En estos días he leído tres artículos sobre el perdón. En el
primero, el Papa pedía perdón por los casos recientes de pederastia en la
Iglesia; en el segundo, algún alcalde o alcaldesa (¿de Barcelona, de Cádiz?)
sostenía que España debía pedir perdón por el genocidio en América a partir de
1492; en el tercero, un dirigente socialista exigía que una diputada de UPyD
recién llegada al PSOE pidiese perdón a los socialistas ofendidos.
Creo que no son en absoluto lo mismo. Sin embargo, en todos
hay algo común: alguien ha hecho algo que no ha gustado a otra persona o grupo,
que pide algún tipo de reparación, al menos un gesto por parte del (supuesto)
infractor u ofensor.
Desde luego, no creo que uno deba pedir perdón por actos
cometidos por otros. Mucho menos por actos cometidos por otros hace 500 años,
por mucho que nos una con ellos algo tan errático como la nacionalidad o la
identidad (qué borroso concepto). De manera que eso de que “España debe pedir
perdón” es una proposición asignificativa, porque no sé exactamente lo que es
España: ¿los habitantes?, ¿los que tienen DNI?, ¿el gobierno?, ¿el parlamento?,
¿los del presente o también los del pasado? Estos últimos lo tienen crudo por
razones obvias, pero no sé, puede probarse a ir dando golpecitos en lápidas y
osarios…
El perdón, creo, es personal. Y directo, cara a cara si es posible. Requiere consciencia del mal causado y deseo de repararlo, al menos de reconocerlo. Que España pida perdón a América por lo que ha ocurrido durante 500 años es un brindis al sol. Obviamente, esto no quiere decir que lo que se haya hecho esté bien, eso es otra cuestión. Un análisis y valoración del pasado no implica que los vivos del presente deban pedir perdón por lo que se hizo hace tanto, lo que en absoluto significa que eso estuviese bien ni que pueda disculparse ni justificarse. Los vivos no son los responsables de lo que hicieron los muertos.
Algo parecido ocurre con lo de la Iglesia y el mal causado durante siglos. Sea la Inquisición, sea cualquier otro desmán, que la lista es larga. Me parece que a Galileo, a Bruno, a Darwin, etc., eso les trae al pairo desde hace tiempo. Otra cosa son los cientos, miles, de niños y no tan niños abusados, estigmatizados y traumatizados por los depredadores sexuales con cruz al cuello; los agredidos están vivos y tienen parientes y sus problemas laten con sangre. Ésos sí agradecen la petición de perdón. Aunque más agradecerían justicia y reparación en forma de código penal, juicio y eventual castigo de los culpables. Lo que no tengo muy claro es que sea el Papa precisamente el que deba pedir perdón. Porque o bien es cómplice por encubrimiento o bien no sabía nada. En el segundo caso, su responsabilidad sería por ignorancia culpable (no es poco); en el primero, debería responder igualmente ante la justicia. Aquí hablamos de problemas reales en el presente, de dolor en vivo y en directo. Nada comparable a un dolor por empatía histórica con afectados que nos dejaron hace mucho.
El perdón, creo, es personal. Y directo, cara a cara si es posible. Requiere consciencia del mal causado y deseo de repararlo, al menos de reconocerlo. Que España pida perdón a América por lo que ha ocurrido durante 500 años es un brindis al sol. Obviamente, esto no quiere decir que lo que se haya hecho esté bien, eso es otra cuestión. Un análisis y valoración del pasado no implica que los vivos del presente deban pedir perdón por lo que se hizo hace tanto, lo que en absoluto significa que eso estuviese bien ni que pueda disculparse ni justificarse. Los vivos no son los responsables de lo que hicieron los muertos.
Algo parecido ocurre con lo de la Iglesia y el mal causado durante siglos. Sea la Inquisición, sea cualquier otro desmán, que la lista es larga. Me parece que a Galileo, a Bruno, a Darwin, etc., eso les trae al pairo desde hace tiempo. Otra cosa son los cientos, miles, de niños y no tan niños abusados, estigmatizados y traumatizados por los depredadores sexuales con cruz al cuello; los agredidos están vivos y tienen parientes y sus problemas laten con sangre. Ésos sí agradecen la petición de perdón. Aunque más agradecerían justicia y reparación en forma de código penal, juicio y eventual castigo de los culpables. Lo que no tengo muy claro es que sea el Papa precisamente el que deba pedir perdón. Porque o bien es cómplice por encubrimiento o bien no sabía nada. En el segundo caso, su responsabilidad sería por ignorancia culpable (no es poco); en el primero, debería responder igualmente ante la justicia. Aquí hablamos de problemas reales en el presente, de dolor en vivo y en directo. Nada comparable a un dolor por empatía histórica con afectados que nos dejaron hace mucho.
