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jueves, 30 de diciembre de 2021

LIBROS DE 2021

Pues llega el final de este complejo año.

Reviso mi lista de libros leídos, calculo que una cuarentena. Casi: 39.

De todos modos, en algún caso son series devoradas compulsivamente, varias.

Una de ellas de ellas, de Jerónimo Tristante, da vida al policía Víctor Ros. Se hizo una excelente serie de televisión que, aunque no coincide al cien por cien con los libros, me gusta mucho.

Otra serie (¡no saga!) es también española y policiaca. Se trata de las aventuras en Tomelloso y alrededores del policía municipal Plinio. Más que recomendable: literatura, antropología, casticismo y una lección del modo manchego de utilizar el lenguaje castellano. También se hizo una serie notable para televisión en los años setenta.

La tercera es de una escritora sueca que me recomendó justamente una amiga tomellosera. Se trata de Mari Jungstedt. Me he leído toda su producción, una decena larga de tomos. A quien le guste el género, que empiece a leer. Hay una mina.

Veo que de otros escritores también he picado en más de una ocasión.

De Ian McEwan he leído Amsterdam y La ley del menor. Todo lo que he leído de él me gusta. Este último muy especialmente: plantea el dilema de un muchacho testigo de Jehová que precisa una transfusión de sangre pero aún no tiene 18 años. Un dilema sobre la ley y la libertad. También hay una película que vale la pena.

De Víctor del Árbol también he leído cuatro. No lo conocía y me gustaron todos. Creo que merece mayor reconocimiento. Explora en la historia de España del último siglo, en sus heridas abiertas.

A Luis Landero lo disfruté en verano. Otros cuatro o cinco. Es uno de esos escritores cuyo estilo se reconoce y en cuyos personajes se reconoce al autor y al país. Debo leer los últimos, que me recomiendan.

También he leído más novela negra (El caso Harting), cómic (1984: muy bien, al igual que Clara Campoamor; Meditaciones de Marco Aurelio: no tan bien) y otras novelas “sueltas”.

Entre estas, El vampiro, breve pieza de Polidori que recomiendo; dos libros de Sara Mesa (mucho mejor Un amor que Cuatro por cuatro); El cuento de la criada, clásico contemporáneo escalofriante; el delicioso Manifiesto por la lectura, de Irene Vallejo; El asesinato de Platón, de Marcos Chicot, estupendo; y, por último, dos joyas: La caída de Madrid, de Rafael Chirbes y Un andar solitario entre la gente, de Antonio Muñoz Molina. Del primero diré que es un autor monumental y que parece mentira que sea tan poco conocido. Del segundo, sin duda popular, que este es su texto más extraño y a la vez más complejo; he tardado años en leerlo precisamente porque quería deleitarme en él, apena un par de páginas al día.

Así que esto ha sido todo de momento. En el 2022 espero que más y que me siga apeteciendo. Como no creo que escriba nada mañana, aprovecho para desear a los pocos seguidores de esta humilde bitácora un felicísimo año que ya se asoma y que estemos aquí para celebrar el 2023. Y a los comentaristas se lo deseo el doble.



Procedencia de las imágenes:

http://www.lalibreriadejavier.com/?p=32201

https://www.agapea.com/Luis-Landero/Absolucion-9788483834343-i.htm

https://www.amazon.es/dp/B081PGYPVL/ref=dp-kindle-redirect?_encoding=UTF8&btkr=1



martes, 21 de diciembre de 2021

ME GUSTA


En la era de la exhibición en pos de likes, ciertamente son más frecuentes los dislikes. Algunas redes sociales (notablemente Twitter) son el terreno abonado para los odiadores y resentidos, anónimos o no tanto, que vuelcan en ese patio de vecinas sus resentimientos. Tema de estudio, condición humana, sociología tóxica; acaso solo hemos refinado y hecho más compleja la ley de la selva.

Pero, tal vez sea por el espíritu navideño que se avecina, hoy eso no toca. O quizá porque es el día más corto del año y hace frío y llueve. Y eso no me gusta nada.

Hoy, anoche más bien, pensaba en todo lo que me gusta, que es mucho, mientras miraba las luces que algunos vecinos pusieron en sus balcones a finales de noviembre. En otro tiempo hubiera gruñido abundantemente; ya no, ahora parece que necesito ese plus de alegría (postiza o no, voluntaria en cualquier caso). Los tiempos han cambiado, todos lo hacemos, todo fluye y nada permanece.

Sigo sin ser un fan de la cosa navideña, no adorno la casa, no pongo luces y he regalado el árbol que llevaba cuatro años languideciendo en el trastero. Pero estoy a gusto con quienes sí lo hacen y el ambiente no me molesta en absoluto. Tal vez porque estos días no trabajo y mi cansancio es infinito.

Un cansancio ontológico, como decía un amigo que hace tiempo que no se pasa por aquí. Pero junto a esa fatiga está el tiempo libre, levantarme cuando el cuerpo lo pide, leer algo en la cama, desayunar morosamente y preparar un zumo natural en lugar del envasado que la vida rápida me ofrece.

Me gusta ir al salón a desayunar y ver una película antigua mientras me tomo los primeros alimentos del día. El frío de la calle no me alcanza, tengo café, zumo, tostadas, jamón… ¡Un banquete!

Y después sigue la lentitud, el paseo cuando algún grado más en la calle casi me invita a acercarme a las tiendas en las que puedo comprar lo que necesito. Hoy iré a una carnicería que me surte de buen producto y en la que unos profesionales de raza saben cuál es su oficio, te aconsejan sin atosigarte, y da gusto verles trabajar en lo suyo, con una competencia en lo suyo que ya quisieran otros. Por cierto, la limpieza es extrema. Hay que cuidar a esos conciudadanos, a esos comerciantes que dan vida a la ciudad.

Me gusta volver a casa por la mañana y leer hasta que se hace la hora de comer. Estoy terminando un libro de Rafael Chirbes, La caída de Madrid. Es Chirbes, uno de los grandes, nunca falla, no tiene un párrafo de literatura menor. ¿Por qué lo he descubierto tan tarde? ¿Por qué se murió?

