Tiene entre 16 y 17 años y una novia carnal tumbada a su
lado. El bikini es inversamente proporcional a las turgencias de su anatomía. Y
ella se acerca, le besa alternando roces labiales con besos profundos,
entre la adivinanza y la invasión. Él trata de mantener la compostura en un
césped en el que hay familias, niños, grupos… sin conseguirlo. Se da la vuelta,
se levanta, olvida que hay mundo a su alrededor.
2.
Dos jóvenes tumbadas. Preadolescentes. Una de ellas está
leyendo, me sorprende: un libro de papel. Mientras, su amiga, con los
auriculares incrustados, está ausente. La lectora se mueve y busca posición
cómoda; no puedo ver el título ni conozco la portada.
Y me viene a la cabeza lo frágil que es el mundo y la vida,
que a ellas dos todo les puede suceder todavía. Y lo que se parecen a jóvenes
como ellas que vi en un documental sobre la guerra en los Balcanes. Hace más de
veinte años también había piscinas en Croacia, en Serbia y en Bosnia. Y allí
algunas jóvenes leían libros en serbocroata y todo era aún posible.
3.
Intento concentrarme en la lectura de mi tocho veraniego sin
conseguirlo. Delante de mí hay tres parejas demasiado bulliciosas; en torno a
los 30. Y un niño que aún no ha cumplido los cuatro; se aburre y se dedica a
arrancar el césped que arroja sobre la espalda del que supongo su padre,
mientras los demás le ríen la gracia y la socorrista mira para otro lado,
desparramada en su silla. La madre hace fotos y después saca un paquete de tabaco
y un yogur de su gran bolsa amarilla. Fuman los seis mientras ella va
introduciendo en la boca la merienda al niño. Al terminar llega el premio: al
agua. Uno de los varones abre entonces una lata de cerveza, que deja al lado
del envase del yogur. Hablan a voces, pero con poco sentido, se interrumpen.
Vuelve la madre con su hijo y el cigarrillo prendido en los labios. Apagan las
colillas en el césped y las dejan allí, junto al yogur y el bote de cerveza. Uno
de los hombres saca tabaco picado y empieza a liar cigarrillos para todos.
4.
Avisan por los altavoces que hay que marcharse. Pasa delante
de mí, tiene la piel muy clara. En pocos años deberá curar a los inciviles que
han dejado tantas huellas de su paso por la piscina municipal. De ella solo
queda la seguridad de volver mañana.
Buena observación de los miles de personas que pasan por las piscinas cada verano. Los hay civilizados y sin civilizar. Sí,a mí también me sorprende que los adolescentes lean. Yo lo hacía en la piscina también a su edad.
ResponderEliminarLos de los cigarros, me molestan más. ¿ Por qué tienen que dejar sus huellas para que pongas tu toalla encima? Reconozco que yo también lo hacía en mis años de locura adolescente. Sabía que no estaba bien...
Ahora ya apenas voy a la piscina y cuando lo hago tengo los ojos puestos en que no me desaparezca nada, porque en estos tiempos que corren nunca se sabe.
Bueno, ya sabes lo que es la literatura... Las dos primeras "historias" son de este verano, más o menos como las vi y anoté. La tercera llevaba en mi PC dos años, pero no me gustaba, así que la reduje sustancialmente, con lo que creo que gana bastante (a veces quitar palabras es una virtud; a menudo quitarlas todas es lo mejor). La última es totalmente inventada, o mejor, hecha de retazos de cosas que ves, que oyes, que imaginas; no por eso es menos real.
EliminarA mí me molestan los cigarrillos, los gritos, los que corren sin importarles los demás, la música obligatoria, la mala educación del personal de algunas piscinas a las que no tengo más remedio que ir, la suciedad, los que no hacen su trabajo para evitar problemas (con lo que nos trasladan a los demás los problemas). Como supondréis, voy poco. De hecho, estoy pasando un verano muy misantrópico, y no por ello desdichado: al contrario.
Si no quieres que te roben, deja un libro sobresaliendo de la bolsa. Si es de filosofía, tienes garantizado que nadie meta la mano allí.
Cuatro escenas típicas del verano en la piscina pública, pocas cosas cambian aunque pasen los años (yo no voy a una desde la adolescencia: solo echo de menos la música de Georgie Dan por los altavoces). Me sorprende que podría tratarse también de la descripción de un día en la playa, a falta de la arena.
ResponderEliminarJejeje...¡seguiré tu recomendación: libro de filosofía sobresaliendo del bolso para que no me roben!!! :P
¿Cómo que típicas? Hace un par de años escribí un post titulado "En la playa" y apareció Signos a reñirme. Como me frecuenta poco, vienes y me dices que son típicas. Mmmm. No sé cómo debo tomarlo.
EliminarEste verano aún no he visitado la playa, pero sí la piscina, y mucho la magnífica terraza de mi casa, en la que estoy escribiendo y leyendo el libro de Zweig sobre Montaigne. Yo es que soy de filias gabachas, qué le voy a hacer: Montaigne, Camus, Sauternes, Foie, Georgie Dann...
http://www.youtube.com/watch?v=pKgoF8UqTq8
Soy poco de piscinas, buff...
ResponderEliminarDemasiadas moscas, cloro y niños a los que San Herodes debía haber dado mulé con alfanje mellado (y de paso un lifting a la socorrista).
Lo del libro de filosofía sobresaliendo del bolso para que no te roben puede ser, a tal efecto, muy eficaz; pero tambiñen te pués ganar una paliza de la brigada antivicio.
Suto o muete, uno no se libra.
Bueno, eso que dices vale también para las playas. Yo, lo del alfanje mellado lo aplicaría a mucha más gente, y no sólo en esos contextos húmedos.
ResponderEliminarVoy a contar un sucedido. Hace la pila de años me abrieron el coche. El día de antes estaba yo de oposiciones y había llegado tarde a casa, con lo que me dejé en el auto los libros. Me despertó un familiar, bajé corriendo, pensando para mis adentros: el Ferrater, el Ferrater. Para lo que no lo sepan, el Ferrater Mora es un diccionario de filosofía, magnífico. Y caro: 20000 pesetas de 1985. Por supuesto, allí estaba el Ferrater y todo los demás libros. No les interesaron lo suficiente. Durante muchos meses llevé unos libros de filosofía desparramados por el coche: no volvieron a robarme.
Pero, claro, lo de la brigada antivicio...
Bueno, pensaba decirte que el libro que estabas leyendo no debía de engancharte mucho, por no conseguir que te concentraras, fijándote tanto en lo que hacen los demás, jeje. Pero ya he leído en tu comentario que es una historia totalmente inventada.
ResponderEliminarYo también a veces me dedico a visualizar lo que me rodea, puede resultar muy curioso, pero no me suele pasar con un buen libro entre manos.
No soy mucho de piscinas, me agobian bastante. Prefiero un buen baño en un río solitario, en una bonita poza, incluso con el agua helada.
Besos
Sí recuerdo el libro que leía (porque la tercera historia tiene algo de real); era "El asedio", de Pérez-Reverte, que, como casi todos los suyos, leí con gran agrado y me enfadó el final ("se cae").
EliminarYo no me he bañado mucho en ríos, pero hace unos días fui con un amigo al río Escabas, en Cuenca: hay unas pozas maravillosas, un agua limpísima, incluso pequeños saltos de agua que dan al baño un aire de jacuzzi. Maravilloso. Si el que nos llevó quisiera contarlo...