Lo del dirigente socialista ya me parece de traca. Si
empezamos así, quiero que me pida perdón todo gobernante que ha insultado mi
inteligencia, que me ha mentido, que me ha ninguneado, que me ha vilipendiado
profesionalmente, que me ha exprimido fiscalmente, que ha metido a mi patria
(porque en ella nació mi padre) en una guerra. También quiero que me pida
perdón el arquitecto de muchas casas en las que he vivido, las mujeres que no
me han hecho ni puñetero caso a lo largo de mi vida y se fueron con el de la
moto (es metáfora), el fabricante de móviles que duran sólo dos años, las
empresas de gas y electricidad que me cobran tanto por algo tan necesario.
Quiero que me pida perdón el camarero que miró fugazmente las tetas de mi novia
aquella noche veraniega en la que se escotó como le pareció más oportuno. Y
quiero que ella me pida perdón por no escotarse más a menudo. Quiero que me
pidan perdón los médicos que no han podido salvar de la muerte a mis familiares
ya fallecidos. Quiero que me pidan perdón los amigos que no me han llamado los
fines de semana que yo he necesitado y ellos estaban en otras cosas…
Si os da la risa por el último párrafo, a mí más. Creo que
pedir perdón es necesario y es liberador, aún más para el que lo hace que para
quien lo recibe. Pero ha de ser proporcionado y realista; de lo contrario es
una comedia, una parodia del entendimiento universal y una cesión intolerable
de nuestra libertad frente a la caterva infinita de los que se ofenden por
nada. En ese caso, qué le vamos a hacer: oféndase. En los demás, hagámoslo,
pidamos disculpas, hemos sido torpes y, como dijo aquél en Con faldas y a lo loco, nadie es perfecto.
Procedencia de las ilustraciones:
http://cultura.elpais.com/cultura/2011/07/04/album/1309730401_910215.html#1309730401_910215_0000000000
http://cultura.elpais.com/cultura/2011/07/04/album/1309730401_910215.html#1309730401_910215_0000000000
Del perdón me interesa, sobre todo, esa intensa y verdadera experiencia interior por la que quien ha dañado comprende la ofensa y siente el dolor de haberla infligido.
ResponderEliminarSi no perdón, que a veces sí, algo sí deberían decir las muchas y variadas instituciones del orbe: las distintas iglesias del Libro y sus papas, el estalinismo, la CIA, Alemania, los colonos judíos, el imperio de su siesa majestad británica, Irán, los franceses, el Mossad, los rusos, el MI6, Andorra, el séptimo de caballería, Hezbolá, el Pchino, los belgas, los otomanos, las oligarquías de las Américas, los vascos, Japón, los sudafricanos blancos, todos los terrorismos… Y todo eso cotidiano que tú añades.
En cuanto a esas mujeres que no te hicieron caso (no tantas) y se fueron con el de la moto, no sé, igual se casaron y disfrutan ambos de sus respectivas y todavía sanas y jóvenes suegras. Que nadie diga que esto es cinismo y/o venganza, por Dios, sólo es una suerte de homeostasis moral.
Casi todo lo que nombras en el segundo párrafo es digno de reprobación. No creo, sin embargo, que esos colectivos sean responsables en el sentido pleno de la palabra; me refiero a los japoneses de hoy (no son responsables de los desmanes en China), por poner un ejemplo.
EliminarTe faltan, por cierto, los que han mirado (y siguen mirando, esto es aún más grave) hacia otro lado. Los que se escandalizan por el mal cometido por los otros pero fingen no ver el muchísimo mayor mal hecho por los propios, que disculpan, entienden... y justifican. Y que nunca piden perdón.
Tengo que escribir sobre el de la moto (metáfora), ese tipo que nos distrajo a cualquier aspirante a ligue o novia. Algunos, es cierto, "disfrutan" de suegra, monovolumen, adosado y vacaciones en Gandía. Tengo que escribir un post sobre el de la moto.