Preparar la comida también me gusta. No por alimentarme, que eso es pura necesidad, sino por poder dedicar un tiempo a eso. Al final, la clave es el tiempo. Si como solo también cuido la presentación y el equilibrio de lo que pongo en los platos.

A veces me entra modorra tras la comida y, allá por los minutos que el Telediario dedica a los deportes, me rindo y cierro los ojos. Sin hora. Es uno de los grandes placeres, quienes hemos padecido el insomnio lo sabemos. Me gusta dormir, saber que duermo, saber que voy a poder seguir durmiendo.

Y me acabo de dar cuenta de que este año he escrito poco en el blog y eso no me gusta. Pero como este post iba de lo que me gusta, me propongo escribir algo más. Me gusta eso de los propósitos, indica fe en el futuro y cierta intención de hacerlo nuestro.

 

(Por si acaso no escribo más antes del 25, aprovecho para desear a los comentaristas menguantes una felicísima Navidad. A los que leen y no escriben, también. Los que se fueron tendrán sus razones; si deciden volver serán bienvenidos).


Procedencia de las imágenes:
https://ultrajewels.com/time-and-style/que-es-el-tiempo/
https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/la-caida-de-madrid/9788433924513/NH_281


martes, 7 de diciembre de 2021

FILOSOFÍA

Malos tiempos para la filosofía. ¿Alguna vez han sido buenos?

Tal vez lo fueron cuando la filosofía englobaba la totalidad de los saberes, cuando era deseo de saber (esa es su etimología): búsqueda incansable, ansia de conocimiento. Precisamente, una de las señas de identidad de la cultura occidental: la problematización del ser, de la realidad, y sus eventuales respuestas.

Hoy las ciencias duras se han independizado y, por suerte, son saberes autónomos (que no independientes).

Decía Adela Cortina que para saber la importancia que una sociedad otorga a un ámbito de conocimiento, solo hay que sumar las horas del currículum.

Las asignaturas encomendadas por la ley vigente y en desaparición (LOMCE) poseen una carga horaria de 17 horas posibles, si bien algunas son optativas, entre ESO y Bachillerato. Con la nueva ley educativa, ya en tránsito (LOMLOE) serán 5, si nadie lo remedia. Dicen algunos que las Comunidades Autónomas podrán incrementar algo esa cifra. Es cierto, seamos justos, que esas horas son obligatorias, mientras que en la LOMCE tan solo había 3 obligatorias. No obstante, parece algo más que una rebaja, suena a liquidación. De modo que, cuando algún estudiante me pregunta para qué sirve la filosofía, me dan ganas de decirle que, efectivamente, como supone, para nada. O al menos es lo que dan a entender los muñidores de la cosa educativa.

Sin embargo, como los de filosofía somos rumiantes de palabras y conceptos, cuando algún infante estudiantil plantea la cuestión, suelo responder algunas de las siguientes tres posibilidades:.

La cuestión no es para qué sirve saber algo como la filosofía, sino para qué sirve no saberlo.

Se preguntaba Borges, respecto a la poesía -lo mismo se puede aplicar a la filosofía-, que para qué sirve un atardecer, la música de Bach, una mirada cargada de afecto, etc.

¿Me preguntáis, estudiantes, si la filosofía es útil o si es utilitaria? Naturalmente, hay que estudiar disciplinas que tienen aplicación inmediata. Pero hay otras cuya utilidad está en ellas mismas. La filosofía no sirve-para, sino que sirve en-sí. Sirve para pensar, para ser críticos, para no fiarse -aunque la filosofía no tiene esto en exclusiva-. Sirve para saber de dónde viene nuestra forma de entender el mundo, nuestras luces y nuestras sombras. Sirve para desentrañar falacias, para no conformarnos con la tradición o la costumbre. Sirve para diferenciar un argumento de un eslogan, de una consigna o de la palabra sagrada. Sirve para acostumbrarnos a pensar y a escribir con orden, con lógica Sirve para tener ideas, para quedarnos con la sustancia, para saber lo que es la ley natural, los primeros principios, la modernidad y la posmodernidad. Para determinar por qué hemos de ser virtuosos, qué es la virtud, qué el vicio, qué lo legal y qué lo legítimo. Para preguntarnos qué es lo bello y por qué. Para saber la diferencia entre opiniones y certezas, entre lo relativo y lo que no lo es…

Me parece mucho, de gran utilidad. Al final es lo que proponía Kant en esa frase que todo lo resume: “Sapere aude!”, es decir, ¡atrévete a pensar!

 

(Por cierto, el 18 de diciembre hay una manifestación en defensa de la presencia de la filosofía en los planes de estudio de las Enseñanzas Medias).

sábado, 20 de noviembre de 2021

VEINTE MESES SIN IR AL CINE: ‘EL ÚLTIMO DUELO’

Pues sí, veinte meses me he tirado sin pisar una sala de cine. Algo un tanto patológico, porque sí he ido al teatro y a algún concierto. Pero, por alguna razón, al cine me daba miedo. Y me decían que no, que va muy poca gente, que no hay mayor problema, no más, desde luego, que ir al trabajo o ir en metro, experiencia esta nada grata que sufrí el domingo pasado.

Iba un poco acelerado, la sala era pequeña. Por cierto, muy sucia, de palomitas y otros desechos comestibles. Parece que los que no comemos en el cine debemos llevar mascarilla, pero los palomiteros están dispensados por mor del negocio del maíz.

Éramos siete personas, dos parejas y tres personas distribuidas por la sala. Tranquilidad, menos mal. Y apenas un móvil durante la proyección que -oh, qué detalle- tenía muy baja la luminosidad de la pantalla.

La película era El último duelo, de Ridley Scott, director que no necesita mayor presentación. Me gustó, aunque abusa innecesariamente del metraje. La idea de dividirla en tres capítulos me parece interesante: la verdad según cada uno de los protagonistas. Lo malo es que hay vueltas atrás con redundancia de situaciones y conversaciones que ya hemos contemplado.

