Tras leer Patria,
pensé que Aramburu merecía un poco más de exploración. Un buen escritor no lo
es de un solo libro, no suele serlo. De modo que me arrojé sobre su obra. Este
es el verano Aramburu. El siguiente texto al que le tocó el turno es Los peces de la amargura.
Navegando en internet, me encontré con el artículo de
Pérez-Reverte que incluyo abajo. Casi lo ha dicho todo. Pese a ello, me voy a
atrever a pergeñar unas líneas.
El este libro de relatos he encontrado muchas semillas de lo
que luego se desarrolla en Patria.
Tengo la impresión de que Aramburu ya tenía en mente unos arquetipos que conoce
bien, unas psicologías de personajes que no había de inventar, sino sólo tomar
sus presupuestos y desarrollar. Aparecen aquí, son esos personajes que ha
conocido y con los que ha convivido, como él ha dicho en alguna entrevista, personajes
que han sido personas, no ficción.
Los peces de la
amargura contiene
una serie de relatos vertebrados en torno al terrorismo, al ambiente opresivo
que impedía a tantos pensar con racionalidad y libertad. Porque, pese a lo que
se dice, el miedo no es libre, sino la castración de la libertad.
No hay en estos relatos justificación de los que colaboraron
con los verdugos: informantes, acosadores…; mucho menos de los propios verdugos,
pero sí una labor de cirujano para indagar, averiguar, qué hay en su mente. Y
lo que nos dice Aramburu (o yo lo interpreto así, o es mi lectura) es que había
poco: un sustrato de resentimiento sobre el que se edificó un colosal discurso
que se extendió como el aceite entre muchas capas de la sociedad. Ese discurso,
como dijera Camus, necesita culpables para justificar los asesinatos. Un
justiciero no es un asesino. Por eso los etarras no asesinaban, sino que ajusticiaban; no metían a alguien en un
zulo, sino en una cárcel del pueblo…
Ninguna novedad. Tampoco aprendizaje.
Me he vuelto a emocionar con la lectura. Con todos los
relatos, sin excepción. El primero, que da título al volumen, es el más
complejo. Pero, si se me permite un spoiler,
mi preferido es aquél en el que un chico de 14 años descubre que a su padre lo
mató ETA cuando a su abuelo se le escapa la información antes de tiempo,
indignado por una manifestación proetarra, la misma a la que iba a ir el nieto
esa tarde. Se homenajeaba a una mujer que colaboró activamente en el asesinato
del aita; acaba de salir de la cárcel
y su hermana adolescente está a punto de iniciar una relación sentimental con
él. Íñigo, el muchacho protagonista, duda entre quedarse con ella (radical, liberada, abertzale, con discurso) o con otra joven que también lo pretende:
se llama Asun y de ella sólo sabemos su nombre. Se lo explica a su madre cuando
los dos se sinceran acerca del pasado del padre asesinado. Se queda con Asun.
Ha decidido ser valiente. O coherente.
Deliciosamente insistente con Aramburu. Me dan ganas de leerlo.
ResponderEliminar...la hermana adolescente y Asun, dos polos opuestos que convergen en una misma persona. El alma es ancha y sin fondo.
Y el verano ¿bien?
Te gustará. Y además, ios (idos, iros) preparando. Tengo otros tres "aramburus" para los próximos días.
EliminarLa hermana adolescente de la etarra era una joven de consignas, algo que seducía a Íñigo grandemente. Hasta que supo. Y prefirió la candidez probablemente desorientada de Asun. Mejor no tener todas las respuestas a tener una sola respuesta, "la" respuesta.
Verano tranquilo. O sea, muy bien. Espero que vos igualmente.
Así es, la duda es el motor. Quien no duda, no va más allá y por lo tanto mata la libertad, cuyo mayor tesoro es su capacidad de expandirse sin límites. "La respuesta" es algo tan íntimo, tan de uno mismo, que cuando se la intuye, se sabe que no hace honor a la unanimidad de criterio. Se inclina respetuosa ante las diferencias y merece todos los honores pero no los requiere para sí. Muta, transciende, se esconde y vuelve a aparecer desconocida. Con su nuevo color, se vuelve a olvidar y así toda una vida. Canta, calla, sonríe...
ResponderEliminar[verano topic] Igualmente, sí.
Hay muchos tipos de duda. No hablo de la duda paralizadora y diletante. Hablo de la duda socrática, de quien examina algo con detenimiento porque el fogonazo de la "gran verdad" suele ocultar la nada. Ese que duda es porque está rumiando, sopesando, porque no lo tiene claro, porque puede ser oveja negra, discrepante e incluso disidente. Lo llevan claro en este mundo, pero son los que valen la pena. El maniqueísmo es la peor de las pestes intelectuales.
