Estuve hace poco en una conferencia de Savater. Siempre me
gusta, siempre es chispeante. No obstante, me pareció de poca chicha, hubiera agradecido más enjundia y menos anécdota.
Han pasado unos días y sigo dando vueltas a algo que dijo:
los padres no tienen un derecho absoluto sobre la vida y la educación de los
hijos. Es más, dijo allí, una de las funciones de la educación es salvar a los
hijos de sus padres. Confieso que me sorprendió por su claridad y por lo
revolucionario.
Ahora que estamos de liquidación, podemos recordar el circo
que se montó a costa de la Educación para la Ciudadanía. Uno de los argumentos
era precisamente ése: ¿quién es la escuela para adoctrinar, qué se ha creído,
que puede sustituir a los padres en la tarea de enseñar valores? Pues bien,
estoy con Savater: la familia es la primera instancia educativa, pero en
absoluto la única. Es más, ojalá fuera cierto eso de que las familias educan,
porque cuando menos es discutible y parcial, no siempre.
Seamos justos. En mi condición de profesor he visto y hablado
con muchos padres. Decir que todo es culpa de los padres es una idiotez tan
grande como culpar a la televisión, a internet, al profesorado, a la sociedad o
al Rayo Vallecano. Por partes. Hay padres que te entregan a sus hijos para que completes lo que ellos han hecho
muy bien: vienen estudiantes a estudiar (qué raro, ¿no?), piden las cosas por
favor, dan las gracias, reclaman la nota con educación si ha lugar y reciben la
calificación con humildad. Acaban sus estudios y han aprendido lo que el
sistema educativo puede enseñarles. Colaboramos entre todos, es un éxito.
Cuando recibo a estos padres es un placer, nos escuchamos, aprendo de ellos,
constato que la tierra no produce sola, les felicito por su tarea.
Un segundo grupo son los padres invisibles. No vienen a las
reuniones, nunca piden una entrevista. Hasta ahí nada que objetar. Lo malo es
cuando necesitas hablar con ellos: no responden al teléfono, o los citas y no
acuden ni explican su ausencia. Si por fin se consigue contactar con ellos su
actitud es de ausencia, su hijo es algo
que está por ahí, lo matriculan y ya veremos al final. Son padres
engendradores y poco más. Negligentes y pusilánimes. Educar es una actividad
que no les compete. Alguien les ha dicho, y lo repiten, que educar es lo que
hace la escuela y ellos tan contentos.
Un tercer grupo es el de los
especialistas. Son padres muy preocupados, tanto que consideran que deben
estar una semana sí y otra también en el centro escolar, entrevistándose con
todos los profesores, escribiendo por el correo interno y exigiendo una
atención individualizada a su hijo. Esos padres no tienen reparos en decir a
los profesores lo que deben hacer, porque lo hacen mal, claro está…
Soy persona más educada en directo que en el blog. Alguna vez
siento deseos de citarles a Labordeta y pedirles que hagan bien su trabajo de
padres, que no consiste en justificar lo injustificable, pues apoyar al hijo no
es apuntalar sus caprichos ni creer lo que dice sin contrastarlo.
Pienso, cuando por fin se van, que yo tengo un problema este
curso, pero a ese señor o señora se les ha instalado un pequeño tirano en casa
(lo han instalado ellos mismos), y no van a reconocer errores, sino a culpar a
otros. Alguna vez he intentado decírselo, sin éxito.
Este curso llevo varios así. E incluso un intento de denuncia
colectiva… que acabó pidiendo disculpas. Todo sería más fácil si hubiera
preguntado antes en lugar de creer las palabras del niño que, naturalmente,
atribuye sus problemas a que todo el mundo le tiene manía. Angelito.
Vuelvo a Savater. Muchos de esos muchachos (los que tienen
padres del segundo y tercer grupo) necesitan ser salvados de sus padres. Porque
han errado en la dirección, porque han enfocado mal lo de la educación emocional,
porque no han entendido bien a Rousseau, porque no han asumido que los derechos
comportan deberes, que antes de hablar hay que escuchar y que la ignorancia es
lo más atrevida.
Llevo unos años diciendo que la educación es contrafáctica.
No incluyo ahí a los padres, a todos los padres, pero sí a ciertos padres, a esos padres.
Hace una semana tuve la última entrevista con dos de ellos:
nunca he visto personas tan educadas ni atentas. Naturalmente, su hija es un
clon. Les dije al final que, si la echaban de casa, yo la adoptaba. A esos
estudiantes no hay que salvarlos de sus padres, estoy por llamar a Savater y
explicárselo.
A algunos estudiantes hay que salvarlos de sus profesores. Pero ésa es otra historia.