El tercer libro de Fernando Aramburu que he leído este verano
es Años lentos, su sexta novela, de
2012. No estoy hablando de ellos por orden de publicación (soy obsesivo pero no
sistemático), sino de lectura.
Años lentos es un libro fronterizo, incluso un
libro experimental. A veces parece literatura realista, incluso inserta dentro
de las corrientes tremendistas, pero el tema del terrorismo no le es ajeno,
sino que es un fondo creciente y opresivo.
Cuenta la historia, a finales de los años sesenta, de un niño
de ocho años que ha de trasladarse de Navarra a San Sebastián por la penosa
situación de su familia. Allí vive con sus tíos en un barrio humilde
y comparte habitación con su primo Julen, un joven que comienza a coquetear con
el terrorismo como única respuesta a un contexto social muy ingrato. Julen es
un tipo de escasas luces y las consignas penetran en él sin resistencia ni
análisis. Su hermana es Mari Nieves y los chicos son su único interés vital.
Por último, los tíos: Maripuy, sostén de la familia, hermana de su madre, es el
eje de la historia, otra vez un poderoso personaje femenino frente al apocado
tío Vicente, que alterna bar y trabajo (nos recuerda mucho al marido de Bittori,
de Patria, también al padre
desnortado del protagonista de Fuegos con
limón).
La única fantasía literaria que se permite Aramburu en este
libro es el estilo, como un cuaderno de notas que el niño -se supone que ya más
crecido- deja al escritor para que éste construya una novela. Parece a veces
que es un proyecto de trabajo, revela posibilidades, senderos a recorrer, como
si quisiera mezclar una historia real con la ficción. Esto me
parece interesantísimo y evita el rigor estilístico de esas novelas
naturalistas de fines del XIX y también de la postguerra.
Al leerla me daba cuenta de que el tema del terrorismo ha
eclipsado el resto de los problemas sociales de una gente que, como en todas
partes, sufre las estrecheces económicas y una situación económica más que
precaria. No obstante, algunos (Maripuy), aún encuentran generosidad que
repartir con los que son todavía más desgraciados.
El título se ajusta muy bien al contenido: años lentos, de
brega diaria con las circunstancias, con la vida que nunca es como desearíamos.
Y al final qué.
Interesadamente hablando, me encanta tu obsesión por Aramburu, ya que ésta va aumentando mi lista de lecturas con las que probablemente vaya a disfrutar. Elegantemente por tu parte, consigues en tus lectores transmitir qué tipo de novela nos podemos encontrar sin destripar (¿espoilear? Je je je) el contenido.
ResponderEliminarTus palabras acerca de Maripuy me llaman la atención. Es curioso cómo el ser humano puede ser más generoso cuanto menos tiene. He oído que sucede lo mismo actualmente, en las sociedades con menos recursos económicos. Sin embargo, aquéllas opulentas tienden a ser individualistas, creo.
¡¡Un saludo Atticus, nos vemos en Aramburu 4!!
Veo que te has viciado con los "aramburus", quiero decir, con mis entradas aramburescas. Ahora sólo falta que los leas. Porque habrá un Aramburu 4 ("Fuegos con limón") y también un Aramburu 5 ("Viaje con Clara por Alemania", con el que estoy ahora). De momento no tengo más libros de él previstos. Pero al tiempo.
EliminarNo destripo nada, creo. Intento incitar, que a alguno de los desocupados que os pasáis por aquí os pique la curiosidad.
He oído que en País Vasco hay un matriarcado más poderoso que en otros lugares. Puede ser, no lo sé. En los textos de Aramburu sí lo veo así, son los personajes más poderosos, los que llevan el peso de la familia (y casi, si les dejan, del universo) sobre sus espaldas. En este caso, Maripuy es una mujer de su tiempo, con sus creencias y prejuicios, como todos, pero esencialmente buena.
Nos vemos en unos días, a mediados de semana. En Aramburu 4, desde luego.
Detrás de muchas posturas ideológicas, supuestamente ideológicas, no hay sino tomas de posición de carácter personal. Son intentos de ser y pertenecer a algo. Casi lo que sea.
ResponderEliminarDicho más crudamente, son sus demonios los que hablan.
El tal Julen parece revelar eso. A menor lucidez, mayor vocerío, bocachanclerío y violencia. Y me niego a decir que radicalidad, porque ser radical es ir a la raíz de las cosas; y ese movimiento cordial e intelectual requiere un corazón limpio e inteligencia.
Años lentos que reclaman un juicio lento.
Parece que lo hubieras leído. En esta novela, como en otras, son pocos los personajes que racionalmente optan por una postura extrema, más bien "la abrazan", se arrojan salvíficamente a ella. Sus demonios a veces son el resentimiento, el paro, la marginación. Las grandes respuestas sólo lo son nominalmente. Es la burbuja de lo absoluto.
ResponderEliminarCorzazón limpio tenían pocos, aún lo tienen pocos. Lee a Aramburu, te gustará.