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lunes, 19 de diciembre de 2016

UNA FOTOGRAFÍA DE GERVASIO SÁNCHEZ


Vi hace unos días una exposición de Gervasio Sánchez. Terrible y magnífica. África, América Latina, los Balcanes. Todo lo recuerdo. Había poca gente, al personal no le gusta que le recuerden de lo que es capaz el ser humano.

Me impresionó especialmente la que copio arriba (espero no vulnerar derechos de autor, en Internet se encuentra con facilidad).

Cuatro niñas miran a través del cristal resquebrajado de una furgoneta, que adivinamos destrozada por la guerra, en Sarajevo. Su mirada es limpia, el odio aún no ha anidado en sus ojos y la sonrisa que ofrecen es natural. Una de ellas rodea a otras dos, amistad, inocencia. No necesitan juguetes caros y sí las unas a las otras. Miran al objetivo, se les adivina toda la vida por delante, si los devastadores de la civilización no indican lo contrario. Gervasio Sánchez no sólo fotografía el horror, sino también la esperanza. Está en ellas.

La vuelvo a mirar y pienso que la fotografía tiene algo de espíritu navideño, no de esta fiesta deshilachada y narcótica, sino de aquella en la que los seres humanos decidían quererse.

Han pasado muchos años, más de dos décadas. ¿Qué habrá sido de ellas?

domingo, 11 de diciembre de 2016

BOLUDECES XXII: TRADUCCIONES

No presumiré de unos conocimientos lingüísticos que no poseo, al contrario. Mi competencia idiomática (castellano aparte) es más bien lamentable. Pero de vez en cuando recurro a la compra electrónica, y aquí vienen los problemas. Porque ocasionalmente aparece algún problema y debo dirigirme al proveedor. En castellano, siempre que puedo. Y ellos suelen contestarme, con rapidez y amabilidad, pero dándole al botón de traducir a la remanguillé.

Hace no mucho, me escribió un tipo para disculparse por la mala calidad del tóner que yo había comprado y ofrecerme otro completamente gratis. Muy bien, estupendo argumento de venta. El tipo firmaba como Frank en la versión en inglés, pero se transmutó en Franco al ser traducido su mensaje. Me puse marcial, claro está, y acepté su mensaje como una orden. No a todos les escribe Franco reencarnado en agente comercial desde remotísimos países (democracias orgánicas, supongo).

No obstante, el delirio fue mi última compra internetera. Adquirí una funda para el móvil que, pasado el plazo, no llegó. Escribí a su servicio de atención al cliente y me respondieron… Bueno, mejor lo leéis, porque no vais a creerme.

Aún estoy recuperándome del parto.

Buen día!
Lamentamos que usted no lo ha recibido. Pero debería haber recibido por ahora. Si no puede haber algunos problemas ocurrieron durante el parto, es posible que falte.
Lo sentimos mucho por las molestias.
Podríamos volverá a enviar un nuevo o procesar un reembolso completo para usted como nuestro disculpa sincera.
Por favor amablemente díganos qué solución es la más adecuada para usted.
Los mejores deseos,
XXXXX


Good day!
We are sorry that you haven't received it. But you should have received it by now. If not there might be some problems happened during the delivery, it might be missing.
We are very sorry for the inconvenience.
We could resend you a new one or process a full refund for you as our sincere apology.
Please kindly tell us which solution is more suitable for you.
Best wishes,
XXXXX



martes, 29 de noviembre de 2016

DECÁLOGO DE BERTRAND RUSSELL

Sé muy poco sobre este escritor, uno de los últimos grandes en más de una disciplina (Matemáticas y Filosofía). Tengo una Historia de la Filosofía Occidental, de la que es autor y que leo con placer porque Russell no expone otros autores sino que discute con ellos.

Leí hace tiempo su interesantísima Autobiografía, que recomiendo a todos. Su vida, no sólo lo que pensó académicamente, sino su compromiso con la sociedad, es un ejemplo.

Regalo muchísimo La conquista de la felicidad, que tengo para mí como el mejor libro de autoayuda que he leído (he leído pocos, la verdad).

También me maravilló una novela gráfica titulada Logicomix, de la que él es hilo conductor. Va de lógicos y matemáticos, pero también del convulso siglo XX. Que nadie se la pierda.

Viene esto a cuento de que hace unos días asistí a una conferencia de Victoria Camps. Habló de la libertad, de sus límites y sus espejismos. Terminó leyendo alguno de estos “mandamientos” cuyo enlace cierra este post. Yo no los conocía, pero me parecen de aplicación obligatoria.

El último enlace es de un programa de Fernando Savater sobre Russell.





domingo, 20 de noviembre de 2016

HISTORIAS DE MÓVILES

1.

Convoqué a los padres de mis tutorados a la preceptiva reunión a comienzos de curso. Les indiqué que el uso de los móviles estaba prohibido en el instituto. Mientras lo hacía, cuatro de ellos (cuatro de veinte) trasteaban con el cacharro.


2.

El jueves pasado, al salir del centro, comentando el asunto con una madre y conocida fuera del curro, me lo confirma: muchos padres dicen que sus hijos van con móvil a clase porque quieren tenerlos localizados. ¿Quiénes somos los docentes para prohibirlo?


3.

