Conduzco, desde hace muchos años. No soy un conductor
ejemplar, tampoco un coleccionista de multas (alguna sí, pocas, merecidas
todas).
Intento no ser agresivo al coger el coche y mostrarme
razonablemente cortés. Soy de los que para en los pasos de cebra y de los que
aparca bien, todo lo bien que sé.
Hace un par de semanas cogí el coche para ir al centro
comercial. En una rotonda cercana a mi casa entró súbitamente un coche de la
policía municipal, lo que me obligó a un frenazo. Iba sin luces. A 50 metros,
se saltó un semáforo en rojo e inmediatamente giró a la izquierda. Insisto: sin luces,
de noche. En pocos metros tres infracciones peligrosas.
Al lado de donde vivo hay una guardería. Hay mucho sitio para
aparcar, lo que no impide que todos los días se concentren en segunda fila
hasta media docena de todoterrenos, cuyos dueños no son capaces de caminar diez
metros, a veces veinte, qué lejos. Siempre en segunda fila, incluso en segunda
fila sobre un hueco importante. A menudo tengo que entrar en la guardería a pedir que
salga el dueño del megacoche porque no puedo desaparcar el mío. En una ocasión
me dijo una señora que lo hacía (lo de aparcar en segunda fila) para que no la bloquease nadie.
El martes fui a trabajar por otra ruta. Paso delante de un
colegio. Hay dos coches bien aparcados y otros dos en segunda fila, justo delante de los
anteriores. Después, unos doscientos metros de sitios libres. Me veo obligado a
invadir el carril contrario. Sale una madre y se sube en su coche mal aparcado
y sin luces (es aún de noche), sin despeinarse. Un poco antes de llegar al
curro, en otra rotonda, entra un coche de la policía nacional… marcha atrás. Y
allí dentro hace la maniobra. Como el del otro día, sin que fuera una
emergencia, sin sirena.
Por la noche me sigue durante mucho rato un automóvil. Va sin
luces. Está pegado a mí. Siento algo de miedo. Casi no lo veo. Le hago gestos
para que encienda los faros y no se inmuta. Dos personas hablan dentro ajenas
al hecho de que su coche es un objeto invisible en movimiento. Sigue pegado a
mí y veo las caras de los que van dentro, pero no los faros. Me meto por una calle secundaria.
Vivo en una ciudad pequeña. En las grandes es lo mismo. Desde
luego el civismo brilla por su ausencia y pensar en el otro es algo que sólo se
da en la asignatura de Valores que, como en la difunta Educación para la
Ciudadanía, es desmentida a diario, cada minuto, por nuestros conciudadanos, o
sea, por esos que viven cerca y a los que tan ajena les resulta la noción de
ciudadanía.
Procedencia de la imagen:
http://fotodenuncias.diariovasco.com/aparcar-en-doble-fila-y-entrar-en-el-super-201101090123.php