Tras leer uno de los últimos posts de Signos (Estilema, a la derecha), he pensado en lo mucho que me gusta la novela negra. No toda, su vertiente más sangrienta me aburre. Es como la (supuestamente) estupenda película No es país para viejos: me canso de contar cadáveres y parece que el argumento es sólo contable: ¿quién es capaz de acumular más fiambres?
Sin embargo, me fascinan desde que era adolescente las historias con intriga o misterio. Desde Agatha Christie hasta la laberíntica y poliédrica El nombre de la rosa, que por supuesto incluyo en el género. Más tarde llegó G. Simenon, y Arthur Conan Doyle (la mejor introducción a la argumentación lógica).
Recorridos los clásicos, comencé a picotear. Dediqué un tiempo al cínico y vividor Pepe Carvalho, que aún releo con agrado. Por puro azar (una entrevista en un programa de radio) descubrí a los picoletos Bevilacqua y Chamorro, castizos a la vez que postmodernos agentes de la Benemérita envueltos en la sórdida y mezquina realidad humana contemporánea, que por aquí parece aún más ruin y corrupta.
También es de mi cuerda Donna Leon, esa estadounidense que se ha hecho veneciana y ha creado al inspector Brunetti, tan italiano y al mismo tiempo tan prusiano en su sentido del deber: sabe que su tarea sólo parchea un sistema que es corrupto en sí mismo. Hablamos de Italia, bella y creativa, de cimientos carcomidos y normalización de la delincuencia en todas sus variantes. Pese a todo, hermosa.
Recomiendo igualmente al griego y muy escasamente conocido Petros Márkaris, cuya obra, casi inexistente en castellano, muestra a un policía enfrentado a un contexto tan latino como el de España o Italia: incompetencia, desidia, incumplimientos sistemáticos de la ley.
No obstante, mi preferido es Wallander. Kurt Wallander, inspector creado por Henning Mankell. Wallander es un tipo cuarentón, con sobrepeso, problemas de salud en aumento y decreciente autoestima, abandonado por su mujer, incapaz de establecer una nueva relación sentimental. Wallander está sobrepasado por los tiempos, en lo personal y en lo social. Mankell cuenta la historia reciente de Suecia a través de Wallander. Como él, es un proyecto triste y fracasado, hecho de planificación y buenos propósitos, de orden y sensatez. Pero, como el policía, ha derivado en problemas, alcoholismo, falta de rumbo social y sentimental. Suecia y Wallander están a la deriva (también esto lo vemos en las novelas de Stieg Larsson y de Asa Larsson: imprescindibles).
Wallander añora una Suecia idílica que tal vez no existió nunca, pero todos creíamos que era así. Wallander parece un héroe absurdo (tal y como Albert Camus entiende esta expresión): alguien que conoce el absurdo de la existencia y que, no obstante, no se rinde, sube de nuevo la roca a la montaña, consciente de que es en vano. Wallander no se rinde en una batalla que está perdida de antemano. Su lucha es épica porque es ética, porque no claudica, al menos no siempre, no del todo; porque sigue asombrándole la violencia sin objetivo de dos adolescentes que matan a un taxista a martillazos o de unos asesinos que se ensañan con ancianos por placer. Reconocemos la historia: no es verdadera, pero es verídica.
Wallander ha decidido plantar sus pies en el deber. Y no ceder. Probablemente no sabrá quién es Kant, ni ha leído la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. No le hace falta. Pero es el último muro de contención frente a los embates de la barbarie y el sinsentido. Probablemente los suecos eran previsibles y aburridos, pero esa brutalidad actual, sistemática y enquistada no es asumible más que en las novelas. Y no siempre: la lectura de los libros de Mankell te deja devastado. Porque sabe lo que es la condición humana, ese software de bestia parda con brotes de grandeza. Mankell sabe que Rousseau era un estúpido ignorante, miope e iluso; sabe que -para desgracia de todos- Hobbes tenía razón y el hombre es un lobo para el hombre, en España, en Andorra y en Suecia. Más aún, no imaginamos a los lobos en semejantes rapiñas.
Pero Mankell, como Wallander, no arroja la toalla ni busca tan sólo que alguien ponga en su mano los derechos de autor o el sueldo de funcionario. Como los otros polis de ficción, su lectura hace que se sostenga la esperanza. Algunos dirán que, precisamente, es porque son héroes de ficción. Sí.