Un profesor que tiene a sus hijas en segundo ciclo de la ESO me dice que no sólo no llevan móvil al instituto, es que ni siquiera tienen. Casi le estampo un beso en los morros. Por cierto, las chicas son igual de sociables y no tienen especiales traumas.


4.

He ido a un festival de cine con los estudiantes. Les advierto en clase y en la puerta de que los móviles deben estar apagados; no en silencio: apagados. No ceso de levantarme para reconvenirles por su nula obediencia. Uno de ellos está grabando los cortos. Me pongo delante de él y le digo con malos modos que o lo apaga inmediatamente o se lo come. Espero que me llame el Jefe de Estudios por mi (supuesta) grosería, pero no, menos mal.


5.

Voy a ese mismo festival el sábado, tras la cena, adultos, cine lleno. Estoy en la fila 9. Nunca hay menos de diez pantallas encendidas. Han advertido antes de la proyección de que los móviles debían estar apagados. Ni caso.


6.

Dos semanas después voy al teatro. Sólo consigo entradas en el gallinero, casi al fondo. Cuento pantallas iluminadas, alguna menos que en el cine, pero siempre hay alguien mirando el teléfono. No sé por qué los actores no interrumpen la función.


7.

Concierto de jazz. Más de lo mismo. Fila 11, al final. Pequeño local. Siempre hay alguien que necesita saber la hora o conversar por whatsapp. Siempre hay alguien filmando con la pantalla en alto: imposible no verla; llego a contar 9 personas filmando. ¿Por qué el grupo no se detiene y llama a la policía, pues se está grabando sin su consentimiento un concierto, lo que explícitamente indica en la entrada que está prohibido?


8.

El instituto decide ponerse más duro con el asunto. Han aparecido filmaciones en la red hechas en clase. Ignoro la razón por la que no se pone en conocimiento de la policía.


EPÍLOGO

Todo el mundo es más importante que yo, que dejo el móvil en un cajón cuando llego al trabajo. Todo el mundo tiene que estar localizado por su apasionante vida y su imprescindible persona (lo que no le impide ir al cine, al teatro, a conciertos…).  No soy nadie.

Me apetece enormemente, cada vez más, quedarme en mi casa, ver pelis gratis, oír música gratis, no estar pendiente de esos tipos que me molestan y me distraen.

Debo ser muy raro. 





lunes, 14 de noviembre de 2016

PATRIOTISMO

Hace tiempo que no toco temas políticos. Es raro, con lo que tenemos sobre nuestras cabezas desde hace…

Pero hace poco más de un mes fue 12 de octubre, Día de la Hispanidad, de España, de la Raza, como se decía antes, ignorando que la raza que menos merece ese nombre (por impura, por mestiza) es la española.

Leí alguna cosa sobre el patriotismo. Y me parece que es palabra confusa, de límites demasiado borrosos, pese a que algunos deseen hacerla precisa, mayúscula y obligatoria (no hablo sólo del nacionalismo español, sino de esos otros periféricos, no por ello menos nacionalistas, pese a su empeño en decir que lo son defensivamente)

Una cosa es la Historia, que debería estar fuera de las discusiones pasionales y otra los sentimientos. Tampoco es lo mismo que uno sea el último eslabón de una cierta secuencia histórica que poseer derechos históricos, porque tal cosa es una convención variable, por mucho que nos obstinemos en lo contrario. La Historia no da derechos, el derecho lo da (y lo quita) la sociedad, las leyes, las costumbres.

Además, la pertenencia es siempre porosa. No poseemos una identidad, sino muchas, alguna de ellas de corta duración y otras más permanentes (el lugar de nacimiento, el color de la piel…). Nuestra identidad se configura con las lenguas que hablamos, las personas que hemos conocido, nuestros deseos y aspiraciones, los libros que hemos leído, las películas vistas, los paisajes, las ciudades, las comidas, los dioses en los que creemos y en los que hemos dejado de creer. Los símbolos.

No entiendo a los que se envuelven en una bandera y odian a las demás. Tampoco a los que se ponen la mano en el corazón mientras suena su himno y, al terminar, insultan a cualquiera que haga lo mismo al ritmo de otra música.

Sin embargo, entiendo bien a los deportistas que ganan una medalla y se emocionan cuando izan la bandera y suena el himno. Es su esfuerzo y tras ellos hay un país que a menudo ha sufragado sus entrenamientos y pagado a sus entrenadores. Entiendo menos a esos otros aficionados que salen en manada banderil. Me parece bien la alegría, pero algunas conductas me evocan lo peor de la tribu: su pertenencia ciega y el odio al enemigo. Nada que reprochar a los que lo pasan en grande sin resentimiento, sin venganzas.

Me acuerdo de aquel seleccionador, Javier Clemente, que decía sentirse nacionalista vasco, pero que se levantaba cuando sonaba el himno español y decía que lo que sentía entonces era respeto. No se pide más.

Yo soy poco de banderas; me emociono fácilmente, pero no con ellas, menos aún con la de mi autonomía actual, de reciente invención. Tampoco con la de mi autonomía de hace años, que no me daba ni frío ni caloret. Igual soy muy raro. Lo que no he hecho nunca ha sido insultar a un rival ni golpear al de los otros colores.

