ESTOICOS DE CRISTAL
Llegaste como alcohol derramado
sobre el perplejo corazón de noviembre.
Fuiste un cuerpo nuevo con el que compartir
el insomnio y los adjetivos.
Intuíamos que no bastarían las rosas
ni la voluntad del mar,
ni siquiera los trenes bajo la piel
detenidos en la estación de la cintura.
Sabíamos que llegarían palabras de piedra
contra los cristales del alma;
príncipes de mayo robarían nuestras cartas
y solo quedaría en los cajones
un viejo billete de autobús,
rostros arrebatados a un escaparate de sombras.
Aprenderemos que la vida es deseo,
recinto de labios bajo una frágil bóveda
de luz menguante.