He frecuentado poco la novela negra. Así que chitón.
ResponderEliminarAhora leo por vez primera a Mankell: “El hombre inquieto”. Por ahora me entretiene, pero… le falta brillo. Sigo en el tajo de su lectura.
¿”El nombre de la rosa” es novela negra o rosa? Joeeechi, qué chiste más malo. Me flagelaré algún chakra impar con una bolsita de té verde.
Tengo por ahí una de Conan Doyle. La leeré desde ese juicio interesante que propones. Te debo, por cierto, el descubrimiento de Bevilacqua y Chamorro. Gracias. Sus pesquisas y esa “tensión sexual no resuelta” entre ambos son un placer. Los recomiendo vivamente.
Me gusta esa distinción conceptual que haces entre “verdadero” y “verídico”. A veces, la filosofía consiste en eso. Te propongo rizar el rizo: “verosímil”.
Hobbes tenía razón, acuerdo contigo, pero le falta radicalidad: el hombre es un borrego para el hombre. ¿Recuerdas a Nietzsche? Aquello de los corderitos cuando el águila que los contempla desde la altura dice: “qué ricos”. Un crack, don friedrich.
Hoy leeré “El hombre inquieto” a la luz de tu apología.
Oyesssshh…, pero las suecas siguen estando buenorras y de ensalive, ¿no? No me vayas a desilusionar, favor, aunque ya sé que Deleuze decía que la tarea de la filosofía consiste en “desilusionar”. Y que el filósofo debe “desgarrar aquello que ama” (o Ciorán o Savater, uno de los dos).
Perdón a los lectores del blog, me pasé en el “citaje” de filósofos. Es que soy del club de los faltos de cariño y se me va la pinza cuando “soleo” en dosis no homeopáticas. Lo dicho, me flagelo (también los chakras pares).
No sé si "El hombre inquieto" es de Wallander, pero me gusta el tono de Mankell. Debes leer la serie. Si es posible en su orden, porque hay referencias de unas a otras.
ResponderEliminarNo tengo del todo claro lo de la tensión sexual no resuelta entre Bevilacqua y Chamorro. ¿Tú crees que algún día culminarán? La investigación, of course. Lo que investiguen es cosa suya.
Lo de verdadero, verídico y verosímil da para un post. Sesudo esta vez. Lo dejo para el verano, con tiempo, que ahora me espera mi chico, que espero que me obsequie hoy dejándose ganar en cualquiera de esos engendros electrónicos a mayor gloria de las nuevas generaciones.
Lo de mezclar a las suecas con Cioran... Te pasaste tres autonomías, Escandinavia entera y las estepas rusas. Yo estoy en otro tono, ya sabes eso que decía Benedetti: un optimista es un pesimista mal informado. Pues eso. Suecas, valencianas, alcarreñas, andorranas, turcokazajas, argentinas, italianas, angloparlantes, susurrantes, con gafitas, con calcetines de Snoopy, sin nada...
Las citas, siempre pertinentes y oportunas. Pero recuerda que los temas eran: culos, tetas, rockys y rambos, que se nos va la clientela. Hace dos días me mensajeó una deliciosa criatura, encantada y abrumada con el blog. No hay para tanto, niña, en el fondo es lo que decía aquí el colega de arriba: "el club de los faltos de cariño". Incorpórate sin pudor ni medida.
A mí me entretienen mucho las novelas policiacas. También empecé con la de Carvalho y me gustaban mucho las de Juan Madrid. Con respecto a Mankell, siempre que me preguntan si he leído alguna de él, me hago el sueco (jua, jua, otro chiste fácil, pero malo, no como el de CrisCrac del nombre de la rosa, que me ha hecho reír), porque no he leído nada suyo, y una vez una amiga a quien le pasé un relato me dijo que yo escribía como Mankell. Tuve que hacerme el sueco, no me quedó más remedio. También estuve a punto de comprar un día una novela de ese griego que dices, pero luego se me olvidó. Tenía buena pinta.
ResponderEliminarHay un tipo en Barcelona que lo sabe todo del género. Tiene una librería que se llama "Negra y criminal". Está en la Barceloneta y vale la pena hacerle una visita. También tiene una página web (http://www.negraycriminal.com/).
