A mí esto de los aniversarios literarios, como que me deja frío. Leo cuando me apetece. Y a veces coincide con ciertos números redondos de la muerte, nacimiento o publicación. Me acabo de enterar de que hace 50 años se publicó la novela Matar un ruiseñor (To kill a mockingbird), cuya autora, Harper Lee, no dio a la imprenta ninguna novela más.
Conviene obviar los tópicos: las películas a veces son mejores. Creo que es el caso. El director Robert Mulligan hizo un trabajo único. Extrajo un gran personaje de Gregory Peck, actor un tanto blando e inexpresivo que había participado, entre otras que yo recuerde, en algunos films de Hitchcock en los que no hay la necesaria entrega y pasión (Recuerda, El proceso Paradine). Pero el Atticus que crea en la película es único, mucho más complejo y cercano, más matizado, más próximo. Es el mejor padre de la historia del cine, un papel intenso, sin gritos, sin llantos, sin superfluos histrionismos. Un personaje contenido, pero de los que hacen grande a un actor. Inolvidable. De esos que llenan la pantalla con una mirada, un movimiento de ojos, una frase certera.
Los niños, sus hijos en la ficción, no volvieron a actuar, que yo sepa. Pero sobrecoge su naturalidad e intensidad. De hecho, es Scout quien narra, pero Jem, su hermano, es el contrapunto necesario, porque es un varón y porque está abandonando la niñez, a veces con dolor. Es también la fuente de información (la evocación más bien) de Scout sobre otro de los personajes poderosos: la madre muerta y ausente, que Scout quiere recordar sin conseguirlo.
Son tantos los temas planteados que daría para varios folios. Sólo quiero recordar algunos: hablan (libro y peli) de la educación de los hijos, de abusos sexuales, de los derechos de las minorías, de los desajustes de la sociedad, de la función de la religión… Hay héroes y villanos en un momento en el que no era fácil colorear de negro a los héroes o las víctimas y tampoco mostrar a un blanco maltratador y borracho.
La película contiene una escena que siempre me pone los pelos de punta. Atticus Finch ha perdido el juicio y Robinson es condenado. El público abandona la sala. Todos menos la comunidad negra, en la planta alta: no se mueve nadie. Cuando Atticus se dispone a irse, ellos se ponen de pie. Y el reverendo le dice a Scout: “Levántese, señorita Jean Louise, su padre se marcha”. Nunca se ha rodado tan bien a un héroe que, pese a ser derrotado, ha triunfado. Sólo ellos saben qué es el bien y la verdad.
Pero hay un mensaje de esperanza en toda la devastación y tristeza que destila la historia. Somos así: crueles, falsos, despiadados y de fácil olvido. Sin embargo, gente como Atticus Finch, como sus hijos, hacen que no todo esté perdido y que la Justicia -con mayúscula- sea algo más que una palabra.
Y también está Boo Radley. La inocencia. El bien sin artificios. La ley natural.
http://www.youtube.com/watch?v=gKkS7fxMnEU&feature=fvsr