La recomiendo, sin duda, pese a sus dos horas y media. Aunque está ambientada en la Baja Edad Media, su tema es el de la verdad. Una mujer se enfrenta a un contexto de costumbres, leyes, honor e incomprensión por un delito que ha sufrido y que nadie acaba de creer. Se enfrenta a algo más: la muerte.

La verdad no es asunto baladí ni relativa. Muchos han sufrido por ella, por no callar, por no resignarse. Por cierto, también he visto hace poco Mr. Jones, que habla de los mismo: la verdad, no callarse, pagar peaje vital por ello.

Los actores están espléndidos, Adam Driver, Matt Damon (da miedo)… La fotografía, las batallas… Merece la pena verla, aunque el tema es duro ya alguna secuencia también lo es.

Entronca con Los duelistas, su primer largo, que sigue siendo una obra maestra y que conviene ver o volver a ver.

Espero que no pasen otros veinte meses. Una película en el cine es otra cosa.



Procedencia de la imagen:

https://agenda.diariovasco.com/evento/pelicula-el-ultimo-duelo-702260.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

A%2F%2Fwww.google.com%2F.

lunes, 1 de noviembre de 2021

OBJETOS

Supongo que, como todas las personas, tengo una relación desigual con los objetos. Estaba pensando en ello esta mañana, mientras preparábamos la comida en casa de mi bro. Tiene unos cubiertos con la parte superior de color rojo que regalé a mi abuela allá por 1989 o 1990. Ella nos dejó en 1998 y, no sé aún por qué, acabaron en manos de mi hermano. Son de mala calidad, los cuchillos no cortan bien. Se los compré porque tenía un cubierto de cada manera, como restos individuales de los naufragios de la vida. Sin embargo, aquellos tenían más historia, más enjundia. Los del mango rojo llevan mucho tiempo pidiendo la jubilación.

Nos unen afectos y desafectos con los objetos. Tengo una taza que compré pensando que me acompañaría con el café humeante en la escritura de libros que nunca vieron la luz. Tiene el color desvaído y he pegado el asa, pero me recuerda los desafectos de la escritura, los propósitos incumplidos.

Ayer paseamos por la huerta de Alboraia, precioso lugar que nos hace caer en la cuenta de que hay alguien que procura nuestro sustento. Vi una casa demolida, me aupé a sus ruinas. Un plato de metal me hizo pensar quién fue la última persona que comió en él, qué alimento fue, por qué lo dejó allí cuando se fue para siempre

Y al deshacer la maleta he visto muchos libros en casa. Algunos perfectamente prescindibles, otros son parte de mi historia y de mi formación. A unos pocos les tengo un especial cariño. Creo que no me costaría renunciar a la mayoría de ellos, no así a lo que me han nutrido. Tengo un exlibris desde hace unos meses y creo que hay muchos que no lo merecen. Tengo que pensarlo. Son objetos, algunos solo esto, otros mucho más.

No tengo síndrome de Diógenes, al contrario. Tampoco sé precisar ni detallar las razones por las que tengo una relación de apego a algunos objetos y de total indiferencia ante otros. Será la vida, la cosa emocional. Qué se yo.

sábado, 9 de octubre de 2021

KNUTAS

Acabo de terminar la décima entrega del comisario Anders Knutas. Todo el verano y este comienzo del otoño. Creía que la seria constaba de diez, pero parece que son más, al menos catorce. Supongo que los leeré también, pero de momento voy a hacer un alto, que Benito Pérez Galdós me está reclamando en una bella edición.

La autora de esta serie (de momento no es saga, que el personal confunde una cosa y otra) sigue la estela de esas novelas negras nórdicas que tanto éxito han tenido y siguen teniendo. Confieso que entré en ellas por puro azar, pero devoré toda la serie Wallander, de Henning Mankell, que creo que es el me marca el camino. No sé si el arquetipo del policía del norte de Europa, pero cerca le anda. He leído algunos más: Stieg Larsson, Camilla Läckberg, Indridason… Me tropecé con Mari Jungstedt por recomendación de una amiga, y empecé a leer como un poseso.

El protagonista de la serie es el comisario Anders Knutas. Hay otro casi coprotagonista, Johan Berg, periodista que mantiene con el policía una relación a veces irritante, pero también de colaboración. Berg, como Knutas, mantiene una ética profesional impecable, no exenta de brotes de culpabilidad porque ambos son parte de un sistema imperfecto y necesario.

Knutas evoluciona a lo largo de los capítulos y las relaciones familiares y laborales no son precisamente la hojarasca de las historias. Muy importante es el papel de su compañera Karin.

Creo que en todos estos policías, no solo los nórdicos, hay un fuerte sentimiento de deber y un dilema constante. Son los encargados de aplicar unas leyes que no siempre son justas ni les gustan. Tampoco se les dan medios suficientes ni reconocimiento social, pero ellos siguen adelante, como alguien que cumple las reglas aunque el mundo se derrumbe. Esto es lo común: kantianos de la ley a costa de sí mismos.

Leed a esta autora.



Procedencia de las imágenes:

https://edicionoriginal.com/el-ultimo-acto-mari-jungstedt/

https://www.clasf.es/q/asesino-ha/

martes, 28 de septiembre de 2021

ÚLTIMAS PÁGINAS

Todos sabemos como empieza El Quijote, pero muy pocos que su última palabra es ‘Vale’. Conocemos el comienzo de muchos libros maravillosos (estoy pensando en Cien años de soledad, Lolita, Anna Karenina…), pero hoy quiero escribir sobre las últimas páginas de los libros.

Esto se me ha ocurrido porque estoy acabando por fin Un andar solitario entre la gente, de Antonio Muñoz Molina, después de tres años y medio. Y no porque no me esté gustando, sino porque no me importa tanto lo que cuenta como ese modo casi fenomenológico de ir segundo a segundo el tránsito de la ciudad, de Poe, de Baudelaire, de Benjamin…  Lo he leído con parsimonia, con delectación; algunos días unas líneas, casi nunca más de una o a lo sumo dos páginas. Y ahora me quedan apenas diez y sé que octubre llegará y se terminará el libro. Habrá otros, pero en pocos tengo la misma sensación. Me ha pasado también con El infinito en un junco, de Irene Vallejo, que me duró todo el verano de 2020, con sus hermosas historias de libros antiguos, tan bien documentado y tan ágil…

Ahora estoy con la novena entrega de la serie del comisario Knutas, de la sueca Mari Jungstedt, titulada La cuarta víctima. Es novela negra, la leo con frenesí. Me quedan 40 páginas, dos o tres días. Me molesta que solo haya 40, siento al mismo tiempo pena e impaciencia. Creo que solo hay diez entregas.