Debemos repensar qué es el patriotismo. Pudiera haber un patriotismo económico, esto parece que a nadie le interesa. Pero si nos quedamos sin tejido empresarial (más aún) nuestros hijos van a tener que viajar mucho… Nos conviene a todos que haya empresas: importantes, pequeñas y no tanto. Parece, sin embargo, que el libre tránsito de mercancías y capitales no es lo mismo que el libre tránsito de personas, no vaya a ser que vengan estos extranjeros a ocupar mi puesto de trabajo: hay pocos curros disponibles, ya se han encargado de que haya pocos, con muchas horas y mal pagados, luego dicen que la culpa es del inmigrante… Darwinismo social se llama. A muchos patriotas de la bandera no les importa dónde se fabrica ni dónde termina depositándose el capital. Patriotismo asimétrico y olvidadizo…

Hay otro patriotismo que me interesa y del que se también se habla poco: somos un país muy generoso en algunos aspectos: donación de sangre y especialmente de órganos, los primeros del mundo. Y eso a cambio de nada, y sin saber a quién. Qué pena que ninguna OCDE ni ningún informe PISA recoja esta grandeza moral, más frecuente aquí que en otros lugares supuestamente más desarrollados.

Hace poco veía ese cuadro de Goya que tan bien nos retrata: “Duelo a garrotazos”. No comparto el fatalismo hispánico. O me gustaría que no fuera así, y que mirásemos el cuadro como un reducto del pasado. Temo que por ahora todavía nos reconocemos en él. Pero los pueblos no están destinados a nada, lo siento por los partidarios de la tesis del pueblo elegido (y por los que sostienen esa ficción neblinosa: el pueblo). Entre otras cosas porque los mestizos e híbridos no sabemos cuál es nuestro pueblo, nuestra pertenencia. A lo mejor es por eso por lo que no entiendo bien lo del patriotismo. Pero no me burlo de banderas, himnos y sentimientos ajenos. Simplemente, permítanme vivir al margen, en las afueras o en algún que otro solar de tan solemne territorio. O ser nómada, que es una opción.


Coda machadiana (del Juan de Mairena): “Que usted haya nacido en Rute, y que se sienta usted relativamente satisfecho de haber nacido en Rute, y hasta que nos hable usted con una cierta jactancia de hombre de Rute, no me parece mal. De algún modo ha de expresar usted el amor a su pueblo natal, donde tantas raíces sentimentales tiene usted. Pero que pretenda convencernos de que, puesto a elegir, hubiera usted elegido a Rute, o que, adelantándose a su propio índice, hubiera usted señalado a Rute en el mapa del mundo como lugar preciso para nacer en él, eso ya no me parece tan bien”.


sábado, 5 de noviembre de 2016

URBANIDAD

Ayer por la tarde llevé el coche al taller. Está en un polígono industrial. El joven encargado me ofreció llevarme a casa mientras lo reparaban, pero preferí caminar, aprovechando que la lluvia estaba en pausa. Había un híper a diez minutos y decidí hacer una pequeña compra.

Las aceras del polígono están en muy mal estado y son estrechas. Un poco antes de llegar tuve que detenerme porque un coche aparcado tenía la puerta trasera abierta, que ocupaba más de la mitad de la acera. Pasé despacio, lo justo como para observar que un niño de no más de cuatro años estaba recogiendo la suciedad del interior del vehículo (fundamentalmente papeles arrugados) y los dejaba caer en el exterior, en la calle, delante de mí. Me quedé mirándolo, con una mezcla de asombro y reconvención. Hasta que su madre apareció por el otro lado y me fulminó con la mirada, algo así como ¿quién eres tú para censurar a mi hijo, que está haciendo exactamente lo que yo le digo? Efectivamente, quién soy yo, de modo que seguí caminando.

Cien metros más allá, ya muy cerca del establecimiento comercial, otra madre con hijo, esta vez muy pequeño, meses. Ella lo sacó por la parte de detrás y lo introdujo después en el carrito. Pude verlo con sosiego porque estaba atravesado en la acera, completamente en diagonal, de modo que era imposible pasar. Esperé. No pidió disculpas, al contrario, también me miró aviesamente porque notó que me detenía a esperar, entre otras razones porque salir a la carretera me exponía a fallecimiento por atropello y porque estaba llena de charcos como el Coto de Doñana. Cuando hubo terminado de acomodar a su hijo, comenzó a empujar el cochecito de bebé, por el centro, muy despacio. No pude pasar.

Hice mi compra. Pagué. La cajera me dijo: Buenas tardes, caballero. ¿Necesita una bolsa? Su cambio. Gracias.

Después recogí el coche. No pagué (está en garantía). Me ofrecieron lavarlo (me negué: inútil trabajo con la lluvia). El encargado me acompañó hasta la salida, me dio las gracias y me deseó una buena tarde.

Camino de casa pensaba en si estos comerciales eran amables de un modo natural o por imperativo de la marca. Aunque fuera esto último, lo agradezco. Esa chonificación de las relaciones sociales me saca de mis casillas, me sorprendo a veces deseando tratarlos igual, sin amortiguación.

