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domingo, 7 de diciembre de 2014

ELOGIO DEL ELITISMO

Pues sí, elitismo.  ¿Por qué tanto miedo a esa palabra?

¿Debería ponerme democrático?

Aclaremos conceptos. Estoy hasta el moño de esos que van por la vida de igualitarios. Ésos que no pegaron ni chapa desde el jardín de infancia, pero que consideran injusto que ganes 500 euros más que ellos, aunque te dejases las pestañas días, noches, fines de semana y vacaciones mientras ellos se acercaban despaciosamente a la próxima gandulería. Ésos que creen que un par de rayajos de su vástago tienen el mismo valor que un cuadro de Goya. Ésos que echan un poco de queso en polvo a la pizza congelada y les parece que son el masterchef del universo galáctico. Ésos que discuten con un físico de física, con un lingüista de lingüística y con cualquier entendido de cualquier cosa, de igual a igual, nadie es más que nadie, ellos igual que todos. Naturalmente, de lo suyo (de lo poco que entienden poquísimo) saben más que nadie, ni se te ocurra discutirles nada. La capital de Filipinas es Moscú y Einstein es una estupenda marca de electrodomésticos fabricados en Mondragón, que está muy cerca de Villarrobledo de Chavela Vargas, allá por la península canaria.

Ésos dicen que sus niños han de aprobar en la escuela porque es lo democrático, el profesor está a sus órdenes, sólo faltaría. Al saltarse cinco semáforos, un stop, y atropellar (sin mala fe) a la dotación completa de la residencia de ancianos, el picoleto (al que tutean, mientras el benemérito debe hablarles con respeto) no puede multarles porque lo democrático es que cada cual haga al volante lo que le pase por el forro del cambio de marchas. Igualmente, el inspector de hacienda no debe meterse en sus impuestos porque lo que hace cada uno con su dinero no es algo de lo que deba dar cuenta al estado garrapata, que, por su lado, tiene todas las obligaciones hacia ellos, hasta ahí podíamos llegar.

Algunos van de intelectuales. Perpetran poemas o atentan contra la ortografía y la sintaxis en infames novelas que intentan publicar. Y se ofenden cuando las editoriales se lo niegan o algún amigo les dice amablemente que tienen mucho que corregir y mejorar. Según ellos, cada uno escribe lo que quiere y todo es bueno. Es más, lo suyo es aún mejor. Y ya verás, ya, cuando se publique y puedas presumir de tu amigo el escritor…

Pues eso.

A estas alturas ya todo el mundo se habrá dado cuenta de que no creo en la democracia full time ni everybody. Porque una cosa es la dignidad, esa cualidad que los seres humanos nos otorgamos a nosotros mismos (un milagro que salta las leyes selváticas), y otra la calidad de lo que se hace.

Una visita al Museo del Prado, un poemario de Aleixandre, un excelente plato, un servicio exquisito de lo que sea… Ni todo vale igual ni puede pagarse lo mismo. Puede que se llame elitismo. Yo creo que se trata de criterio, de claridad intelectual, de conocimiento. La democracia no es esto o no es en esto.

Tener las mismas oportunidades es algo elemental, pero ni todos las aprovechan igual ni todos consiguen los mismos resultados. De modo que excelencia y democracia sólo se oponen en una visión catastróficamente miope del asunto. Una democracia de mediocres es la glorificación del pelotón de los torpes. Náuseas me da.

Pero si alguien prefiere llamarlo elitismo, ninguna objeción por mi parte. Y menos hoy, día siguiente al de la glorificación de la constitución setentaiochista…

4 comentarios:

  1. Creo en algunas aristocracias (o, mejor, aristocratismos).

    Los que devienen del esfuerzo, de la lucidez y del coraje, de la elegancia, del cultivo entusiasmado de la Belleza, de las convicciones o de la bondad y su corolario ingenuo y conmovedor de altruismos verdaderos.

    Algo habrá en ello de elitismo. Lo reivindico.

    Creo en el Art. 1º de la Declaración de Derechos Humanos y, sin entrar en ello, confieso que no sé por qué, pero creo, como también creo que hay que merecerlos porque están fertilizados con el sacrificio de generaciones de hombres y mujeres de altura.

    Y creo hay chusma -“Náuseas me da”- que no los merece.

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    1. No veo incompatibilidad ninguna. Creo que fue Olof Palme el que dijo que ellos gobernaban no para que desapareciesen los ricos, sino para que no hubiera pobres. De modo que deberíamos garantizar los mínimos y promover los máximos. Pero la cultura del "tengo derecho a todo y gratis" es nefasta y solo promueve la mediocridad.

      Los Derechos Humanos (ya hemos hablado de ello) son una construcción, una creación, no un don; mucho menos una dotación neonatal. Los humanos no los merecemos pero hemos de procurar hacernos dignos de ellos.

      Pero hay lo que hay. La humanidad (qué palabra) da para todo.

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  2. Recuerdo haber estado en un festival escuchando a Arturo Pérez-Reverte hablar de exactamente el mismo asunto.

    Si, a mí también me fastidia ese tipo de persona, sobre todo cuando además, achacan a la suerte que te vaya mejor en algún aspecto. Qué suerte ni que ocho cuartos, aquí la suerte nos la labramos cada uno.

    En cualquier caso, procuro no alterarme. Al fin y al cabo, el tiempo siempre pone las cosas en su sitio -por mucha jeta que le echen-, y ellos son los únicos que conviven con una sensación de injusticia perpetua.

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    1. No le plagio, voto a bríos, que me manda a su amigo, el Capitán Alatriste y termina con mi persona por una simple confusión de vuecencia o vuesa merced...

      La suerte hay que buscarla. El azar existe, qué duda cabe, pero hay personas que están varadas en su "ninidad" a la espera de lo que sin duda merecen (creen), mientras los demás tienen suerte (dicen). Vaya jeta.

      Entre los alumnos veo mucho esa actitud. El viernes hablé con una estudiante a la que había puesto un 2 y suspende la mitad de las asignaturas. Sin embargo, su actitud es positiva, realista. Me dijo que tantas veces como se caiga, intentará levantarse. Otra, por el contrario, solo con tres asignaturas, se rebotó enormemente porque la culpa (decía) es siempre de los demás: los profesores, el instituto... Lo peor es que está convencida de la injusticia, lee mal la realidad, está perdida. Y en su ignorancia belenestebense vive, seguirá seguramente; me da pena.

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