Naturalmente, hay muchas primeras páginas excelentes. Pero también mediocres y bobaliconas. Abandono muchas novelas en las primeras páginas. Nunca en las últimas: si he llegado ahí es que ha valido la pena. Y el texto se despide y tengo entonces un sentimiento de pérdida aunque también de alegría.



Procedencia de la imagen:

https://www.planetadelibros.com/libro-un-andar-solitario-entre-la-gente/264432

domingo, 12 de septiembre de 2021

PELÍCULAS EN CASA

Últimamente veo bastantes películas en televisión. Desde febrero de 2020 no he ido a una sala de cine. La verdad es que al principio era por temor. Luego porque nada de lo que hay me interesa, no sé si es que me hago mayor o es que definitivamente soy un cascarrabias irredento. O ambas.

Anoche, como de costumbre, no salí. Tengo contratada una plataforma con mucho cine y me puse a ver ’71, una película durísima sobre el conflicto irlandés. Cuando llevaba 20 minutos me di cuenta de que ya la había visto, pero la acabé. Otra vez me impactó. Creo que debe verse. Tiene elementos muy valiosos para analizar los peligros de la ideología excluyente y también de la religión como elemento identitario, pero en absoluto moral. Prestad especial atención a las palabras que dice el médico al soldado cuando este se está recuperando.

No olvidemos que, salvando las distancias geográficas e históricas, aquí también tuvimos algo así.

La segunda me la recomendó un amigo que de vez en cuando se pasa por aquí. Se trata de Ariane, una comedia de Billy Wilder. Sin duda, no es una de sus mejores películas, pero siempre es Wilder. Parece una comedia y no lo es, pese a algún que otro momento delirante (siempre los gitanos que no son gitanos, muy especialmente la secuencia de los baños turcos). Actores en estado de gracia: Gary Cooper, siempre su presencia, disputando el amor de la cámara con Audrey Hepburn. Me recordó a veces a El apartamento, aunque esta es mucho más amarga.

Y ahora me está esperando una de animación, Las golondrinas de Kabul. Quiero verla y no.

Mañana empieza el curso ya con todos los grupos presenciales y de nuevo casi 200 alumnos. He escuchado en las noticias que los talibanes van a separar en Afganistán a las chicas de los chicos en las escuelas para que no se distraigan. Ese argumento lo he oído ya. En mis aulas está mezclados, siempre ha sido así, vivimos en una sociedad mezclada. No quisiera que ningún fundamentalista se hiciera cargo de decisiones de este calado. Debemos estar atentos y proteger la democracia.



Procedencia de las imágenes:

https://www.abc.es/play/pelicula/y3971-37180/

https://www.filmaffinity.com/es/film878479.html

https://www.filmaffinity.com/es/film374848.html

miércoles, 25 de agosto de 2021

CUATRO PELÍCULAS CONTRA EL FUNDAMENTALISMO

Estos días asistimos sobresaltados a la toma del poder por los barbudos fundamentalistas en un país que parece abandonado por todos los dioses posibles. Y eso es pasto de estos salvadores

He recordado algunas películas que abordan estas cuestiones. Ahí van los carteles. Una de ellas es Mauritana y está dirigida por Abderrahmane Sissako. Otra es de Arabia Saudí y la dirigió Haifaa Al-Mansour. La tercera es iraní y la dirigió Jafar Panahi. Por último, la israelí, dirigida por Maysaloun Hammoud.

Creo que deben verse, cada una en su estilo son sensacionales miradas a las consecuencias del pensamiento único y los peligros de las teocracias, muy especialmente -aunque no solo- para las mujeres.





viernes, 30 de julio de 2021

CONCIERTO EN EL MUSEO

Hace un par de noches estuve en el Museo Francisco Sobrino, de Guadalajara. El Ayuntamiento ha programado una serie de actividades culturales para el verano (¡no todo es playa!) y en un patio de dicho museo tocaron Cheryl Walters Quartet y Javier Bruna. Poca gente, distancia, estupendo rato con una música que me gusta y de la que -como de todas las demás- no conozco nada salvo el estado de ensoñación estética que me produce.

Tras el escenario, una alta pared que daba a una calle más elevada. Un cristal inmenso en medio de dicha pared permitía ver a la gente pasar. Un preadolescente estuvo allí haciéndose selfis con gestos absurdos sin más interés por el jazz, únicamente la banalidad compartida con los colegas. Después, un padre con su hijo de unos cinco o seis años. El nene pegó la cara a la pantalla/cristal, luego se puso a bailotear y fue auténtico y divertido y pensé que era una pena que los músicos, de espaldas al cristal, no pudieran verlo. Y aquello fue un estupendo rato de felicidad: el niño, la música.





lunes, 26 de julio de 2021

ANDREA MOTIS: "MEDITERRÁNEO"

Por dos veces he asistido a un concierto de esta mujer, de esta jazzista fenomenal, que hace canciones propias y versiones que mejoran el original. Ahí va una:




sábado, 17 de julio de 2021

GORAN BREGOVIC: "BELLA CIAO"

No tengo muchas ganas de escribir, pero sí de escuchar música. Ayer le daba vueltas a esta maravillosa versión del "Bella Ciao". 





martes, 22 de junio de 2021

BACH UNA MAÑANA DE MARTES

Porque a estas alturas de mi vida busco aún el bien, la verdad y la belleza. Porque estoy cansado y necesito esta plenitud y serenidad que solo Bach proporciona. Porque lo llamaban el músico de Dios y es probable que Dios exista en esta música y -al menos- en esta mañana de martes. Y porque sí.




