He visto recientemente la película Stefan Zweig. Adiós a Europa. Si fuera Carlos Boyero, diría que no
me conmueve. No soy Carlos Boyero, pero lo que me pasa con esta película es que
no me conmueve.
Vamos por partes. La película tiene una factura técnica
impecable. Ya empezamos… Pues sí, cuando alguien resalta esto, es que la peli
no es buena. Se trata de una coproducción entre Austria. Alemania y Francia,
dirigida por Maria Schrader en 2016. La música está bien, la fotografía es
excelente y los actores absolutamente creíbles, lo mejor. Qué poco provecho se
ha sacado de ellos.
¿Qué falla entonces? Sólo soy un espectador, no lo sé bien.
Pero desde el punto de vista del que pagó su entrada y se sentó en la butaca, a
la película le falta ritmo, pulso, pasión, convicción. Tal vez su guión no sea
el adecuado. Porque cuenta y silencia, pone énfasis en algunos aspectos y obvia
muchos, demasiados, sin que esas omisiones parezcan justificarse ni tener un
significado fílmico.
Arranca muy bien. Zweig llega a Brasil camino de un congreso
de escritores en Buenos Aires, allá por 1936. Excelentes minutos (los mejores,
a mi parecer), muy especialmente cuando uno de los ponentes nombra a los escritores centroeuropeos que han sido asesinados, exiliados o
encarcelados. Uno de ellos es Stefan Zweig, que está allí, incómodo, sin acabar
de dar el paso de la condena al nazismo que asoma la garra.
A partir de ahí, la directora comienza a saltar por el tiempo
y filma momentos de los años siguientes. Podían haber sido otros, algunos me
parecen perfectamente prescindibles, como el largo paseo por la plantación de
caña en la que nos dicen hasta cuántas se plantan en cada hectárea: 2000. Pues
bien, interesantísimo, muy relevante. O el de la recepción en una hacienda por
un alcalde que le obsequia con una orquesta que destroza a Strauss, con un
ritmo entre infame y caribeño. Divertido, pero…
Aparece como de la nada su esposa, la joven Lotte, su antigua
secretaria, sin que sepamos la historia, ni se nos cuenta ni casi se sugiere.
Hasta que, en otra de las escenas, se encuentra con la primera esposa y se
dicen ambas: “Señora Zweig”. Esto me parece más importante, especialmente
porque la primera mujer tiene un papel central en la vida y obra del escritor.
También porque la actriz (Barbara Sukowa) es de lo mejor de la película. La
recordamos como Hannah Arendt en la película del mismo nombre (escribí un post
hace tiempo: tercer enlace al final).
Pero la narración sigue, suceden cosas, se encuentra con un
amigo, le regalan un perro… Parece en ocasiones que la directora quiere
contarnos que Zweig transitó desde un estadio de escritor preocupado casi en
exclusiva por su obra a intelectual comprometido con el destino de Europa y muy
preocupado por la suerte de sus amigos y correligionarios judíos. Pero no acaba
de centrar el tema, seducida tal vez por la estética tropical y un naturalismo
absurdo. esteticista e intrascendente
En definitiva, los que conocíamos la vida y obra de Zweig nos
sentimos (bueno, hablo por mí) decepcionados. Los que no la conozcan van a
sentirse desorientados y no creo que sea el mejor modo de conseguir nuevos lectores.
Demasiado extraña, demasiado errática.
Insisto: no me conmueve. (Por cierto, la crítica que hizo
Boyero, en el segundo enlace).
Crítica de Carlos Boyero: http://cultura.elpais.com/cultura/2017/04/20/actualidad/1492712046_085307.html