Después, estuve tomando unas cervezas con amigos. Hablamos de educación. Les dije lo difícil que es tratar con algunos padres (que me recuerdan a esos casos descritos antes) y lo maravilloso que es con otros, que entienden conceptos tan básicos como respeto, escucha, atención, esfuerzo, voluntad…

Y seguía lloviendo. Cuando salí, me crucé con un anciano en una acera especialmente estrecha. Me arrimé a la pared y elevé mi paraguas para que pasara. Me dijo gracias y noté que no era una fórmula gastada.



lunes, 31 de octubre de 2016

LAS RAZONES DEL VIGILANTE

Son dos:
la soberbia (que es un modo perverso de creer)
y el sarcasmo (variante cruel del clasismo moral).

Las razones del vigilante merecen el desprecio
y un buen servicio de policía al servicio del bien. 








viernes, 21 de octubre de 2016

SIETE


Seven, siete, 7. 

Se me ha pasado el día, pero hace no mucho se cumplieron siete años desde que abrí el blog, cuando a una compañera de trabajo le hablé de mi voluntad de hacer esto y la ignorancia del cómo. Me enseñó amablemente. 

No soy muy dado a conmemorarme. Tampoco hay motivo ni esto es Borges II, ni los diarios inéditos de James Joyce. 

Pero hace unos días leí que la pasión amorosa se extingue (o se transforma, no lo sé) a partir del séptimo año. Vaya por Dios. En estos siete le he dedicado más tiempo al blog que a la cosa eroticofestiva. No me siento nada orgulloso. 

Estoy meditando si me pasará algo similar. Me cuesta escribir. De los últimos posts, muy pocos son escritura pura, mía, original. 

Espero que, como en el tema pasional, sepa reconducir. Creo que me cuesta escribir porque desenchufo muy mal del trabajo, que es cada vez más intenso y absurdo, más administrativo y menos creativo. Y arrastro al fin de semana lo que no he podido/querido hacer entre semana. 

Y así no hay manera de sentarse a escribir. 


Franco Battiato: "Un'altra vita":

martes, 11 de octubre de 2016

EL SUR

Estoy leyendo en El País un artículo en torno a la reciente polémica sobre la figura de Adelaida García Morales. Al parecer, una escritora ha utilizado su nombre y un hecho anecdótico para construir una novela y a su ex marido, Víctor Erice, no le ha hecho ninguna gracia ese uso más o menos bastardo.

No quiero entrar en la discusión sobre los límites de la ficción ni leer ese libro. Pero es el momento de escribir sobre El Sur, novela y película, esas dos maravillas.

Abro mi ejemplar y veo que lo compré en la Cuesta de Moyano de Madrid a finales de 1986. Unos días después la estaba terminado, junto con Bene, la otra narración que acompaña al volumen. Muy pocos años antes había visto la película, que aún me sorprende todavía por la inmediatez de unos sentimientos tan profundos. He vuelto sobre ella en muchas ocasiones, diez, doce… El libro lo he leído menos veces, tres o cuatro; la última con el fin de escribir un artículo que me encargaron para una publicación digital sobre libros imprescindibles y un tanto olvidados, que nunca se publicó.

Sé que la novelista y el director fueron pareja. Sé que él es esquivo y ella lo era aún más. No me importa lo más mínimo. Para el lector que soy sólo importa el texto. No entiendo la mitología en arte; es más, me parece que el autor tiene perfecto derecho a desaparecer tras su obra. Lo de la promoción, entrevistas y demás circos son cosa de las editoriales, eso ya no es propiamente literatura, sino business.

Hojeo el libro. El relato El Sur tiene apenas 47 páginas. Nunca he leído tanto en tan poco espacio. Y lo maravilloso es que su prosa es fácil, directa, sin barroquismos, muy poco adjetivada, de frases cortas. Pero de un lirismo y una capacidad de evocación que aún hoy me dejan estupefacto.

También, como he dicho, he visto la película. El padre Omero Antonutti, la niña Sonsoles Aranguren y la adolescente Icíar Bollaín tendrán para siempre los rostros que puse al leer el texto. No me importa, por cierto, que la película no aborde más que una parte de la narración; creo que está perfecta así, con el Sur como entelequia, esperando el sentido final y custodiando las piezas del puzle que la protagonista necesita.

No quiero escribir más. Recomiendo el texto para los que tiendan a la sobreadjetivación, a las frases interminables y a la nada más absoluta en 500 páginas. El gran escritor sabe que con pocas palabras debe decir mucho. Adelaida García Morales lo hizo. También lo consiguió Víctor Erice con esos planos morosos y poéticos, con esa filmación de la soledad y el desamparo. Dejo muestras, las primeras líneas de la narración y dos escenas de la película. Me gustaría incluir aquélla en la que el padre come por última vez con su hija y tras ellos se celebra una boda, lloro cada vez que la veo, pero no  la encuentro en el ciberespacio, lo siento, es mi favorita.



