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jueves, 30 de enero de 2025

LA DERROTA DE LA RAZÓN


Vivimos un revival del Romanticismo, pero en el peor de los sentidos. A ver si me explico. Entendemos, grosso modo, que el Romanticismo es la exaltación de lo sentimental frente a lo racional, es decir la anulación o destierro de la razón ilustrada. Me parece que no hay demasiadas dudas.

Aunque, curiosamente, nunca el conocimiento racional ha llegado tan lejos ni ha alcanzado tales cotas: en física, en biología, en medicina... Sabemos más y sabemos mejor, nuestros médicos prolongan la vida, logran milagros (no hay tales, solo ciencia), la esperanza de vida se ha doblado en un siglo, el universo se desentraña gracias a la labor paciente y larguísima de los que lo estudian y escudriñan.

Sin embargo, ahí está el otro lado. Personas con aparente buena formación reniegan de ese conocimiento oficial y se arrojan sin pudor a toda clase de patrañas. Se autodenominan despiertos, suelen ponerse del lado de la verdad, de una verdad dogmática, acrítica y crédula. Creen que tienen mejor información y ni siquiera contemplan que lo que tienen es una serie de creencias imposibles de falsar ni de verificar.

Porque de eso se trata: el método científico no da nada por verdadero a no ser que se haya verificado experimentalmente. O bien desecha sus hipótesis, esto es, las falsa, cuando se prueba que son inadecuadas. Por el contrario, los creyentes confunden hipótesis con leyes y no ofrecen pruebas, sino testimonios, los favorables, claro. Como aquél que decía que el cáncer responde a una serie de emociones mal resueltas y ofrecía el testimonio de una mujer a que habían desahuciado y seguía viva; como falleció por desgracia en poco tiempo, borraron el testimonio.

Toda esta gente me daría pena si no fuera por el daño que hacen. Se suele decir que no hay medicina alternativa, porque si es medicina no es alternativa y si es alternativa no es medicina. Lo mismo ocurre con las modas orientalizantes, en medicina y en otros ámbitos: nada que objetar a aquello que aporte, que mejore y que ayude. Pero muchísimo si solo se trata de una serie de palabras de raigambre mágica, espiritual o religiosa.

Creo que me estoy desviando un poco y voy a reconducir y concluir. El conocimiento es algo complejo, en el que interviene mucha gente y necesita muchísimo tiempo de inversión e ingentes cantidades de dinero invertido. La magia, por el contrario, solo precisa ocurrencias, lecturas rápidas, una charla, un par de páginas de Youtube y una barra de bar.

Añadiré, como en realidad es innecesario, que las emociones son extraordinarias en su medida adecuada: en poesía, en el arte, en las relaciones con los demás... Pero para estudiar física o hacer un análisis de sangre no parecen necesarias. Además, emociones hay de muchos tipos: el odio, el resentimiento, la ira..., también son emociones.

He conocido a muchos que decían que había que ser críticos. Sin embargo, se enfadaban bastante cuando eras crítico con sus creencias sin fundamento, lo que me llama bastante la atención: predican la crítica parcial, la crítica hacia lo otro; o sea, una variante posmoderna de la inquisición.

Estos días he estado leyendo y escuchando sobre el tema. Os dejo unos enlaces, por si alguien está interesado:

 

https://www.comunidad.madrid/servicios/consumo/derechos-consumidor-terapias-alternativas

https://juliobasulto.com/amimefuncionismo/

https://juanrevenga.com/2015/08/nuevo-libro-medicina-sin-enganos-si-te-la-dan-con-queso-al-menos-que-estes-informado/

https://www.rtve.es/play/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-entrevista-jm-mulet/3039709/

https://www.youtube.com/watch?v=x-MRP6MJOsM



Procedencia de la imagen:

https://www.psyciencia.com/el-enigma-de-la-razon/


sábado, 25 de enero de 2025

HARTO

No hay en esta bitácora demasiado odio ni resentimiento, no me lo permito. Aunque fobias tengo, desde luego. Pero hoy me apetece un poco de desahogo. Así que diré que estoy harto de lo siguiente (escribo en masculino genérico, por si alguien aplica una aviesa hermenéutica):

Del vecino guarro que tira las colillas por la ventana y deja la acera hecha un asco.

De los que malaparcan en segunda fila, teniendo un hermoso sitio a diez metros. Muy especialmente a esos superpadres que bloquean un carril porque al nene hay que bajarlo en la mismísima puerta del lugar en el que lo depositan.

De los que ocupan dos plazas de aparcamiento en lugar de ajustarse a una porque yo lo valgo. Más aún si esas plazas son para minusválidos y ellos ignoran tal indicación.

De los que tienen tan escaso nivel de inglés que ignoran el significado de la palabra STOP. Igual la DGT debería rotular en castellano, como hacen en Latinoamérica.

De los que creen que en las rotondas hay que conducir testicularmente y salir por donde les apetezca en cada momento. Sin gastar intermitentes, desde luego.

De los que hacen oídos sordos a eso que se dice en el supermercado: “Pasen por la caja 2 en orden de fila”. ¿Ellos? ¿En orden pudiéndose colar?

De los que subrayan y anotan libros de la Biblioteca. Sin duda desconocen la diferencia entre lo público y lo privado.

De los protestones de pasillo. Sí, esos que, cuando alguien plantea protestas de otro tipo responden que no sirven para nada y que para eso están los sindicatos.

De los que tienen razón siempre y en cualquier tema. Creen ellos, animalicos.