 

jueves, 10 de junio de 2021

PLACERES BÁSICOS

Debe ser porque se aproximan las vacaciones y mi cabeza está de mudanza: se van las obligaciones, el papeleo, los horarios… Quedan tres semanas.

El sábado suelo despertarme a la misma indecente hora de ir a trabajar. Me siento en la cama, me pongo a leer y dejo que el frescor de la mañana entre dulcemente. Tras un buen rato de lectura perezosa, hago un zumo natural y me sigue sorprendiendo su intenso sabor, tan ajeno a esos envasados que suelo tomar rápidamente a diario. Noto que en el silencio me produce un extraño placer el sonido del cuchillo atravesando el pan que voy a tostar con la intermediación de la mantequilla y la mermelada.

Tengo ganas de dedicar todo el día a disfrutar de esos placeres básicos, sensitivos.

He comprado unos auriculares inalámbricos para ver películas por la noche desde la terraza sin molestar a los vecinos. Me encanta disfrutar de las sutilezas de una magnífica serie o película, me relamo pensando en las noches que me esperan.

Hace poco me acerqué a Mercadona. La zona de frutas y verduras me expulsó: no olía a nada, absolutamente a nada. Pero cuando huía de allí me asaltó a la pituitaria el inequívoco aroma a jamón recién cortado. Algo que huele así de bien no puede estar malo. Pedí unas lonchas y hablé con el empleado sobre los olores de la comida y le dije que me había cruzado con algunas personas cuya compañía no hubiera soportado mucho tiempo: a suciedad antigua, a ropa que no se lava apenas. Creo que el de lo alto me ha dado cierta sensibilidad olfativa, aunque que me va privando año tras año de audición y agudeza visual. Pero ser fino de nariz no es siempre agradable.

Por la noche suelo dar un agradable paseo por la zona más fresca de la ciudad en la que vivo. Después, en la cama, sábanas limpias y pijamas menos sustanciosos. Recuerdo algo que me ocurrió hace… ejem, muchos años. Estaba haciendo la mili, una semana durmiendo al raso, bajo el intenso frío en invierno y otra con un asfixiante calor en verano, con muy poca agua y nada de higiene persona. El saco de dormir debía tener mugre de la primera guerra carlista. Una noche en el monte pensé que no apreciamos el tacto maravilloso del algodón de las sábanas. Lo que eché de menos aquellas noches no fue la temperatura adecuada, sino el tacto de la tela y los sonidos arrancados cuando mi cuerpo aprovecha su contacto.  Me propuse dar importancia a algo tan básico como su textura, su olor a limpio. Me sigue pareciendo algo maravilloso.

Estos días pienso mucho en esos placeres básicos: en el silencio de la mañana cuando me asomo y ni siquiera el viento mece las copas de los árboles. En el silencio nocturno que solo interrumpe el croar de unas ranas que habitan en un canal próximo a mi casa.

Echo de menos la compañía y la conversación con algunas personas. Palabras y sorbos reposados, lentitud, sonrisas, palabras inteligentes. Antes de la pandemia comía con unos compañeros una vez al mes. Comidas alegres. Echamos de menos a R, un tipo bueno, grandón, alegre como pocos, que se pasaba de la raya en lo que se refiere a comida y a su contundencia en grasas y colesteroles varios. Nos regaló su amistad, su buen hacer profesional, su bondad y su ímpetu vital antes de dejarnos para siempre. Todos recordamos que, en el tanatorio, la familia puso un ataúd sin símbolos religiosos y encima una foto suya con su inmensa sonrisa algo sarcástica. Parecía que nos estaba diciendo: venga, vamos a tomar un vino, qué hacemos aquí. Lo recordamos como creo que hay que recordar a las personas que hemos querido: presidiendo mesa, brindando por él y riéndonos. Pero mucho.

Llevamos más de un año de pandemia. Más que nunca, echamos de menos esos placeres básicos. Los más importantes.



Procedencia de la imagen:

https://www.latercera.com/paula/la-biologia-del-placer/

jueves, 20 de mayo de 2021

BATTIATO

Tengo ganas de escribir sobre Battitato y a la vez no. Poco que añadir a todo lo que se ha dicho ya, no voy a descubrir sus cualidades ni su estilo inconfundible, de modo que es casi un género, algo que se puede decir de pocos. Basta con escuchar una canción para saber que es, sin ninguna duda, de Franco Battiato.

Cantante, poeta, filósofo, místico… Puede ser. Todo eso.

Lo he escuchado durante mucho tiempo, décadas. A veces sin entender gran cosa. Poco a poco me he dado cuenta de que su música estaba cargada de referencias cultísimas y, desde luego, apelaciones al cosmopolitismo y la universal naturaleza humana.

Son tantas sus canciones… Tantas mis favoritas…

Este blog le debe la mitad de su nombre, como expliqué en la primera entrada. Ahora, Battiato empieza un’altra vita, como decía una de sus canciones. Parece que creía en la reencarnación. Pues que vuelva.

 


Algunas de mis canciones preferidas:

https://www.youtube.com/watch?v=tJC9I1cqN3U

https://www.youtube.com/watch?v=bHU9cIh_8-U

https://www.youtube.com/watch?v=PCPkSnzRZuc

https://www.youtube.com/watch?v=lkh2LzqHh_w

 

Y unas rarezas:

https://www.youtube.com/watch?v=zQU7Efyq-KQ

https://www.youtube.com/watch?v=0cd52abZcZY

https://www.youtube.com/watch?v=lP6g9o6NKw0&list=PL0I_UNt9c9qAhYd1OyPuZ9APnlrK2Do_l&index=8



Procedencia de la imagen:

https://www.noticiasdenavarra.com/cultura/2013/03/14/franco-battiato-hemos-perdido-capacidad/314308.html


sábado, 8 de mayo de 2021

SALDREMOS MEJORES. O SALDREMOS

Hoy es el primer día que salgo a la terraza a estar y no solo a asomarme. De hecho, estoy escribiendo en la mesa que tengo en ella permanentemente. Se oyen dos niños a lo lejos, no hay gente en el parque, es pronto y hace calor. Más lejos aún se oye el ruido de los coches.