Bueno, veo que eres de los mios. Que te gusta el misterio y la intriga. Aunque, yo tengo que decir que Agatha Christie no es de mis preferidas. Me gusta mucho más Conan Doyle.
ResponderEliminarHas mencionado El nombre de la rosa,que por supuesto leí hace años y sigue siendo uno de mis preferidos.
No conozco al detective del que hablas, pero haré por leer sus intrigas.
¿Con "calcetines de Snoopy"? ¡Ay, perillán!
ResponderEliminarGracias, Signos, por la recomendación. Sólo por eso iré a Barcelona.
ResponderEliminarA Juan Madrid no lo conozco. Apunto. Creo que la magnífica película "Días contados" está basada en un relato suyo.
Es cierto que hay algo en tu escritura que te asemeja a estos maestros. Pero te faltan páginas, aunque leí que lo que aquí nos parece un exceso de páginas, y cierta morosidad narrativa, a los nórdicos les gusta porque les proporciona más tiempo en los largos inviernos, más gozo. Lo comparto. A mí no se me hacen pesadas esas novelas.
Prueba con el griego. He leído un par de novelas suyas y tengo otra en espera. Es lo más parecido a nosotros.
Síguelo, Rachel, recomendación del chef. Las novelas de intriga son género mayor, ni caso a divinos y postulantes del ser (y la nada).
ResponderEliminarEso sí, ponme algo más difícil la intriga de tu indentidad. Demasiado easy.
Conan Doyle es el Boss. Sin duda. Por cierto, me molestó esa "película" que hace de Sherlock Holmes un tipo sucio, desordenado y mamporrero. Bonita fotografía, que es lo que se dice cuando la peli no tiene nada.
No desprecies a Agatha Christie, ni que sea una escritora popular. Tengo que releerla.
CrisC, no me interpretes mal. Me gustan las mujeres hechas y derechas: con calcetines de Snoopy o sin ellos, con ropa interior de la que produce urticaria o con básicos de algodón, mejor aún sin ella, miopes, de pelo corto y largo...
ResponderEliminarQue nadie lea lo que no hay escrito. Que nadie busque intriga, misterio o "roman á clef". Hechos, Watson, hechos. Elemental.
Es lo que tiene la hermenéutica. Lo avieso.
ResponderEliminarA propósito, a mí me gustan las chicas con "underwear" de "hello kitty" o de "winnie de pooh"...
Una parafilia como otra cualquiera.
Te vas, te vas.
ResponderEliminarPero aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (y el Turia no pasa por Valencia) os recordaré la hilarante escena en que Bevilacqua y Chamorro investigan un caso ("El lejano país de los estanques") y deben acudir a una playa nudista. El sargento y la guardia. En otro, Bevilacqua le explica a Chamorro la relación que hay entre la corbata y el pene (pues aquí el picoleto ha estudiado psicología antes de dedicarse a la investigación por cuenta de la Benemérita).
Eso sí, a Virginia Chamorro no me la imagino con calcetines de fantasía. O sí. Bajo el uniforme verde pueden esconderse parafilias más estupefacientes que las descritas antes. Una guardia civil con sostén de winnie the pooh...
Me gustan todos los nombrados, excepto el griego, que no lo conocía pero haré por conocerlo. Unos más que otros pero todos, recuerdo esa escena de Bevilacqua y Chamorro en la playa nudista...( ¿nunca harán unos episodios?) A ver si además de tetas y culos pasamos a otras cosas...
ResponderEliminarPor cierto, para los que les gusten los suecos (o suecas en este caso) acabo de descubrir a Camilla Lackberg y su novela "La princesa de hielo"; del genero, muy sugestiva, y conozco muchos de los lugares que nombra. Leedla, además, CrisC, es joven y buenorra como casi todas las suecas. No sé qué ropa interior utilizará, pero te advierto que en Suecia hay unas tiendas de ropa interior de lo más chic.
Brixia
Anoto, anoto. A veces tengo la impresión de que esto es un club de lectura y un cine-club. Unos nos hablamos a otros de libros, pelis, y lo demás. Había leído ese nombre antes, ahora estoy en la Biblioteca Municipal, así que la buscaré.