“Mañana, en cuanto amanezca, iré a visitar tu tumba, papá. Me han dicho que la hierba crece salvaje entre sus grietas y que jamás lucen flores frescas sobre ella. Nadie te visita. Mamá se marchó a su tierra y tú no tenías amigos. Decían que eras tan raro…”.


https://www.youtube.com/watch?v=mNnWeYD6SWA

miércoles, 5 de octubre de 2016

CASA DEMOLIDA

Como todas las mañanas, iba andando al trabajo, pensando en mis cosas, escuchando Radio Clásica con los auriculares, ajeno a los ruidos de la ciudad. De repente, reparé en un policía municipal que me hacía señas de que cruzara de calle. Al hacerlo, me he visto frente a una casa de ésas de toda la vida, cochambrosa, no antigua sino definitivamente vieja. Le pregunté al policía si la iban a derribar. “Claro, está en ruinas”, me contestó. Y me quedé parado unos instantes mientras desde la parte interior una pesada máquina arrancaba pedazos de pared. La casa fue amarilla un tiempo atrás, mucho tiempo. Su puerta siempre la vi cerrada, seguramente lo estaba antes de que yo apareciera por esta ciudad, hace unos quince años. La máquina seguía desmembrando la casa, que se deshacía hacia adentro. Había dos balcones de forja en la fachada, negros, con un estado de conservación bastante mejor que el resto. Cuando las garras mecánicas iban a abrazar uno de los balcones decidí marcharme y no mirar. Sentí que esa intimidad no debía contemplarla.

A lo largo de la mañana he pensado varias veces en la casa, en sus eventuales habitantes, en cuántas generaciones, familias, habían pasado por allí antes de su abandono. He tenido que salir del trabajo y he visto muchos ancianos tomando el sol, cuidados casi siempre por mujeres latinoamericanas. Y he conjeturado que alguno pudo vivir allí, amar, procrear, sumirse en la dura cotidianidad de los años más complejos y difíciles. Cuántos hijos, cuántas navidades, cumpleaños, enfermedades, muerte…

A las tres he vuelto a pasar por delante de la nueva cicatriz de la ciudad. Se conservaba la fachada sólo a medias, con el balcón izquierdo. A través del extraño vacío un jirón de papel pintado ofendía la vista. Era como dejar a un ser indefenso en la calle, desnudo. Y al llegar a casa, mientras comía, he pensado que debía escribir estas líneas ya que no soy capaz de imaginar más.


miércoles, 28 de septiembre de 2016

SI DIOS ES EL LENGUAJE

Se terminó la cena, aunque no se había fijado en lo que estaba comiendo. Se tomó una copa de vino y dejó la segunda sin acabar, ebrio de las palabras que la familia intercambiaba alrededor de la mesa, de los distintos significados, ebrio porque indicaban tiempo: futuro y pasado, indicaban si alguien había hecho algo o si aún estaba por hacer;  expresaban los sentimientos: un enfado no era un golpe, el arrepentimiento no era el llanto. En un momento dado, Paola expresó un deseo y lo hizo con el subjuntivo, y la belleza de su complejidad intelectual conmovió a Brunetti tanto que casi se le saltó una lágrima: Paola podía hablar de algo que no existía, podía inventar una realidad alternativa.

Con el postre inició el camino de regreso hacia el mundo real, el trayecto endulzado por una tarta de ciruelas rojas.

-¿Crees que Dios es el lenguaje?  -le preguntó a Paola cuando ella le sirvió un segundo pedazo de tarta.



Donna Leon: El huevo de oro, ed. Seix Barral, páginas 311-312



jueves, 22 de septiembre de 2016

REIVINDICACIÓN (OCASIONAL) DE HARRY EL SUCIO

-Una vez le pegué a un tipo. La única vez en mi vida. Pero no me imagino atizándole a una mujer.

-¿Por qué le diste? –preguntó Brunetti. (…)

-Fue en el vaporetto (…). Había un hombre a mi lado, a la izquierda, y delante de él había una niña pequeña. Bueno, no tan pequeña, porque debía de tener unos trece años; de todos modos, no dejaba de ser una niña. Cuando él pensó que no lo miraba nadie, se inclinó hacia un lado, le puso la mano en el culo y apretó. Pero no quitó la mano. Yo me fijé en la cría, una chavalita muy guapa que llevaba puesto un vestido. Era verano, así que era fino. (…) La niña lo miró, pero él sonrió y no apartó la mano. Estaba asustada; avergonzada, incomodísima. (…) Así que le aticé un puñetazo en el estómago. (…) Se quedó doblado, y cuando tenía la cabeza a la altura de mis rodillas, me agaché y le dije: “Si vuelves a hacerlo, te mato,” -Suspiró-. Nunca había hecho algo así; nunca había perdido el control de esa manera.

-¿Qué hizo él? –preguntó Brunetti.

-Se bajó en la siguiente parada y no he vuelto a verlo nunca más.

-¿Y la chica?

A Rizzardi se le iluminó la cara.

-Me dijo: “Gracias, signore”, y sonrió. (…) Nunca me había sentido tan orgulloso de mí mismo como en aquel momento. (…) Sé que debería avergonzarme, pero no.

-¿Volverías a hacerlo? -quiso saber Brunetti.

-Sin ni siquiera pensármelo –respondió el doctor, y se echó a reír.


Donna Leon: El huevo de oro, ed. Seix Barral, páginas 173-174



domingo, 11 de septiembre de 2016

SEQUÍA AUNQUE PAT METHENY

Hablábamos CrisC y yo la otra noche de lo natural que resulta escribir; a mí me resulta extraño lo que me dice tanta gente, y mucha de ella universitaria: que escribir es difícil, que no les sale.