Estoy recordando el silencio absoluto de hace poco más de un año. Y también que la vegetación urbana creció asalvajada y selvática. Salimos a la calle con alegría, conscientes de que esa libertad era la misma a la que no dimos importancia. Hoy hace sol y lo recuerdo. No quiero olvidar.

Esta mañana he ido a comprar: mucho, como aquellas veces en las que salía temeroso y tenso y hacía compra para varias personas; casi no podía con todo. Ahora el supermercado está lleno y la gente tiene poco cuidado, pero yo sigo agradeciendo a las cajeras que estuvieran allí en esos meses tan duros. Sé que están enfadadas porque no se las considera esenciales a la hora de vacunarse. Y tienen razón: ellas por el contacto directísimo con las personas, no siempre amables ni cumplidoras de las normas más elementales (de educación y de seguridad sanitaria); también todos los que hicieron posible que los demás siguiéramos comiendo. Siempre gracias.

Se decía entonces que saldríamos mejores porque nos dimos cuenta de que vivimos en una sociedad, es decir, en un sistema de interdependencia mutua. Basta con estar un rato en la calle para percibir que somos los mismos, lo mismo: suciedad, gritos, mala educación, conducción temeraria, desprecio al otro…

Saldremos, eso seguro. Por la gente que se ha dejado la piel y la vida. Mejores creo que no. La gente buena sigue siéndolo, los miserables lo son más aún.

Voy a seguir mirando las nubes, los árboles y las amapolas.

domingo, 25 de abril de 2021

SER EXTRANJERO

Confieso que me interesa el tema, aunque no he pensado suficientemente en ello. Una cosa es lo que dicen las leyes y otra ese sentimiento, no siempre grato. Creo que avanzamos hacia unas fronteras cada vez más borrosas entre el asunto de la pertenencia y los papeles que indican otra cosa, pese al esfuerzo de todo tipo de nacionalismos y patriotismos más o menos identitarios que, se pongan como se pongan, definen qué es y qué no es, es decir, quién es y quién no es.

Los que trabajamos todos los días con alumnos de diversas procedencias sabemos que hay dificultades idiomáticas enormes. Las culturales también existen, aunque menos de lo que la gente cree. Lo hablaba el otro día en un grupo de la ESO y un alumno proclamó que él era chino, pese a haber nacido aquí. Le respondió otro diciendo que, aunque sus padres eran de Marruecos, él era español y se sentía español. Otra estudiante de un país latinoamericano añadió que era una suerte estar en España porque en su país la educación es muy mala o es para ricos. Recordé también a un antiguo alumno de familia musulmana al que pregunté algo del Corán, que yo ignoraba, y me respondió que no tenía ni idea. Me hice el escandalizado y me respondió que ya se lo dice su abuelo, que es muy mal musulmán. Y añadió: yo en realidad me siento español, todo lo más rifeño.

También estoy recordando a M., el mejor alumno que he tenido nunca, un rumano que apenas hablaba español en septiembre y que bordó ese curso y todos los demás. Ahora es profesor en la universidad. No sigo porque llenaría páginas de nombres extranjeros: muchos, muchísimos, excelentes; otros no tanto. O sea, como los españoles.

Viene todo esto a cuenta de un libro que estoy leyendo de Antonio Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente, en el que aborda la cuestión, aunque en otro contexto, y del que extraigo un fragmento:

“Por entonces yo imaginaba que la extranjería se iría atenuando con el tiempo. Ahora había aprendido que era una condición incurable. (…) Cada extranjería es distinta e la de al lado y no disoluble en ella. Lazos de religión o de identidad patriótica la remedian o la amortiguan en algunos casos; la remedian no porque favorezcan la adaptación de las personas a este mundo de aquí, sino porque les ahorran la necesidad de hacerlo. Viven físicamente aquí pero donde viven de verdad es en el mundo que dejaron atrás y han podido reconstruir hasta cierto punto con la ayuda de sus correligionarios o de sus compatriotas” (p. 388).

 

Por cierto, hoy es 25 de abril, el día de la Revolución de los claveles en Portugal, ese país en el que no puedo sentirme extranjero.

https://www.youtube.com/watch?v=OvjPrAP7RDw


Procedencia de las imágenes:

https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSrwthS1rrSpT1emYLhO49Sx9cBLosbNOdMQg&usqp=CAU

https://miradordeatarfe.es/?p=23678


domingo, 18 de abril de 2021

CASI UN MES SIN ESCRIBIR

Miro el blog y me doy cuenta de que hace casi un mes que no escribo nada. Hay muchas casusas. En primer lugar ese intensísimo y doloroso trabajo que me fuerza más allá de mis pobres energías; sobre todo con una burocracia inútil que me vacía las pilas y llena el hueco con ansiedad. Fui a mi médico y llevo un tiempo tomando esos fármacos que apenas conocía antes y que alivian inútilmente porque van al síntoma y no a la causa. He pedido una reducción horaria y me la han negado.

Después, esta maldita pandemia, que tiene a mucha gente lejos y que me ha alejado de otros. O me he alejado, no sé, es posible.

Pero he leído. Veo que he leído dos libros de Sara Mesa (Un amor y Cuatro por cuatro), tres de Víctor del Árbol (La tristeza del samurái, Respirar por la herida y El peso de los muertos), una excelente novela negra del danés Soren Sveistrup, El caso Hartung, y una novela gráfica que recomiendo, Clara Campoamor, de Rafael Jiménez Meik.

He salido al campo, me gusta y me reconforta. Ahora hace frío, este frío seco castellano que no se acaba de marchar. Tengo ganas de volver, de ir a ciudades que no conozco, de hablar sin prisa en un bar, de conducir hacia lugares en los que alguien me espera, de volver a dormir bien y de tirón.