De los abusadores en cualquier ámbito, incluido el gobierno.

De los que anulan a su pareja, la ningunean, la desprecian; todo lo más, la lucen en público, pero dejando claro quien manda, quien sabe, quien decide, quien es superior.

De los que ocupan la acera cuando van en grupo y no se apartan para permitir el paso de una persona. Tienen sentimiento de manada.

De los que van a un recinto deportivo a insultar gravemente y dar salida a su resentimiento digno de mejor causa. Faltan especialmente al respeto a los árbitros, a menudo delante de sus hijos, que de esa manera reciben una lección que no olvidan.

De los que no saben para qué sirve cada contenedor. Añado a aquellos que consideran contenedor de sus desperdicios cualquier espacio público.

De los que “ayudan” en casa.

De los que hacen de su ignorancia soberbia.

De los que añoran tiempos pasados que no han vivido ni tampoco saben de ellos porque no leen. Durarían dos telediarios en una dictadura.

De los que ponen los pies en los asientos de enfrente cuando van en tren.

De los que se descalzan en el transporte público.

De los sucios y malolientes que han de compartir espacio con la gente razonablemente aseada.

De los sistemáticamente impuntuales.

De los cotillas, de los cizañeros, de los que malmeten.

De los roñosos, esos que nunca llevan dinero o no lo encuentran, pero siempre añaden que “La siguiente vez invito yo”.

De los que gritan y de los que consideran que su música debe ser compartida a un volumen indecente.

De los puritanos.

De los mentirosos.

De los que consideran que todo les es debido.

De los victimistas.

De los que son amigos para siempre y un buen día se deciden a ser los campeones del ghosting.

De los cuñaos.

De los que no tienen tiempo... para ti.

De los ortodoxos, los fanáticos, los fundamentalistas, los intolerantes. De los impermeables al razonamiento.

De los creadores de discursos ad hoc para justificar lo injustificable.

De los que no escuchan.

De los lectores de un solo libro, de un solo periódico, de un solo gurú.

 

Me he despachado a gusto. Los usuarios habituales de este blog sabrán perdonarme, espero. Otro día escribiré en positivo. Lo de hoy era un ejercicio espiritual recomendado por mi psi.



Procedencia de la imagen:

https://www.otromundoesposible.net/estoy-harto/

domingo, 19 de enero de 2025

PLATAFORMAS

Soy persona peliculera. Desde mi más tierna infancia, en esos años en los que cualquier pueblo de medio pelo tenía cine, algunos más de uno. Vi muchas pelis, benditos sean aquellos locales que ya no existen.

Después, en la capital de provincia en la que viví unos años, me aficioné al subtitulado y al cine raruno, lo que me acompaña hasta hoy, fechas en las que habito en una ciudad con un solo cine, uno de esos de centro comercial con un montón de salas en las que casi siempre proyectan grandes éxitos... A veces voy, para qué negarlo, no solo me gusta el cine húngaro subtitulado en noruego...

Hace unos años, quince, tal vez más, buscaba en la red esas películas de las que tenía noticias, pero que no llegaban a mí por las vías convencionales. Me hablaron del e-mule y de torrent, pero mi torpeza digital es antológica y apenas supe utilizarlos. Alguien me grabó algunas películas que le pedí, pero Siete mesas de billar francés se transmutó en Siete te hacen un francés en una mesa de billar. Y Wall-e se convirtió en Guarr-e. Así que tuve poco éxito como pirata. De la calidad de esos engendros ni hablamos.

Poco después supe de la existencia de plataformas. Miré lo de Filmin y lo de Netflix, pero mi tele era bastante convencional y me asustaba eso de ponerme a instalar algo por internet. Alguien me ayudó y tuve Netflix unos meses. Lo dejé: no era el cine que me gustaba y pasaba más tiempo escarbando que viendo cine. También tuve una suscripción gratuita que me regaló Amazon, no recuerdo por qué, pero duró lo que el regalo. En la pandemia me atreví a probar Filmin. Aún recuerdo que busqué una película que no había manera de encontrar, ni siquiera en los vericuetos más piratas de la red: Érase una vez en Capadocia. Estaba. Y en ese momento me ganaron. No me arrepiento.

También tengo Max (antes HBO), que comparto, pero no la uso apenas, supongo que acabaré dejándola si los que van a pachas conmigo se cansan.

Me he enterado de que Filmin está en venta y que se interesan por ella Amazon y Movistar. Miedo me da. Esta semana he visto que apenas ocupa el 6% del espectro audiovisual de pago. La verdad es que lo que ofrecen me parece que vale mucho más de lo que cuesta. Ojalá, si se consuma la compra, mantengan el estilo de esa plataforma, que para algunos es nuestra salvación frente a la mediocridad.

Hoy, mientras desayunaba, vería el documental Comuneros. Y llevo una semana con cine antiguo, carcelario, de fugas. Buena parte de las películas ni las conocía, lo que me gusta mucho porque a menudo, viendo una película reciente, tengo la sensación de que esa historia me la han contado mil veces, un déjà-vu bastante aburrido, la verdad.

Pues nada, releeo lo que he escrito y parece publicidad pagada. No lo es, pero si los de Filmin me hacen un descuento o me dan un vale para las pelis de alquiler (que también hay, ay), por mí encantado.


Procedencia de las imágenes:

https://www.lavanguardia.com/andro4all/series/que-es-filmin-como-contratarlo-precio-y-catalogo-completo

https://www.filmaffinity.com/es/film316289.html