Pero me doy cuenta de que últimamente escribo poco. Y en el blog espacio un poco más las entradas. En el “fondo de armario” que tengo en mi PC (se llama Federico) hay muy poco material disponible.

No sé si será el calor o la inminencia del curso que siempre me inquieta. O que no siempre tiene uno algo que decir. O que me hago mayor y prudente a la vez.

Hoy he vuelto a casa desde la costa, cuatro horas de viaje, poco tráfico. Iba pensando en que me pondría a escribir cuando llegase. Y en la música del coche iban sonando temas de álbumes de Pat Metheny que no conocía: “Our Spanish Love Song”, “Love Theme (from ‘Cinema Paradiso’)”... Y he seguido escuchando y no he podido escribir nada más.




jueves, 1 de septiembre de 2016

LA BUENA VOLUNTAD



"Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad".

Immanuel Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres (ed. Austral, p.27).

miércoles, 17 de agosto de 2016

YO, MÍ, ME, CONMIGO

La megalomanía del personal es infinita. Y mi paciencia cada día menor, aunque hago ejercicios espirituales para mejorarla.

Viene esto a cuento de algunas personas que, como reza el título del post, derrochan el yo, el , el me, el para mí, el conmigo e incluso el sin mí.  Son imprescindibles para el mundo.

Hablo de esos tipos y tipas que tienen una vida tan insignificante como la mía, como la de casi todos. Ésos que creen que su oficina sería incapaz de gestionar nada sin su imprescindible trabajo. Ésos que tienen una familia (mi familia) mejor que ninguna en el mundo planetario galáctico interestelar. Ésos que se han metido en política para mejorar la vida de los demás (porque en mi ayuntamiento/comunidad/país hacen falta personas con criterio y sin ataduras, o sea, como yo). Ésos que tienen amigos, qué digo, esos que hablan siempre de mis amigos, con un sentido patrimonial que indica que son suyos y no pueden serlo de nadie más, no en el mismo sentido, no con la misma intensidad. Esos que hacen un curso (mi curso, mi universidad) que tiene la mayor enjundia desde que el ser humano se ha puesto a pensar.

Qué fatiga, Dios mío, qué cargantes.

Son ésos a los que te encuentras en la playa, en la piscina, en el bar a la hora del vermut... Tú estás inmerso en las páginas de un libro -un suponer- y te preguntan (como si no lo vieran) qué lees. “La última novela de Muñoz Molina”, respondes. “Pues yo”, comienzan, “creo que es un autor venido a menos porque el reconocimiento oficial ha estropeado su compromiso y se ha convertido en previsible, se repite; yo ahora prefiero los autores menos conocidos de editoriales independientes, porque a este país le hace falta cambiar, regenerarse, en literatura y en todo lo demás, ya está bien de lo de siempre, he visto en internet un foro literario -porque participo en foros, ya lo sabes- y allí discutimos de literatura y de historia; tengo un amigo catedrático de filosofía que me dice que lo que escribo tiene rigor intelectual y que es punzante, vamos, que voy al núcleo de la cuestión; pues eso, que mi amigo el catedrático publicó el otro día en el foro que gente como yo hace falta para cambiar el país, y había un cenutrio por allí, un fachorro de ésos que se metía sin saber dónde, porque esto está abierto a todos, pero ya sabes que algunos como no saben nada de nada, dicen tonterías mientras yo y mis amigos intentamos dar nivel a la discusión. Anoche estuve hasta las dos discutiendo sobre la hucha de las pensiones y lo que está dilapidando este gobierno que no tenemos, ya sabes que yo he sido siempre muy crítico con el poder porque en el foro intentamos ir al fondo de las cosas, sin dejar que otros piensen por nosotros…”.

A estas alturas hace tiempo que he desconectado. Creí que me preguntaba por el libro de Muñoz Molina, pero veo que no.

“Bueno, me voy a preparar la comida. ¿Tú cocinas?”, me pregunta al despedirse. “Lo justo, pasta, arroz y un par de cosas más”. Mal hecho, he vuelto a entrar al trapo: “Pues yo me voy antes de la playa porque tengo que preparar la comida, hoy vienen mis amigos a comer, mis hijos no porque están de vacaciones en el extranjero, pero a veces cocino para quince. Les voy a hacer una recreación de gazpacho, pero con sandía y cítricos y un aceite de trufa que me trae mi hijo Borja del Maestrazgo, porque tú conocerás el Maestrazgo, ¿verdad?, y después un arroz crujiente al estilo tunecino con pasas y aromatizado con especias que mi amiga Patricia me trajo este verano, porque Patricia me quiere mucho y siempre se acuerda de mí cuando viaja, no sabes qué viajes, sí, Patricia, la que se casó con el Delegado de Hacienda; después voy a rellenar con castañas y zanahoria una aleta de ternera gallega acompañada de crujiente de calabacín. Lo que no tengo claro es el postre, pero mi amigo Juan Antonio, el director del banco, seguro que trae algo porque ahí donde lo ves lo suyo es la repostería, pero claro, qué haría el banco sin él; un hombre muy sencillo, vale mucho, pero a él nunca lo oirás presumir. No sé, tendré preparado un poco de helado de melón con piñones caramelizados por si no se le ocurre. Y el vino, ay, el vino, no se me ocurre. ¿Tú sabes de vinos?”.