EliminarQueda agosto.
No me gustan demasiado los relatos, soy más de novela, pero tras leer tu reseña y con lo que he leído de Aramburu me voy a animar con "Los peces de la amargura"
ResponderEliminarOigo (leo) a muchos decir eso. Y no lo entiendo bien, porque la diferencia es meramente de número de páginas. Los relatos más breves tienen menor cantidad de digresiones; a mí no me importa el número de páginas, sino que sean adecuadas a la historia.
EliminarAnímate y seguirás con Aramburu. Y bienvenida. O bienvenido.
El problema que me surge a la hora de leer estos libros es su temática. Creo que, aunque parecen muy buenos, son relatos que me dejarían un sabor amargo en la boca. Es lo que suele pasar cuando leo algo basado en hechos reales. La realidad siempre da una de cal y otra de arena. Por el momento, no voy a leer a Aramburu, pero no lo descarto del todo. Gracias por la entrada.
ResponderEliminarLa realidad... Cualquier literatura parte de la realidad, pero debe ir más allá de ella. Si sólo hay realidad, entonces no hay literatura, sino historia o crónica social. No es esto, no se trata de esto. Si Aramburu se limitara a decir qué ha pasado no sería haría literatura. Y creo que sí es un buen narrador, excelente.
EliminarDe todos modos, creo recordar que te gustaban las historias basadas en hechos reales, a lo mejor me confundo. Por cierto, en ese libro que tanto te gusta se sufre de lo lindo, una página sí y la otra también.
No te confundes. Me gustan los hechos reales, pero hay temas dentro de la realidad que no suelo leer. Por ejemplo, los libros basados en el holocausto nazi los descarto. De verdad que lo paso muy mal con esos temas. Y creo, sin haber leído el libro, que con éste me pasaría lo mismo. Por eso te decía que no lo descarto, pero por el momento, me quedo sin conocer a Aramburu. Sí, en ese libro que dices se sufre muchísimo, pero es que la Edad Media, es la Edad Media. jjejej
EliminarPues ya no sé qué decirte. Porque la realidad es más bien áspera, fea y cruel. Como bien decía Nietzsche, necesitamos de la belleza apolínea para soportar el mensaje terrible que viene en la oleada dionisíaca que es la vida, terrible pero hermosa. Creo que eso es la literatura.
EliminarYo debo ser muy raro porque creo que hay libros que son de obligada lectura para una persona de cultura media, pongamos por caso un bachiller. Algunos duelen, pero su conocimiento es imprescindible. Hablo no sólo del "Diario" de Anna Frank, sino de Primo Levi, Viktor Frankl, etc. Nada de sucedáneos innecesarios como el niño aquel con el pijama no sé cómo. A los originales.
La Edad Media es peliaguda, no sé cuánto la conoces, pero no es precisamente una época de besitos y anuncios de Coca-Cola. Carlomagno liquidó en una sola mañana a más de 20000 lugareños que no quisieron abrazar la "verdadera" religión, por ejemplo.
Aramburu tiene otros libros, no sólo habla del terrorismo. Por ejemplo, ahora estoy con "Viaje con Clara por Alemania". Excelente y con un gran sentido del humor. Menos mal.
Comparto las ideas de tu bonita entrada. Creo que es cierto que el miedo es la castración de la libertad, y también me parece importante, valiente y necesario, que alguien como Aramburu no se permita a sí mismo, ni permita a la sociedad, mirar hacia otro lado.
ResponderEliminarEuskadi, donde ir contracorriente implica coincidir con el Estado, ¡qué paradoja!
También quiero, al igual que varios comentaristas, leer este libro, y me doy cuenta, Atticus, de que la lista de pendientes va aumentando cada semana ...
¡Un saludo!
No tiene nada de malo estar a favor del Estado. Depende de qué tipo de Estado. Un somero vistazo al siglo XX nos hace ver que las utopías han acabado devorándose a sí mismas, construyendo estados monstruosos que han actuado siempre "por razones de Estado". El Estado que predicaban (a tiros) los etarras comenzaría por el fusilamiento de unos cuantos al amanecer. De manera que conviene estar a favor de algo más civilizado, incluso más aburrido y ramplón. Cuidado con las propuestas alternativas: cambiar no siempre es mejorar; a veces es incluso lo contrario.
EliminarY no te agobies, Miguel. Uno lee lo que le apetece. Mejor estar "pendiente" de otras cosas. Seguro que mejor.
Saludos y gracias siempre por tu colaboración en el blog. Más aún en verano.