Hume constató hace unos siglos que, en materia de moral,
nuestra guía no es la razón, sino los sentimientos.
No lo entiendo o me niego a aceptarlo. Sin embargo, supongo
que participo de ello como todos.
Hablo de los sentimientos, ese producto cultural que parece
negar la naturaleza sin hacerlo. Quisiera ser una persona racional y razonable,
pero a menudo brotan en mí impulsos y emociones que me asaltan (reparo en el
verbo: me asaltan). En realidad, un
sentimiento es algo más complejo, más duradero y menos intenso que una emoción,
y mucho más que una pasión. Utilizamos las palabras como sinónimos y no lo son.
Me ha mandado una amiga un enlace a un artículo sobre el
conflicto entre judíos y palestinos. Hablamos por e-mail del asunto. Le digo
que no sé las razones, que apenas tengo un conocimiento epidérmico, seguramente
manipulado y movido por filias y fobias propias y ajenas. Eso no me impide
tener claro que no se puede matar, mandamiento y mandato que debería estar muy
claro a estas alturas. Pero no: en nombre de Dios se burla cualquier orden. El
mismo Dios que prohíbe matar es utilizado para matar. Los humanos somos así de
perversos, mendaces y retorcidos.
Supongo que el mismo criterio moral que nos hacía
horrorizarnos ante las matanzas de los nazis nos debería horrorizar ante los
niños palestinos muertos. Y esto no debería hacer que nadie justificase el
terrorismo yihadista internacional, que tiene entre los malos musulmanes a sus víctimas mayoritarias. De igual modo, se
debería estar radicalmente en contra del terrorismo etarra, siendo posible
cualquiera de las posturas sobre la eventual independencia del País Vasco.
Pero supongo que esos impulsos tienen sus raíces en la
naturaleza, en la pertenencia, en el grupo. En el gen egoísta. Tengo la
impresión de que la tribu es la traducción de ese afán de perpetuación y
territorialidad. Lo veo muy cerca, cada vez que alguien se siente atacado, él,
los suyos, su equipo, su Dios, su ciudad… Todos hemos estado bajo el fuego
cruzado cuando lo único que pretendíamos decir es que se puede ser creyente y
crítico, de una ciudad y dispuesto a aceptar que no es la mejor del mundo, del
Madrid y admirador de Iniesta, cristiano y hacer matemáticas con números
árabes.
Pero luego están los del pensamiento único. O sea, los de la
negación del pensamiento. A mí no sólo no me interesan, es que además me dan
miedo.
Pero no estoy libre, nadie lo está. El ombligo es más
atractivo que el cerebro.
Interesante el post de hoy. Estoy de acuerdo en lo que dices: creo que el ser humano, en mayor o menor medida, es hipócrita por naturaleza. Matar por Dios es bueno, e incluso nos convierte en héroes, pero otras matanzas ya son palabras mayores. No sé si me explico, estoy un poco acatarrada y todo influye.
ResponderEliminarHace unas semanas hablaba en mi blog de si el ser humano es corrupto por naturaleza. Hubo diversidad de opiniones, cosa que me parece muy bien. Ya sé que no es el tema, pero me gustaría saber tu opinión.
Yo no he dicho que el ser humano sea hipócrita por naturaleza.
EliminarCreo, con Hume, que es emotivo, que preferimos sentir a razonar, y que el ideal de la ataraxia está condenado al fracaso. Nada de esto tiene que ver con la hipocresía.
Creo igualmente que el catarro te hace decir cosas... arriesgadas. ¿Cómo que matar por Dios es bueno? No me parece bueno ni tan siquiera morir por Dios.
Acerca de si es corrupto por naturaleza, nada puedo decir sin ser un atrevido arrogante. El ser humano consta, en este instante, de unos pocos miles de millones de seres, de los que conozco a muy pocos. En consecuencia, nada de lo que yo opine tiene la menor importancia. Además, me parece una falsa pregunta. Depende. Es más, ¿qué quiere decir "por naturaleza" exactamente? Incluso podemos preguntarnos qué se entiende por corrupción y cuáles son los límites. Demasiado para un viernes noche.
Estoy mucho mejor del catarro, y creo que exageré. Me intentaré explicar. En otras culturas las personas se inmolan en nombre de Dios y algunos los consideran héroes. No estoy de acuerdo con ello para nada. Ni matar ni morir por Dios, ni por nadie es bueno. La verdad es que ahora que leo lo que escribí, veo que se me fue la pinza un poquito. Lo siento.
EliminarHe disfrutado mucho con la lectura de este post. Me ha gustado la diferenciación que planteas al principio entre sentimiento, emoción y pasión, la cual me ha hecho pensar en lo difícil que resulta con el tiempo encontrar sinónimos precisos en la elaboración de textos (y digo con el tiempo porque cuanto más conoces tu propia lengua, mayor comprensión tienes de su complejidad y de los matices que nos ofrece).
ResponderEliminarQuizá si los que utilizan tanto la violencia hicieran mayor uso de las palabras se darían cuenta de la pobreza que reside en sus discursos y la aparcaran o... quizá no... ¿Quién sabe?
A tu última frase... Atticus, donde esté un ombligo.. Jajaja... ¡No me compares! Jajaja... (:
Me alegro de que te guste. La distinción no es mía, está en cualquier manual, pero no está de más recordarla. Es cierto que a menudo decimos palabras-baúl en lugar de hacer un esfuerzo por expresarnos con rigor y precisión. Al final, lo que decimos es un conjunto de vaguedades o naderías.
ResponderEliminarLos que utilizan la violencia también usan las palabras. Desde luego que sí. Lo que no usan es la razón.
Lo del ombligo lo suscribo en su metáfora o en su literalidad ombliguera (femenina, cada cual tiene sus gustos).
No hay hiato entre lo que llamamos sentimientos y razón.
ResponderEliminarAmbos expresan la racionalidad que somos y ninguno está exento del apremio de las emociones, que también expresan esa racionalidad.
Quizás la Ilustración y todo lo que quiso y quiere procurar provenga de esa indisoluble unidad de unos y otra.
Del ombligo al cerebro hay tanta belleza.
Yo creo que sí lo hay. Y a veces no sólo hiato, sino jorismós. Quiero decir que, aunque la emoción alienta incluso la razón (el eros, cómo no), en ocasiones el aliento es tan intenso que la envuelve como un huracán hasta anularla.
EliminarPor supuesto que no somos razón pura. Y tal vez sea cierto que parte de la racionalidad humana es su carácter sentimental, pues no sólo vivimos, sino que vivimos emocionalmente. El problema es cuando sólo vivimos emocionalmente, y no somos dueños de nuestros sentimientos sino esclavos de nuestras pasiones.
Y no sólo hay belleza en dirección ascendente.