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martes, 30 de diciembre de 2014

LIBROS DE 2014

Qué raro eso de que hagamos balance a final de año. ¿Por qué no en febrero o septiembre?

Tengo un fichero en el que apunto lo que leo y hago una breve reseña reflexiva. Este año ha sido productivo. Si todo va bien durante estos días, serán 48, 16 más que en 2013, lo que significa que no he tenido una vida social intensísima, sino más bien mediocre.

Como siempre me ocurre, repaso títulos y de al menos la mitad no me acuerdo, lo que significa que no dejaron huella. Pero algunos sí.

Leí bastante a Camilleri, media docena de novelas del detective Montalbano. Aproveché todos los tiempos muertos en trenes y aeropuertos en un par de escapadas a Italia (procuro leer locales cuando voy al extranjero). Siempre me gusta, tanto que luego me cuesta ver la serie de televisión porque no reconozco ritmos ni personajes, aunque no está mal.

También he leído cuatro novelas del islandés Arnaldur Indridason, el descubrimiento del año; de ellas destacaría El hombre del lago. Está en la línea de los escandinavos, con peculiaridades que merece la pena descubrir.

Entre las rarezas debo incluir La excepción, de la también islandesa Audur Ava Ólafsdóttir. No gustará a todos, pero tiene un comienzo sensacional y un desarrollo que nos cuesta seguir, no por su mala calidad o lenguaje complejo, sino porque no conecta con ningún modo hasta ahora conocido de narrar. Pero a mí sí me gustó. Estoy un poco cansado de versiones sobre lo mismo y me gusta sentir la novedad al leer.

De los españoles, lo mejor ha sido Crematorio, de Rafael Chirbes, del que estoy ahora leyendo En la orilla. Sensacionales ambos. Del primero hay una estupenda serie de televisión que hizo (creo) Canal Plus e interpretó maravillosamente Pepe Sancho.

También he releído. Con placer (aunque menos que la primera vez) El alquimista impaciente, de Lorenzo Silva. La tía Julia y el escribidor, de Vargas Llosa,  me gustó tanto como en el estreno. Y Si esto es un hombre más aún; he añadido a la lista de libros de Levi El sistema periódico, singular y valiosísimo conjunto de cuentos a partir de un elemento del sistema periódico (era químico, supongo que todo el mundo conoce ese dato).

Me puse por fin con El hombre en busca de sentido, de Viktor E. Frankl, que es de los que deben ser leídos. Impresiona, aunque no deprime. Es curioso que muchos de estos libros concentracionistas estimulen las ganas de vivir en lugar de enfangarnos en el pesimismo sobre la condición humana.

Entre los que también apunto con sonrisa o estímulo del intelecto figura Algún día nos lo contaremos todo, de Daniela Krien. Es una historia familiar, de amores y afectos en la Alemania que va a desaparecer engullida por la RFA en eso que se llamó unificación. Estupendo.

Descubrí dos poetas: Clara S. Scribá y Elvira Sastre. De la primera, Plurales. De la segunda 43 maneras de soltarse el pelo y Baluarte. Jovencísimas, intensas, un prodigio ese dominio del lenguaje al servicio de una vida y unas pasiones que, en el fondo, son las mismas de todo el mundo. Recomiendo encarecidamente Baluarte, incluso a aquellos a los que no les gusta la poesía, lo que no deja de sorprenderme entre quienes dicen amar la literatura.

He terminado el año con Los escritores suicidas, de Pere Rojo. Una maravilla. No obstante, y como el autor es amigo, le dedicaré pronto un post. Desde aquí y ahora lo recomiendo.

Dejo para el final Amistad de Juventud, de Alice Munro. Había leído unos cuantos relatos de esta autora cuando le dieron el Nobel en un ejemplar prestado. Pero justamente éste fue el premio por el Concurso que convocaba Coeliquore y que me entregó una noche de finales de Julio. No me atrevo a leer los que me faltan, seguramente por una mezcla que no sé explicar de respeto, miedo y angustia.