Y supongo que nada de lo que cuento es más importante de lo que hace o le pasa a la mayoría. Feliz domingo a quienes pasáis por aquí a veces.


https://www.youtube.com/watch?v=lbjZPFBD6JU


Procedencia de la imagen:

https://elpais.com/elpais/2015/01/05/icon/1420443241_637329.html



domingo, 21 de marzo de 2021

BUENOS Y MALOS



Ya he comentado alguna vez que la sociedad se mantiene en funcionamiento porque hay un alto porcentaje de la ciudadanía que cumple las normas. Eso justamente es ser ciudadano: tener derechos y, a cambio, cumplir unos deberes elementales. ¿Cuántos son estos, qué porcentaje? No sabría decirlo, imposible saberlo. Quiero creer que la mayoría. No sé si hoy soy especialmente optimista -no creo- pero me parece que la gente es mayoritariamente buena y bienintencionada. Lo malo es el otro grupo, que, aunque minoritario, hace mucho ruido y causa mucho daño.

No estoy hablando de grandes delincuentes, que también, desde luego, sino de gente corriente que todos conocemos. Esos que abominan de la corrupción de los políticos, esos que despotrican en Twitter contra todo defecto o defectillo de la sociedad pero que luego no cumplen ni una sola norma. No digamos de tráfico, fiscal o laboral. No, es una actitud de persona que cree que todo le es debido, una especie de niño grande que dice que el profesor le tiene manía 

Insisto, creo que no son la mayoría. Pero sí me parece que son muchos y que es una actitud que se extiende como una mancha de aceite, sin forma definida pero dañando todo lo que toca.

No hemos salido mejores. Me parece que los miserables lo son más aún y la buena gente sigue estando ahí, en silencio, discretamente, haciendo más fácil la vida a los demás.



Procedencia de la imagen:

http://www.manoloalcazar.com/bien-y-mal/


lunes, 8 de marzo de 2021

DE ROUSSEAU A KANT (EDUCACIÓN Y GAFAS)


Hace unos días perdí las gafas en el instituto. Pedí ayuda a través de la Plataforma que usamos los profesores y a una compañera le hizo gracia el mensaje. Le pedí perdón por ser poco serio y le prometí escribir algo más serio la próxima vez, no sé, algo sobre Rousseau y Kant…

Y de esa broma ha salido este texto:


Con la tontería de las gafas perdidas y halladas (¡gracias a quien sea, que no lo he podido averiguar!) dije que la siguiente vez que utilizase la plataforma sería para explicar la pedagogía de Rousseau a través del matiz kantiano. O algo así.

El caso es que una compañera me tomó la palabra y lo prometido es duda. Sí, sé lo que he escrito: es duda, además de deuda, porque no es un tema que domine ni que me interese sobremanera. En Rousseau hay otros a mi juicio mucho más relevantes, filosóficamente hablando, especialmente dos: el contrato social y el conflicto nunca del todo resuelto entre libertad y seguridad y, corolario de este, la función de la sociedad como liberadora u opresora, es decir, si vivir en sociedad nos mejora o nos empeora. Ya sabemos que el ginebrino (porque nació en Ginebra, Suiza, aunque su tarea la desempeñó en Francia) sostenía que los hombres nacen iguales y que es la sociedad -notablemente la aparición y protección de la propiedad privada- la que los hace competitivos e insolidarios. Pero este no es el tema.

El tema es la educación. Rousseau trató este asunto en varios de sus libros, especialmente en el Emilio y el La nueva Eloisa. Confieso no haber leído el último (no lleva mucho tiempo traducido) y poco el primero. Lo digo por los críticos.

No obstante, sé lo suficiente para decir que Rousseau tenía una concepción antropológica optimista, asombrosamente optimista; sus críticos dicen de él que estaba fuera de la realidad, out. Decía Benedetti que un optimista es un pesimista mal informado. Puede que tenga razón; es más, creo que la tiene, pero también creo que el mundo lo cambian y mejoran los optimistas. No los ingenuos, no los que están al margen de la razón y viven en mundos de unicornios de colores y tazas buenrollistas de Mr. Wonderful. No: hablo de aquellos que combinan ilusión y conocimiento, sueños y pies bien plantados en la realidad. Utopías razonables, podríamos llamar a eso.

Hay una lectura rousseauniana que dice que el niño es un trasunto del (mito del) buen salvaje, una suerte de página en blanco, de posibilidades infinitas. Bueno, incluso algo más: sostiene Rousseau que el niño es un conjunto de potencialidades que la educación debe vehiculizar y potenciar porque, como sostienen estas concepciones tan optimistas, la educación está para no estropear, para motivar y para construir sobre lo que hay.

Temo no estar en esa línea. Rousseau es el menos ilustrado de los ilustrados. Rousseau está suponiendo demasiadas cosas y solo habla de voluntad en términos políticos (voluntad general), nunca en términos individuales. Y, lo siento si a alguien molesta algo tan elemental, para aprender es necesario tener voluntad de aprender, es decir, querer.  Hordas de alumnos y de padres buscan excusitas en la motivación para justificar conductas nada estudiantiles: es que no estoy motivado, es que el profesor me tiene manía, etc. Las variantes son infinitas, sin que se sepa muy bien cuáles son esos elementos motivadores. Ya nos gustaría.

Decía el escritor Ernesto Sabato que la nueva educación consiste en facilitar que el niño que quiera tocar el piano pueda tocar el piano, pero también consiste en impedir que el niño que desee clavar un cuchillo a su hermano pueda hacerlo. O sea, concluye, la nueva educación se parece mucho a la vieja educación. Pues claro.

Poco nuevo bajo el sol. Los teóricos de la novedad pedagógica suelen olvidar que casi todos los inventores periódicos de la rueda ignoran que todo eso se inventó ya. Un ejemplo: los de la gamificación deberían remitirse a Platón: “Que aprendan jugando”, dijo en la Repúbica. Obviamente, nuevo y bueno no son sinónimos y lo malo de muchísimos de estos nuevos métodos es que no son nada nuevos, por lo que la actitud adanista y prometeica de sus adalides no me gusta nada. Por supuesto, es inobjetable -creo- su uso periódico y no exclusivista, como tantos otros que tienen algo que aportar.

