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sábado, 25 de mayo de 2019

VERSIONES MUSICALES (‘NE ME QUITTE PAS’)


No soy un purista. Me gustan las canciones originales, pero también las versiones, eso sí, que no traicionen el original. Pueden hacer otra cosa sin que deje de ser ésa la canción. No sé si me explico. A veces incluso mejoran la canción de la que procede.

Hoy estaba dando vueltas a una canción a la que ya dediqué un post, “Ne me quitte pas”. Hay muchísimas versiones. Pero me gustan especialmente éstas:





jueves, 16 de mayo de 2019

FINAL DE CURSO


Estoy mayor. Noto que me cuesta ir al trabajo. No es que esté alienado -que en parte sí-, más bien es que no puedo con el nivel y la estupidez de la mitad de lo que hago.

Hace dos días estuve en un reconocimiento médico. También nos preguntaron por el trabajo para ver cómo va ese ánimo, porque supongo que de mejorar las condiciones laborales mejor ni hablamos. Me decía la médica que debía trabajar menos y hacer exámenes más sencillos, sentarme en clase, bajar el pistón. La teoría la sé, la práctica algo menos. La culpa es de mi madre, que me educó así, de Kant (que lo del deber se tatúa hasta el tuétano) y de las condiciones del curro. De las malditas condiciones. De eso no se habla.

No del trabajo, que es el mejor posible, sino de las condiciones del trabajo.

Intento llevarme a casa lo menos posible, pero no es realista decir que sólo trabajamos en el instituto. Las jornadas de corrección de exámenes son agotadoras. Pese a eso, lo peor es el trabajo improductivo, la apatía de muchos estudiantes, la prepotencia de algunos padres y unas leyes chipiritifláuticas que se dedican a enmascarar la realidad en lugar de hacer frente de manera realista a los problemas. Que son muchos. Y algunos pasan por bajar la carga lectiva del profesorado, la ratio y por dotar de medios. Los milagros casi los dejamos para otro momento.

Los de Filosofía tenemos un problema añadido: muchas asignaturillas de una o dos horas a la semana, con lo que es frecuente que superemos los 10-12 grupos y los 200 alumnos. Demencial. Luego vienen los tontainas ignorantes (los vendedores de humo, los paulocoelhianos, los gurús de la nada) con lo de la enseñanza individualizada…

Esta tarde tengo el acto de graduación de mis estudiantes de 2º de Bachillerato. Lo han conseguido. Con esfuerzo, desde luego. Pero veo a pocos con interés genuino por el conocimiento. Y no todos se dan cuenta de que la escuela es el ascensor social sin el cual seguirían los pasos -a veces durísimos pasos- de las generaciones anteriores.

Siempre tengo la sensación de que podíamos haber hecho más. Y mejor.

Suerte, chicos. La vais a necesitar. Y ponedle intensidad al tema, que os va la vida. Y merece la pena. Al ralentí que vayan otros.





Procedencia de la imagen: https://aprente.es/blog/recta-final-curso/


sábado, 4 de mayo de 2019

GOYA EN EL PRADO

La primera vez que visité el Museo del Prado no tenía más de 14 años. Fue en un viaje de fin de curso a Madrid y no me interesaba gran cosa la pintura. No recuerdo mucho de aquel viaje, pero sí la impresión que me produjo Goya. Muy especialmente dos cuadros de él: El 2 de mayo de 1808 (también conocido como La carga de los mamelucos) y El de 3 de mayo en Madrid.

Son muy grandes, enormes. En el primero el pueblo de Madrid lucha con sus manos y con cuchillos de cocina contra el ejército invasor, a los que seguramente importan poco cuestiones como la patria y las banderas y bastante más la paga del que los contrata o fuerza a combatir. El cuadro tiene un desorden que le crea un movimiento imposible; tiene historia y dolor, tiene suciedad, honor, miedo, furia…

En el segundo vemos las consecuencias del primero. En la montaña del Príncipe Pío, unos españoles esperan la muerte. Algunos cabizbajos, resignados, humillados, también desesperados. Algún otro, ese anónimo de camisa blanca (“España camisa blanca de mi esperanza”), desafía con resignación pero con entereza las balas que van a terminar con su vida. No hay piedad ni perdón, no hay posibilidad de escapar. A sus pies, los cadáveres de la tanda anterior de madrileños condenados verifican el destino. A su izquierda, otro grupo (¿o son espectadores, familiares?) es testigo del horror, de que la máquina de matar no se detiene. Los soldados franceses no muestran su rostro: es un ente no individualizado, no pensante, un automatismo obediente a estrellas y galones.

Veremos eso en muchas ocasiones en la historia de España, ese país que parece condenado a no entenderse. Poco más de un siglo más tarde, siempre en España, unos ciudadanos serán fusilados nuevamente, esta vez por sus compatriotas.

He vuelto al Prado en muchas ocasiones. Goya me sigue conmoviendo. Reconozco mi predilección por las pinturas negras y por la serie Desastres de la guerra. También me gusta, me duele, ese cuadro en el que dos campesinos hundidos hasta media pierna en la tierra se golpean. Duelo a garrotazos, creo que se titula. La mejor metáfora de este país en el que Goya ha sido nuestro particular Nostradamus. No podemos huir, no tenemos más remedio que vivir juntos, y aún así preferimos golpearnos entre nosotros, liquidar cualquier posibilidad de convivencia razonable.

Hay muchos más, desde luego. Pero estos días, fiesta mayor en la capital de este país, he recordado esos cuadros y tenía ganas de escribir sobre ellos desde mis pobres conocimientos de humilde visitante de esa maravilla que se llama Museo del Prado y que acaba de cumplir 200 años.





Procedencia de las imágenes:
http://www.rtve.es/alacarta/videos/mirar-un-cuadro/mirar-cuadro-carga-mamelucos-goya/1888749/
https://www.biografiasyvidas.com/monografia/goya/fotos/22g.jpg
https://herodotoycia.wordpress.com/2017/10/03/comentario-de-obra-duelo-a-garrotazos/