ResponderEliminarDe lo que dices de Bevilacqua y Chamorro, hay una peli, que yo sepa, "El alquimista impaciente", digna, aunque carente del pulso que tiene el libro. Entre lo mejor que tiene es el actor Nacho Vidal (una estrella del porno) bordando el papel de mafioso ruso sentimental. Los actores que interpretan a los guardiaciviles son un tanto planos y blanditos.
Pero me pasa lo mismo con la serie de Wallander que hizo la televisión sueca: el actor no es malo, pero le falta algo: ese tono terrible y dolorido, devastador al mismo tiempo que humanísimo. Y qué decir de lo que hizo la tele alemana con Brunetti... Lo mismo; bonita fotografía, capítulos que se siguen con agrado, pero nada más.
Sabía que no faltarías a esta cita sueca, Brixia. Haría otra de Noruega, pero es que no tengo nada que decir, salvo que debe hacer un frío de cataplines...
"Una guardia civil con sostén de winnie the pooh"... Ooohh...
ResponderEliminar¿Era necesario ese golpe bajo? Ahí has estado cruel, Atticus, mayormente borde.
No sé si en el Armaggedom te será perdonada esta infamia. Llegados a la Parousía, segunda venida de Cristo Señor, no podrás ser redimido y vagarás eternamente, como una sombra, entre las bambalinas de los probadores de féminas lencerías suecas (de ésas que dice Brixia), desencarnado, solitario, reo de ti mismo..., ¡Sísifo redivivo!
A ver quién carayu duerme esta noche.
¡Qué juego os está dando la novela negra!
ResponderEliminarSigo el blog desde no hace mucho y percibo que sois un poco repetivos. ¿Mayoría de varones, quizás?
Mayoría de varones, sí. Lo siento, yo invito a todos, pero por alguna razón que se me escapa, escriben más varones. No hay intencionalidad ni mucho menos selección de personal.
ResponderEliminarUn poco repetitivos... Puede. Pero bienvenida (supongo por lo que dices que eres mujer, o no), añade tu visión del mundo y de las cosas. En cualquer caso, la mente humana de este humano no es tan compleja, ya me gustaría.
¿Aliénor quiere decir algo? ¿No estará emparentado con "alienación"?
No estoy de acuerdo con la percepción de Aliénor, pero es significativo e interesante que lo perciba así.
ResponderEliminarConseguí dormir. Soñé con los angelitos.
Atticus, como te gusta la intriga y el misterio y supongo (supongo mucho y muchas cosas) que también el juego de resolver enigmas, ahí va una pista: “No hay lugar para el tercero, aunque sobre lugar para él”. Nota: utilizo indistintamente el masculino o el femenino como genérico, dependiendo del contexto, lo que no quiere decir nada, o sí).
ResponderEliminarCrisCrac, lo que percibo o escribo no, pero yo sí puedo resultar (ser es algo perdurable y cuesta mucho trabajo) interesante. ¿Por qué no estás de acuerdo con mi opinión?
A ver, Alíenor (o Aliénor, que no sé), por si no me conoces te diré que soy hombre (lo cual no da para resolver enigmas demasiado complejos). Además, soy profesor, y estamos de evaluaciones, lo que significa que llevo varios días de trabajo intensísimo leyendo tonterías y preguntándome qué es lo que hago mal, tan mal. Además, hoy he amanecido a las 6 y llevo todo el día haciendo diversas cosas. Estoy al borde de un ataque de nervios y aún tengo que llegar a casa, corregir unos exámenes, sacar medias, poner notas y preparar las clases de mañana.
ResponderEliminarO sea, que no entiendo nada. ¿Me das una pista más fácil?
Y respecto a CrisC, si no lo conoces, pincha al lado, que creo que sobro en esta relación, el tercero soy yo, es decir, una multitud en la que sobra servidor. Te advierto que es hombre de hechos y palabras, cálido, pero también directo.
Pues nada, dime más cosas, a ver si el siguiente día estoy menos espeso. Porque mucho Wallander, mucho Carvalho, pero de capacidad inductivo-deductiva nada.
Verás, Alíenor, al referirte al “juego” que nos daba la novela negra, conjeturé que ironizabas sobre los comentarios añadidos, en los que, como otras veces, jugamos a ser procaces y pícaros; pero, sobre todo, inocentes.
ResponderEliminarAñado que a mí me encantan las bromas al respecto, las necesito, quizás porque el humor salva de la desesperación y de la estúpida tentación de la misoginia. O quizás porque, como decía Machado, al amor le sienta bien su poquito de exageración.
