Comienzo este post, el número 500, cuando es el solsticio de
verano, 21 de junio, el día más largo del año. 500 escritos al espacio
cibernético, a muchos, a nadie. Tengo la tentación de repetir la letanía de los
que no leen, de los que leen pero no comentan, de los aversi… Esta vez no, me he cansado.
Es viernes, promesa de mucho. Aún tengo trabajo. Además,
trabajo urgente. Intentaré hacerlo hoy para no ir corriendo el sábado, domingo
y lunes (todo debe estar preparado para el martes). Intentaré hacerlo hoy
porque huelo a vacaciones, verano, tiempo libre.
Para mí el verano es promesa de lecturas sin tiempo, sin
horarios. Tengo tantos libros aplazados que necesitaría dos veranos. Pero
cundirá.
El verano es también dejar el reloj en la mesita de noche
hasta finales de agosto. Fin de la disciplina, las legañas, los horarios y la
sensación -que raya con la ansiedad- de que no llego a todo.
El verano es viaje, como fuera de casa en ninguna parte. Este
año iré a Viena, a ver si me empapo de Wittgenstein y de Freud, de ópera y de
Sissi, de Danubio (incluso de Danubio azul), de Zweig, de café y de tartas. Me
encanta planificar viajes; también hacerlos, pero eso es otra cosa.
Y siempre me viene a la cabeza esta optimista canción de
Amaral, que dedico a los menguantes frecuentadores de esta bitácora a los que
deseo feliz verano y prósperas vacaciones, viajes, felicidad, libros, playas y
piscinas, comidas apetitosas y éxtasis de piel ajena.
https://www.youtube.com/watch?v=G-MH-7BmAhc
Procedencia de la imagen:
https://pixabay.com/es/photos/hipster-sombrero-gafas-de-sol-playa-863370/