Subí hace unos días del trastero una caja con exámenes antiguos de Bachillerato, de los cursos 2004/05 y 2005/06. Como en ellos hay nombres de alumnos y eso de la privacidad para mí es importante, los he ido troceando en pequeños fragmentos para que no pudieran ser identificados y luego tirarlos al contenedor de papel.
Han aparecido nombres que mi cerebro tenía tatuados y otros
olvidados, así como aquellos que he podido recuperar con poco esfuerzo. He
visto un examen de un estudiante al que puse un 3 y luego ha aparecido otro, el
curso siguiente, con un 9. Eras un tipo friki, M., de los que en clase estabas
con la antena puesta, original, amante del conocimiento. No sé qué pudo pasar para
ese 3. También he encontrado los tu amigo A., constante, trabajador, educado…
Hace poco le vi en un coro importante, todo un señor. Claro. Han pasado casi 18
años, todos ellos deben tener unos treinta y cuatro.
Los hermanos R. han salido a menudo, ambos inteligentes, ella
con mucho desparpajo, él muy reservado. Les habrá ido bien, pero quién sabe,
ojalá.
A N. y a sus amigas T. y V. no sé qué tal les habrá tratado
la vida. Desde el principio mostraron una actitud de obstrucción y malas artes;
eran de las que intentaban hacer trampas, como fingirse enfermas el día del examen.
Veo que N. aprobó al final, no sus amigas, que me deben odiar desde entonces,
pese a que en sus últimos exámenes no hay nada escrito bajo su nombre. Ojalá
hayan encontrado el camino; no por haberme dado tantos problemas les deseo mal
alguno.
Me gustaba mucho la actitud de L. y de su amiga N. Eran
jóvenes muy alegres, siempre con la sonrisa en la boca. No sobresalientes, pero
muy trabajadoras y honradas, de las que no te fulminaban con odio cuando les
decías que algo no estaba bien. Nadie es perfecto, hay que dejarse corregir.
Veo sus ochos a final de curso. Sus caras se han difuminado un poco en mi
memoria, no sé si las reconocería.
P., que llegó dos años antes a España, tuvo dificultades en
la ESO, pero no tiró la toalla: hay algún 4… y un 6 al final. Otro de esos
casos en los que el tesón vence y el profesor se alegra. Hay seises más
importantes que ochos o nueves. Depende, cada circunstancia es distinta. Hace
unos años hablé de una alumna a la que solo le habían quedado dos asignaturas
(la mía y otra), venía de otra provincia y, tiempo atrás, de otro país centroeuropeo.
No esperaba aprobar, pero superó las dos y se echó a llorar de alegría. Me dijo
que cuando llegase a casa iba a abrazar a su madre, que tenían que trabajar las
dos para mandar dinero a su país, que su padre había muerto y no habían podido
ir al entierro porque no tenían para el avión. A mí también se me escaparon
unas lágrimas.
Todos ellos habrán emprendido vidas plenas, algunos fuera de
la ciudad en la que estudiaron, probablemente fuera del país. Quiero creer que
les va bien. Me gustó ser su profesor, aun con los disgustos y sinsabores.
Cada curso son más de 200. Es imposible recordarlos a todos.
Les pido perdón por ello.
Procedencia de la imagen:
https://www.marca.com/tiramillas/actualidad/2020/12/09/5fd0c922268e3e321d8b45e6.html