El libro no tiene sorpresa alguna: en las primeras líneas ya
sabemos que lo escribe en homenaje (en recuerdo) de la que fue su pareja
durante muchos años y que fue incinerada con una novela de Fernando Marías
entre las manos. A partir de ahí, Marías bucea en la historia común, su
encuentro en Madrid, su amor lento e intenso, su vivencia de los años de la
movida, la escasez crónica de dinero, el paso del tiempo…
El libro es valiente, conmovedor, a veces tan intenso que
parece que estás sintiendo lo mismo que él, que ellos. Es desgarrador en
algunos párrafos, especialmente la segunda mitad, en la que Marías se enfrenta
a las decisiones que tomó, que tomaron, a sus errores, algunos de ellos graves.
No es que haya culpa, pero sí una punzada de dolor por lo que pudo ser, por los
caminos que llevaban a ninguna parte.
Y en realidad sabemos poco de Verónica. Es el personaje de la
novela y, pese a ello, está en sombra. Lo reconoce el autor a veces. Por ejemplo,
en estas palabras: “El gran pecado masculino de mi generación, cuyo desconocimiento
no exonera de la culpa: posponer para el día siguiente la mirada sobre los anhelos
de la compañera” (páginas 83-84).
Me resulta difícil no hacer spoiler. No lo haré. El libro
acaba mal. Lo sabemos nada más comenzar. No hay sorpresas. Yo sí lo recomiendo.
Algunas frases que he subrayado:
“Pero hacia ti fui. En línea recta y sin dudarlo un instante”
(27).
“Resulta imposible, maravillosamente imposible, dejar de
desear que quien nos gusta nos guste todavía más. Perseguimos el límite del
deseo y, por desgracia, solemos encontrarlo. La felicidad está en ese trayecto”.
(28).
“Era mentira, pero fue verdad” (41).
“Tal vez soy un tuareg sin desierto” (75).
“Las palabras pronunciadas en voz alta pasan a ser patrimonio
de la realidad” (85).
“Sentarnos en una cama al azar, frente a frente, pedir al
dependiente que nos dejase un rato a solas y decirnos cara a cara que estábamos
comprando una cama en la cual no íbamos a hacer el amor nunca más” (101).
“Estoy seguro de no ser culpable, pero no tanto de ser
inocente” (138).
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