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viernes, 8 de agosto de 2025

FALTA PERSONAL

Hace poco fue el cumpleaños de mi pareja. Para celebrarlo, fuimos a comer un restaurante en el que no habíamos estado. Entramos, se acercó una camarera y nos indicó una mesa. Estaba al lado de una pared de cristal. Hacía calor. Pasaron cinco minutos, no venía nadie ni traían la carta. Una pegatina en la mesa lucía un código QR. Saqué el móvil y no funcionaba: una vez, otra, otra más, nada. Mi pareja me dijo que se estaba agobiando por el calor. Seguía sin venir nadie, le pregunté si nos íbamos y eso hicimos. En la calle me dijo que tenían frente a nosotros un aparato de aire acondicionado... apagado. En plena hora de calor, a las 14:30 horas.

Cogimos el coche y conduje hasta la otra punta de la ciudad, un restaurante en el que ya habíamos estado dos o tres veces, un buffet libre en el que das al camarero una hoja con lo que quieres y ellos lo traen. Nos atiende otra camarera, dice que solo hay dos mesas libres y que están en un recodo al que no llega bien el aire acondicionado, que no quiere que estemos a disgusto y prefiere advertirlo. Así es, pero no se está mal, nos quedamos. Cuesta que nos atiendan, está lleno, de modo que voy a la barra y le entrego la hoja con la comanda. Tardan un poco, pero los platos van llegando, excepto un arroz; se lo decimos a otro camarero y al rato viene con otro tipo de arroz. Vemos que todos los empleados van a toda mecha, uno de ellos suda ostensiblemente pese a que la temperatura no es mala.

Tras la comida, mientras nos cobran, la camarera que nos atendió se detiene ante tres mesas y nos pide disculpas. Está entre agotada y enfadada. Dice que el cliente merece mejor atención, que no le importa más que estar bien atendido y que debe irse satisfecho, pero que el establecimiento es muy grande y hay poco personal, «¡Falta personal!», añade finalmente, pero los clientes no tienen por qué darse cuenta. Le digo que algunos sí nos damos cuenta y finalmente se marcha cuando las mesas ya comienzan a vaciarse.

Recuerdo que la última vez que estuvimos aquí dejamos algo de propina en el platillo con la cuenta. La mujer que nos atendía se puso entre nosotros y la barra, tapando ese dinero y nos pidió que lo recogiéramos, que las propinas se las quedaban los dueños y los empleados no veían nada de ese dinero. «Por favor», añadió. Parecía muy descontenta. Desde luego, nos atendió estupendamente, aunque a toda velocidad, como ocurre cuando el trabajo de dos lo tiene que hacer uno y, a pesar de eso, hace todo lo que puede y mantiene la educación, pese a algún fallo absolutamente disculpable y que cualquiera de nosotros cometeríamos multiplicado por diez.

Siempre hay que escuchar a los que hacen el trabajo que no hacemos nosotros, nunca decir que otros están peor, jamás añadir que al menos tienen trabajo. Trabajar cara al público es muy difícil, la buena educación es menguante y por eso mismo hay que extremarla.

Si hay una cifra alta de parados y, aun así, falta personal, es por algo.

 


Procedencia de la imagen:

 https://restaurantelleno.com/decoracion-muebles-reciclados-del-restaurante-stork.html

viernes, 1 de agosto de 2025

DEMASIADOS GRITOS

Anoche, en un edificio que está a cien metros del mío, tenían fiesta al aire libre, junto a la piscina. Os podéis imaginar: risotadas, gritos, chorradas en altísima voz... Pasadas las doce de la noche empezaron a desfilar a casa. Media hora más tarde llegó el camión de la basura con gran estruendo; es verdad que estos están trabajando, pero no sé si sería posible bajar el nivel de ruido, porque a las 7:30 llega otro camión, esta vez a llevarse los residuos orgánicos.

Los que necesiten dormir para currar al día siguiente lo tienen claro.

Mejor no digo nada de quienes despotrican contra lo que sea (y quien sea) bajo mi ventana a las tres, las cuatro...

Esta mañana, en el gimnasio más de lo mismo. Lo normal es oír a unos pocos soberbios que odian al gobierno y a sus socios (ellos dicen amar mucho a España). Desde lo de Montoro están algo más callados, pero hoy he reconocido una voz. Un tipo entrado en (muchos) años que le decía (gritaba) a otro que de vez en cuando se pone al asunto con su pareja, que “hay que ver lo de la pastilla, te la pone como una piedra, claro que con dos de veinte no hace falta pastilla”... Todo eso, insisto, a gritos. Sin duda, necesitaba sentirse reconfortado, no vaya a ser que su disfunción eréctil lo acompleje, que es muy macho machote y tal vez fantasea con eso de dos de veinte, que no se acercarían a él ni con un palo.

Por cierto, bendita pastilla azul, nada contra ella, faltaría más, y sí contra el gritón con complejo de alguacil de pueblo y seguramente algún otro complejo.

Después he ido a la compra. El súper estaba lleno, lo que ha sido suficiente para que la choni de turno la emprendiese, sin mediar provocación, contra el presidente de gobierno al que “pagamos las vacaciones y seguro que hasta la comida”, no como a ella. Me he quedado esperando que dijera algo de los viajes sin propósito de una presidenta de comunidad autónoma y de su chalet y su ático, así como de las múltiples propiedades del jefe de la oposición. Otra señora intentaba razonar con ella, pero para qué.

Desconfío de los que levantan la voz, de los que hablan muy deprisa y no escuchan, de los que repiten consignas, de los que se indignan según y contra quién. Desconfío, por lo tanto, de los sectarios, los soberbios, los del yatelodigoyo, los especialistas en todo, los miopes de un lado, los del andador moral y, en general, de los que no saben vivir en sociedad. Porque vivir en sociedad es con-vivir. Y eso implica una amplia dosis de tolerancia y escucha activa.

Hay demasiados gritos. Bajar los decibelios facilitaría la vida en común.

Y con esto, chavales, empiezo agosto y os deseo a todos un estupendo mes si empezáis ahora vuestras vacaciones. Y mi pésame si toca trabajar, espero que al menos haya aire acondicionado.

Un abrazo a todos los que por aquí pasan.



Procedencia de la imagen:

https://www.eltiempo.com/cultura/gente/la-terapia-de-gritos-para-aliviar-el-estres-laboral-que-se-ha-vuelto-viral-expulse-la-presion-en-una-cabina-insonora-3408828