Porque para este blog, 2014 será el año en el que se fue Coe, cuyos comentarios tanto echo de menos.

viernes, 26 de diciembre de 2014

BOLUDECES XIX: CAMPAÑA DE PROMOCIÓN DE LA LECTURA EN MADRID

Si salimos del circuito de la Puerta del Sol y alrededores, Madrid no deja de sorprender y, además, está bastante más transitable. Estuve hace poco con intención de ver la magnífica exposición de Nikola Tesla en la fundación Telefónica (calle Fuencarral, 3). De camino, me encontré con unas cuantas imágenes impagables. La primera pertenece, sin duda, a la campaña de promoción de la lectura callejera impulsada por el ayuntamiento de Madrid. No obstante, y dadas las temperaturas en esta época del año, casi mejor nos refugiamos en la segunda…














sábado, 20 de diciembre de 2014

DE ‘ALIEN’ A ‘EXODUS’

Estoy viendo Alien con mi hijo, con el que me he propuesto repasar grandes títulos e impedir que caiga en las redes mierderas del cine actual, especialmente el navideño, lo que se acentúa con la escasísima oferta de la ciudad en la que vivo.

Alien sigue siendo inquietante, conecta, atrapa. Los actores son creíbles en sus arquetipos que vamos descubriendo. La película, como todo el género en buen estado de conservación, nos comunica con  nuestros temores más íntimos. Alien es la alteridad, pero también es el otro nosotros que tememos, el que nos destruirá, nos cambiará hasta hacernos irreconocibles. Luchamos contra él y la batalla se pierde tantas veces…

Ridley Scott, su director, acaba de estrenar Exodus, epopeya bíblica sin interés argumental para cualquiera que haya leído La Biblia. Es más, Scott se permite cambiar ciertos elementos textuales teniendo a su disposición el mejor guionista posible: Dios. No sale airoso. El guionista tampoco se luce porque no aporta absolutamente nada.

Ese magnífico director (porque lo es) ofrece únicamente efectos especiales, buena fotografía y una excelente banda sonora de Alberto Iglesias. Elementos éstos que resaltamos cuando lo que queremos decir es que la película es mala.

Y aburrida, que es lo peor. Dura demasiado, 151 minutos, y no porque cuente mucho, sino por su ritmo cansino y su confusión narrativa, como la enemistad entre Moisés y el Faraón o los motivos del exilio del desorientado líder judío.

Mejor ni hablamos de la conversión de Dios en un niño cabroncete, que da más grima que miedo o respeto. O de la marea baja que sustituye a la separación de las aguas que aún recordamos en Los diez mandamientos. O de la ola que arrastra a los antagonistas, pero de la que salen sin daño alguno, como campeones de surf con siete vidas.

Y la guinda: Dios hace que Moisés escriba las Tablas de la Ley. Debe ser cosa de la reforma laboral…

Naturalmente, todo lo dicho sería un conjunto de detalles menores si la peli fuera creíble, ágil, si aportase algo.

Comienzo a ver Alien y me apetece aunque la recuerdo, me sigue intrigando, me maravilla de nuevo. Han pasado 35 años.

Respecto a Exodus, estoy releyendo el original bíblico. El libro es mejor.


sábado, 13 de diciembre de 2014

RESPETO

Quien guarda silencio por no disentir, quien siempre quiere agradar, el que se mantiene equidistante de todo… Podríamos llamarlo síndrome Zelig, como en la película de Woody Allen. 

No soy de ésos. Mi natural carácter no es a la batalla con cuchillo entre los dientes, al contrario. Me afectan las confrontaciones y me duele que se sobrepasen ciertas líneas, especialmente si estamos entre amigos. Pero tampoco estoy dispuesto a callar siempre y en toda situación. Discutir entra en la condición humana, desde luego en la condición de este humano. No obstante, aunque pueda a veces parecer vehemente, intento diferenciar entre lo que es discutir sobre opiniones y descalificar personas. Las opiniones están para batirse con ellas. ¿Qué es eso de que todas las opiniones son respetables? Nada más falso: las opiniones son, por definición, débiles, subjetivas, falibles, de escaso fundamento y, por lo tanto, alterables. Otra cosa muy distinta son los conocimientos firmes, fundados y comprobados (con todas las limitaciones que se quiera, que lo contrario es dogmatismo).

Una vez establecido esto, hay que decir que todos nosotros tenemos unos pocos conocimientos y muchísimas opiniones. Tenemos derecho a explicitarlas, claro que sí. Y también tenemos derecho (deber) a cambiarlas cuando alguien nos da argumentos mejores. Obviamente, el desacertado y el que no lo está pertenecen a la misma categoría (especie humana), y tratar al ignorante o equivocado de burro, charlatán, bocazas o epítetos similares, no parece lo mejor, aunque lo que haya dicho sea una estulticia sin parangón en la historia de la humanidad. Sin ser tontos, decimos tonterías (a veces, algunos más que otros). No es necesario ser un estúpido para proclamar una estupidez ni un mentiroso full time para decir una bola de vez en cuando. 

