Como me ha gustado volver a escuchar Para la libertad.." de Serrat. Cuanto tiempo hacía que no la escuchaba. Y sí, en la vida deberían de haber unos mínimos exigibles para todos que se supone que los hay pero no los hay. Y en otras cosas los máximos, cuantos más mejor, pero tampoco en la justicia lo hay. Por cierto Atticus, creo que al principio de la entrada cuando dices "Las éticas de la justicia son éticas de mínimos" creo que querías decir "Las éticas de la felicidad son éticas de mínimos" ¿no?
ResponderEliminarUn beso
Lo de la canción no tiene nada que ver con el referéndum (?) del domingo, ni con el escrache cibernético que se ha hecho a Serrat. Simplemente buscaba alguna canción sobre la libertad. Puro azar. Supongo.
EliminarLo malo de nuestras sociedades actuales no es que estemos en mínimos, sino que estamos bajo mínimos. Y esto tiene gravísimas repercusiones en la confianza que la gente tiene en el sistema político y en los que lo gestionan. La felicidad, allá cada cual, siempre y cuando no colisione con la justicia.
Al principio, efectivamente, he cometido un error (lo corrijo ahorita mismo), aunque no el que dices. Las éticas de la justicia constituyen los mínimos que una persona puede aceptar. Por debajo hablamos de injusticia, indignidad, trato inhumano. Las éticas de la felicidad son éticas de máximos porque cada uno se las marca. No soy necesariamente compartibles, podemos intentar convencer a los demás de que una religión, un partido político, un estilo de vida, son lo mejor. Pero en todo caso serán su religión, equipo de fútbol o modo de vivir, y no tenemos derecho a imponer el nuestro. En el caso de las éticas de la justicia hay que hacer un esfuerzo racional por estar de acuerdo. Obviamente, hay que buscar esos pocos puntos de encuentro (¿los Derechos Humanos?) sin los cuales no es posible vivir, al contrario que en el otro caso: podemos vivir muy bien sin tener el mismo proyecto de felicidad que los demás.
Siempre agradezco tus comentarios.
Es tarea de titanes establecer esos mínimos y también hacer que se cumplan.
ResponderEliminarEs un horizonte hacia el que hay que caminar, aunque no se llegue, porque es justo:
Nadie estará sometido a trato cruel.
Toda persona tiene derecho a no ser molestado a causa de sus opiniones.
La educación debe ser gratuita.
Y acotarlos es muy complicado, donde un grupo de personas ve un trato cruel, otro puede ver sólo un trato justo, por ejemplo. Pero estoy de acuerdo con que no hay que perderlos de vista.
Respecto a la felicidad, me hizo gracia una opinión que escuché hace días, de alguien que se quejaba sobre la necesidad de ser feliz actual, que casi parece una moda. Esa persona decía algo así como: “yo no soy feliz, no he sido feliz y no me da la gana de serlo nunca. Soy una persona inquieta, ansiosa y eso no me permite disfrutar, vine a este mundo a hacer cosas, así que no me hagáis perder el tiempo”.
Un saludo Atticus.
Lo peor de los últimos años es que hemos bajado tanto los mínimos que parecen máximos. Estamos dispuestos a aceptar y a tolerar lo intolerable por aquello de que otros están peor o que podría estar peor. Nos han timado.
EliminarMe hace gracia lo que dices de la felicidad. Creo que hoy la entiende casi todo el mundo como una especie de narcótico, una especie de bienestar en la ignorancia. Y no es eso. Lo sabemos desde Aristóteles. Ya sabes, ese influencer.
Hablar en términos de universalidad me pone en el disparadero, en el cruce de caminos de todas mis contradicciones, en la veneración que siento por el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un poema, y en mi no menor veneración por el arrebato nietzscheano. En fin, “aún tengo la vida”. Qué estatura descomunal la de Miguel Hernández.
ResponderEliminarPero si no hablamos en términos de universalidad, sólo nos queda la vivencia. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es eso: universal. La vida de cada cual ha de vivirla cada persona, pero el marco de derechos (y deberes) debe ser más amplia. Vivimos solos y vivimos con los otros.
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