Servidor de ustedes no tiene la menor idea de lo que hace que un libro sea un buen libro. Por eso no sé si las novelas de las que voy a hablar lo son. A mí me gustan, eso es todo.
Hace un par de años llegó a mis manos un libro llamado Sauce ciego, mujer dormida, que saqué de la biblioteca por su título. Lo leí de un tirón: era un conjunto de cuentos ambientados en su mayor parte en Japón. El autor, un tal Haruki Murakami, es al parecer una celebridad mundial. Yo no lo conocía. Pero de inmediato la leí, y después la magnífica Tokio blues. Enseguida Al sur de la frontera, al oeste del sol, After dark, 1Q84 y, hace unos días, Sputnik, mi amor.
No soy un hooligan, por lo que el deslumbramiento inicial no siempre ha hecho que me guste todo lo que he leído de él. El primero me subyugó por su modo lentísimo de escribir, por conseguir construir un cuento con una anécdota o hacer un elogio del vitalismo a partir de una catástrofe… Me entusiasmó. Tokio blues cuenta una extraña historia de amor imposible a través de la locura; creo que es el mejor de los suyos (lo que quiere decir que es con el que más he disfrutado). Hace poco hicieron una película con ese mismo título, que no es que esté basada en la novela, es que es la novela. Sin embargo… no, lo que en literatura me parece sublime, en cine no tanto; el ritmo moroso de los fotogramas me ponía nervioso. Pero a muchos seguidores les cine indie sí les gustará.
Al sur de la frontera… me agrada especialmente, es difícil de contar, no es muy distinta temáticamente de Tokio blues. Dice un buen amigo (a cuya legítima se la regalé por su cumpleaños) que tiene mucho sexo, que casi es pornográfica. No tanto, aunque sí es cierto que Murakami hace descripciones y crea conversaciones en las que la sexualidad de sus personajes se aborda de frente, casi con ingenuidad, con sus gozos y sus sombras, si me permite Torrente Ballester.
After dark me aburrió, y más aún 1Q84, qué le vamos a hacer. También conozco, la he hojeado, De qué hablo cuando hablo de correr, porque Murakami, entre otras rarezas, es aficionado al maratón y al jazz. Esto último está presente en todas las novelas de él que conozco. Por último, acabo de terminar Sputnik, mi amor, una estupenda historia, muy fiel al estilo de sus autor, que se pierde cuando llega al cuarto final y nos deja unos personajes que no acaban de dibujarse y una acción incompleta, inconcreta e inconexa. Como si se hubiera cansado y quisiera terminarlo. Ya sé, algunos me dirán lo del final abierto y todo eso, pero a mí me decepcionó. No es lo mismo final abierto que dejar las cosas a medio hacer.
Para un occidental es muy extraño como escribe Murakami. Porque pasan cosas, sí, pero el ritmo es deliberadamente lento, como mirar el movimiento de los nenúfares mientras suena Duke Ellington. Hermoso, atrevido, desasosegador a veces. No pocas, cruel.
Leedlo. Y decidme.