Estoy mayor. Noto que me cuesta ir al trabajo. No es que esté
alienado -que en parte sí-, más bien es que no puedo con el nivel y la
estupidez de la mitad de lo que hago.
Hace dos días estuve en un reconocimiento médico. También nos
preguntaron por el trabajo para ver cómo va ese ánimo, porque supongo que de
mejorar las condiciones laborales mejor ni hablamos. Me decía la médica que
debía trabajar menos y hacer exámenes más sencillos, sentarme en clase, bajar
el pistón. La teoría la sé, la práctica algo menos. La culpa es de mi madre,
que me educó así, de Kant (que lo del deber se tatúa hasta el tuétano) y de las
condiciones del curro. De las malditas condiciones. De eso no se habla.
No del trabajo, que es el mejor posible, sino de las
condiciones del trabajo.
Intento llevarme a casa lo menos posible, pero no es realista
decir que sólo trabajamos en el instituto. Las jornadas de corrección de
exámenes son agotadoras. Pese a eso, lo peor es el trabajo improductivo, la
apatía de muchos estudiantes, la prepotencia de algunos padres y unas leyes
chipiritifláuticas que se dedican a enmascarar la realidad en lugar de hacer
frente de manera realista a los problemas. Que son muchos. Y algunos pasan por
bajar la carga lectiva del profesorado, la ratio y por dotar de medios. Los
milagros casi los dejamos para otro momento.
Los de Filosofía tenemos un problema añadido: muchas
asignaturillas de una o dos horas a la semana, con lo que es frecuente que
superemos los 10-12 grupos y los 200 alumnos. Demencial. Luego vienen los
tontainas ignorantes (los vendedores de humo, los paulocoelhianos, los gurús de
la nada) con lo de la enseñanza individualizada…
Esta tarde tengo el acto de graduación de mis estudiantes de
2º de Bachillerato. Lo han conseguido. Con esfuerzo, desde luego. Pero veo a
pocos con interés genuino por el conocimiento. Y no todos se dan cuenta de que
la escuela es el ascensor social sin el cual seguirían los pasos -a veces
durísimos pasos- de las generaciones anteriores.
Siempre tengo la sensación de que podíamos haber hecho más. Y
mejor.
Suerte, chicos. La vais a necesitar. Y ponedle intensidad al
tema, que os va la vida. Y merece la pena. Al ralentí que vayan otros.
Procedencia de la imagen: https://aprente.es/blog/recta-final-curso/