No siempre fue así. De hecho, en esto de las películas cine fui un niño entregado. Cruzaba la calle y me iba a un cine magnífico (ahora es una tienda de ropa juvenil, de esas que hay en todos lados) en el que proyectaban programas dobles. Me gustaban todas… hasta que una tarde tropecé con una del oeste cuyo nombre he olvidado. Era algo así como El hombre del valle. Desde entonces estoy vacunado contra ese género, del que exceptúo Sin perdón, Solo ante el peligro y Pasión de los fuertes.
Luego seguí practicando esa sana costumbre de cine doble todas las semanas. Y me hice adicto de cineclubes y versión original. Pero los habituales de este blog sabrán que no todo cine indie me gusta, aunque creo que merece la pena buscar entre lo mucho idiota para encontrar un poco de cine diamantino. Lo malo son los miles de horas pasadas ante la pantalla soportando el tedio y la estulticia. Ahora, menos tolerante, me voy de la sala, me duermo o saco la petaca de whisky.
Hoy toca citar lo peorcito de lo peorcito, las películas cuyo recuerdo me provoca fatiga, cabreo y sensación de que tomaron abundantemente la cabellera. Y que no me diga nadie que soy subjetivo: pues claro, es que soy un sujeto; si fuera un objeto, entonces sí sería objetivo.
El sabor de la sandía es un clásico: musicalmente kitsch, de soez temática y absurdo argumento. No debe perdérsela nadie. Hablo, naturalmente, de la cerveza en el bar más próximo.
La mitad de Oscar. Típico ejemplo de un corto reconvertido en largo a base de miradas hacia el infinito con el cámara zampándose una paella mientras la escena se rodaba sola minutos y minutos. Sin argumento aparente, tediosa, larguísima en su brevedad. Alguien dijo a la salida que menos mal que sólo nos habían puesto la mitad de Óscar: todo él sería para suicidarse.
La vida de los peces es una peli chilena en la que sus casi 90 minutos se multiplican por 10. No se entiende a los actores, que vocalizan mal. La historia, por lo tanto, no se comprende. Necesita subtítulos; qué digo, necesita todo: destrucción y olvido.
Gerry. Dos amigos pasean por una especie de desierto en Estados Unidos. Se pierden. La cámara los sigue, ellos apenas hablan, pero sus paseos por el campo son de una profundidad exasperante. Paseo, miradas, pocas palabras. ¡Cuánto simbolismo!
La teta asustada. Uno pone a una actriz peruana, le hace hablar en quechua, da pistas sobre su angustiosa vida y ya tiene una candidata al Oscar. El progresío es así. Lástima que la actriz tenga menos expresividad que un ladrillo y que la historia sea más tediosa que una clase sobre Hegel en alemán. Asustadito salí yo, y no de la teta, sino de que a alguien le pueda gustar semejante cosa. Y de que el personal crea que los peruanos no saben hacerlo mejor.
Vicky Cristina Barcelona. Ah, no, me corrijo. Esto era una lista de películas, no un video-clip promocional con todos los tópicos hispánicos. Este producto no es propiamente una peli. Perdón.
Emmanuelle. No me equivoco, no. Vi de adulto esta película, junto con el otro gran mito del cine erótico, El último tango en París. Pero, mientras que en ésta vi gran cine, intenso argumento e interpretaciones sobresalientes, en la otra sólo vi impostura, aburrimiento y pseudo-erotismo de qualité sin un solo gramo de pasión, con una actriz que no me pondría aunque fuese la última mujer sobre la tierra.
Habitación en Roma es otra de esas pseudo-avanzadísimas películas en las que se mezcla el erotismo lésbico con los tormentos interiores. Esto es, cine de Medem: otro de esos sobrevalorados a los que se les perdona todo. Yo, sin embargo no le perdono que me haga bostezar tantísimo. Elena Anaya y Natasha Yavorenko están preciosas (o sea, como un par de quesos, maravillosas), pero eso no es bastante ni sostiene por sí solo una narración. No me la creo. Este hombre quiere hacer tratados, ensayos sobre el alma y el eros, pero el cine es otra cosa. Otra de él detestable es Caótica Ana, tan caótica como su director. Ni pies ni cabeza.