Y llego a Kant. Kant es el boss de la razón. La Crítica de la razón pura es una indagación sobre los límites de la razón. Pero aquí me interesa sobre todo un tema que se desarrolla en ¿Qué es la Ilustración? Al final del primer párrafo escribe esta frase que todos deberíamos tatuarnos en el cerebro (en el cerebro, no en el corazón): “Sapere aude!”, es decir, atrévete a pensar, usa la razón, no te dejes llevar por costumbres, tutores o prejuicios.

Kant apenas habló de educación, pero su elogio de la razón es conmovedor: atreverse a pensar es ejercer la humanidad hasta sus últimas consecuencias y, por lo tanto, renunciar a creencias que puedan distorsionar una visión realista de las cosas.

Eso es lo que reprocho a Rousseau: no pasa el filtro de la realidad, pisa poco en ella, se empeña en su modelo de niño idealizado y emocional al que priva en buena medida de racionalidad. Dicho de otro modo, apuesta por una educación antiintelectualista, justamente lo contrario de lo que yo pienso que debe ser la educación, justamente lo contrario de los nuevos rumbos en los que la memoria es yuyu y lo que importa es que los muchachos estén recogidos, controlados y felices. Lo siento, no. Como dice Kant en ese mismo texto, tenemos la obligación como funcionarios de cumplir la ley, pero como ciudadanos tenemos la posibilidad e incluso el deber de criticarla para mejorarla. Aquí escribo como ciudadano, cansado de que una ley educativa tras otra se siga profundizando en la línea rousseauniana (el peor Rousseau) y se desprecie el conocimiento. No es mi visión de la educación y no quiero rendirme.

Un vistazo a los cursos que nos ofrece la Consejería del ramo y los sindicatos nos dan pistas de por dónde van los tiros. Reto a cualquiera a que busque un curso de Filosofía (sin sucedáneos) desde 2003, el año en el que aterricé por aquí, uno solo. Y ahora leed los títulos de los que nos ofrecen, muy rousseanianos, muy emocionales, muy integradores, muy insustanciales. Todo lo que he aprendido de verdad como profesor en este tiempo lo he aprendido de mis compañeros (esos expertos), de los libros (esos cursos con los que te comunicas online con el autor) y de los cursos universitarios que, a cambio de unos euros, han aumentado mi conocimiento en mi tiempo libre. Porque esa es otra.

En definitiva, compañeros, que a lo mejor estoy tan perdido que me he perdido en lo de las competencias, rúbricas y estándares (lo de las gafas es anecdótico con todo lo que he perdido). Yo, como ilustrado que quisiera ser, prefiero los contenidos, los conocimientos, los temas, el estudio serio e incluso eso tan traumatizador que llamamos deberes y exámenes.

Por cierto, cuando queráis hablamos de algo tan cuantificable como la carga lectiva, la ratio y las condiciones en las que trabajamos. Y nos dejamos de fuegos artificiales de una vez.

Que somos profesores. Al menos algunos queremos seguir siendo profesores.

Gracias por vuestro tiempo y paciencia.



Procedencia de la imagen:

https://www.laescaleradelzigurat.com/2020/02/11/la-politica-en-kant-y-en-rousseau/


jueves, 25 de febrero de 2021

OASIS

Me levanto pronto. Relativamente pronto, las siete no es madrugar. Me gusta ducharme por la mañana, despacio. Cuando no había pandemia me afeitaba antes de ir al curro; ahora me permito la licencia de hacerlo cada dos o tres días.

Esa hora del silencio me tranquiliza, aunque últimamente no mucho, porque la bola de cemento en el estómago no se va, pero en esa placidez con la que el día arranca parece que todo es más dulce y despacioso. Desayuno con la radio puesta, pero no la escucho. Abro las ventanas y el frío seco me recuerda que soy afortunado: tengo calefacción y en mi trabajo también hay, aunque estemos siempre con ventanas abiertas.

Saco el coche del garaje y paso al lado de un tipo que lleva a su hijo muy pequeño a la guardería. El individuo va fumando y, por supuesto, sin mascarilla. Veo más allá a otros dos hablando, con los perros tirando de las correas. Mascarilla bajada, uno de ellos fuma también, muy cerca del otro.

Hay varias rotondas hasta mi trabajo. Siempre tengo que tener mucho cuidado. Lo de cómo entrar y salir de ellas algunos aún no lo saben. Vamos a ver: tiene prioridad el que está dentro y se sale siempre por el carril exterior, no es tan difícil. Pues todos los días frenazos y sustos. Y ay de ti como les digas algo. Hoy voy detrás de un pelao que no ha hecho ni una bien y que ha entendido que un stop es solo una sugerencia. Cuando llega a la última rotonda se para en medio, ¡se para! porque allí está la panadería y no va a aparcar bien cincuenta metros más adelante, él no. Me obliga a subir a la isleta, maldigo en arameo, a él le tiene sin cuidado. Él para allí y sale altanero del coche con gesto de porque yo lo valgo.

He leído, y lo repito a mis alumnos, que la sociedad funciona porque hay una mayoría de personas que sí cumplen las normas. De lo contrario, el pelao y todos los demás infractores (no digo delincuentes, que también, simplemente personas a las que las normas de convivencia se la soplan) no podrían vivir; es más, viven bien porque se benefician de esa sociedad en la que algunos -muchos- cumplen los mínimos.

Llego a clase. Hay examen. Mis alumnos, este grupo al menos, son muy amigables, incluso adoptables. No todos, claro. En mi crónica crisis profesional hay oasis y en la sociedad en la que habito también, unos cuantos. Por eso resulta soportable y a menudo grata.

Pero temo que son pocos y tengo la sensación (no sé si subjetiva) de que cada vez son menos. Y me inquieta.



https://www.youtube.com/watch?v=4PthV0GxTQg



Procedencia de las imágenes:

https://www.google.com/search?q=rotonda&rlz=1C1JZAP_esES825ES825&sxsrf=ALeKk03dK5aHq8FrMWyLnI1UTPAEH201LA:1614271197436&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=2ahUKEwjJgq3qvIXvAhVRasAKHQ25AvcQ_AUoAXoECBMQAw&biw=1211&bih=536#imgrc=dNKI3d9_hbSnxM

http://www.navartur.es/viajes/festival-de-los-oasis-en-tozeur.htm