A los que aman la escritura se los llama “letraheridos”..., habría que inventar un neologismo para nombrar a los que aman la fémina belleza, con tal desbordamiento, rotura e incluso irracionalidad que no podemos dejar de manifestarlo en todo tipo de registros de lenguaje. Creo que no interpreto mal a Atticus si lo incluyo, pero no somos legión.
Cuando dijiste aquello de “percibo que sois un poco repetitivos” y luego lo de la “mayoría de varones”, lo sentí como una censura (seguro que no lo pretendías). Los posts de Atticus, como los míos, tienen el acusado rasgo de su variedad. También los comentarios.
Pero no voy a ocultarme: reivindico hablar sobre mujeres…, con mujeres, y con hombres delante de mujeres, como aquí. Y hacerlo con atrevimiento y picardía, con humor, con segundas intenciones, procaz y gamberramente.
No obstante, aunque suelo medir lo que digo puedo errar, claro está, pero deseo no molestar ni ofender. Seguiré siendo un pillo.
Un desacuerdo más, Alíenor: lo que percibes y escribes me parece interesante. Y no me cabe duda de que tú resultas y eres interesante. A ver si vas a ser sueca de estocolmo… Eso va a ser. Salud.
Qué azares. Andábamos lo dos blogueando a la vez. Creo que tú te has tomado un poco más a la tremenda que yo lo de Alienor. No creo que fuera su intención ofender o molestar. Pero estoy contigo en esto de que hay que reivindicar hablar de mujeres y con mujeres. Y hacerlo con elegancia y gamberramente, como dices, no es nada malo, pues hay cariño y un sincero sentido de la igualdad. Naturalmente: quien habla a sus iguales lo hace desde el humor y el atrevimiento, no desde la distancia, el paternalismo o la dominación.
ResponderEliminarHablar de sostenes suecos, de bragas andorranas, de culos vallisoletanos... ¿Por qué no? Y de impresionistas franceses, de poetas turcos y de filósofos alemanes. Que no somos amantes de un solo plato, sino omnívoros.
Hace no mucho le dije a alguien que el materialismo no tiene alternativa. Es decir, que somos espiriturales precisamente porque somos materiales. No hay más. No hay dios (o sí), pero desde luego está este mundo: materialísimo, lleno de poesía y mujeres bellas que a menudo te permiten susurrar palabras a su oído (y te susurran las suyas, ay, ay), y que quieren comunicar temperaturas de la piel, hablar de cine o de teatro...
Disculpad, me he ido por los cerros de Úbeda.
Tienes razón, CrisC, ansío muchos registros de lenguaje, más de los que poseo. Y quiero ser variado y poliédrico. Lo soy, aunque no quiera.
Y, para terminar, Alienor. No te vayas, no hay regañinas, sino palabras de este club de los faltos de cariño. Aunque no sean suecos, aunque sean incapaces de resolver enigmas de enigmáticas personas.
Soy mujer.
ResponderEliminarSoy una mujer.
Me encanta ser mujer.
Me gusta el juego de la seducción, sobre todo a través de las palabras. Esta es la razón principal por la que entré en el blog: me gusta vuestro "peloteo" (va sin segundas).
¿Os habéis dado cuenta qué evocadora resulta la palabra SEDUCIR
Pronunciada lentamente suena como el roce de unos labios en ese "cuello almenadamente blanco y bello" que regalaba Miguel Hernández, recuerda el hueco de una mano que encuentra su descanso, su acople perfecto y, por fin, termina como el terciopelo, suave, cálido...
Bueno, puede que hoy esté un poco blandita. Yo también tengo vida allende la nómina y son las 10 (voy a escuchar a Sabina).
Atticus, la pista conduce a una fecha.
La pista conduce a una fecha... ¿Estás jugando conmigo? ¿O tiene que ver con Sabina? ¿El tercero, sobra lugar para él? ¿Vida allende la nómina, son las 10?
ResponderEliminarDe verdad que no, esto no lo resuelve ni Wallander.
Por favor, por favor, pónmelo más fácil. Me tienes seducido con eso de seducir a través de las palabras... Qué afrodisíaco, qué regalo: las palabras. Qué palabra más hermosa: seducción.
Dime algo más niña, que sigo espeso.