No es necesario explicar que La escuela de Atenas es un cuadro de Rafael que puede contemplarse en los Museos Vaticanos. Desde luego, merece la pena pagar la nada barata entrada porque, además, al final vamos a entrar en ese lugar maravilloso y emblemático que es la Capilla Sixtina, con los frescos de Miguel Ángel (atiborrado, por cierto).
La escuela de Atenas es menos conocida y no está rodeada de hordas de turistas fotografiadores. Yo pude demorarme 15 minutos, hasta que la cara descompuesta de mi hijo adolescente me sacó del arrobamiento.
En Internet se halla mucha información al respecto, con los nombres de todos los sabios de la Antigüedad. Pero a mí me interesa el centro del cuadro, el pilar que sustenta la cultura de Occidente.
Platón sujeta entre sus manos el Timeo. Apunta hacia lo alto con el dedo. El conocimiento está allá arriba, en las ideas, separado, aislado, esperando el descubrimiento y su aterrizaje traidor, la reminiscencia de las almas puras, de oro. Pero este mundo, éste del más acá, sólo es provisional, contingente, una ruina.
Me gusta el gesto de Aristóteles, a su lado, serio y respetuoso. Mira a Platón más de lo que el maestro lo mira a él, que le sabe un discípulo aventajado que matará al padre. Aristóteles, sin embargo, sí tiene sus ojos frente al maestro. “Platón -parece decir-, todo te lo debo, pero me debo más a la verdad. Todo conocimiento debe partir de lo sensible. Te equivocas”. Por lo tanto, con la palma abierta, apunta a una terrenalidad originaria: todo conocimiento viene de aquí, lo que no significa que termine ahí. “Platón, estás comenzando la casa por el tejado, baja la vista, convive con la physis”, podríamos decir que piensa. Incluso, los más atrevidos, sugerirían una colleja amistosa y cordial: “Que no, boss, que lo primero son las cosas y luego ya veremos. Te estás columpiando”.
Mientras miro el cuadro de nuevo reparo en sus pies, en los que nunca me había fijado. Platón va descalzo, qué raro, mientras que Aristóteles luce unas sandalias very fashion, moda hoplita del IV before Chist. A Platón no parecen importarle las servidumbres de este mundo y sí las ideas a las que apunta: la filosofía es preparación para la muerte y lo mejor es dar el triple salto mortal. No es paz y amor prehippie: es misticismo gnoseológico, un atrevimiento intelectual destinado a desarrollos medievales, idealistas varios y creadores (algunos muy peligrosos) de utopías.
Y Aristóteles con sus sandalias. Pegado a la realidad, con problemas de juanetes. Sabe que su peripatética filosofía produce dolor de pies. Y que las utopías son el fuego de los dioses, mejor no arriesgarse y apostar sobre seguro; o al menos apostar por lo probable. Por eso, aventuro, el libro que sujeta es la Ética. No sé cuál de las que escribió, quiero creer que la Ética a Nicómaco, uno de los textos más sensatos y profundos que he leído. Y que deberían leer no sólo todos los estudiantes de filosofía, sino también los de psicología, si es que no se limitan a medir y también quieren entender, pues la filosofía no sólo explica la vida, sino que consiste en una reflexión racional para la vida.
El justo punto medio, la prudencia, las virtudes de la acción…
Aristóteles mira al maesto: su paradigma no le convence, pero estamos hablando de Platón, al que todo debe. Amicus Plato…
Ese dedo que apunta a lo alto no parece, sin embargo, altivo. La mano del macedonio es amistosa y franca. Quién sabe lo que quiso Rafael al pintarlos. Es impresionante lo que ambos desplegaron.
ResponderEliminarNo estoy seguro. Tal vez no sea altivo, pero sí desconfiado. Platón mira como de reojo, sabe que Aristóteles le va a traicionar/superar. Pero también hay admiración es su mirada. Aristóteles es amistoso, pero firme en sus convicciones. Creo que Rafael lo entendió perfectamente.
EliminarImpresionante es poco.
No hay desconfianza en quien hasta el final de su vida veneró a su maestro y, estoy seguro, alentó a su discípulo. En cuanto a Rafael, lo mejor de un artista verdadero está en lo que resulta ininteligible para él mismo; de ahí que el arte sea el resultado de una búsqueda de luz en las propias obscuridades. Ni supo suficiente de la Escuela de Atenas ni de sí mismo, afortunadamente para el arte. Impresionantes a saco, los tres. Mecreodequé.
EliminarNo, no. Yo la desconfianza la veo en Platón respecto a Aristóteles. Hay algo en su mirada. El respeto de Aristóteles es máximo. Y, aún así, el mejor crítico de Platón es el propio Platón, que parecía ponerle la alfombra para que transitara el de Estagira.
EliminarDe Rafael no me atrevo a decir nada, pero me cuesta creer que supiera poco, porque la simbología es tan poderosa...
Sorry, me refería a que Platón veneró a su maestro Sócrates y alentó a su discípulo Aristóteles.
EliminarEso es. Muy cierto.
ResponderEliminarNo puedo ver el primer enlace, sí el segundo, en el que dice que en esta pintura se reúnen filósofos y hombres de ciencia. ¡Ay! ¡Sé de un Ministro que necesita de la contemplación de este cuadro! Sí... Aquél que ha desechado la Filosofía como foco constructor de conocimiento. Foco que construye esta maravillosa obra que siempre que tengo ocasión muestro a mis estudiantes. ¡MARAVILLOSA!
ResponderEliminarQué raro. Tampoco puedo yo. Era un vídeo similar, de exégesis del cuadro, muy interesante. A ver si soy capaz de arreglarlo.
EliminarEse ministro del que hablas necesita, como indica Aristóteles, aferrarse a la tierra, escuchar. Es un platónico en el peor sentido, de los que cree que la realidad ha de coincidir con sus muy peregrinas ideas. Por otro lado es un materialista, pero también en el peor sentido, no hay más que leerse el preámbulo de la LOMCE (porque, eso sí, no engaña).
No nos desviemos del tema, que aquí era el maravilloso cuadro que también yo uso en clase y remito a él a menudo. Maravilloso. Verlo en directo más aún. Aunque haya más gente que en el propio cuadro.