De modo que el relativismo de las opiniones encuentra su límite en el respeto a las personas. No soy de los que cree que respetar al otro es respetar sus opiniones; justamente al contrario, precisamente porque lo respetamos, lo consideramos un interlocutor racional, alguien que se comunica con ayuda del logos, y no un ente aislado de cualquier otro y sin posible comunicación con los demás. Si todo diera lo mismo, los Maestros -con mayúscula- no tendrían razón de ser y la ignorancia tendría el mismo valor que el conocimiento, como por cierto cree (eso: cree) buena parte de esa especie humana o humanoide que no está dispuesta a recorrer el escarpado camino del conocimiento, incluso cuando la rampa es del 1%. 

El que quiera puede leer a Platón. Comienzo del libro VII de la República. No invento nada.

domingo, 7 de diciembre de 2014

ELOGIO DEL ELITISMO

Pues sí, elitismo.  ¿Por qué tanto miedo a esa palabra?

¿Debería ponerme democrático?

Aclaremos conceptos. Estoy hasta el moño de esos que van por la vida de igualitarios. Ésos que no pegaron ni chapa desde el jardín de infancia, pero que consideran injusto que ganes 500 euros más que ellos, aunque te dejases las pestañas días, noches, fines de semana y vacaciones mientras ellos se acercaban despaciosamente a la próxima gandulería. Ésos que creen que un par de rayajos de su vástago tienen el mismo valor que un cuadro de Goya. Ésos que echan un poco de queso en polvo a la pizza congelada y les parece que son el masterchef del universo galáctico. Ésos que discuten con un físico de física, con un lingüista de lingüística y con cualquier entendido de cualquier cosa, de igual a igual, nadie es más que nadie, ellos igual que todos. Naturalmente, de lo suyo (de lo poco que entienden poquísimo) saben más que nadie, ni se te ocurra discutirles nada. La capital de Filipinas es Moscú y Einstein es una estupenda marca de electrodomésticos fabricados en Mondragón, que está muy cerca de Villarrobledo de Chavela Vargas, allá por la península canaria.

Ésos dicen que sus niños han de aprobar en la escuela porque es lo democrático, el profesor está a sus órdenes, sólo faltaría. Al saltarse cinco semáforos, un stop, y atropellar (sin mala fe) a la dotación completa de la residencia de ancianos, el picoleto (al que tutean, mientras el benemérito debe hablarles con respeto) no puede multarles porque lo democrático es que cada cual haga al volante lo que le pase por el forro del cambio de marchas. Igualmente, el inspector de hacienda no debe meterse en sus impuestos porque lo que hace cada uno con su dinero no es algo de lo que deba dar cuenta al estado garrapata, que, por su lado, tiene todas las obligaciones hacia ellos, hasta ahí podíamos llegar.

Algunos van de intelectuales. Perpetran poemas o atentan contra la ortografía y la sintaxis en infames novelas que intentan publicar. Y se ofenden cuando las editoriales se lo niegan o algún amigo les dice amablemente que tienen mucho que corregir y mejorar. Según ellos, cada uno escribe lo que quiere y todo es bueno. Es más, lo suyo es aún mejor. Y ya verás, ya, cuando se publique y puedas presumir de tu amigo el escritor…

Pues eso.

A estas alturas ya todo el mundo se habrá dado cuenta de que no creo en la democracia full time ni everybody. Porque una cosa es la dignidad, esa cualidad que los seres humanos nos otorgamos a nosotros mismos (un milagro que salta las leyes selváticas), y otra la calidad de lo que se hace.

Una visita al Museo del Prado, un poemario de Aleixandre, un excelente plato, un servicio exquisito de lo que sea… Ni todo vale igual ni puede pagarse lo mismo. Puede que se llame elitismo. Yo creo que se trata de criterio, de claridad intelectual, de conocimiento. La democracia no es esto o no es en esto.

Tener las mismas oportunidades es algo elemental, pero ni todos las aprovechan igual ni todos consiguen los mismos resultados. De modo que excelencia y democracia sólo se oponen en una visión catastróficamente miope del asunto. Una democracia de mediocres es la glorificación del pelotón de los torpes. Náuseas me da.

Pero si alguien prefiere llamarlo elitismo, ninguna objeción por mi parte. Y menos hoy, día siguiente al de la glorificación de la constitución setentaiochista…