Dentro de nada, horas, algunos, muchos, empiezan sus
vacaciones. Merecidísimas siempre. Otros aún tienen que esperar: paciencia.
Todos nosotros comenzamos de nuevo la cuenta atrás hacia unas elecciones
calurosas. Toca pensar. Quien siga esta cuenta tendrá claro al menos a quien no
votaré en ningún caso.
Pero lo que no consiento a algunos de esos salvapatrias es
que se apoderen de los símbolos y las esencias del lugar en el que habito, este
país imperfecto y maravilloso, que es también el mío. No es preciso que agiten
delante de mí la bandera, excusa perfecta para darnos a algunos con el palo en
la cabeza. Sin duda, uno de los objetivos próximos es ahondar en la
convivencia, el respeto, el entendimiento, la escucha activa… Nos sobran
voceadores y faltan argumentos.
Igual soy mal español. Según ellos, seguro. Lo que yo creo es
que hay muchos modos de ser español, incluso de sentirse español. Conviene que
el traje sea ancho para que quepamos todos y que las costuras democráticas no
cedan.
Benjamín Prado lo dice mejor:
PAÍS
En mi hermoso
país hay treinta y cuatro ríos,
tres mares y un
océano,
más de ocho mil
ciudades
y menos de
cincuenta millones de personas;
se hablan seis
idiomas y hay cinco fronteras,
once islas,
trescientos días de sol al año
y casi la mitad
de sus
quinientos mil kilómetros cuadrados
la ocupan las
montañas.
Mi país lo
visitan en un año normal
alrededor de
cien millones de extranjeros
y muy pocos se
marchan sin ganas de volver.
A otros
paraísos
sólo puedes
llegar siguiendo a la serpiente;
al
nuestro,
basta un
vuelo
de línea
regular.
En mi país hay
gente de derechas e izquierdas,
que, por lo
general,
como dice
Machado,
es, en el buen sentido
de la palabra, buena
y cuatro
indeseables que nos roban,
que se lo
quitan todo a las que no lo tienen,
los que oyen en
las puertas que les cierran
batir las alas
de un dragón
y saben
que en una sola
lágrima cabe una tempestad.
No siempre los
que ondean las banderas
son los mismos
que lloran si arden nuestros bosques,
sufren al ver
las casas que derribó un volcán
o, en los años
de plomo,
sentían que las
balas que mataban a otros,
a ellos
les
partían
en dos
el corazón.
En mi país no
hay grandes yacimientos de gas
ni pozos de
petróleo, ni minas de diamantes…
pero el
oro
crece en los
olivos,
y las obras de
arte hierven en las cocinas.
Lorca inventó
la luna, Cervantes las novelas,
Velázquez el
azul y Goya el miedo.
Sé que también
nos sigue esa leyenda negra
que dice que
aquí mandan la pereza y la envidia,
que vivimos al
borde de otra guerra civil…
Pero lo que yo
veo
es a mujeres y
hombres
que se
ganan
con sus manos
el pan
y no sueltan la
tuya cuando vas a caer.
Mi hermoso país
se llama España
y es la capital
de la alegría.
https://www.infolibre.es/opinion/columnas/que-ven-mis-ojos/sanchez-espana_129_1515296.html