Tras el “Prólogo” (del que debo decir que no me caso de verlo), Lars von Trier ofrece en Anticristo toda una lección sobre cómo echar a la gente del cine. Como él: cine psicopático, trascendentaloide y prozacófilo. Todo ello pasado por la trituradora de Tarantino con una guarnición del peor Freud.
“No te gusta ninguna”, me dijo un amigo una vez a la salida de una de éstas. Porque mi comentario favorito al terminar es “bonita fotografía”, que es lo que decimos cuando lo que hemos visto es una basurilla elevada a n. Y de alguna de las anteriormente citadas, ni la fotografía, sólo las cervezas que suelen ir después.
Se admiten sugerencias.
Lars Von Trier firma un gran film: "Rompiendo las olas" (1996).
ResponderEliminarY un soberbio ejercicio de estilo, con una ñam preciosísima Nicole Kidman, en "Dogville" (2003). Su sombría ( y ajustada) concepción de la naturaleza humana me recuerda otros dos films: "Furia" (Fritz Lang, 1936) y "La jauría humana" (Arthur Penn, 1966).
Esta tríada retrata la ingénita estupidez y consecuente brutalidad del alma humana.
He visto recientemente, también de Trier, "Melancholia" (2011). Efectista, esteticista, tueste, atormentada, destartalada, un fraude la chinga pachinga madre que lo engendró a Trier y a sus escandinavos fantasmitos.
Suma, o sumo, a tus fobias la última de Malick y en lo demás, de acuerdo.
Por cierto, ¿cómo se asusta una teta? Uuuhhh...
De esa peli ya hemos hablado. No tengo buen recuerdo de ella, pero la volveré a ver. No obstante, no es de la lista. "Dogville" y "Manderley" sí entrar. A mí eso de filmar cine en un garaje para hacer una metáfora de la condición humana... como que no. Pero la Kidman, preciosa, al igual que Bryce Dallas Howard. Por cierto, me doy cuenta de que en esta última, y en "Anticristo", está Willem Dafoe, tan enloquecido como el danés estupefaciente.
EliminarMe da miedo la de Mallick, porque me encantó "La delgada línea roja". Pero la veré. En casa y solo, que no es cosa de perder a los amigos.
De "La teta asustada" es absudo hasta el título. Por cierto, la actriz estropea una peli de otro director sobrevalorado: hablo de Fernando León de Aranoa y la insustancial "Amador". Ya es difícil, pero lo hace.
Mis fobias son geográficas: no me gustan nada las películas armenas, ni kazajistanas, ni azerbajanas...ufff: lo siento. Las nórdicas, tampoco, salvo Millenium y Festem. Y las españoladas, tipo Esteso & Cía, ni siquiera me hacen reír. Las del oeste, algunas sí, otras no.
ResponderEliminarBueno, y para rematar la faena, ahí va el sacrilegio: las de Bergman me aburren...
¿Cómo? ¿Qué no te gusta el cine kazajo? Mujer, lo de los armenios lo entiendo, lo de los azerbayanos también, pero lo de los kazajos, eso sí que no. Quedas expulsada de mi club de amigos del cine de Kazajstán. Ad infinitum
EliminarY si te indulto alguna vez es por lo de Bergman: uno de los mayores pelmas que han rodado algo. He visto unas pocas y, tras estrujarme las meninges, no acabo de entender tales honduras patafísicas. Si hasta "Fanny y Alexander" convertía a los niños en hermeneutas del ser de la escuela postkantiana sector rigorista...
Venga, te perdono lo anterior.