“No mucho, pero hace calor, yo pondría un rosado fresco que va con todo”, me atrevo a sugerir, sintiéndome un bobo.

“Eso había pensado yo. Un rioja, o un ribera, he leído que son mejores. Me dijo mi amigo Arturo, el que tienen una agencia de publicidad, que antes los rosados que se podían encontrar eran casi todos de Navarra, pero ya no. Dice Arturo, que viaja mucho y estuvo en un curso en las bodegas del Marqués… ahora no me viene a la cabeza qué marqués, que el mejor vino blanco es cualquier tinto, pero es que tienes razón: un rosado va con todo, es como los básicos del armario, seguro que mi amigo Arturo me riñe por poner un rosado, pero claro, es que es verano, y enfriar un tinto ni hablar, eso sí que está prohibido, me lo dijo Arturo, sólo vale para que bebas hielo, para disimular un mal vino. Yo se lo dije a mi hija Lourdes, que no hija, que el tinto a temperatura ambiente, que parece mentira que seas mi hija; si no quieres, entonces agua, que es un regalo del cielo, pero no me pongas el vino tinto en la nevera, que además estás aplastando el suflé de patata con curry”.

“Un rosado, lo mejor. Y si Arturo trae tinto os lo tomáis, pero un rosado siempre está bien. Eso sí, que no sea espumoso”.

“¿No te gustan las burbujas? Pues yo creo que dan chispa a las comidas, alegría. Aunque tienes razón porque donde esté un vino con cuerpo… Pero, claro, el champán es otra cosa, no sé si has comido con champán alguna vez, no digo al final, con los pasteles, sino durante la comida. Pues en casa de mis amigos Manoli y Alejandro todas las cenas son con champán, no sabes qué elegancia. Manoli ha vivido mucho en París y dice que allí es una religión. Cuando voy yo descorchan el Moët. En su casa no beben otra cosa. Ellos saben que yo no entiendo de vinos, así que cuando me invitan llevo siempre algo de primero, que ya sabes que a mí me gusta cocinar porque mis amigos dicen que he nacido para esto, que están encantados con que vaya a menudo a su casa porque mi conversación y lo que les cuento de los foros en los que participo…, eso sí que es cultura de verdad, yo siempre participando en literatura y en política. Ellos son más de la vieja escuela, leer y viajar, dicen que Internet es para los jóvenes, pero claro, como les digo, lo que soy yo. ¿Te he dicho que estoy en un foro de discusión sobre macroeconomía? Bueno, te voy a dejar, que no llego a preparar la comida, otro día te cuento lo de la economía; un catedrático de la universidad de Deusto me preguntó si me dedicaba a las finanzas por un párrafo que escribí contra las políticas fiscales de Montoro y la necesidad de invertir en el futuro de los ciudadanos de este país. Otro día te cuento, que he dejado el horno encendido a baja temperatura”.

Pues eso. Y yo me quedo en mi triste silla de playa, abismado sobre la última novela de Muñoz Molina -es un suponer-, ese insignificante juntaletras, sin que amigos de tanta relevancia me inviten a comer con champán francés y crujientes de foie sobre lecho de frutos rojos pochados en Oporto, con mi  lamentable microeconomía a cuestas y pensando si el queso que echaré por encima a los macarrones será emmental o parmesano en polvo, qué digo, triste imitación del súper de la esquina. Qué triste es mi vida. Mi vida.

jueves, 11 de agosto de 2016

PREMIOS LITERARIOS

Paseaba el otro día por blogs ajenos y leí en Páginas y Secretos algo sobre los premios literarios y los criterios que se utilizan para darlos. Confieso mi ignorancia al respecto. Además, premios hay de muchos tipos. Me parece (pero sólo es una opinión) que los Planeta son más comerciales que los Nadal, que tienen el prurito de la calidad (otra cosa es que lo tengan). Los Planeta, además, son concedidos a autores que ya gozan del favor del público -negocio asegurado para ambos: escritor y editorial-, lo que no siempre ocurre con los Nadal.

No es que me parezca mal que se vendan muchos libros, tampoco que se haga publicidad. Lo malo es que los libros premiados ocupan la práctica totalidad de los escaparates y lugares principales de librerías y páginas dedicadas a la cosa lectora, con menoscabo de otros. Parece que lo nuevo y lo bueno fueran lo mismo, y no es así (tampoco necesariamente lo contrario).

De modo que, pensando en eso, eché un vistazo a mi memoria y a mi biblioteca y me di cuenta de que sí he leído unos cuantos de ambos premios, casi veinte. Dejo los Pulitzer por no hacer esto demasiado largo, y también los Nobel, a los que ya dediqué un post (por cierto, supongo, Lady Aliena, que te refieres a los premios escandinavos cuando hablas de García Márquez y de Hemingway, aunque éste también mereció un Pulitzer por El viejo y el mar).

De los Planeta he leído éstos:

1978: La muchacha de las bragas de oro, de Juan Marsé. No recuerdo nada de la novela. Sin embargo, Marsé es un autor que me gusta y al que leí en su tiempo con pasión. Me encantó El amante bilingüe. Por supuesto, Si te dicen que caí.

1979: Los mares del Sur, de Manuel Vázquez Montalbán. Maravilloso Carvalho en uno de los casos más interesantes. Incluso más filosófico, si se me permite, con ese final que parece un cuento moral. España debe mucho al grandísimo escritor MVM, mucho más que un premio Planeta.

1983:La guerra del general Escobar, de José Luis Olaizola. Sin ser una gran obra, sí me interesó esta historia de fidelidad y coherencia. No se ha escrito tanto sobre la Guerra Civil como la gente cree, no desde esta perspectiva

1991: El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina. En mi humilde opinión, el mejor premio Planeta y una de las mejores obras del autor. Rara coincidencia entre libro premiado y calidad literaria. Tocho sin concesiones. De los que uno agradece haber leído. Autor imprenscindible, clásico contemporáneo.

1995: La mirada del otro, de Fernando G. Delgado. No le vi interés ni calidad por ningún lado. Lectura fácil, pero poco más. Lo regalo.

1997: La tempestad, de Juan Manuel de Prada. Lo leí cuando ganó el premio y me gustó. Lo releí hace un par de años y no tanto. No obstante, el autor me parece espléndido, clásico (es un halago) y creo que aún está por escribir su gran obra. Me gustaron especialmente su volumen de relatos El silencio del patinador y Las máscaras del héroe.

1999: Melocotones helados, de Espido Freire. No recuerdo la trama, pero sí el envolvente estilo. Me gusta como escribe Espido Freire, es reconocible, hipnótica, muy sugerente. Encontrar un estilo propio no es fácil y esta escritora lo posee.

2006: La fortuna de MatildaTurpin, de Álvaro Pombo. Otro de los grandes. Lectura de este verano. Maravillosa. Introspectiva, familiar, psicológica, metafísica a veces. Estupenda literatura y nada popular. No obstante, no creo que se lo hubieran dado si no fuera su autor quien es.

2007: El mundo, de Juan José Millás. Obra menor de un autor interesante. Ya la he olvidado.

2009: Contra el viento, de Ángeles Caso. No creo que sea una obra cumbre de la literatura, pero sí una buena historia narrada con oficio y que convence al lector.

2010Riña de gatos. Madrid 1936, de  Eduardo Mendoza. Si fuera de otro, resultaría hasta divertida, pero en el caso de Eduardo Mendoza, es muy mejorable y -gran pecado en comedias- se hace interminable. Pero a Mendoza cómo no darle el Planeta…

2012: La marca del meridiano, de Lorenzo Silva. Me estoy repitiendo. Sigo con pasión la serie de los picoletos investigadores, que es excelente y que marcará una época en la literatura reciente. Sin embargo ésta es, sin duda, la peor de todas. Una pena: Lorenzo Silva es de los que más me gustan entre los que escriben por aquí y creo que tenía que haber escrito una novela más intensa y compleja. Bevilacqua y Chamorro lo merecían.

Respecto al Nadal, mi primer premiado se remonta a 1975, de los anteriores no he leído nada. A muchos ni los conozco (no se lo digáis a nadie).

1975: Las ninfas, de Francisco Umbral. Hay que olvidarse del personaje Umbral para encontrar un grandísimo narrador. No sé qué pensaría hoy, la leí muy joven y me maravilló.

1990: La soledad era esto, de Juan José Millás, libro que compré por su título y que me gustó, mucho más que el Planeta que dieron a su autor. Creo que pertenece a la mejor época de Millás o, al menos, a la que me interesa a mí.

1994: Azul, de Rosa Regàs. Bonita historia, muy poética. He leído dos novelas más de la autora, pero Azul es, sin duda, la que más me gusta.

2000: El alquimista impaciente, de Lorenzo Silva. Mi descubrimiento de este autor. Premio muy merecido y novela mucho mejor que otra de la serie (que no saga, como suele decirse) por la que le dieron el Planeta. Merece la pena empezar por ella, aunque no es la primera de la serie de los guardiaciviles, que comienza con El lejano país de los estanques, novela con sorprendentes similitudes con el caso Wanninkhof, que tuvo lugar un año después de la publicación del libro.

2004: El camino de los ingleses, de Antonio Soler. Me extrañó ya en tiempos que pasara tan desapercibida. Por el premio y porque es una sólida novela de personajes, de pasiones, de sentimientos. Muy bien narrada. Una curiosidad: Antonio Banderas dirigió una peli a partir de este novela, también muy estimable a mi juicio e igualmente poco apreciada.

2010: Lo que esconde tu nombre, de Clara Sánchez. Pues eso, que lo esconda. Dicen que escribe bien. A mí no me ha dicho nada ni ésta ni otras dos de la autora, del mismo estilo. No niego que sea buena escritora, simplemente no escribe para mí.

2012: El temblor del héroe, de Álvaro Pombo. Es la única obra de este narrador que no me ha gustado, tal vez por el tono, por el tema… No sé, pero la acabé con sensación de cansancio y sin placer por su lectura, con una impresión de sordidez que no me gustaba ni me parecía propia del elegante estilista Pombo.


Vaya testamento agosteño que he soltado. Lo siento, friends. En el siguiente post me pondré más ligero y escribiré con chanclas y bermudas. Pero es que es difícil mudar la piel a no ser que uno sea ofidio. No es el caso. Por ahora.


https://www.youtube.com/watch?v=_5-pBkwyUxc